Cómo convertirse en un Hijo de Dios

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English: How to Become a Child of God

© Desiring God

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Por John Piper sobre La Encarnación
Una parte de la serie The Word Became Flesh and Dwelt Among Us: Sermons on John 1

Traducción por Lilian Kopruch


Juan 1:9-13

La luz verdadera que alumbra a todo hombre estaba llegando al mundo. Él estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por Él, el mundo que no le conoció. Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, los que creyeron en su Nombre, les dió el derecho a convertirse en hijos de Dios; quienes no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.

Contenido

"Él vino a Los Suyos"

La luz verdadera, que arroja una luz reveladora sobre todos, vino al mundo —el mundo que Él había hecho. Como dice en el versículo 10: "Él estaba en el mundo y el mundo fue hecho por Él". Minneapolis y St. Paul y todos los suburbios y todos en ellos, incluidos tú y yo, fuimos hechos por Él. Como dice el versículo 3: "Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho".

Por lo tanto, cuando vino al mundo, vino a "los suyos". Eso es lo que dice el versículo 11: "A los suyos vino". Vino a lo que le pertenece por derecho de creación. Llegó a su propia posesión, su propio dominio, la casa de la humanidad que había construido como lugar de residencia.

"Los suyos no lo recibieron"

Pero el versículo 11 continúa y dice "Pero los suyos no lo recibieron". Vino a Minneapolis y St. Paul y no lo recibieron. Lo rechazaron en sus grandes almacenes con "Felices Fiestas" en lugar de "NAVIDAD". Lo rechazaron en sus restaurantes con "Felices Fiestas" en lugar de "NAVIDAD". Lo rechazaron en los vestíbulos de sus hospitales con "Noel" en lugar de "NAVIDAD". Lo rechazaron en su explotación de marketing secular de su cumpleaños. Lo rechazaron con mil baratijas y adornos en lugar de un bebé en un pesebre. Lo rechazaron en sus villancicos despojados y melodías sin palabras. Lo rechazaron en sus escuelas públicas con obras sin Cristo. Y lo rechazaron en sus discursos públicos, complaciendo a todos diciendo nada.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. Como dice Juan 3:19–20: "Este es el juicio: que la Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, porque sus acciones eran malas. Porque todo el que es malo aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus acciones no sean descubiertas". La luz llegó a los suyos y los suyos se enamoraron de la oscuridad. Y por eso no recibieron la luz.

"Pero a todos los que lo recibieron . . . "

"Pero", el versículo 12 dice, "a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la autoridad de convertirse en hijos de Dios". Esto significa que aquellos que rechazan la luz no son hijos de Dios. Dios no es el Padre de todos. Él creó a todos, y todos son suyos. Pero Jesús dice en Juan 8:42: "Si Dios fuera su Padre, me amarían". Dios no es el Padre de todos. Y la prueba de quién es tu Padre es si amas a su Hijo.

¿No todos somos hijos de Dios, verdad?

Los versículos 12 y 13 son muy importantes porque nos dicen cómo podemos convertirnos en hijos de Dios. Oh, quiero que fijen en sus mentes esta pregunta: "No todos somos hijos de Dios, ¿verdad?" Pregúntate a ti mismo en este preciso momento: "No todos son hijos de Dios. ¿Lo soy yo?" La diferencia para ti es esta: Jesús dijo en Juan 8:34–36: "En verdad, en verdad, te lo digo a ti, todo el que comete pecado es esclavo del pecado. El esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. Así que, si el Hijo te hace libre, serás realmente libres.

En otras palabras, si no seremos hijos, seremos esclavos. Y el esclavo no se queda en la casa para siempre. Los hijos sí lo hacen. Lo que está en juego al llegar a ser un hijo de Dios es la vida eterna. Así que nos hacemos esa pregunta nuevamente: "No todos son hijos de Dios, ¿Lo soy yo?" Y ahora agrega: "No todos tendrán vida eterna, ¿La tendré yo?"

Pablo dice en Romanos 8:16-17: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si somos hijos, también somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, con tal de que padezcamos con él a fin de que también nosotros seamos glorificados con él".

En otras palabras, si te conviertes en un hijo de Dios, te conviertes en heredero de todo lo que Dios posee. Todo lo que pertenece a Dios es tu herencia. En la resurrección todo lo que existe será tuyo. Y Dios cuidará de ti para siempre y te hará infinitamente feliz en su presencia.

Pero si no te conviertes en un hijo de Dios, entonces solo habrá juicio. No habrá esclavos en la era venidera, solo hijos. Los esclavos no se quedan en la casa para siempre (8:35). Ellos experimentan lo que Jesús llama "la resurrección del juicio" (5:29), y será demasiado tarde para cualquier proceso de adopción.

Así que volvamos a los versículos 12 y 13 para encontrar la respuesta más importante a la pregunta: ¿Cómo te conviertes en un hijo de Dios? ¿Qué tendría que suceder esta mañana para convertirte en un hijo de Dios? Y si eres un hijo de Dios, ¿entiendes cómo te convertiste en uno? ¿Puedes guiar a otra persona a la familia del Padre?

Dos condiciones para convertirse en un hijo de Dios

El versículo 12 establece dos condiciones: recibir a Jesús y creer en Jesús: "Que a todos los que lo recibieron, a los que CREEN en su nombre, les dio potestad de convertirse en hijos de Dios".

Recibir a Jesús

Recibir a Jesús significa que cuando Jesús se ofrece a ti, lo recibes en tu vida por lo que es.

Recibir a Jesús significa tomar a Jesús en tu vida por lo que él es. No significa una especie de coexistencia pacífica con un Cristo que no hace reclamos - como si pudiera quedarse en la casa mientras no ponga su música tan fuerte.

En Lucas 4:16ss. dice, cuando Jesús predicó en Nazaret, los hombres lo recibieron con alegría. En Lucas 4:22, dice que "Todos hablaban bien de él, y se maravillaban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca". Pero en Lucas 4:28, unos versículos más adelante, dice que "se llenaron de ira" y trataron de arrojarlo por un precipicio. Estaban felices de recibirlo mientras sus palabras eran agradables. Pero cuando su orgullo fue tocado, lo rechazaron. Recibir a Jesús no significa una especie de coexistencia pacífica con un Cristo que no hace reclamos. Recibir a Jesús significa llevarlo a tu vida (tu casa, tu escuela, tu trabajo, tu matrimonio, tus sueños) por quien Él es realmente.

Creer en Su Nombre

Esa es la primera condición en el versículo 12: recibir a Jesús, la luz del mundo. La segunda condición es creer en su nombre: "Que a todos los que lo recibieron, a los que creen [¡tiempo presente!] en su nombre, les dio potestad de convertirse en hijos de Dios".

¿Qué significa creer en el nombre de Jesús? Hagamos un pequeño recorrido por este evangelio para averiguarlo. Primero, lee en Juan 3:18 para entender que creer en el NOMBRE de Jesús es prácticamente lo mismo que creer en Jesús. "El que cree en Él no es condenado; el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del único Hijo de Dios". Aquí, el significado de creer "en Él" y creer "en su nombre" es indistinto. El "nombre" simplemente enfatiza la plena grandeza, dignidad y autoridad de la persona.

Luego, lee en Juan 5:43–44, las expresiones "reciben" y creer" se relacionan otra vez estrechamente, como en 1:12. "Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me reciben; si otro viene en su propio nombre, a ése recibirán. ¿Cómo pueden creer, cuando reciben gloria los unos de los otros, y no buscan la gloria que viene del Dios único?"

¿Entiendes lo que significa el versículo 44 acerca de creer? Significa que no puedes creer en Jesús si amas la alabanza y la gloria de los hombres. Esto significa que creer es tan contrario al orgullo y la exaltación propia que implica una profunda humillación. Significa abandonar el anhelo de la alabanza humana y preocuparse más por la alabanza de Dios. Creer no es simplemente un asentimiento intelectual a la verdad de que Jesús es el Hijo de Dios.

Luego, mira en Juan 6:35. “Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que viene a mí, nunca tendrá hambre, y el que cree en mí, no tendrá sed jamás”. Este versículo enseña que creer en Jesús significa estar satisfecho con Jesús. Significa que Jesús es el alimento que alimenta el hambre de tu alma. Creer no es simplemente un asentimiento intelectual a la verdad de que Jesús es el Hijo de Dios.

Podríamos continuar en Juan 8:42 y 12:36 y 12:46–49. Todos estos textos, más los que hemos visto, muestran que creer es una obra profunda en nuestro corazón, no un mero acuerdo con hechos doctrinales. Incluye liberarse del anhelo de alabanza humana e incluye estar satisfecho con Jesús como el pan de vida.

Así, parafrasearía el versículo 12 de esta manera: "Pero a todos los que recibieron a Jesús en su vida por lo que él es realmente, y que se alimentan de él como el pan de vida que todo lo satisface, Jesús les dió autoridad para convertirse en hijos de Dios. "

Dos diferencias fundamentales entre los versículos 12 y 13

Ahora observa dos diferencias muy importantes entre los versículos 12 y 13. El versículo 13 dice de los hijos de Dios, "[ellos] no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios." Nota: en el versículo 12, Jesús, la luz, es la persona que actúa: "Él [Jesús] dió autoridad a todos los que lo recibieron". Pero en el versículo 13, Dios es la persona que actúa: "que nacieron... de Dios".

La otra diferencia es que en el versículo 13, Dios engendra o dá a luz a los hijos, por lo que son sus hijos en virtud de que él es el Padre que los engendra. Pero en el versículo 12, Juan habla de personas que necesitan obtener autoridad para convertirse en hijos de Dios. Pero, ¿por qué los hijos que nacen de Dios necesitan la autoridad de Jesús para ser hijos de Dios? ¿Qué es esta autorización o este empoderamiento en el versículo 12? Si somos nacidos de Dios, ¿no somos hijos de Dios? ¿Qué necesidad de autoridad de parte de Jesús?

Aquí está la respuesta como yo lo veo. Antes de que Dios haga que cualquiera de nosotros nazca de nuevo, todos somos mera carne. No hay vida espiritual en nosotros. Juan 3:6 dice: "Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es". En otras palabras, estamos espiritualmente muertos antes del nuevo nacimiento. Somos pecadores, todos nosotros. Y eso significa que necesitamos dos cosas si vamos a heredar la vida eterna como hijos de Dios.

La necesidad de nacer y de una autoridad/derecho

Necesitamos nacer. Necesitamos tener vida espiritual. Eso es lo que Dios hace según Juan 1:13 sin ninguna ayuda de nuestra parte—"no por voluntad de la carne, ni por voluntad del hombre, sino de Dios". Nacemos de Dios por un acto gratuito de la gracia soberana. Él nos elige a nosotros antes de que nosotros lo elijamos a él.

Pero cuando Dios hace eso, lo que ahora tenemos es un pecador recién nacido. La vida espiritual está presente, pero también el pecado, ¡y toda una historia de pecado! En esta condición, no tendríamos derecho a ocupar nuestro lugar en la casa de Dios—ni autoridad, ni empoderamiento. Salvo por una cosa. Dios no sólo proveyó la regeneración por la cual nacemos de nuevo, sino también la autorización por la cual podemos reclamar nuestra herencia como hijos, aunque seamos pecadores.

Y ahí es precisamente donde entra Jesús. En el momento en que crees en Jesús, en el momento en que lo recibes por lo que él es realmente, en ese momento él no te da un nuevo nacimiento, sino el derecho y la autoridad, como pecador, para reclamar a tu herencia como hijo de Dios—para llegar a ser legalmente, por así decirlo (con la debida autoridad), lo que eres en virtud del nuevo nacimiento —porque has "nacido de Dios".

Los dos grandes obstáculos para la vida eterna

Entre nosotros y la vida eterna hay dos grandes obstáculos. Uno es que estamos espiritualmente sin vida y muertos. El otro es que somos pecaminosamente corruptos y culpables. No podemos heredar la vida como hijos de Dios si estamos muertos y somos culpables. Pero Dios nos amó tanto que hizo dos cosas.

Envió su Espíritu para hacernos nacer de nuevo, para vivificarnos y hacernos pasar de la muerte a la vida. Y así supera el primer obstáculo.

Pero en perfecta armonía con la obra de su Espíritu, Dios envió a su Hijo a morir por nuestros pecados (Juan 1:29) y quitar la culpa de todos los que creen en él. Así que en el momento en que creemos en él, aunque somos pecadores, somos autorizados en él para echar mano de la herencia de los hijos de Dios. Y así se elimina el segundo obstáculo.

Esta es una gran salvación para los pecadores como tú y yo. Es completo y gratuito y corresponde exactamente a nuestra necesidad y condición. Te lo ofrezco esta mañana en el nombre de Jesús. Recíbelo como realmente es. Cree en él como el fin que todo lo satisface en tu búsqueda de la paz.


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