Háblate a ti mismo y recuérdate la verdad
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Christina Fox sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Susana Belvedere
Esa mañana me levanté enferma. “No llegaré al final del día”, murmuré para mí misma.
Mi esposo estaba por irse de viaje por asuntos de trabajo. “¿Cómo voy a manejarme con los niños sintiéndome así?”. Esos pensamientos estuvieron en mi cabeza a lo largo del día, y otros surgían. “Esto es demasiado, no puedo más”. “¿No ven que estoy enferma?” “¿Por qué no escuchan una vez? Antes de que me diera cuenta la situación me sobrepasó. Estaba estresada, irritable y afligida.
Hablándonos a nosotros Mismos
Recuerdo haciéndole bromas a mi madre cuando ella se hablaba en voz alta a sí misma. Ahora me encuentro haciendo lo mismo. Mientras que la mayoría de nosotros no tenemos la costumbre de hablarnos a nosotros mismos, todos mantenemos una especie de dialogo interno. El problema es que todos a menudo fallamos en el confrontarnos a nosotros mismos.
El salmista en el salmo 42, se encontraba muy compungido, “Mis lágrimas han sido mi alimento de día y de noche” (versículo 3). Pero él se respondía a sí mismo “¿Por qué estoy desanimado?, ¿Por qué está tan triste mi corazón? ¡Pondré mi esperanza en Dios! Nuevamente lo alabaré ¡Mi Salvador y mi Dios!” (Salmo 42:5 NTV). En este salmo el autor se desafía y se confronta con la verdad.
En el libro de Lamentaciones, el poeta hace lo mismo. Él también estaba atravesando una intensa prueba. Él estaba hastiado y desgastado y sus sentimientos eran como que había perdido toda esperanza. A lo largo de todo el libro se observa que él se lamentaba por el pecado del pueblo de Dios y el subsecuente juicio. El alza su voz en angustia: “Ya no sé lo que es tener paz ni lo que es disfrutar del bien, y concluyo: ’Fuerzas ya no tengo, ni esperanza en el Señor.’” (Lamentaciones 3:17-18 RVC)
Pero él no se quedó en ese estado. Él se lamentaba. Su voz profundamente en pena y dolor, y luego se recuerda a sí mismo la verdad que conocía . A pesar de que él se sentía sin esperanza, él se recuerda a sí mismo que en verdad si tenía . “Esto traigo a mi corazón, Por esto tengo esperanza: Que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades; Son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad! ‘El Señor es mi porción’, dice mi alma, ‘Por tanto en Él espero.’” (Lamentaciones 3:21-24 NBLH)
En 2 Corintios 10:5 Pablo nos habla acerca de llevar cautivo “todo pensamiento a la obediencia a Cristo,”. Cuando estamos estresados, preocupados, ansiosos, temerosos o en desesperación, necesitamos hablarnos a nosotros mismos. Necesitamos confrontarnos a nosotros mismos. Necesitamos decirnos la verdad del evangelio. Como el salmista en el salmo 42 y como el escritor de Lamentaciones, necesitamos auto señalarnos la esperanza que tenemos en Cristo.
En el libro Depresión Espiritual, Martin Lloyd-Jones escribió:
Debes tener tu ser en control, necesitas ministrarte a ti mismo, predicarte a ti mismo, preguntarte a ti mismo. Debes decirle a tu alma: “Por qué estáis atribulada− ¿qué es eso que te tiene sin paz? Debes responderte, amonestarte, reprenderte, exhortarte y decirte a ti mismo: ‘Dios es tu esperanza’− en vez de murmurar de manera depresiva, con descontento. Y luego continuar recordándote a ti mismo de Dios, quién es Dios, qué es Dios y lo que Él ha hecho; también lo que Dios se ha jurado a si mismo hacer (21).
Cuatro Verdades Dignas De Recordar
Entonces, ¿Cuáles son las verdades que necesitamos recordarnos a nosotros mismos? ¿Qué debemos decirnos a nosotros cuando las circunstancias nos sobrepasan, o estamos temerosos de un futuro incierto, o desesperados en medio de una prueba?
1. Recuerda la Soberanía de Dios
Debemos recordarnos a nosotros mismos que Dios está en control (Isaías 40; Proverbios 21:1.) El sostiene el mundo en sus manos. Nada sucede fuera de su voluntad. De hecho, El no se sorprende de nuestras circunstancias. (Job 28:24; Lamentaciones 3:37-38; Génesis 50:20). Lo que nos está pasando no es casualidad. Al contrario, viene departe de Dios por nuestro propio bien.
2. Recuerda quiénes somos en Cristo
Debemos recordarnos a nosotros mismos quiénes somos en Cristo. Gracias a que Cristo nos redimió del pecado, ya no somos esclavos del pecado (2 Corintios 5:17). Fuimos adoptados como hijos e hijas del Su Majestad (Romanos 8:15). Dios nos ama como a su Hijo. (Juan 17:23). Dios nos ve y ve la justicia de Cristo (2 Corintios 5:21). En Cristo somos herederos de su Reino (1 Pedro 1:4).
3. Recuerda el Carácter de Dios
Debemos recordarnos quién es Dios— como quién Él mismo se revela. Él es bueno, Él es santo, Él es justo (Daniel 4:37). Él es todopoderoso, omnisciente, por siempre fiel (Hebreos 10:23). Él tiene gracia, misericordia y bondad (Salmo 103:8). Y todo su carácter ha sido reflejado, por supuesto, en Jesús mismo, así como dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:19).
4. Recuerda las Promesas de Dios
Debemos recordarnos a nosotros mismos las promesas de Dios. Él ha prometido salvación para todo aquel que invoque su nombre (Hechos 2:21; John 6:37). Él siempre está con nosotros (Josué 1:9; Mateo 28:20). Él prometió que nunca nos dejará o nos abandonará (Romanos 8:35-39). Él nos escucha cuando clamamos a Él (Salmo 34:15; Salmo 86:5-8). Él suplirá nuestra necesidades (Filipenses 4:19; Romanos 8:32). Él nos ha prometido una eternidad con Él en el cielo (Juan 14:2-3; 1 Juan 2:25).
La próxima vez que te enfrentes a una prueba y te encuentres pensando esas frases como “Nunca podré atravesar esto” habla la verdad. Hazlo. Está bien hablarse a sí mismo. Predícate el evangelio. Recuerda la esperanza que tienes gracias a Cristo Jesús.
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