Ten cuidado con los delirios de grandeza espiritual
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral
Traducción por Juan Marcos García Aranzábal
Yo no era orgulloso de forma consciente. Quizá la mayoría de la gente no es consciente de cuán orgullosos son realmente, pero yo sentía que ya había llegado. De una manera que ahora me sorprende y me avergüenza, me consideraba un graduado en la gracia. Yo no ministraba por propia necesidad. Me había ido bien en el seminario. Había plantado una iglesia en un sitio muy difícil. Había fundado una escuela cristiana que estaba creciendo rápidamente. (Tanto la iglesia como la escuela se establecieron con la ayuda de otros, pero yo no lo veía así). Me estaban llegando invitaciones de todos lados para que fuese a predicar. Con frecuencia miraba a la gente que estaba ministrando con una pena que me hacía sentir bien, pues por supuesto creía que ellos eran esencialmente distintos de mí. No, no es que me estuviera riendo de la gente y tampoco estaba presumiendo de mis logros, pero una actitud de triunfo todavía se notaba en mi ministerio.
Yo era tremendamente impaciente y normalmente estaba irritado sin mostrarlo. Me parecía difícil delegar en otros mi ministerio. Quería más control del que era realmente necesario y productivo. Daba mi opinión con demasiada frecuencia. Consideraba los ministerios a los que Dios me había llamado como si me perteneciesen. Quería que la gente estuviera de acuerdo conmigo rápidamente durante las reuniones. Mis sermones eran más bien conferencias presuntuosas, es decir, que yo tenía la última palabra sobre un tema o un pasaje. Una vez prediqué lo que según mi opinión era el mejor sermón sobre el orgullo cuando en realidad ese sermón era un vivo ejemplo de eso mismo. Mi predicación y mi enseñanza era más ley que evangelio. Esto es típico de la gente que piensa que está guardando la ley.
"Una autoevaluación equivocada"
Como pastor, tenía un concepto equivocado de mí mismo. Estaba convencido de tener una madurez espiritual que era falsa y distorsionada. Esto resulta a la vez cómodo y tentador para la gente que está en el ministerio. Antes que mirarme en el escrutinador espejo de la Palabra de Dios, que es el único lugar donde se puede recibir una definición de madurez espiritual y una evaluación segura de tu propia condición espiritual, yo miraba hacia otro lado. Miraba a las excelentes notas y los premios que había conseguido como estudiante en el seminario. Miraba a mis habilidades como servidor de Dios, olvidando que Dios da dones a quien quiere. Miraba a mi experiencia en el ministerio; los años de trabajo me hacían sentir maduro y preparado espiritualmente.
Antes que presentarme con humildad delante del espejo que es la Biblia, me miraba en espejos de feria. El problema con los espejos de feria es que realmente lo que muestran es tu imagen, pero distorsionada. Parece que no tienes cuello o tronco. Sí, eres tú en un espejo cóncavo, pero no se ve como eres realmente. Todos los que están en el ministerio tienen que enfrentar el peligro de las autoevaluaciones que te aseguran de que ya has "llegado”. El peligro de que dejes de considerarte débil y necesitado está siempre presente. El peligro de que te veas a ti mismo en una categoría diferente a aquellos a los que sirves está siempre a la vuelta de la esquina. Este peligro te espera cada día, por que hay espejos de feria a tu alrededor. Y cuando crees que ya has llegado, cuando dejas de sentir la culpa y el peso de tus propias debilidades, fracasos y pecados entonces es cuando empiezas a hacer malas decisiones en tu vida y en tu ministerio.
La realidad y la confesión de tu debilidad personal y espiritual no es un grave peligro para tu ministerio. Dios ha querido edificar su iglesia sirviéndose de instrumentos torcidos y rotos. Son tus deliros de poder los que te van a crear problemas y te llevarán a crear un ministerio que está menos centrado en Cristo e impulsado por el evangelio.
¿Qué piensas tú, pastor? ¿Cómo condiciona tu autoimagen al ministerio que Dios ha puesto en tus manos? ¿Está haciendo el orgullo que "aquello que deberías hacer" ahogue a "esto que se te ha confiado"? Recuerda que el tierno ministerio de la gracia crece en el campo de una certeza continua de tu propia necesidad de gracia.
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