La Pregunta Cotidiana de la Maternidad
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Revisión de 20:57 30 abr 2012
Por Christine Hoover sobre Crianza de los Hijos
Traducción por Maria Clara Canzani
Como madre, hay una incómoda batalla constante que se libra dentro de mí. No se trata del dilema grande o dramático: ¿criaré a mis hijos para que amen a Dios? ¿Les enseñaré a obedecerle? ¿Mis hijos pertenecen a Él?
La batalla constante de la maternidad es más sutil, más cotidiana, más ocultable. En el centro está la pregunta: ¿Me sacrificaré? O como plantea Oswald Chambers en En pos de lo supremo: "¿[Estoy] dispuesto a gastar y ser gastado; no buscar ser ayudado sino ayudar?"
La Pregunta Cotidiana no es respondida una vez, con el nacimiento de un niño, con la planificación de la escuela o con la decisión de disciplinar. Esta pregunta— ¿me sacrificaré? — se responde cada día.
Se responde cuando un niño se despierta temprano con alguna necesidad e interrumpe mi hora a solas con el Señor.
Se responde cuando un niño enfermo me impide la veneración y la interacción adulta en la iglesia los domingos a la mañana.
Se responde cuando estoy emocionalmente apagado, pero el comportamiento de un niño requiere mi respuesta paciente y decidida.
Se responde casi en cada momento del proceso de educación para el control de esfínteres.
Se responde cuando sistemáticamente enseño a mi hijo con necesidades especiales cómo interactuar con los demás.
En la maternidad, la Pregunta Cotidiana se responde cada vez que la necesidad o la preocupación de un niño debe estar antes que la mía, lo que sucede la mayoría de las veces.
Con demasiada frecuencia me ocupo de tareas necesarias — dejar la cocina para ayudar con los botones de los pantalones, cortar una llamada telefónica para buscar un juguete amado, excusarme de una conversación en la iglesia para llevar los niños cansados a casa para que descansen un rato — mientras mi corazón se queja. Si sólo tuviera un momento para completar una tarea o mantener una conversación adulta sin una interrupción.
No obstante, la Pregunta Cotidiana no se refiere solamente a lo que yo hago sino también a mi actitud: ¿brindaré gozosamente mi vida como una fragante oferta al Señor para el beneficio de mis hijos? ¿Serviré a mis hijos como una obligación o un deber o los serviré como si sirviera al propio Dios? ¿Me aniquilaré a mí misma a fin de poder vivir en Dios en el llamado específico que Él me ha hecho como madre?
La Pregunta Cotidiana debe ser respondida cotidianamente.
Porque la maternidad no consiste tanto en los grandes actos dramáticos de sacrificio, sino en los pequeños actos cotidianos a menudo invisibles.
Porque podemos tener un hogar limpio y niños obedientes y no sacrificarnos.
Porque somos tan fácilmente engañados para pensar que podemos vivir para nosotros mismos y ser fieles a Dios en nuestro ministerio como madres.
Jesús dijo que quienes viven para sí mismos realmente tendrán una vida frustrante, pero quienes pierdan su vida por Su causa realmente experimentarán la vida. Como padres, nuestra propia muerte por la causa de Cristo no sólo fructifica en nuestros corazones, sino que produce frutos en los corazones de nuestros niños, frutos que crecen por el poder de Dios. Elijamos entonces gozosamente darnos a nosotros mismos para nuestros hijos.
Todos los días.
“Porque nosotros que vivimos, siempre estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal”(2 Corintios 4:11)
Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: Que si uno murió por todos, luego todos son muertos, y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, más para aquel que murió y resucitó por ellos.” (2 Corintios 5:14–15)
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