Cuatro preguntas para mantener cerca de tu billetera
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Marshall Segal sobre Dinero
Traducción por Misael Susaña
Es difícil imaginar cosas más criticadas en la Escritura que el dinero.
Después de todo “la raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:10). Pablo no sólo dijo que éste puede ser una tentación para algunos o que es fácil apegarse a lo que el dinero puede comprar. Él dice que es la raíz del mal –de muchos, muchos males–. Pablo sigue diciendo: “por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores”. Un apetito no saludable por el dinero incluso hace que personas de iglesia se conviertan en autodestructivos enemigos de Cristo. Está claro, si puedes contar tu más grande tesoro en dólares o centavos, tu alma está en peligro.
Pablo escribió 1 Timoteo 6 con los acumuladores y gastadores en mente (1 Timoteo 6:7). Pienso que no hay duda de que hoy en América ésta es la raza más común en nuestra historia de amor con el dinero –la clase de infidelidad en la que construimos casas más grandes, compramos las mejores cosas del mundo y perseguimos vidas de mayor comodidad y lujo–. Una codicia de más y más dinero para comprar más y más cosas es malo, y ésta irónicamente y trágicamente roba y mata la vida y la felicidad que promete.
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Prueba tu tesoro
Al final del día, cada uno de nosotros debe conocer nuestro propio corazón y estar dispuestos a preguntar qué rol está jugando el dinero en nuestros pensamientos y afectos. ¿Es éste un medio para adorar a Dios o un medio para reemplazarlo? ¿Está nuestro presupuesto resaltando la suficiencia y el valor de Cristo o se ha convertido en una razón para gloriarnos en nuestro atesorar algo que no es él?
Aquí hay cuatro preguntas que podemos hacer para ayudarnos a llegar al fondo de nuestro tesoro:
1. ¿Está mi gasto marcado por la generosidad cristiana?
Las personas enamoradas de Cristo y libres del amor al dinero sostienen sus dólares sin apretarlos e invierten en maneras que ayudan a otros a experimentar felicidad en él. Debido al evangelio, no estamos atascados acumulando para nosotros mismos o agarrando más placeres terrenales e inferiores. Hemos muerto a las necesidades y deseos terrenales de nuestra pasada vida, y ahora nuestro dinero puede ser un medio de suplir las necesidades de otros –física y espiritual.
Nuestro gozo en Dios debería estar abriendo un delta de libertad y generosidad donde antes había sólo una piscina privada. ¿TVes y experimentas libertad que se desborda a otros? ¿Tu gasto luce como el sacrificio de Cristo a favor de otros? Esto es lo que hace a la generosidad cristiana. Luce como Jesús. Alaba a Jesús. Apunta a Jesús, aun cuando es invertido horizontalmente en proveer y bendecir a las personas.
2. ¿Qué dice mi gasto acerca de lo que me hace más feliz?
El dinero no es el único recurso que podemos gastar (tiempo, creatividad, dones espirituales, energía, etc.), pero es una moneda que es universalmente respetada y aceptada. Especialmente en sociedades ricas donde se nos ha dado mucho, nuestro dinero tiene un poder significativo, y nuestro gasto hablará en alta voz.
Inevitablemente, pondremos nuestro dinero donde está nuestro corazón. Es una ley de amor. Tú gasto revelará tu deseo por Dios y por su fama en el mundo o te ayudará a identificar a tus ídolos. Si Dios te hace feliz, tu gasto en amor y ministerio a otros lo dirá. Si otras cosas han robado tu corazón, tenderás a gastar recursos de valor en comodidades temporales y egoístas y tendrás pocas sobras para el ministerio y las relaciones de valor.
Tampoco hay duda de que el dinero por sí mismo no se puede convertir en nuestra esperanza y felicidad. Ninguno de los que han ido a esa fuente han vuelto verdaderamente felices. Como Benjamín Franklin ha admitido: “El dinero nunca hizo a un hombre feliz, ni lo hará. Mientras más se tiene, más se quiere. En lugar de llenar un vacío, éste crea uno”. Espera en Dios y que el dinero sirva y resalte tu felicidad en él.
3. ¿Sugiere mi gasto que estoy acumulando para esta vida?
Todo lo que puedes comprar en Amazon o en la tienda local es temporal. Si hay una eternidad ante nosotros, y si hay un Dios que satisface más que el mundo y todo lo que éste tiene, no podemos darnos el lujo de invertir demasiado en esta vida. El retorno es muy pequeño y muy efímero. Como John Piper dijo: “No hay camiones de mudanza detrás de carros fúnebres” (Desiring God [Deseando a Dios], 188).
Más bien, debemos mantener nuestro tesoro en el cielo y poner tanto de nuestro tiempo, energía, y recursos aquí en disfrutar a Dios ahora y después, y ayudar a otros a hacer lo mismo. Cuando somos tentados a mantener y a acumular para nuestras pocas décadas aquí, tenemos que ser recordados que disfrutaremos por siempre el fruto de nuestras inversiones que exaltan a Cristo en personas y relaciones.
4. ¿Está mi gasto apoyando explícitamente la propagación del evangelio?
Billones de personas en el mundo no tienen acceso –cero acceso—a las buenas noticias de Jesucristo. Si verdaderamente creemos el evangelio e invertimos nuestras vidas en su mensaje, entonces éste es el reto más grande en el mundo. No hay causa más digna, no hay tarea más crítica.
Si las personas serán salvadas, entonces los creyentes deben estar dispuestos a pagar. Para que el evangelio corra, deben haber hombres y mujeres que lo lleven, y para que ellos lo lleven, ellos necesitan ser apoyados (Romanos 10:13-15). Estos deben ser los más preciosos y gozosos dólares que gastamos. La palabra y el propósito de Dios no pueden fallar (Mateo 16:18), y cada conversión es una resurrección de la muerte a la vida en Cristo. El costo para la iglesia de los traductores y misioneros y el costo para el alivio es nada comparado con los resultados eternos de las misiones mundiales.
Otra vez, Piper dice: “Si nosotros, como Pablo, estamos contentos con las necesidades simples de la vida, billones de dólares en la iglesia serán dados para llevar el evangelio a las fronteras” (Desiring God [Deseando a Dios], 191). Las estadísticas son desalentadoras y aleccionadoras cuando se refieren al dar sacrificialmente entre los cristianos, especialmente el dar para alcanzar a los no alcanzados. Colectivamente, tenemos los recursos para llevar el evangelio a estos lugares, pero no hemos todavía –de nuevo, colectivamente– tomado las decisiones y hecho los sacrificios para que suceda. Necesitamos preguntar si nuestro gasto está consistente y explícitamente moviendo el evangelio a las personas no salvas y no alcanzadas. Éste es un gozo que vale presupuestar.
Empuñando nuestra riqueza
Hay muchas preguntas que puedes hacer acerca de tu dinero. El objetivo con estas cuatro es mantener tu corazón y esperanza en Jesús, el único que realmente puede hacerte feliz por siempre. No podemos darnos el lujo de evitar el dinero, porque Dios ha decidido que éste sería uno de los principales medios por los cuales la iglesia se propaga y crece. Pero por el bien de nuestras almas, debemos velar por nuestras billeteras.
Empuñemos nuestros recursos en contra del venenoso amor al dinero con todas sus promesas vacías y por todo lo que nuestro más-precioso-que-el-oro Dios está haciendo en nuestras familias, a través de nuestras iglesias, y en las naciones.
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