La Espera Es la Parte más Difícil
De Libros y Sermones BÃblicos
Por David Mathis sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Carlos Diaz
Tom Petty tiene un talento natural para las letras atemporales con impacto universal.
Algunos treinta años luego de su salida en 1981, su canción “The Waiting” (La Espera) da un tirón a sus oyentes en una forma más poderosa que nunca. Ya sea que esté esperando en una línea, esperando en el tráfico, esperando por un servicio de comida o esperando por matrimonio, cotizar nuestro tiempo es más contracultural que nunca. Y proclamarla “la parte más difícil” resuena profundamente. Hemos estado condicionados a tenerla a nuestra forma, de inmediato. Primero fue la comida rápida y el café instantáneo; luego además fue todo lo restante.
Pero nuestro desdén por esperar no es solamente el producto de las tendencias sociales y los cambios generacionales; es una expresión de algo profundamente humano.
Nuestros niños mellizos de cuatro años ya pueden relacionarla. Escucharon el coro de Petty, y este atinó a un nervio — y se quedó con ellos más que cualquier cosa de su álbum de grandes éxitos. Ahora ellos lo cantan para calmarse a sí mismos cuando sienten la quema de esperar.
Y los dolores de esperar parecen incluso más pronunciados en la mamá y el papá. Desde la gestación, el cuidado de los hijos ha puesto a prueba nuestra paciencia, y expuso la falta de laa misma, con una frecuencia y profundidad bochornosa.
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El Cristianismo Está Esperando
Nuestra perspectiva respecto a esperar es quizás una de las formas más fuertes en la que nuestra sociedad está fuera de progreso con la perspectiva global bíblica. No es que esperar fue fácil para nuestros ancestros, sino que estaban más en paz con ello, y más listos para ver su bondad y potencial.
En el Antiguo Testamento, el salmista celebra la espera pacientemente por el Señor (Salmos 40:1), e Isaías promete que aquellos “que esperan por el SEÑOR renovarán sus fuerzas; les crecerán alas como de águilas; correrán sin fatigarse; andarán sin cansarse” (Isaías 40:31).
Esperar en Dios es un refrán normal en la vida de la fe. Es una expresión del deseo de un corazón saludable: “Oh SEÑOR, esperamos por tí; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma” (Isaías 26:8). Y es un eco del poder y gracia sin paralelo de Dios, “quien actúa por aquellos que esperan por él” (Isaías 64:4).
Con todos esos siglos de espera por el Mesías, podrías pensar que la espera estaría completa una vez que Jesús hubiera venido. Pero ahora en la era de la iglesia, esperamos tanto como nunca, llamados a vivir en la sombra de su regreso. “Esperamos por la revelación de nuestro Señor Jesús Cristo” (1 Corintios 1:7); somos personas “esperando por nuestra feliz esperanza, la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús” (Carta a Tito 2:13). La iglesia es a lo que la comunidad se han “convertido a Dios abandonando a sus ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo que vendrá de los cielos” (Primera Carta a los Tesalonicenses 1:9–10), sabiendo que cuando él aparezca, viene “a salvar a aquellos que lo esperan con entusiasmo” (Carta a los Hebreos 9:28).
La iglesia se ha endurecido dos milenios de extensa espera. Nosotros “gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo” (Carta a los Romanos 8:23), y esperamos vivir en “una vida santa y piadosa, mientras esperan y ansían la venida del día de Dios . . . esperando cielos nuevos y una tierra nueva en que reine la justicia” (Segunda Carta de Pedro 3:11–13). Y mientras ofertamos nuestro tiempo sobre este lado, nos “mantenemos en el amor de Dios” mediante la “espera por la misericordia de nuestro Señor Jesús Cristo que nos lleva a la vida eterna” (Libro de Judas 21).
La Paciencia Es la Virtud
La virtud ilusa, entonces, la cual corresponde a esta temida condición es la paciencia. Es la primera cosa que Pablo celebra sobre el amor en el Primer Libro a los Corintios 13 — “el amor es paciencia” (Primer Libro a los Corintios 13:4) — y una de las más repetidas exhortaciones a los líderes de la iglesia (Primer Libro de los Tesalonicenses 5:14; Segundo Libro de Timoteo 2:24; 4:2). La vida eterna es la posesión de “aquellos quienes con paciencia en el haccer bien buscan la gloria y honor e inmortalidad” (Libro de los Romanos 2:7). Y la paciencia es una virtud muy rara, y de tal obra divina, que Pablo bosqueja dos veces sobre su ejercicio como una defensa de su apostolado (Segundo Libro de Corintios 6:4–6; 12:12).
La paciencia es la compañía de la humildad y la enemiga del orgullo. “La paciencia en espíritu es mejor que el orgullo en espíritu” (Libro de Eclesiastés 7:8). Es la postura apropiada de la criatura bastante iluminada para decir que, “Dios es soberano, y Yo no lo soy.” Y no es nuestra propia producción, sino “la fruta del Espíritu” (Libro de Gálatas 5:22; 5:5).
Tres Caminos para Cultivar la Paciencia
En la práctica de la paciencia es uno de los momentos que más sentimos la quema de la santificación y los gemidos internos del Espíritu (Romanos 8:23). En momentos puede parecer que estamos siendo conformistas con Jesús casi esforzadamente; los vientos del Espíritu en nuestras velas, a medida que alimentamos la nutrición del auto-olvido. Pero parte de esperar es la consciente adversidad. Saboreamos la píldora amarga de la paciencia y se siente más serpenteante lentamente en nuestra garganta. No es paciencia cuando somos gloriosamente ignorantes de la espera. Y así cuando sentimos la quema, necesitamos promesas divinas en el almacén y un plan de ataque. Aquí hay tres caminos bíblicos por cultivar la paciencia en la espera.
1) Renovar la Fe y la Esperanza
Cuando sentimos la primera resistencia, déjala que sea un recordatorio para ir al camino de Dios. Recalibra el enfoque de tu fe. Mueve el peso de tu autoconfianza, donde se mantiene gravitando de vuelta, y reorientada conscientemente a Dios. Ya sean simplemente ratos libres o días aparentemente interminables, esperar no es una pérdida en la economía de dios. Es en los retrasos y las pausas, y en darnos cuenta de nuestra falta de paciencia, que él trabaja para salvarnos de la autoconfianza y revitalizar nuestra fe y esperanza en él.
La paciencia viene con la fe (Segundo Libro de Timoteo 3:10; Libro de los Hebreos 6:12) — fe para el momento, y esperanza hacia el futuro. La fe alimenta la esperanza, y cuando “esperamos por lo que no vemos, esperamos por ella con paciencia” (Libro de los Romanos 8:25).
2) Orar y Dar las Gracias
Segundo, deje que la espera le incite a orar. Los llamamientos a “ser paciente en la tribulación” es seguida con el recordatorio a “ser constante en la plegaria” (Libro de los Romanos 12:12). Una vida saludable de plegaria no necesita horas cada día en el closet, sino ojos para ver las oportunidades, y un corazón al cual aferrarse, los momentos inesperados y temporadas de espera.
Y hay un rol notable para la acción de gracias al culrivar “la paciencia con disfrute”. Pablo reza por los Cristianos, “Fortalecidos plenamente con el poder de su gloria, adquirirán una verdadera firmeza y constancia de ánimo, y darán gracias con alegría al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos”. (Libro de los Colosenses 1:11–12).
¿Cómo “adoptamos . . . la paciencia” (Libro de los Colosenses 3:12)? El apóstol nos apunta a una acción de gracias no una o dos veces, sino tres veces:
- Se agradecido. Deja que la palabra de Cristo habite en ti ricamente, enseñando y exhortando el uno al otro en toda la sabiduría, cantando salmos e himnos y canciones espirituales, con gratitud en tus corazones hacia Dios. Y cualquier cosa que hagas, en la palabra o acto, haciendo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre a través de él. (Libro de los Colosenses 3:15–17)
Pocas cosas pasarán el tiempo tan efectivametne y ricamente como cuentas tus bendiciones u nombrándolas a Dios.
3) Recordar la Paciencia de Dios
Finalmente, el dolor de esperar puede indicar a nuestros corazones a la paciencia salvadora de Dios. Debemos nuestro todo a su bondad y paciencia con nosotros. “¿Desprecias la riqueza de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, sin reconocer que esa bondad te debe llevar a la conversión?” (Romanos 2:4).
Él fue paciente cuando el primer hombre y la primera mujer pecaron. Su “paciencia esperó en los días de Noé” (Primera Carta a Pedro 3:20). Él fue paciente con Abraham y paciente con Israel. Él mostró su paciencia a través de sus profetas (Santiago 5:10). Y si él es paciente incluso con “navíos de ira preparados para la destrucción”, ¿cuánto más él ha mostrado su paciencia con nosotros en hacernos saber “las riquezas de su gloria para los navíos de misericordia, la cual él ha preparado con antelación para la gloria” (Romanos 9:22–23)?
Jesús mismo es la visualización climática de la paciencia perfecta de Dios hacia los pecadores (Primera Carta a Timoteo 1:16). Él es “paciente contigo, no desea que nadie perezca, sino que todo debería alcanzar el arrepentimiento” (Segunda Carta a Pedro 3:9). “Contamos con la paciencia del Señor como la salvación” (Segunda Carta a Pedro 3:15) y confiamos en su promesa, en toda nuestra espera, para “sostenerte hasta el final” (Primera Carta a los Corintios 1:8).
Quizá Tom Petty está en algo mejor que él sabe cuando canta sobre la espera, “You take it on faith, you take it to the heart” (“Recibes la fe, la tomas hasta el corazón”). Las intrusiones no bienvenidas de la espera dentro de nuestras vidas, ya sea que esté trillado en forma pesada, son oportunidades poderosas para darle la bienvenida a Dios dentro de cada momento y mantener nuestros corazones renovados en él.
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