Fijar nuestros ojos en Jesús
De Libros y Sermones BÃblicos
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Última versión de 20:15 12 jul 2012
Por Burk Parsons
sobre Jesucristo
Una parte de la serie Tabletalk
Traducción por David Acuña Astorga
El pastor británico del siglo XX D. Martyn Lloyd-Jones dijo: “Si sólo pasáramos más tiempo mirando a Cristo, pronto nos olvidaríamos de nosotros mismos”. Fijar nuestros ojos en Cristo es el primer paso y el camino completo de la vida cristiana. No miramos a Cristo con la fe puesta en salvarnos y luego nos miramos a nosotros para perseverar. Confiamos sólo en Cristo como nuestro Salvador y le seguimos como nuestro Señor y, para poder hacerlo, necesitamos ojos nuevos y un nuevo corazón. Nosotros nacemos muertos espiritualmente y ciegos por el pecado, con nuestros ojos fijos en nosotros mismos y en nuestra propia gloria, pero el Espíritu Santo de Dios nos quita las vendas de nuestros ojos y, con su gracia, nos arranca nuestros corazones duros y nos da unos nuevos que le amen y nuevos ojos que le vean. Aunque somos cristianos que han sido declarados justos por Dios, el Padre, a través de la fe en la vida y el sacrificio perfectos del Hijo de Dios, Jesucristo, seguimos siendo pecadores en esta parte de nuestra vida y luchamos diariamente contra el mundo, contra nuestra carne y contra el diablo. En nuestra lucha con nuestro propio pecado, podría parecer obvio que el remedio es enfocar nuestra visión en el pecado mismo para intentar tratar con él. Sin embargo, Dios dice lo contrario.
El escritor de Hebreos dice: “Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1–2). A medida que crecemos en la gracia y en la santidad de nuestro Señor, mientras la gracia gratuita de Dios nos permite morir más y más al pecado y vivir para justicia, no estamos llamados a fijar nuestros ojos en nosotros mismos ni en nuestros propios pecados que se enredan entre nuestros tobillos. Estamos llamados a correr con paciencia mirando a Jesús, que es el autor y el perfeccionador de nuestra fe. Estamos unidos a Cristo y se nos ha hecho capaces de tener la voluntad de poner nuestra vista en Jesús (no en nosotros mismos) para que, al mirarle a Él, estemos motivados a tener una obediencia con gozo y relacionada a la cruz a medida que andamos “como es digno del Señor, agradándole en todo (…) para obtener toda perseverancia y paciencia, con gozo” (Colosenses 1:10–11). Cuando quitamos nuestra vista de nuestro Señor y la ponemos sobre nosotros mismos, la vida cristiana no sólo se vuelve miserable, sino que también imposible.
Nuestra mayor necesidad antes y después de la conversión es el evangelio de Jesucristo. Nunca nos desviamos del evangelio, sólo profundizamos en él, puesto que es el poder de Dios para salvar a todos los que creen (Romanos 1:16). A medida que continuamos creyendo en el evangelio, nuestros ojos permanecen fijos en Cristo y, si es así, están fijos también en el mismo Dios, que no es simplemente el primero en nuestra lista de prioridades, sino que la fuente y el centro de toda prioridad en toda la vida.
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