La identidad cristiana y el destino cristiano
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Revisión de 17:19 23 nov 2011
Por John Piper
sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie 1 Peter: Grow in the Grace & Knowledge of Christ
Traducción por Samuel S. Alvarado
1 Pedro 2:9-10
Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido.
Introducción: La maravilla de ser human.
Un día de la semana pasada, cuando mi esposa, Noël, y yo estábamos orando juntos, empecé a darle gracias a Dios por la maravilla de ser humano. Tenemos la capacidad asombrosa de ver y escuchar y sentir y luego de pensar sobre la realidad que percibimos, para luego formar juicios sobre todo ello y conocer lo correcto e incorrecto, el bien y el mal, y la belleza y la fealdad, y luego poder sentir las emociones profundas como el amor y el odio, y el gozo y el desánimo, y el asombro y la esperanza y la gratitud, y luego tener la capacidad para razonar y planear la vida a modo de lograr metas. Y lo mejor de todo es poder usar todas estas capacidades humanas maravillosas para conocer y amar al Ser más grande en todo el universo—nuestro Creador y Salvador y gran Dios. Fue un momento extraordinario—como un encuentro breve con la eternidad.
Un beneficio que se deriva de tener un perro es poder darme cuenta de que no somos iguales. Observo a mi perrita, Sable, y pienso en su forma de ser tan amable y noble y paciente y amorosa y contenta y tan en paz. Y me digo a mí mismo, ¡solo es una perra! No conoce ni razona, ni siente ni juzga como lo hago yo. No valora las cosas de acuerdo con su valor real—o sea en relación a Dios. No sabe de dónde vino ni a dónde va. No reflexiona sobre su identidad ni se pregunta: ¿qué significado tiene un can en el plan de Dios? No reflexiona sobre el por qué de su existencia ni sabe cuál es su destino.
Es una maravilla, y puede mostrar un grado asombroso de afecto. No obstante, no es un ser humano creado a la imagen de Dios. Al pensar en ella, me asombro más con mi propia humanidad y de las maravillas increíbles de los humanos con quienes vivo.
Horror inexpresable o gloria espectacular
Tener vida como ser humano con misterios indescriptibles a cada vuelta, y tener ante nosotros un destino eterno de gloria espectacular o de horror inexpresable es un peso que nos puede abrumar con temor o llenarnos de gloria y con un júbilo que no se puede describir.
Ya sea si ocurre uno o el otro depende en gran parte de que uno sepa o no la respuesta a las inquietudes humanas básicas. Quién eres? Cómo obtuviste tu identidad? Para qué sirves? Jamás a existido un perro o una tortuga o un pez o una ardilla o ave o delfín o chimpancé que se ha pasado una noche en desvelo ponderando estas preguntas. Solo los seres humanos se matan entre sí cuando no reciben respuestas que satisfagan estas preguntas.
Pocas veces encontramos respuestas tan claras a estas tres preguntas en un espacio tan reducido como el pasaje de esta mañana. ¿Quién soy? ¿Cómo recibí esta identidad? ¿De qué sirvo, o sea, por qué me encuentro aquí?
Así que respiremos profundamente y volvamos al principio—o a lo más básico, a las preguntas fundamentales de la vida y escuchemos la palabra de Dios, y llenémonos de asombro ante lo que nos dice sobre todo esto.
¿Quién eres?
Tomen en cuenta que se dirige Pedro a cristianos. Esto los son ustedes si se identifican como cristiano. De este modo recibieron su identidad como cristianos. Por esta razón están aquí como cristianos.
Primero, Pedro expone cinco modos de describir la identidad, contestando así la pregunta de quién somos.
1. Ustedes son linaje escogido
Versículo 9: "Ustedes son linaje escogido".
Entiendo que la identidad es grupal, que se refiere a la iglesia—al Israel verdadero. Aun así, alude al individuo, porque no se refiere a un linaje racial. El linaje escogido no es ni negro ni blanco ni de piel roja ni amarilla ni aperlada. El linaje escogido se trata de personas nuevas de todos los pueblos—de todos los colores y culturas—que por mientras son extranjeros y peregrinos en el mundo. Ver versículo 11, "Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos . . . "
Lo que nos da la identidad no es ni el color ni la cultura sino el hecho de ser escogidos. Los cristianos no son la raza blanca; son la raza escogida. Los cristianos no son la raza negra; son la raza escogida. Somos los escogidos blancos, negros y de todos colores. Hemos sido escogidos de cada raza—uno a la vez, sin importar a qué grupo pertenecemos.
Es por esta razón que esta frase tan asombrosa es de importancia particular para cada uno de ustedes; son parte de una "raza escogida" porque la raza se compone de individuos que se escogieron—de todas las razas. Así que la primera identidad que tenemos es la de ser escogidos. Dios los escogió. No fue motivo de raza—ni por otra condición—Dios los escogió. ¿Quién soy? Soy un escogido. Por qué no lo sé. No había nada en mí que me hiciera de más valor que cualquier otro ser humano. No me lo gané ni lo merecí, ni cumplí con ciertas condiciones para lograrlo. Ocurrió antes de que naciera. Quedo en asombro ante este hecho. Me hace temblar con júbilo. Me arrodillo y lo acepto. Ansío ser fiel a este propósito. Soy escogido
2. Se apiadó de ustedes
Versículo 10b: " . . . no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido".
Escogí la palabra "apiadar" porque la palabra en griego que se utiliza aquí para misericordia es un verbo y la palabra que más se acerca en inglés es "apiadar". Queda bien como traducción. Cuando nos escogió Dios, nos vio atrapados en el pecado por culpa nuestra y condenados y se apiadó de nosotros. No solamente fuimos escogidos; también se apiadó de nosotros. No tan solo somos los recipiendarios de su elección, sino también de Su misericordia.
Soy escogido y se apiadó de mí—o dicho de otro modo, me dio la gracia de Su amor. Soy "amado". Dios no me escogió para mantenerse apartado. Me escogió y luego en Su misericordia se me acercó para ayudarme y salvarme. Fundamentalmente, la identidad que tengo es esta: Él me mostró piedad. Soy una persona "apiadada". Recibo la identidad que tengo no a partir de mis acciones, más bien a partir de la acción—piadosa- de Él sobre mí. Soy el “apiadado”.
3. Ustedes pertenecen a Dios
Esto se expresa dos veces. Versículo 9: "Ustedes son . . . pueblo que pertenece a Dios." Versículo 10a: "Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios".
Son escogidos por Dios; de quienes Dios se apiadó; y el resultado de esa piedad—de esa misericordia—es que Dios los ha tomado como pertenencia propia . Ahora, sabemos que absolutamente todo le pertenece a Dios. Así que en cierto sentido todos formamos parte de las posesiones de Dios. Entonces esto tiene que referirse a algo distintamente especial. Y, claramente, lo es. Ustedes son la herencia de Dios. Ustedes son aquellos con quienes pasará Dios la eternidad. Cuando dice Dios (en 2 Corintios 6:16), "Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo [mi propiedad]," lo que da a entender es esto: "Yo habitaré en ello y caminaré entre ellos".
Son escogidos; los “apiadados”; la propiedad de Dios—aquellos entre los que Él caminará y se revelará eternamente en una relación personal.
4. Ustedes son santos
Versículo 9: "Pero ustedes son . . . nación santa".
Ustedes han sido escogidos por Dios y ahora le pertenecen y han recibido su misericordia; y por esto ya no forman parte de este mundo. Fueron apartados para Dios. Existen para Dios. Y como Dios es santo, por consecuencia ustedes lo son también. Comparten su carácter, porque él los escogió, se apiadó de ustedes y ahora le pertenecen. Son santos. Si no se comportan de un modo santo, actúan fuera de carácter. Actuar así contradice su naturaleza de cristiano. Su identidad es santidad ante el Señor: ustedes son santos.
Y finalmente,
5. Son real sacerdocio
Versículo 9: "Ustedes son . . . real sacerdocio".
Fueron escogidos por Dios y Dios se apiadó de ustedes y ahora le pertenecen y son santos como Dios y sacerdotes reales ante Dios. El primer punto que se destaca es que tienen acceso inmediato a Dios—no es necesario tener a otro sacerdote humano como intermediario. Dios mismo ha proporcionado un Intermediario entre Dios y el hombre; Jesucristo. Ustedes tienen acceso directo a Dios, a través de Dios. Y, como punto segundo, desempeñan una función elevada y activa en la presencia de Dios. No fueron escogidos, compadecidos, poseídos, y santificados solo para pasarse el tiempo sin hacer nada. Ahora son llamados a cumplir con los deseos de Dios en Su presencia. Ahora cada aspecto de su vida se dedica al trabajo sacerdotal. Jamás están fuera de la presencia de Dios. Jamás se encuentran en una zona neutral. Siempre se encuentran en el templo. Y la vida que ahora llevan se distingue por ser, ya sea, una vida de servicio en adoración espiritual (Romanos 12:1–2), o una vida fuera de carácter.
Así que pueden ver que la pregunta sobre identidad— "¿Quién soy?"—conlleva la pregunta, "¿Para qué sirvo?" Su identidad los lleva a su destino. Ustedes son escogidos, compadecidos, poseídos, y santos—todo con un propósito—el de servir como sacerdotes. Y Pedro describe claramente el corazón de ese ministerio. ¿Cómo recibieron esta identidad?
Pero antes de contestar la pregunta de para qué servimos, reflexionemos un poco sobre otra duda que le precede :
¿Cómo recibí esta identidad?
La respuesta es demasiado obvia. Recibimos nuestra identidad de Dios. De hecho, la identidad es nuestra relación con Dios. Fuimos escogidos por DIOS. DIOS se apiadó de nosotros. DIOS se adueñó de nosotros. DIOS nos separó como santos. DIOS nos invistió con el cargo de ser sus sacerdotes reales.
Declara Pedro todo esto en un resumen al final del versículo 9. Se refiere a Dios de este modo: "Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable". La luz en la que vivimos es la luz de ser escogidos y compadecidos y pertenecientes y santificados y sacerdotales. Y llegamos a ser así porque Dios nos llamó. Nos llamó de las tinieblas a esta luz maravillosa.
Así que la respuesta a la pregunta: Cómo recibimos esta identidad es que Dios nos la dio. Nos la dio en virtud de su llamado irresistible. (Sé que fuimos escogidos por Dios antes de que nos llamara. Así que pudiera dar la impresión de que no me he expresado bien. Pero lo que quiero dar a entender es que la experiencia de caminar en la luz de ser escogido—experimentar esa identidad—es el efecto del llamado soberano de Dios.)
Tenemos la identidad que tenemos porque Dios nos la dio.
¿Por qué están aquí?
Vimos que nuestra identidad conlleva nuestro destino: somos escogidos, compadecidos, poseídos por Él, y santos; y todo por el propósito de ser real sacerdocio. Pero Pedro es aun más específico cuando nos comunica la razón precisa de nuestra existencia. En el versículo 9:b nos dice el motivo de nuestra existencia: "para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable". Este es el destino de tiempo completo de un sacerdote real—dar a conocer las glorias del rey.
Nuestra identidad y su propósito
Se habla mucho en la actualidad sobre la identidad propia. ¿Qué concepto tenemos de nosotros mismos? Es una pregunta importante. Y espero que lo que escuchen esta mañana sea que el enfoque específicamente bíblico de esta pregunta es que la identidad cristiana no se define en términos de quienes somos como individuos. Se define en términos de lo que Dios nos hace y de la relación que Él crea con nosotros y del destino que nos ha preparado. En otras palabras, como cristianos, no se pueden expresar de su identidad sin hablar de la acción de Dios sobre ustedes, la relación de Dios con ustedes y del propósito de Dios para ustedes. La orientación bíblica de la identidad propia de un cristiano es radicalmente Dios céntrica.
¿Quién soy yo? ¿Quiénes son ustedes? Cada uno de ustedes fue escogido por Dios, compadecido por Dios, poseído por Dios, santificado por Dios. La mismísima comunicación verbal de nuestra identidad en este texto requiere la inclusión de Dios como el que actúa. Alcanzar nuestra identidad no es la finalidad, sino el medio para la función sacerdotal que Pedro define como la proclamación de las excelencias de aquel quien nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.
Dios nos hizo lo que somos para que podamos proclamar la excelencia de su voluntad en escogernos; la excelencia de su gracia en apiadarse de nosotros; la excelencia de su autoridad y poder para poseernos; la excelencia de su valía y pureza en hacernos santos.
En otras palabras, nos ha dado nuestra identidad para que se proclame su identidad a través de nosotros. Nos hizo Dios lo que somos para que nosotros podamos darlo a conocer. El propósito de nuestra identidad es manifestar Su identidad. La razón de ser de nuestra identidad es para que se manifeste en nosotros la excelencia de Dios.
Por lo tanto, ser cristiano es igual a dar a conocer la grandeza de Dios. Podemos hacer esto en nuestras reuniones de culto con la predicación y con el canto y con la oración y con la lectura. Podemos hacerlo en nuestras reuniones de grupo cuando nos platicamos lo que Dios ha sido para nosotros, o lo que necesitamos que sea. Podemos hacerlo en el trabajo cuando hablamos con otros y les comentamos el amor que sentimos por Dios y por qué pensamos que Él es maravilloso. Y podemos hacerlo de mil maneras distintas de mostrar amor en cada situación y acorde a la personalidad de cada uno de nosotros.
La historia de Doug Nichols
A modo de ejemplo, quiero terminar con la historia maravillosa de como Doug Nichols, el director internacional de Action International Ministries, dio a conocer las excelencias de Dios en un sanatorio para tuberculosos en la India en 1967—era misionero con Operación Movilización y se enfermó de tuberculosis. Permaneció en el sanatorio durante varios meses. Trató de regalar folletos evangélicos y copias del evangelio según San Juan pero nadie los quiso aceptar. No lo querían porque creían que era un americano rico.
Durante varias noches se despertó tociendo a las dos de la mañana. Una noche notó que un anciano escuálido intentaba levantarse de la cama. No se podía levantar el hombre y empezó a gemir. Se volvió a recostar en la cama. La hediondez por la mañana fue tan terrible que todos estaban enojados con el anciano por haberse ensuciado. Hasta la enfermera que lo limpió le dio unos manotazos por haberse ensuciado tanto.
Volvió a pasar exactamente lo mismo la noche siguiente. Despertó Doug tosiendo, sintiéndose terriblemente mal y débil. Vio que el anciano intentaba nuevamente salirse de la cama. Igual que la noche anterior, no logró hacerlo y empezó a llorar. Se salió Doug de su cama y fue con el anciano. Temeroso se encogió el viejo pero lo levantó Doug entre sus brazos y lo llevó al escusado que solo era un agujero en el piso, y luego lo llevó de nuevo a la cama. Cuando lo acostó, el anciano le dio un beso en la mejilla.
A las cuatro de la mañana, otro paciente despertó a Doug con una taza de té caliente e hizo ademanes comunicándole que quería una copia del libro—el evangelio de Juan. Durante todo el día, persona tras persona llegó con él pidiéndole libritos aunque él no hablaba su idioma.
En otras palabras, un modo de declarar las excelencias de Dios es por medio de nuestras acciones. Cuando nuestras acciones muestran las excelencias de Dios, escucharán las personas con más entusiasmo. Esto es simplemente otro modo de decir que nuestra identidad—o sea, lo que somos—es para el propósito de Dios. Dios nos hizo lo que somos para mostrarle al mundo lo que Él es.
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