Para la Gloria y la Belleza
De Libros y Sermones BÃblicos
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Última versión de 04:42 7 mar 2012
Por R.C. Sproul sobre Iglesia y Cultura
Traducción por Pilar Daza Pareja
La semana antes de Navidad, cursando yo tercero de primaria, mi abuela me llevó al centro de Pittsburgh para que comprara regalos para mi familia y, por primera vez en mi vida, para mi novia. Quería comprarle algo romántico, así que elegí un pequeño broche. A mi me parecía como si fuese de oro, pero en realidad no lo era. Sin embargo, pude hacer que le grabasen sus iniciales, y la dependienta me lo envolvió para regalo. Era un bonito regalo, y cuando se lo di a mi novia, ella se emocionó mucho. Eso debió haber sido una buena lección para mí, porque, después de tantos años, aun sigue gustándome regalarle joyas a la que era mi novia y hoy es mi esposa.
Me resulta interesante que gente de todas las edades y de todas las civilizaciones y culturas se sientan fascinadas con las joyas y con los metales preciosos, simplemente por su belleza. Estas cosas son valiosas para nosotros, no porque se puedan comer o puedan ser utilizadas como herramientas, sino porque sirven de adorno. Por su belleza intrínseca, realzan la belleza humana y el trabajo de las manos del hombre.
Cuando Dios sacó de Egipto al pueblo de Israel y lo llevó al Sinaí para recibir su ley, ordenó la construcción del tabernáculo, el primer santuario. Las instrucciones para la construcción de esta ornamentada y espaciosa tienda, son asombrosas en su detalle. Dios les dio a los israelitas las medidas precisas para cada parte del tabernáculo, e instrucciones sobre los materiales que debían utilizarse. Pero incluso antes de darles estas instrucciones, Dios les ordenó a los israelitas que realizaran una ofrenda para el santuario. ¿Acaso les ordenó Dios a los israelitas que dieran dinero para comprar materiales de construcción? ¿Les dijo que donaran lona y postes de madera para la tienda? No, les mandó traer materiales muy diferentes. Dios dijo:
Di a los hijos de Israel que tomen una ofrenda para mí; de todo aquel cuyo corazón le mueva a hacerlo, tomaréis mi ofrenda. Y esta es la ofrenda que tomaréis de ellos: oro, plata y bronce; tela azul, púrpura y escarlata, lino fino y pelo de cabra; pieles de carnero teñidas de rojo, pieles de marsopa y madera de acacia; aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático; piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y para el pectoral. Y que hagan un santuario para mí, para que yo habite entre ellos. (Ex. 25:2–8)
Es evidente que la mayoría de estos elementos, si no todos, no eran esenciales para la construcción de una tienda funcional. Obviamente, Dios no quería una tienda que fuese simplemente funcional. Él ordenó a los israelitas que proporcionaran elementos que engalanaran y embellecieran el tabernáculo.
Más adelante, Dios les dio instrucciones igualmente detalladas sobre las prendas que usaría Aarón como sumo sacerdote. En estas instrucciones, Dios dijo algo muy interesante al ordenar a Moisés: "Y harás vestiduras sagradas para tu hermano Aarón, para gloria y para hermosura". (Ex. 28:2). Una túnica corriente para Aarón no bastaría; Dios quería que ejerciera su ministerio con prendas hábilmente tejidas y bellamente adornadas. En pocas palabras, el Dios del cielo y de la tierra está profundamente preocupado por la belleza y la valora.
La fe cristiana es como un taburete con tres patas, pero tenemos la tendencia a hacer nuestros taburetes con sólo una o dos patas. Las tres patas que corresponden a la fe cristiana, los tres elementos de la fe, son el bien, la verdad y la belleza. Es evidente que Dios está preocupado acerca de la bondad, porque Él es la fuente de todo lo que es bueno (Gen. 1:31; Santiago 1:17). Puesto que somos Su pueblo, estamos llamados a reflejar lo que Él es, lo cual quiere decir que estamos llamados a reflejar la bondad. Del mismo modo, Dios está profundamente preocupado por la verdad, porque Él mismo es la esencia de la verdad (Isa. 65:16; Juan 14:6). Por lo tanto, tenemos que ser personas que amen la verdad y que la practiquen. Por último, como hemos visto, Dios está muy preocupado por la belleza. Al leer y estudiar las Escrituras, tenemos que llegar a la conclusión de que hay una fuente última de belleza: la naturaleza de Dios. Del mismo modo que el estándar para la bondad y la verdad es Dios, así el estándar último de la belleza es Dios, y Él está muy interesado en la belleza de su creación.
Sin embargo, con mucha frecuencia dejamos de reflejar este interés especial de Dios. Nos conformamos con lo utilitario y lo funcional en muchos aspectos de la vida de la iglesia, cuando deberíamos intentar alcanzar aquello que es verdaderamente hermoso.
Cuando Dios construyó la iglesia, Él quería que fuera hermosa. Esto nos indica que hagamos lo que hagamos en la iglesia, debemos hacerlo con buen gusto. La vida de la iglesia debe estar adornada por la belleza como una expresión visible de nuestro deseo de honrar a Dios.
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