La Tercera Palabra desde la Cruz

De Libros y Sermones Bíblicos

(Diferencias entre revisiones)
Saltar anavegación, buscar
Pcain (Discusión | contribuciones)
(Página creada con '{{info|The Third Word from the Cross}}<br> ''Viernes Santo'' <blockquote> '''Juan 19:26-27'''<br><br>Y cuando Jesús vio allí a su madre y al discípulo a quién amaba, dijo...')

Última versión de 16:58 14 jun 2012

Recursos Relacionados
Leer más Por John Piper
Indice de Autores
Leer más sobre Estimulo
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: The Third Word from the Cross

© Desiring God

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por John Piper sobre Estimulo

Traducción por Cristina Abánades López


Viernes Santo

Juan 19:26-27

Y cuando Jesús vio allí a su madre y al discípulo a quién amaba, dijo a su madre, “Mujer, he ahí tu hijo.” Entonces dijo al discípulo, “¡He ahí tu madre!” Y desde aquel momento el discípulo la acogió en su familia.

La Voluntad de Jesús de Cuidar de Vosotros

Hay por lo menos tres razones por las que las palabras de Jesús a su madre y al querido discípulo son un enorme estímulo para nuestra fe. La primera razón es: si Jesús tenía tantas ganas de cuidar a su madre en su momento de necesidad, cuánto más quiere cuidar de sus discípulos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen. Normalmente, uno podría pensar lo contrario: si él amaba a sus discípulos, no siendo sus familiares, cuánto más iba a amar a su propia madre. Pero Jesús no veía las cosas de una manera normal. Con él la verdad era extraña: si él quería a su madre con un cariño innato, cuánto más pueden contar con su amor sus obedientes discípulos.

Sabemos esto gracias a un episodio documentado en Lucas 8:19-21:

Su madre y sus hermanos se acercaron, pero fueron incapaces de llegar a él debido a la multitud. Y se le informó, “Tu madre y tus hermanos están fuera, deseando verte.” Entonces él contestó, “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.”

Esto no fue un desprecio a su madre y sus hermanos, sino una exaltación de obediencia. Quiere decir claramente que aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen tienen un mejor acceso a la comunión y a la ayuda de Jesús que su propia familia.

Por un lado es muy arriesgado escuchar y cumplir la Palabra de Dios. Porque la Palabra de Dios siempre nos llama a hacer actos de sacrificio de amor. “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, lleve su propia cruz y me siga” (Lucas 9:23). Pero por otro lado, no hay nada más seguro y más gratificante que escuchar y cumplir la Palabra de Dios, porque Jesús dijo que, “aquellos que escuchan y cumplen la Palabra de Dios son mi madre y mis hermanos”. Amar la obediencia a la Palabra de Dios nos pone en una relación con Jesús que es más íntima y más segura de ser escuchada y ayudada que las relaciones con sus familiares más cercanos.

Así que ahora podemos ver qué enorme estímulo es para nuestra fe cuando Jesús hace previsiones para las necesidades de su madre en el Calvario. Aquellos que escuchan y cumplen la Palabra de Dios tienen incluso un mayor derecho al cuidado de Jesús que ella. Si él la cuidó, ¿no hará mucho más por vuestras necesidades, “Hombres de poca fe”?

La Capacidad de Jesús de Cuidar de Vosotros

La segunda razón por la que las palabras de Jesús a su madre son un estímulo para nuestra fe es que: si Jesús pudo mantener sus propias necesidades en el momento de su más profunda debilidad y humillación, ¡cuánto más puede mantener vuestra necesidad en su poder y exaltación actual! No solo estas tú, como un discípulo obediente, en una mejor posición que la propia madre de Jesús para recibir la bendición de la mano del Señor, sino que él ahora está en una mejor posición para dártela que en la posición en que estaba cuando se trató de su madre.

Según Efesios 1:19-20, la grandeza del poder de Dios que trabaja en nuestro nombre, aquellos que creemos, “confiere con la eficacia de la fuerza de Dios, que produjo al resucitar a Cristo de entre los muertos y sentarle a su derecha en el cielo.” La satisfacción generada por nuestros pecados en el Calvario fue tal que Dios honró este sacrificio resucitando a Jesús de entre los muertos y dándole gloria, poder y abundancia de todas las cosas sin igual. Y así, cuando el apóstol contempla si podemos contar con Cristo para atender nuestras necesidades, es esta abundancia de gloria que le da seguridad. Él dice, “Mi Dios abastecerá todas vuestras necesidades según sus riquezas en gloria en Jesucristo” (Filipenses 4:19). Cristo resucitado tiene tantas maravillosas riquezas que no necesita rechazar a nadie. Como Pablo dice en Romanos 10:12: “No hay diferencia entre Judío y Griego; pues el mismo Señor es Señor de todos, que da abundancia de riquezas a todo aquel que le llama.”

Por eso, las palabras de Jesús a su madre desde la cruz son un gran estímulo para nuestra fe. Porque si él pudo mantenerse en los momentos de debilidad y humillación, cuánto más puede hoy cumplir con todas nuestras necesidades desde la derecha de Dios, lleno de poder, riqueza y gloria.

La Iglesia como una Nueva Familia Espiritual

La tercera razón por la que las palabras de Jesús a su madre alientan nuestra fe es que nos demuestra los beneficios de la iglesia, el cuerpo de Cristo. Tened en cuenta que contrariamente a la costumbre y la esperanza, Jesús no amonestó a sus propios hermanos por cuidar a su madre. Cualquiera que fuera la razón para no dejar a María al cuidado de sus otros hijos, la nueva relación entre María y Juan pone de manifiesto las previsiones hechas para nosotros en el cuerpo de Cristo.

Vosotros recordáis como Jesús dijo al hombre rico que vendiera todo lo que tenía y le siguiera. El hombre se alejó, y Jesús dijo, “Cómo de difícil será para un hombre rico entrar en el reino de Dios.” Y Pedro dijo, “Date cuenta que nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.” Y Jesús respondió, “Sinceramente te digo, no hay nadie que haya dejado su casa, sus hermanos o hermanas, su madre o su padre, sus hijos o sus fincas por mí y el evangelio. Él recibirá cien veces más ahora: casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y fincas, pero también recibirá persecuciones; y en el más allá la vida eterna.” Entonces, ¿dónde en esta vida vamos a recibir 100 niños y 100 madres? Respuesta: en la iglesia, la familia de Dios.

Cuando Jesús le dice a María: “Mira a Juan como a tu hijo”; y a Juan: “Mira a María como a tu madre”; nos enseña cómo nuestras necesidades se encuentran una vez que hemos dejado todo para seguirle. Pablo dijo en Hechos 20:28 que Cristo “adquirió la iglesia de Dios con su propia sangre.” Por eso, uno de los obsequios que Jesús nos dio desde la cruz fue la iglesia: una cariñosa, generosa, sustentadora, esperanzadora familia más allá de la familia. Y esto es un gran estímulo para nuestra fe en el cual él muestra el significado de la iglesia como lo hizo en la relación entre Juan y María.

Así que vamos a ser valientes en el cuidado y suministro de nuestro Señor. Si él tenía muchas ganas de cuidar de su madre, ¡cuánto más ansioso estará hoy por cuidar de aquellos que le escuchan y cumplen la Palabra de Dios! Si Jesús pudo atender sus necesidades en el momento de su mayor debilidad y humillación, cuánto más puede cubrir vuestras necesidades en su presente de abundancia de poder y exaltación. Y si Jesús adquirió la iglesia con su propia sangre y ordenó que en ella las madres sin hijos encontrasen hijos y los hijos encontrasen madres, entonces hoy nadie debería estar sin una familia que cuide de ellos en el cuerpo de Cristo. Amén.



Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas