¿Le importa a Dios cómo adoramos? (Parte 2)
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Giancarlo Montemayor sobre Alabanza
Traducción por 9Marks
Decir que nuestras reuniones de iglesia existen para adorar a Dios es un concepto un poco ambiguo, ya que hemos visto en la primera parte de este artículo que la adoración abarca toda nuestra vida, no solamente los domingos por la mañana. De lo contrario estaríamos diciendo que durante dos horas cada domingo adoramos a Dios, y el resto de la semana nos enfocamos en otras cosas.
NOS REUNIMOS PARA EDIFICARNOS MUTUAMENTE
Existen muchas iglesias en diferentes denominaciones que piensan que los cristianos tienen la completa libertad de determinar el contenido de nuestras reuniones corporativas. Algunos otros dan un paso extra diciendo que las reuniones de iglesia ni siquiera son esenciales para los cristianos debido a que tenemos un libre acceso al Padre a través de Cristo, optando por una adoración centrada en “mi relación personal con Cristo”. Es importante recordar que en el Nuevo Testamento, el apóstol Pedro nos dice que somos “pueblo escogido, real sacerdocio, nación santa” (1 Pe. 2:9a). Dios nos salvó en Cristo para que pudiéramos adorarle como un pueblo. Jesús no murió por una persona en particular, sino por un pueblo en particular. Michael Lawrence dijo que “sólo porque la adoración abarca toda nuestra vida no significa que el Nuevo Testamento no diga nada respecto a nuestra adoración corporativa” (Blended Worship, p. 230). El autor de Hebreos nos recuerda que como pueblo de Dios, debemos de congregarnos regularmente para animarnos los unos a los otros (cf. He. 10:25). Deducimos de este pasaje que nuestra tarea principal en nuestras reuniones de iglesia es la edificación mutua. Absolutamente todo lo que hacemos en las reuniones dominicales debe estar centrado en edificar a mis hermanos y hermanas. 1 Co. 12:13 nos dice que somos miembros de un cuerpo, y como tales debemos deliberadamente animar a otros al reunirnos corporativamente. Más adelante, en el capítulo 14, Pablo establece algunos principios para estas reuniones colectivas: “Cuando os reunís… hágase todo para edificación” (v.26). Inclusive podemos construir los componentes de la iglesia primitiva de este capítulo: las mujeres guarden silencio (v.34), todo debe ser en orden (v.40), debemos orar y cantar con la mente (v.15), etc. Los teólogos se refieren a estos principios que encontramos en el Nuevo Testamento como el principio regulativo. Ligon Duncan define este principio como “el axioma de que debemos adorar a Dios de acuerdo a la garantía positiva de la Escritura” (Give Praise to God, p. 61). Esta definición establece correctamente que a Dios le importa el qué, quién, cuándo, dónde, por qué y cómo adoramos como cuerpo. La Confesión de Fe de Westminster establece que:
La forma aceptable de adorar al Dios verdadero ha sido instituida por él mismo, y por lo tanto también limitada por su propia voluntad revelada, con el fin de no sea adorado basado en la imaginación y artefactos del hombre, o de acuerdo a las sugerencias de Satanás, o de cualquier representación visible, o alguna otra forma no prescrita en las Santas Escrituras (21.1)
En conclusión, los elementos, formas y circunstancias de nuestras reuniones corporativas deben ser guiadas, limitadas y reguladas por lo que establece la Escritura con el fin de guardarnos de cometer el mismo error de Nadab y Abiú (cf. Lev. 10:1).
Pero, ¿cómo aplicamos en la práctica lo que dice la Escritura en nuestras congregaciones?
CINCO ELEMENTOS INNEGOCIABLES EN NUESTRAS REUNIONES CORPORATIVAS
De acuerdo a la Biblia, existen varias actividades que no son negociables en nuestras reuniones corporativas. El principio regulativo nos ayuda a que todos los aspectos de nuestra adoración colectiva —estándares, dinámica, motivación, y meta— sean bíblicos. Como cristianos debemos tener la determinación de buscar una adoración corporativa que esté saturada por la Biblia y guiada por la Biblia, es decir, que tanto la sustancia como la estructura sean bíblicas. Para esto, Ligon Duncan nos provee un lema que nos ayudará fácilmente a evaluar nuestras reuniones eclesiásticas: “Leamos la Biblia, prediquemos la Biblia, oremos la Biblia, cantemos la Biblia, y veamos la Biblia” (p. 65).
1. Leamos la Biblia
Primero, es fundamental que leamos la revelación en público. Pablo le dijo a Timoteo que se ocupara de la lectura pública de las Escrituras (cf. 1 Ti. 4:13). Tristemente me ha tocado estar en Iglesias evangélicas donde la única vez en que se lee la Escritura es justo antes de la predicación, y el único pasaje leído es el que el pastor va a exponer. ¿Por qué es que hoy en día para leer la Escritura en público tenemos que asistir a una misa Católica? No solamente deberíamos de leer el texto del sermón sino que deberíamos planear leer públicamente las Escrituras por el simple hecho de que es un mandato bíblico. Lo mínimo que esperamos de una iglesia que dice creer en la Biblia es que la lea públicamente. Es triste ver que la lectura bíblica hoy en día se reemplaza por elementos visuales de entretenimiento como dramas o videos. Recordemos que el mensaje que proclamamos no es un mensaje visual sino audible. “La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Ro. 10:17).
2. Prediquemos la Biblia
El segundo elemento es predicar la Biblia. Cuando Felipe se encontró al Etíope leyendo Isaías, le preguntó “¿entiendes lo que lees?” a lo que el Etíope respondió, “¿cómo podré si alguno no me enseña?” (Hch. 8:30-31). La predicación de la Palabra es la actividad central de nuestras juntas corporativas. Dios no es adorado a través de charlas motivacionales e historias sentimentales que se hacen pasar por predicaciones. Dios es adorado cuando exponemos, explicamos y aplicamos el texto.
3. Oremos la Biblia
Jesús dijo que la casa de su Padre es “casa de oración” (Mt. 21:13). Debemos orar públicamente como iglesia. Nuestras oraciones públicas deben repetir y hacer eco del lenguaje de la Biblia. Esto significa que debemos modelar nuestras oraciones conforme al tipo de oraciones que vemos en la Biblia. En el libro de los Salmos vemos que las oraciones de David no solamente contenían oraciones de súplica —prácticamente la oración más utilizada en la iglesia— sino que también vemos Salmos de alabanza y oraciones de confesión de pecados. Nuestras oraciones públicas deben ser deliberadas en su contenido con el fin de edificarnos unos a otros.
4. Cantemos la Biblia
Nuestros cantos deben ser moldeados por la Biblia también. Pablo les dijo a los Efesios que debemos edificarnos con “salmos, himnos y cantos espirituales” (Ef. 5:19). El contenido de nuestros cantos debe ser ricamente bíblico de tal manera que seamos edificados por ellos. Tristemente hoy en día muchas iglesias se enfocan en entonar cantos “seven-eleven”, es decir, siete palabras repetidas once veces. Lo que vemos en el salterio es una rica variedad de teología que abarcaba todo tipo de realidades como gozo, lamento, súplica, reverencia, etc.
Respecto a la música, Dios no nos ha dejado un himnario inspirado. Estoy de acuerdo con Dever y Lawrence que dicen que “el tema de la música en cuanto a la adoración es increíblemente ausente en las Escrituras” (Blended Worship, p. 218). Tomando en contexto el mandato de Pablo, todo lo que hacemos como iglesia debe enfocarse en edificar a otros. Para ciertas culturas esa edificación será diferente que en otras. En una cultura educada en el norte de Estados Unidos se ve diferente que en la cultura quechua en Ecuador con un entendimiento músico más simple y básico. Para la primera, la edificación mutua se verá a través de violines y piano, mientras que para la segunda se verá a través de música Andina. Lo importante es la edificación de la iglesia local.
5. Veamos la Biblia
Finalmente, una reunión de iglesia debe ver la Biblia a través de las dos ordenanzas de Jesucristo: (1) el bautismo (cf. Mt.28:19) y (2) la Cena del Señor (cf. Lc. 22:14-20). No debemos de descuidar la frecuencia de estas ordenanzas ya que son unos de los mandamientos más claros en cuanto a las prácticas en nuestras reuniones.
CONCLUSIÓN
Como hemos visto en este estudio, el propósito principal de nuestras reuniones de iglesia es la mutua edificación. Al final de todo argumento, la iglesia de Dios debe ser marcada por una determinación santa de relacionarse con Dios en los términos que él ha propuesto en la Escritura, y por un amor fraternal que busca edificar a los hermanos y hermanas de nuestra iglesia local con el fin de juntos “presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Ro. 12:1).
Bibliografía:
1. Carson, D.A., Worship by the Book (Grand Rapids, Michigan, Zondervan, 2002)
2. Duncan, Ligon., Give Praise to God (Philipsburg, NJ, P&R Publishing, 2003)
3. Dever, Mark & Lawrence, Michael, “Blended Worship” en Perspectives on Christian Worship: 5 views (B&H Academic, 2009)
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