¿Dónde podemos encontrar garantia?
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Revisión de 04:09 28 mar 2013
Por Tullian Tchividjian sobre Fe
Traducción por Norma Rodríguez
Hace aproximadamente un mes tuve la ocasión de publicar en este portal que la confianza en mi transformación no es la fuente de mi seguridad. Por el contrario, la fuente de mi seguridad viene de la fe en la sustitución que Cristo hizo por mí. La seguridad nunca viene de mirar hacia nosotros mismos. Sólo viene como consecuencia de mirar hacia Cristo.
Como resultado obtuve que unas cuantas personas plantearan esta pregunta: ¿Pero, espera un minuto…Dios nos salva y el Espíritu comienza su obra renovadora en nuestras vidas, no debería ese trabajo renovador convertirse en una fuente de nuestra seguridad? ¿No es por lo menos una forma en que podemos saber que estamos bien delante de Dios?”
En este punto, nosotros necesitamos estar muy claros con respecto a lo que estamos hablando, específicamente cuando nosotros hablamos sobre el fundamento de nuestra seguridad.
Sin duda, la obra santificadora del Espíritu en la vida del Cristiano da frutos (Gálatas 5:22-23). Dios nos da crecimiento en la “gracia y conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”. En Cristo, hemos muerto al pecado y resucitado a una nueva vida (Romanos 6:4). Y esta nueva vida se manifiesta en nuevos afectos, nuevos deseos, nuevos hábitos. Nosotros empezamos a amar las cosas que Dios ama y a odiar aborrecer lo que Dios aborrece. Empezamos a crecer dentro, con un nuevo revestimiento resucitado.
Cuando la Biblia habla específicamente sobre la base o el fundamento de la seguridad, lo dirige a la pregunta: “¿Cómo puede el hombre ser justo delante de Dios?” (Job 25:4). Seguridad tiene que ver, en otras palabras, con la confianza de la consciencia de una definitiva redención delante de Dios. Cuando hablamos de Seguridad, nosotros estamos hablando sobre el juicio final- ¿Cuál será el último veredicto de Dios sobre nosotros? Nuestra seguridad depende de cuan confiados estamos de que Dios dirá en el juicio final: “No culpable”.
La Biblia es clara en que Dios requiere perfección moral. Nos dice sin ambigüedad que Dios es santo y por lo tanto no puede tolerar ningún indicio de falta de santidad. Defectos, deshonra o manchas-en lo más mínimo-son inaceptables y merecedores de la ira de Dios. Y por si las dudas, yo estoy bastante engañado al pensar que mi Espíritu-desarrolla mejora moral desde que yo me convertí en un Cristiano, logrando alcanzar dicha perfección, Jesús (en el Sermón del Monte) puntualiza lo que la perfección requerida de Dios implica: “No sólo acciones externas, sino que los sentimientos y motivos internos deben ser absolutamente puros. Jesús no condena solamente el adulterio sino también la lujuria, no solamente el asesinato sino también la ira- prometiendo el mismo juicio para ambos” (Gene Veith).
En Mateo 5-7, Jesús quiere que veamos, que independientemente de lo bien que nosotros pensamos que lo estamos haciendo o cuanto estamos mejorando, cuando “Sed perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto” se convierte en el requisito y no “mira cuanto yo he crecido a lo largo de los años”, nosotros comenzamos a darnos cuenta que no tiene una pierna en que apoyarse cuando se trata de responder a la pregunta, “¿Cómo puedo pararme como justo delante de Dios?” Nuestra transformación, nuestra pureza, nuestro crecimiento en santidad, nuestros avances morales y logros espirituales- animados por el Espíritu para todos sean- simplemente quedan por debajo de la falta de pecado que Dios demanda. Y ya que un “veredicto de no culpable” depende de la falta absoluta de pecado, la garantía está en definitiva condicionada a la perfección, no al progreso.
Por tanto, si Dios requiere perfección y no hay garantía definitiva sin ello (Dios no está calificando en una curva, después de todo), entonces, ¿qué esperanza yo tengo, con lo imperfecto que yo soy?
La respuesta de El Nuevo Testamento a esta pregunta es singular:
Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: “Mas el justo por la fe vivirá.” (Romanos 1:17)
Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe…(Romanos 3:23-25).
Mas el que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia. (Romanos 4:5)
A la conciencia es dada garantía por el Espíritu de que solamente viviendo en fe por medio del anuncio del Evangelio que Dios justifica al impío. La justificación que nosotros necesitamos viene de Dios “por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen”… (Romanos 3:22)
La vida que nosotros vivimos, la vivimos por la fe en “el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
La vida que nosotros vivimos la vivimos por la fe en “el Hijo de Dios quien me amó y se dio a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Así que, la fe es el único criterio de garantía, del milagro dado por Dios de creer en la realidad imposible de que Dios me perdona y me ama por lo que Cristo hizo en mi favor. La seguridad sucede cuando el Dios-dador, el Espíritu-forjador de don de la fe me capacita para creer que estoy perdonado para siempre, y que la justicia de Cristo es contada como mía propia, que en Cristo, Dios no cuenta mis pecados en mi contra (2 Corintios 5:19). Nosotros somos justificados (reconocidos como justos) por gracia solamente por medio de la fe, solamente y solamente en Cristo. La demanda de Dios de una moral perfecta ha sido satisfecha por Cristo para nosotros (Mateo 5:17). Por tanto, la garantía nunca será encontrada mirando hacia adentro de mí. Sólo puede suceder por la fe-creyendo en el que fue “propiciado para muerte por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación”. A la conciencia es dada la garantía de que solo con una fe viva es creada por el Espíritu, a través del anuncio del Evangelio de que Dios justifica el impío. (Romanos 4:25)
Martyn Lloyd es útil aquí:
Nosotros podemos ponerlo de esta manera: el hombre que tiene fe es el hombre que no busca más en sí mismo y no mira más hacía adentro de sí mismo. El no mira hacia lo que alguna vez el fue. No mira a lo que él es ahora. Él ni siquiera mira lo que él espera ser como resultado de sus esfuerzos. El mira enteramente al Señor Jesucristo y Su obra finalizada, y descansa sólo en eso. Ha cesado de decir, “Ah sí, yo solía cometer pecados terribles, pero he hecho esto y lo otro. Él para de decir eso. Si él sigue diciéndolo, él no ha alcanzado la fe. La fe habla totalmente diferente como él lo hace, “Si, yo he pecado gravemente, yo he vivido una vida de pecado, sin embargo, sé que soy un hijo de Dios porque no estoy descansando en mi propia justicia, mi justicia es en Jesucristo y Dios la ha colocado a mi cuenta.
La verdadera garantía, en otras palabras, no está fundamentada en una palabra o en lo que trabajamos desde dentro de nosotros, sino en la palabra del Evangelio que viene de fuera de nosotros y nos convence de lo que Jesús ha hecho. Nuestra seguridad está anclada en el amor y la gracia de Dios que se expresa en el glorioso intercambio: nuestros pecados por su justicia. Juan Calvino escribió, “Fe es en definitiva un conocimiento firme y certero de la benevolencia de Dios hacia nosotros, fundado sobre la verdad de la promesa dada gratuitamente en Cristo, revelado tanto en nuestras mentes como sellado sobre nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Institutos, 1:551 [3.2.7]. Y puesto que nuestra fe es siempre débil y vacilante, necesitamos que se nos recuerde de estas nuevas buenas todo el tiempo tal como es comunicado a través de la predicación y confirmado en los sacramentos. Tiene que haber un pronunciamiento claro y sin reservas de la seguridad de la salvación sobre la base de la plenitud de la expiación de Cristo.
En la edición de Febrero de 2003 de Nuevos Horizontes, Peter Jensen escribe:
El evangelio de Jesucristo dice que el fundamento de nuestra garantía es nuestra justificación. En Romanos 5:1, Pablo escribe: “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. La Fe en Jesucristo (lo cual es en sí mismo un regalo de Dios), nos ha dado entrada “a esta gracia en la cual estamos firmes” (vs.2). Nosotros no nos hemos posicionado por alguna experiencia que hemos tenido, ni por algún progreso que hemos logrado, ni en nuestros éxitos en la batalla contra en pecado. Nosotros estamos posicionados en la gracia de nuestro Señor Jesucristo, con la cual el nos ha justificado.
Lo que tenemos que seguir recordando es que “delante del trono de Dios que está por encima” nosotros somos (y en nosotros mismos siempre seremos) imperfectos-así que, no hay garantía al mirarnos hacia nosotros mismos. Pero, “ante el trono de Dios que está por encima, yo tengo un fuerte y perfecto alegato” y ese fuerte alegato no es mi imperfecta transformación por gracia, no lo es my amor por Dios y el prójimo, no lo es cuanto he crecido a través de los años. ¡Ese fuerte y perfecta alegato es Jesucristo solamente!
Porque el Salvador sin pecado murió
Mi alma llena de pecado es contada libre.
Para Dios la justicia está satisfecha
Lo miro a El y me perdona.
Así que, “Cuando Satanás me tienta a la desesperanza y me dice la culpa de adentro, si miro en que estoy en gran problema. Pero, si “Miro hacia arriba y verlo allí, que puso fin a todos mis pecados”, entonces por el milagro de la fe, yo puedo decirle al acusador que ruge por los pecados que he cometido. “Yo los conozco todos y miles más, Jehová no conoce ningún”.
Es por esta razón (y en este contexto) ,que cuento la historia del viejo pastor, quien en su lecho de muerte, dijo a su esposa que él estaba seguro de que iba al cielo, porque él no podía recordar un trabajo realmente bueno que hubiese hecho nunca. Su seguridad estaba basada en la fe donde solamente la verdadera seguridad puede siempre estar basada: La perfección de Cristo lo hace para nosotros, no nuestra trabajo imperfecto para él. Similarmente al gran teólogo alemán Herman Barvinck cuando estaba en su lecho, le fue preguntado si tenía miedo de morir a lo que el respondió:
Yo tengo my fe, y en esto lo tengo todo.
Descansa seguro: Delante de Dios, la justificación de Cristo es todo cuanto necesitamos, la justicia de Cristo es todo lo que tenemos.
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