El más insignificante de los apóstoles

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Última versión de 23:44 27 feb 2012

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English: Least of the Apostles

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Por Jerry Bridges sobre Figuras Bíblicas
Una parte de la serie A Pastor's Perspective

Traducción por Juan Pablo Sans


Existen alrededor de 20 tipos de características enseñadas en el Nuevo Testamento sea por precepto que por ejemplo. Tres de ellas, confiar en Dios (contrarios al estar afanosos o asustados), el amor y la humildad, se enseñan con más frecuencia que las otras combinados. Ya que muchos de los restantes tales como la compasión, la bondad, la gentileza y la paciencia tienen sus orígenes en el amor y la humildad, podemos aprender mucho acerca de la personalidad del apóstol Pablo limitando nuestro estudio a estas tres características.

Dando un vistazo a la confianza de Pablo en Dios, recordamos que fue él quien escribió a la iglesia de los filipenses su célebre: "Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios." (Filipenses 4:6). No cabe lugar a duda de que Pablo tuvo una gran oportunidad de practicar lo que predicaba a través de todas las dificultades por las que atravesó durante su labor apostólica. De hecho, Pablo escribió sus palabras de Filipenses 4:6 encarcelado en Roma. Sin embargo, un claro ejemplo de su confianza en Dios ocurrió unos cuantos años antes de haber escrito su versículo en la propia ciudad de Filipos.

La prédica del Evangelio de Pablo y de Silas los llevó recibir brutales golpes y a ser llevados a la cárcel (Hechos 16:16-40). Para la mayoría de nosotros, acontecimientos similares nos habrían producido un gran nivel de angustia, vemos que, para Pablo y Silas. Vemos, por el contrario: "Como a medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios" (v.25)

No conocemos el contenido de sus oraciones, pero el tono de la historia sugiere que agradecían a Dios que fueran considerados como merecedores de sufrir por Cristo y le pedían que usara sus sufrimientos para propagar el Evangelio. Creían fielmente en Dios.

¿Cómo podemos dar fe de la confianza de Pablo en Dios y de su regocijo en medio de su sufrimiento en la cárcel en la ciudad de Filipos y en Roma? Muchos años antes, el apóstol había escrito a sus creyentes en Roma: "Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito." (Rom. 08:28). Pablo tenía confianza total en la soberanía y bondad de Dios. Sabía que Jesús le había enseñado que ni uno solo pajarillo caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre y que ni uno de ellos está olvidado ante Dios. (Mateo. 10:29, Lucas 12:6) Él creía en esas palabras y les era fiel en lo más profundo de su ser. La confianza de Pablo hacia Dios estaba basada en que creía en Su soberanía y bondad,

Su teología fue también la base para su humildad. Los inicios de su vida de adulto no son los de un humilde seguidor de Jesús. Muy por el contrario, la primera vez que encontramos a Pablo en el libro de Hechos vemos que era un fariseo arrogante e intolerante que azotaba a la Iglesia y enviaba a los hombres y mujeres a la cárcel. Si bien estamos viendo el carácter de Pablo, no podemos ignorar su personalidad básica, que era obviamente fuerte y enérgica. Su traumático encuentro con Cristo resucitado en el camino a Damasco no cambió estas características, sino que, por el contrario, vemos cómo valientemente predicaba la palabra de Jesús en las sinagogas de la ciudad. Años más tarde, lo encontramos haciendo frente, de manera decidida, al problema moral de la Iglesia de los Corintios, e invocando una maldición sobre las falsas enseñanzas que en Galatea estaban subvirtiendo el Evangelio. Es obvio que Pablo no perdió nada de su personalidad fuerte y enérgica de cuando era fariseo. Sin embargo, a pesar de estas características, su vida como apóstol fue una marcada por su constante humildad hacia Dios y hacia las otras personas.

Su humildad se resalta en su propia evaluación. En sus cartas a los Corintios en el 55 AD, se describe a sí mismo como “el más insignificante de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, pues perseguí a la iglesia de Dios. (1 Cor. 15:9). Casi cinco años más tarde, se describe ante los Efesios como soy menos que el más pequeño de todos los santos (Ef. 3:8). Casi al final de su vida, se considera a sí mismo como el mayor de todos los pecadores (1 Tim. 13:15.). Ésta es la progresión de su humildad: de ser un fariseo arrogante y mojigato, hasta ser el mayor de los pecadores Sólo una persona de verdadera humildad puede definirse a sí misma en esos términos.

¿Qué transformó a un alguna vez arrogante fariseo en un humilde apóstol de Cristo? Fue su comprensión de la gracia de Dios. Entendió que ésta es algo más que un don inmerecido. Consideraba no sólo que le era inmerecido, sino que era indigno del mismo. Sabía que, en su interior, además de la ira de Cristo, merecía la ira de Dios, y en su lugar, había sido nombrado un heraldo del mensaje que alguna vez había intentado destruir. Es por eso que inmediatamente después de considerarse como el más insignificante de todos los apóstoles agregó “pero por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Cor. 15:10). Por este motivo el afirmaría A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, se me concedió esta gracia” (Ef. 3:8). Se veía a sí mismo como un claro ejemplo de la gracia de Dios, y su teología de gracia le otorgó su humildad.

¿Y qué hay del amor en la vida de Pablo? Haciendo memoria de su fuerte y vigorosa personalidad, ¿encontramos que ésta fue suavizada con el amor? ¿El hombre que escribió las hermosas descripciones en 1 Corintios 13 mostraba dichos rasgos en su vida? Estudios hechos en cuatro de sus cartas a diferentes Iglesias nos muestra que sí lo mostraba.

A los creyentes Filipenses, Pablo escribió, “Porque Dios me es testigo de cuánto os añoro a todos con el entrañable amor de Cristo Jesús.” (Filip. 1:8). Y a la Iglesia en Tesalónica, pudo escribir “Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos.” (1 Tesa. 2:7). Encontramos entonces una hermosa paradoja en Pablo: una personalidad fuerte con los rasgos "enternecedores" del cariño y la benevolencia.

Por supuesto, las Iglesias en Filipos y Tesalónica eran dos de las Iglesias a las que Pablo les profesaba más afecto. Podríamos decir entonces que era muy fácil amar a las personas que le habían profesado amor. ¿Pero qué dicen de las Iglesias de los Corintios y la de Galatea, que tanto sufrimientos causaron a Pablo? ¿También manifestaba amor hacia ellas? No hay dudas de que Pablo fue bastante duro en sus cartas con dichas Iglesias. A los Corintios escribió: Pues por la mucha aflicción y angustia de corazón os escribí con muchas lágrimas, no para entristeceros, sino para que conozcáis el amor que tengo especialmente por vosotros (2 Cor. 2:4), y a los Gálatas “Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros,” (Gal. 4:19). Fue el profundo amor de Pablo hacia esos pueblos y el dolor que sentía en el corazón los que hicieron que fuera tan severos con ellos. Es lo que hoy en día podríamos llamar "amor del duro". Pero la verdad es dura y el amor es amor es más costoso de todo.

¿Cuál era el origen del profundo amor que sentía Pablo por estas Iglesias? Se originaba de su profundo entendimiento del amor que Dios siente por él. Pablo sabía cuánto Cristo lo amaba, hasta el punto de que, de alguna manera, fue obligado a vivir por Cristo y a amar como Él lo había hecho. Amó a los corintios y a los gálatas porque Cristo los había amado. Así que vemos una vez más que el carácter nace de la teología de la persona. Estando la teología de Pablo firmemente basada en el amor de Cristo, el carácter de Pablo lo reflejaba y podía amar a otros como Cristo lo amaba.


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