La Gran Invitación: ¡Venid! ¡Bebed! ¡Comed! ¡Vivid!

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English: The Great Invitation: Come! Drink! Eat! Live!

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Por John Piper sobre El Evangelio
Una parte de la serie The Great Invitation: A Sermon Series on Isaiah 55

Traducción por Paula García-Jones


Isaías 55:1-3

El Señor se está moviendo en nosotros en el templo de Bethlehem para llegar al corazón de aquellos que no tienen a Jesucristo en sus vidas. Para muchos de nosotros, se vislumbran nuevas incursiones en el evangelismo. Son muchos los que están sintiendo la llegada de una fuerza y una audacia novedosas.

Cuando regresé de mis vacaciones, estaba deseoso de avivar este fuego por medio de la Palabra. Estaba ansioso por adentrarme en el Viejo Testamento durante algún tiempo. Y también deseaba realizar una exposición continuada de un pasaje más largo de las Sagradas Escrituras. Creo que el Señor me condujo a Isaías 55 para cumplir estos objetivos.

He decidido llamar a esta serie “La Gran Invitación”.

Contenido

Dios es un Dios “Que Invita”

Y lo primero que quiero destacar en este primer mensaje basado en los versículos 1-3 es que Dios es un Dios que siempre nos invita.

El concepto de invitar tiene dos significados, ¿verdad? Puedes decir que un lugar “invita” y lo que quieres decir es que es agradable y atractivo y que sientes deseos de ir allí.

O puedes decir, por ejemplo, “Tom nos invita a ir a su casa el jueves” y a lo que te refieres es a un evento especial que tendrá lugar en casa de Tom y al que él nos está invitando.

Lo fantástico y maravilloso de Dios es que nos invita en los dos sentidos. No existe un texto en toda la Biblia que ejemplifique esto con mayor claridad que Isaías 55:1-3.

La Obra de Redención Anticipada en Isaías

Permítanme contextualizar el tema del que les hablo. Ya en el Capítulo 53 Isaías describía de manera muy detallada y 700 años antes de que ocurriera, la manera en que Cristo vendría y sufriría al soportar los pecados del pueblo de Dios y moriría por nosotros para luego resucitar. Prestemos atención a los versículos 4-6 del Capítulo 53:

Ciertamente El llevó nuestras enfermedades,
y cargó con nuestros dolores;
con todo, nosotros le tuvimos por azotado,
por herido de Dios y afligido.

Mas El fue herido por nuestras transgresiones,
molido por nuestras iniquidades.
El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El,
y por sus heridas hemos sido sanados.

Todos nosotros nos descarriamos como ovejas,
nos apartamos cada cual por su camino;
pero el SEÑOR hizo que cayera sobre El
la iniquidad de todos nosotros.

He ahí la gran sustitución. Cristo en nuestro lugar, cargando con nuestros pecados.

Ahora fíjense en el versículo 8 cuando habla de su muerte:

Por opresión y juicio fue quitado;
y en cuanto a su generación, ¿quién tuvo en cuenta
que El fuera cortado de la tierra de los vivientes
por la transgresión de mi pueblo, a quien correspondía la herida?

Entonces él murió no por su propio pecado sino por el pecado de su pueblo; de aquellos que confiaban en él y que lo seguían.

Ahora fijaos en el versículo 12 que habla de su resurrección:

Por tanto, yo le daré parte con los grandes
y con los fuertes repartirá despojos,
porque derramó su alma hasta la muerte
y con los transgresores fue contado,
llevando El el pecado de muchos,
e intercediendo por los transgresores.

Entonces la muerte no fue el fin para Cristo. Cargó con el pecado de muchos. Pero Dios lo honró con el botín de la victoria por sobre la muerte y el pecado. Hoy, Él está vivo y reina en el Cielo hasta que llegue el día de su segundo advenimiento.

Así, podemos decir que en el Capítulo 53 el profeta Isaías ve a la obra de redención como realizada en la muerte y resurrección de Cristo 700 años antes de que ocurriera.

Grandes Bendiciones a causa de la Redención

Luego en el Capítulo 54 Isaías predice algunas de las enormes bendiciones que caerán sobre el pueblo de Dios gracias a que el Mesías ha superado el problema de su culpa y pecado (descripto en el Capítulo 53). Permítanme que les relate una de estas bendiciones que nos conducirán a nuestra Gran Invitación en el Capítulo 55.

El miércoles 31 de mayo de 1792, William Carey, quien se convertiría poco después en el padre de las misiones modernas, predicó un sermón de Isaías 54:2-3 ante un grupo de pastores bautistas como él. Argumentó que este texto es un texto de gran importancia misionera y que su significado radica en el deseo de Dios de que su pueblo crezca hasta abarcar a todos los pueblos del mundo.

Ensancha el lugar de tu tienda, extiende las cortinas de tus moradas, no escatimes; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás hacia la derecha y hacia la izquierda; tu descendencia poseerá naciones, y poblarán ciudades desoladas

Dicho de otro modo, una de las grandes bendiciones que recaerán sobre el pueblo de Dios a causa de la muerte y resurrección de Cristo es que conmoverá a todas las naciones. La redención de Cristo no es solamente para los judíos. No es solo para nosotros. Es para todas las naciones del mundo.

Y así llegamos a la Gran Invitación en Isaías 55. Si se logra la redención y la voluntad de Dios es que las bendiciones de las redenciones se extiendan a todas las naciones, no es sorprendente que Dios se presente con una Gran Invitación no solo para unos pocos ni para aquellos que tienen dinero para pagar su entrada sino para todos.

Tres Preguntas Acerca de Isaías 55:1-3

Leamos los versículos 1-3 del Capítulo 55 y preguntémonos lo siguiente:

  1. ¿Quiénes están invitados?
  2. ¿Qué es lo que se les ofrece?
  3. ¿Qué se les pide que hagan para poder obtenerlo?

1. ¿Quiénes están invitados?

La respuesta es: dos clases de personas. La primer clase es descrita en el versículo 1 de la siguiente manera: “Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin costo alguno.”

Los Sedientos y los que no tienen Dinero

La primer clase de persona que Dios invita a acercarse a él es la de los sedientos que no tienen dinero para pagar por aquello que necesitan. Dos cosas: están sedientos y no pueden pagar.

Permítanme pues que me dirija a aquellos de vosotros que os halláis en esta categoría. Habéis venido aquí esta mañana con sed en vuestros corazones. Vuestros corazones se asemejan al pasto de color marrón en mi jardín trasero. Hace mucho que no llueve. Muchas esperanzas se han ido secando. Los sueños han sido postergados y casi murieron. Callejones sin salida una y otra vez. Vacíos. Insatisfechos. Descontentos. Conscientes de que la vida es más que esto.

Sin embargo, todo lo que parece ser bueno está fuera de nuestro alcance. No hay dinero. Ni fortaleza. Ni motivación. Pero al menos existe un deseo. Una sed.

Y el Señor dice: tú eres esa persona que estoy buscando. “Todos los sedientos y los que no tenéis dinero – ni recursos, ni posición de negociación, ni trayectoria, ni poder, ni prestigio, ni influencia. Dios te está invitando hoy día a disfrutar del festín de la salvación.

Los autosuficientes

Pero existe una segunda clase de personas a las que Dios invita. Y me alegra que así sea porque creo que el resto de vosotros que no sentís que pertenecéis a la categoría anterior, sentiréis, si sois honestos, que pertenecéis a esta categoría. Este tipo de persona es la que se describe en el versículo 2.

¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestro salario en lo que no sacia?

En el versículo 1, Dios dijo: “Y los que no tenéis dinero, venid!” En el versículo 2, le habla a alguien que sí tiene dinero y que tiene la fortaleza para trabajar. La primer clase de persona está moralmente en bancarrota y lo sabe. Están sedientos y no tienen dinero. Pero la segunda clase de persona no se encuentra aún en esa situación. Tiene dinero y lo gasta. Tiene fortaleza y trabaja.

¿Pero cuál es el resultado? Una sensación de frustración. Este hombre no es como el anterior: agotado y al límite de sus fuerzas. Este hombre aún tiene dinero para gastar y continúa trabajando, soñando, buscando, persiguiendo sus objetivos, experimentando con un trabajo diferente, en una ciudad diferente, con un auto distinto, una casa distinta, una mujer distinta, una computadora nueva, un barco nuevo, libros nuevos, una bicicleta nueva, una nueva parrilla, boletos nuevos para ver a su equipo favorito, una nueva dieta, un aspecto nuevo: todavía le queda mucho por observar. Pero aún así no hay ningún tesoro al final del arco iris. Ni tampoco una fuente de la juventud. Y cada uno de sus triunfos se termina extinguiendo. Los aplausos se detienen. El bote se vuelve aburrido. La moda pasa. Cada cosa nueva se vuelve vieja y las opciones se reducen cada vez más.

Cuando eres honesto contigo mismo sabes que existe un gran caudal de necesidades y deseos interiores más allá de que aparentéis ser autosuficientes. Y Dios lo sabe aún mejor que vosotros. Piensa en vosotros cuando dice: “¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestro salario en lo que no sacia?

Entonces son dos los tipos de persona a quienes Dios invita: los sedientos que no tienen dinero y no pueden pagar y los sedientos que creen que pueden pagar y que trabajan para lograr sentirse satisfechos.

Creo que todos los que estamos aquí hoy, si somos honestos con nosotros mismos, tendríamos que admitir que pertenecemos a alguno de estos dos grupos.

2. ¿Qué se nos ofrece?

La respuesta se nos da en tres pasos:

  1. los beneficios son representados para nosotros en el versículo 1
  2. la calidad y cantidad de estos beneficios se mencionan en el versículo 2
  3. y la realidad que existe detrás de las imágenes se describe en versículo 3

Los Beneficios

En el versículo 1 se nos ofrece agua, vino y leche: “Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin costo alguno.”

¿No son acaso estas tres bebidas símbolos de necesidades profundas que todos tenemos?

El agua corresponde a la necesidad de refrescarse. Cuando estáis extremadamente sedientos y desesperados, cuando os sentís muy deshidratados, no queréis más que agua. “Me conduce a las aguas tranquilas y repara [refresca] mi alma”. Dios os invita hoy día a recibir el refrigerio, la restauración, el renacimiento, un nuevo comienzo.

La leche corresponde a la necesidad constante de alimentación. Cuando alguien está luchando por sobrevivir, les damos agua. Pero cuando queréis que un bebé crezca un poco más cada día, le dais leche una y otra vez. Dios no está solo para emergencias y para las cimas de montañas. Está para darnos la salud a largo plazo. Os invita no solamente a recobrar la vida con el agua pero también a que estéis fuertes y estables gracias a la leche.

El vino corresponde a la necesidad de júbilo. Queremos vivir y no morir. Queremos fortaleza y estabilidad en lugar de debilidad y vacilación. Pero eso no es todo lo que necesitamos en la vida. No importa cuán estoicos, indiferentes, flemáticos, tranquilos o impasibles aparentemos ser ante los demás; la realidad es que dentro de cada uno de nosotros hay un niño que Dios creó para el gozo: para gritar y cantar, bailar y jugar, saltar, correr y reír.

Entonces, lo que dice el versículo 1 es que Dios está dispuesto a reanimarnos del calor del Valle de la Muerte mediante el milagro de su agua; y a darnos fortaleza, salud y estabilidad mediante el milagro de su leche; y a darnos el gozo eterno y refrescante mediante el milagro de su vino.

La Calidad y la Cantidad de sus Beneficios

La última parte del versículo 2 describe la calidad y cantidad de los beneficios del agua, la leche y el vino. Dice así: “Escuchadme atentamente, y comed lo que es bueno, y se deleitará vuestra alma en la abundancia.” La palabra “bueno” significa que lo que Dios ofrece es de óptima calidad: es lo mejor que existe. Y la palabra “abundancia” significa que de lo bueno, hay mucha cantidad (Salmo 65:11; 36:8). El agua es buena y es abundante. La leche es buena y abundante. El vino es bueno y abundante. La Biblia contiene muchas referencias a las riquezas de la gloria de Dios y la plenitud del gozo a su diestra. Lo que Dios da es lo mejor que existe y nunca se acaba. “Pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna.” (Juan 4:14).

La Realidad detrás de las Imágenes

Luego en el versículo 3 Dios nos habla acerca de la realidad detrás de todas estas imágenes. “Inclinad vuestro oído y venid a mí, escuchad y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros un pacto eterno, conforme a las fieles misericordias mostradas a David.”

En el versículo 1 nos había dicho: “Venid a las aguas…comprad vino y leche”. En el versículo 3, Dios nos explica: “Venid a mí.” Dios es el agua que nos da vida. Dios es la leche que nos alimenta. Dios es el vino que nos estimula. “¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre.” (Salmo 73:25-26; 42:1-2; 63:1-3).

Pero podemos ser aún más específicos. Dios dice posteriormente en el versículo 3 que cuando venimos hacia él, él hace un pacto con nosotros. ¿De qué tipo de pacto se trata? Del mismo tipo de pacto que hizo con el Rey David en 2 Samuel 7: un pacto eterno conforme a “las fieles misericordias”. Esto quiere decir que cuando venís a Dios, él se compromete por medio de un juramento inquebrantable a otorgaros bondad y misericordia todos los días de vuestras vidas hasta la eternidad con agua siempre fresca, leche siempre energizante y vino siempre estimulante ¡por todos los días de vuestras vidas!.

Lo cual nos conduce a una última pregunta de carácter práctico…

3. ¿Qué se Requiere de Nosotros a fin de Obtener estos Beneficios?

Hay 12 imperativos en estos tres versículos. Son los 12 mandamientos más agradables y atractivos que escucharás en tu vida. Los iré señalando mientras los leemos juntos:

1) Todos los sedientos, venid a las aguas [Núm.1]; y los que no tenéis dinero, venid [Núm.2], comprad [Núm.3], y comed[Núm.4]. Venid [Núm.5], comprad vino y leche [Núm.6] sin dinero y sin costo alguno. 2) ¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestro salario en lo que no sacia? Escuchadme atentamente [Núm.7], y comed lo que es bueno [Núm.8], y se deleitará vuestra alma en la abundancia [Núm.9]. 3) Inclinad vuestro oído [Núm.10] y venid a mí [Núm.11], escuchad [Núm.12] y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros un pacto eterno, conforme a las fieles misericordias mostradas a David.

Si reflexionamos por un momento acerca de estos 12 mandamientos, podremos darnos cuenta de que siguen una estructura lógica. En primer lugar, hay tres mandamientos para escuchar con atención lo que Dios está diciendo (uno en el versículo 2 y dos en el versículo 3). Por eso les ruego que presten atención a lo que oyen y a cómo lo oyen. ¿Están acercándose a la Palabra de Dios? Dios les ruega hoy día: ¡no permitáis que los anuncios sobre las cosas terrenales eclipsen esta invitación al paraíso!

Así, el resto de la invitación de Dios puede clasificarse en cuatro pasos:

  1. Venid
  2. Comprad
  3. Comed
  4. Disfrutad

Y es esta la definición de fe según la Biblia.

Recordad que en el versículo 1 Dios dice: “Venid a las aguas” pero en el versículo 3, dice: “Venid a mí.”. Dios es en sí mismo el agua, la leche y el vino.

Un Llamamiento Final

Todos los que estamos aquí reunidos nos encontramos dentro de uno de estos cuatro pasos. Y os invito a que den, hoy mismo, un paso más:

  1. Si estáis alejados de Dios, necesitáis acercaros, aproximaros a Él.
  2. Si os habéis acercado recientemente o esta misma mañana pero no habéis realizado ninguna transacción por estar analizando y evaluando las posibilidades, necesitáis comprar. Reconozco que se trata de una transacción algo extraña: no hay ningún precio y estáis moralmente en bancarrota. Pero debéis tomar esta agua y esta leche y este vino y considerarlo como propio como si lo hubierais comprado porque hay alguien que lo ha comprado por vosotros.
  3. Si habéis realizado la transacción y tenéis el agua, la leche y el vino en vuestras manos, necesitáis comer. Dios no es algo que debe ser estudiado. Es una persona y como tal, debe ser experimentado en carne propia. Es comida, es vida y es gozo para el alma.
  4. Finalmente, si habéis comido, deleitaos en el Señor. Y decid junto al salmista: “Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre.”

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