Santificamos a Cristo cuando Tenemos Esperanza en Él
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Esperanza
Una parte de la serie 1 Peter: Grow in the Grace & Knowledge of Christ
Traducción por Maria del Carmen Zanassi
1 Pedro 3:13-17 (LBLA)¿Y quién os podrá hacer daño si demostráis tener celo por lo bueno? Pero aun si sufrís por causa de la justicia, dichosos sois. Y no os amedrentéis por temor a ellos ni os turbéis, sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia; teniendo buena conciencia, para que en aquello en que sois calumniados, sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo. Pues es mejor padecer por hacer el bien, si así es la voluntad de Dios, que por hacer el mal.
Cuando decimos oramos el Padre Nuestro, la primera petición que hacemos es: “Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre”. La primera prioridad en el corazón de Jesús es el nombre de su Padre. Y es la primera prioridad de los seguidores de Jesús. Oramos, primero y ante todo: “Padre, haz que tu nombre sea santificado en la iglesia y en todo el mundo; obra con poder soberano para llevar a los corazones a un estado en el que santifiquen tu nombre”.
La palabra “santificar” es la misma palabra que Pedro usa en el versículo 15 de este texto cuando dice: “santificad a Cristo en vuestros corazones”. Consagren a Cristo en sus corazones. Él es Dios en nosotros. Él y su Padre son uno solo. Santificar el nombre de Dios, el Padre, y santificar a Dios, el Hijo, es lo mismo.
¿Qué Significa Santificar a Cristo como Señor?
Pero, ¿qué significa consagrar o santificar a Cristo como Señor? Significa considerarlo el ser más santo del universo. Considerarlo incomparable, único, sin par o rival en pureza, rectitud y bondad. Cuando la Nueva Versión Internacional (NIV, por sus siglas en inglés) dice (en el v. 15): “Consagrad a Cristo como Señor”, creo que quiere decir: Pongan a Cristo en una categoría única – el lugar más alto, el valor más grande, el tesoro más supremo, la admiración más grande, el premio más preciado, el que más estiman, honran y aman de todas las personas y todas las cosas en el mundo.
Especialmente, admiren su señorío– “Santificad a Cristo como Señor”. Veneren profundamente su potestad sobre el universo. Reverencien su reinado soberano. Tiemblen de alegría y regocijo ante la majestad del Señor que dice: “No hay quien libre de mi mano; yo actúo, ¿y quién lo revocará?” (Isaías 43:13). Veneración es la clase de honra que se le da a un gran rey, maravilloso y recto. Santifiquen a Cristo como Señor, como Rey.
No Teman a los Hombres, Veneren a Cristo
¿Qué tiene que ver venerar, o santificar a Cristo como Señor, con los otros asuntos de este texto – tener fervor por hacer el bien; sufrir, si es necesario, en bien de la rectitud; no tener miedo, ser sumisos y reverentes, para defender nuestra esperanza?
Podemos ver la respuesta si leemos cuidadosamente los versículos 14b y 15: “No os amedrentéis por temor a ellos, 15 sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones…” En otras palabras, santificar a Cristo como Señor en sus corazones es la alternativa a temer a los hombres. No les teman, santifiquen a Cristo como Señor. Por lo tanto, hay algo sobre la valentía ante la amenaza de los hombres que honra a Cristo como Señor, ¿Qué es eso? ¿Por qué la valentía santifica a Cristo?
¿Por qué la Valentía Santifica a Cristo?
Esta respuesta la podemos ver al seguir leyendo. Versículo 15: “Santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, [¿Cómo?] estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demanda razón de la esperanza que hay en vosotros”. Santifiquen a Cristo en sus corazones presentando una defensa confiable de la esperanza que tienen. ¿Cómo se santifica o venera a Cristo por medio de una buena defensa de nuestra esperanza? La respuesta parece ser que Él es esa esperanza. Él es el fundamento y objetivo de la esperanza. Cuando nuestra esperanza es sólida, Cristo, su fundamento y objetivo, se ven fortalecidos. Por lo tanto, se venera y honra a Cristo cuando demostramos que nuestra esperanza es inquebrantable.
Ahora, podemos ver el vínculo entre valentía y venerar a Cristo como Señor. Pedro dice (vv. 14b-15a): “No os amedrentéis por temor a ellos ni os turbéis, sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones”. La valentía santifica a Cristo como Señor. ¿Por qué? Porque la valentía demuestra que nuestra esperanza es inquebrantable. La valentía es un claro testimonio de que nuestra esperanza es real. Y como Cristo es el fundamento y el objetivo de nuestra esperanza, la valentía lo honra – lo santifica, lo venera, demuestra su valor y fuerza únicos en nuestras vidas.
Mi conclusión es que todo este texto se refiere a la esperanza y a la manera que esta nos ayuda a venerar y a santificar a Cristo como Señor en nuestros corazones. La cuestión primordial en este texto – y en nuestras vidas – es santificar, venerar, honrar a Cristo como Señor. La cuestión secundaria es la esperanza que esta autoridad de Señor nos da, con todos sus efectos que muestran la supremacía del valor de Cristo.
Cuatro Puntos sobre Venerar a Cristo y Tener Esperanza
Lo desglosé en cuatro puntos:
- Cristo es santificado y valorado como Señor mediante una esperanza sin temor.
- Cristo es santificado y valorado como Señor mediante una esperanza bien defendida.
- Cristo es santificado y valorado como Señor mediante una esperanza sumisa.
- Cristo es santificado y valorado como Señor mediante una esperanza ferviente.
En otras palabras, las dos cuerdas que unen los contenidos de este texto y los sostienen son la cuerda del valor de Cristo y la cuerda de nuestra esperanza en Él.
No dejen de considerar el punto principal en todos sus detalles. El punto principal es que santificamos a Cristo en nuestros corazones cuando Él es el centro de nuestra esperanza. O, santificamos a Cristo en nuestros corazones cuando nuestros corazones tienen esperanza en Él.
La Esencia del Cristianismo
Dejemos que esto penetre en nuestras mentes. Cuando se levantan a la mañana y piensan: Hoy, el propósito fundamental en mi vida es santificar el nombre del Señor. Santificado sea tu nombre. La razón principal por la que hoy estoy vivo es para mostrar a los demás el valor de Cristo. Cuando digan eso, el sentimiento que sigue ¿será el de una carga o el de un alivio? ¿Se sentirá el destino de vivir, para santificar el nombre de Cristo, como una carga o como alas?
La Religión de la Auto-Exaltación
Acá estamos justo en la esencia del Cristianismo. Asegúrense de entenderla por el bien de sus almas y de su alegría. El Cristianismo, como inferimos nuevamente de este texto, es más concerniente a la exaltación de Cristo que a la auto-exaltación. Es muy diferente de la lectura, que, recientemente, uno de ustedes me dio, de un taller de estrategia en su lugar de trabajo. La lectura se llama: “Mi declaración de autoestima” y dice, entre otras cosas:
Yo soy yo. En todo el mundo, no hay nadie exactamente igual a mí. Todo lo que sale de mí es auténticamente mío, porque lo elegí yo solo… Yo me pertenezco, y por lo tanto puedo dirigirme – yo soy yo, y estoy BIEN. (Autor: Virginia Satir).
En la actualidad, existen muchas religiones rivales en el mundo. Pero, creo que esta es la más competidora del Cristianismo en Estados Unidos. El Cristianismo es relativo a la exaltación de Cristo y esta religión se relaciona con la auto-exaltación. Pero, ¿cuál es una carga? ¿Cuál significa un peso que tienen que soportar y cuál les da alas?
El Cristianismo Otorga Alas, No Carga
Pedro dice que la manera de exaltar a Cristo es teniendo esperanza en Él. Lo mejor del Cristianismo, y lo que lo distingue de otras religiones, incluso las humanísticas, las seculares y las que se exaltan a sí mismas, es que el Cristianismo ofrece un Salvador, cuya gloria e importancia se sostienen al tener esperanza. El Cristianismo no nos convoca primero a trabajar para Dios, sino a tener esperanza en la obra de Dios por nosotros – eso es lo primero y es lo más importante. Reverenciamos a Cristo en nosotros cuando tenemos esperanza en Él.
Cuando se despiertan a la mañana y recuerdan que su destino es santificar el nombre de Dios, también recuerden que es santificado por tener esperanza en Él, no a través de un trabajo agobiante. Lo veneran cuando confían en que Él los va ayudar en el día. Se lo santifica al confiar, como un niño, que Él cumplirá sus promesas. El valor de Cristo se pone de manifiesto primero, no por un esfuerzo extremadamente arduo, sino depositando la confianza en Él. El Cristianismo significa alas principalmente, no carga.
Por otra parte, si creyera en esta otra religión – que yo mismo elijo todo lo que proviene de mí, que puedo inventar cosas nuevas dentro de mí, que me pertenezco y me dirijo a mí mismo – si creyera en esa religión me desesperaría con la carga insoportable que pondría sobre mí – limpiar mi propia conciencia, perdonar mis propios pecados, encontrar mi verdadero sentido, apoyar mi propia causa, llevar mis cargas, proteger mi vida, vencer mis miedos, curar mis heridas, asegurar mi futuro, confortarme en mi propia muerte. Qué peso demoledor pone hoy esta religión sobre las espaldas de nuestros compatriotas. La única redención que esta religión ofrece es la ceremonia lamentable de repetir, delante del irrefutable espejo: Estás BIEN. Estás BIEN. Estás BIEN. Es una manera inclemente de morir.
Por eso, no dejen de prestar atención al punto principal: El Cristianismo de la Biblia es una religión que exalta a Cristo. Y se lo exalta al confiar en Él. Es santificado dentro de nosotros al confiar en Él. Esa es una muy buena noticia.
Ahora, un breve comentario sobre nuestros sub-puntos.
1. Una Esperanza sin Temor
Se santifica o se valora a Cristo como Señor al tener esperanza sin temor.
Hemos visto esto en los versículos 14-15: “Pero, aún si sufrís por causa de la justicia, sois dichosos. Y no os amedrentéis por temor a ellos ni os turbéis, 15 sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones”. La promesa de Cristo, en Mateo 5:10: “Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos”. En ese día, se van a regocijar porque la recompensa que tendrán en el cielo es muy grande. Esa es la esperanza de ustedes. Está garantizada por la honestidad y el poder de Cristo.
Por eso, pongan la esperanza en su promesa (v.14a), no teman a los hombres (v.14b), y el resultado será que santificarán a Cristo como Señor en sus corazones – demostrarán que Cristo es valioso por sobre todas las cosas del mundo. Santifíquenlo teniendo esperanza en Él – sin temor.
2. Una Esperanza Bien Defendida
Cristo es santificado o valorado como Señor con una esperanza bien defendida
Versículo 15: “Santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demanda razón de la esperanza que está en vosotros”. No se honra a Cristo con una esperanza sin fundamento. Si alguien me dice: “¿Por qué tienes esperanza que Cristo te perdone, te ayude y te de alegría eterna?”. Y yo respondo: “No tengo una buena razón, solo me crié de esa manera”. O: “Parece una buena apuesta”. O: “Todos tienen una religión, decidí elegir el Cristianismo” – si contesto así, entonces no santifico a Cristo en mi corazón. No lo venero ni honro. Lo habré puesto en ridículo. Decimos que es nuestra esperanza, pero no sabemos por qué lo es. No se santifica a Cristo teniendo una esperanza sin fundamento.
Fue por este texto que escribí el segundo Apéndice, al final de Desiring God: ¿Es la Biblia una Guía Confiable para la Alegría Eterna? En otras palabras: ¿Hay una Defensa para Nuestra Esperanza? Se los recomiendo. No tienen que ser eruditos para defender la esperanza que sienten. Este texto de 1 Pedro está escrito para la gente del siglo primero, de los cuales la mayoría no sabía leer, probablemente. Les insto a que no recurran al libro, sino a que busquen en su interior y le pregunten a Dios con toda la honestidad posible: “¿Por qué creo en Ti? ¿Por qué te considero mi esperanza y mi tesoro? ¿Cuál es la base de mi esperanza?”. Busquen en sus corazones. La respuesta puede tener que ver con la confianza en los testigos que escribieron el Nuevo Testamento, o con la reputación y las enseñanzas auto-acreditadas de Jesús– “Nunca nadie habló como este hombre”. O puede tener que ver con el significado y el sentido que Cristo le da a la historia y a la vida humana, o puede estar relacionado con la evidencia de la Resurrección, la tumba vacía y el poder de las vidas cambiadas, o puede tener que ver con la profecía cumplida, o con la luz convincente del evangelio de la gloria de Cristo y el encuentro personal con el Cristo vivo. Cualquiera sea la respuesta, debe ser la respuesta de ustedes y no la de otra persona. Cristo va a ser honrado al tener una esperanza bien fundamentada.
3. Una Esperanza Sumisa
Se santifica o valora a Cristo como Señor con una esperanza sumisa.
El final del versículo 15: “Presenten defensa de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre [o sumisión] y reverencia”. Todos hemos notado en los políticos, predicadores, maestros o aún en nosotros mismos que, algunas veces, cuánto menos seguro se está de un objetivo se lo defiende de manera más estridente y clamorosa. No es en este caso siempre, ya que la Biblia, frecuentemente, dice que los profetas y Jesús mismo levantaron sus voces y gritaron la verdad.
Pero, todos sabemos que hay una serenidad que proviene de una convicción profunda, bien fundamentada y estable. Esa es la clase de esperanza que santifica a Cristo como Señor en nuestros corazones. Hay una calma, serenidad y tranquilidad que santifica el nombre de Cristo al mostrar su gran estabilidad, fuerte como una roca, en nuestras vidas.
4. Una Esperanza Ferviente
Se santifica y valora a Cristo como Señor con una esperanza ferviente.
Al principio y al final de este texto, Pedro nos convoca a tener celo por lo que es bueno, aún si eso significa sufrir. Versículo 13: “Demostrad tener celo por lo que es bueno”. Versículo 16: “Sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo.” Versículo 17: “Es mejor padecer por hacer el bien”.
Está claro que poner nuestra esperanza en Cristo no nos hace pasivos o inactivos. Si fuera bueno para su gloria, Cristo nos haría inactivos. Pero, la alegría máxima no se obtiene a través de días flojos y vacíos. Todos lo sabemos. Cuando depositamos nuestra confianza en Cristo y volcamos en Él nuestro futuro, Él no va a trabajar en nuestro lugar, va a trabajar dentro de nosotros. La libertad que nos da no proviene de buenas acciones, sino que nos da libertad en buenas acciones.
Así como Él quita el dolor de la muerte, de la misma manera quita la futilidad del trabajo. Nos llama a: “ser firmes y constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo no es vano para el Señor” (1 Corintios 15:58). No es fútil. Él está detrás, en y sobre este. Lo inspira. Lo sustenta. Lo va a recompensar. Su yugo es leve y su carga liviana. Por consiguiente, teniendo celo por las buenas acciones es la manera que vamos a experimentar la mayor parte del sufrimiento de Cristo y encontrar la máxima satisfacción en Él. Por lo tanto, una esperanza ferviente demuestra el valor de Cristo.
La Fuerza Motora del Cristianismo
La gran fuerza motora del Cristianismo es que Jesucristo, el Salvador y Señor, es exaltado, venerado y santificado por la esperanza feliz que su pueblo pone en Él. Y Él brilla con toda su luz cuando nuestra esperanza es valiente, bien defendida, sumisa y ferviente para las buenas acciones.
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