Él me amó y se entregó por mí
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper sobre Amor de Dios
Traducción por Carlos Diaz
Deseo que los creyentes en Cristo disfruten ser amados por Dios en el grado más alto posible. También deseo que Dios sea magnificado hasta el grado más alto posible por amarnos como nos ama. Por eso es importante lo que Jesús logró realmente por nosotros cuando murió.
Hay una forma común de pensar sobre la muerte de Cristo que disminuye nuestra experiencia del amor de Dios. Esta significa pensar que la muerte de Cristo no expresó por mí más amor que por ningún otro ser humano. Si esa es la forma en que pensamos sobre el amor de Dios por nosotros en la muerte de Jesús, no disfrutaremos ser amados por Dios tan grandiosamente como realmente somos amados.
Sentirse especialmente amado por Dios
Me pregunto si alguna vez nos hemos sentido especialmente amados por Dios conforme a lo que expresa Efesios 2:4–5: "Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo".
Seis cosas sobresalen en Efesios 2:4–5.
1. Las palabras "gran amor"
"Por causa del gran amor con que nos amó". Estas palabras son usadas solamente aquí en el Nuevo Testamento. Comprendámoslas. Dios ama con "gran amor". Seguramente Pablo escribió esto para que disfrutáramos ser amados con gran amor.
2. La grandeza peculiar de este amor que lleva a Dios a "darnos vida"
"Por causa del gran amor con que nos amó, [...] nos dio vida". El gran amor de Dios es la causa de nuestra vida. Nuestra vida no causó la grandeza de Su amor por nosotros. Es todo lo contrario: la grandeza de su amor nos dio vida.
3. Antes que nos reviviera, estábamos “muertos.”
“Precisamente cuando estábamos muertos en nuestros pecados, Dios nos hizo revivir.” Existe tal cosa como los muertos en vida. Jesús dijo, “Dejen que los muertos entierren a sus muertos” (Lucas 9:60). Antes que Dios nos reviviera, estábamos muertos en vida.
Podíamos respirar y pensar y sentir y desear. Pero estábamos espiritualmente muertos. Estábamos ciegs a la gloria de Cristo (2 Corintios 4:3–4); éramos de corazón oscurecido a su ley y no podíamos someternos a él (Efesios 4:18; Romanos 8:7–8); y no éramos capaces de discernir las cosas espirituales (1 Corintios 2:14). Solo Dios podía sobreponerse a falta de vida para que así pudiéramos ver la gloria de Cristo y creer (2 Corintios 4:6). Eso es lo que él hizo cuando “nos hizo revivir” (Efesios 2:5).
4. Dios no hace revivir a todos.
Lo que te pasó a ti, para llevarte a tu fe, no le ha pasado a todos. Y recuerda, no mereces ser revivio. Estabas muerto. Eras “por naturaleza un niño lleno de ira, como el resto de la humanidad” (Efesios 2:3). No hiciste nada para que Dios te hiciera revivir. Eso es lo que significa estar muerto.
5. Por lo tanto, el grandioso amor de Dios por tí es realmente por tí, particularmente por tí.
No es un amor general por todos. De otra forma, todos estaríamos revividos espiritualmente. Él escogió específicamente hacernos revivir. No merecías esto nunca más que cualquier otro. Pero por razones indescifrables, él estableció su grandioso amor particularmente sobre tí.
6. Él no se ha equivocado con nadie. Porque nadie merece ser salvado.
Nadie merece ser revivido. Todos hemos pecado y merecemos la muerte (Romanos 3:23; 6:23). Él podía habernos dejado a todos en la falta de vida de nuestra rebelión y haber hecho nada equivocado.
Pero has visto la sabiduría de su cruz, y confiaste en su promesa, y atesoraste su gloria, Él te ha hecho revivir. A diferencia de muchos otros, no más muertos que tú, has sido amado grandiosamente.
El Amor Especial de la Alianza Nueva
Ahora acá está la conexión con la muerte de Cristo. Cuando Jesús murió, aseguró para nosotros la remoción de nuestra falta de vida, y adquirió para nosotros el don de la vida y la fe. En otras palabras, el “grandioso amor” de Dios nos podía revivir, ya que en Cristo ese mismo grandioso amor había proporcionado el castigo de todos nuestros pecados y la provisión de toda nuestra rectitud.
Sabemos esto porque Jesús dijo en la Última Cena, “Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lucas 22:20). La sangre de Jesús es el precio que Dios pagó para establecer la alianza nueva. Y la alianza nueva, en su corazón, es el aseguramiento de Dios, por la sangre de Jesús, de corazones vivientes por pecadores mortales.
“Pactaré una alianza nueva. . . . Perdonaré su culpa, y no me acordaré más de sus pecados” (Jeremías 31:31, 34). “Quitaré de su carne su corazón de piedra” (Ezequiel 11:19). “Pondré dentro de ustedes mi Espíritu y haré que caminen según mis mandamientos” (Ezequiel 36:27).
Jesús Adquirió la Activación
Esto es lo que Jesús compró para nosotros cuando murió. Y esto es lo que el grandioso amor de Dios hizo por nosotros cuando nos revivió en Cristo Jesús. Por lo tanto, el propósito específico de Dios en la muerte de Jesús no fue el mismo para todos. El grandioso amor de Dios, mostrado hacia tí en la muerte de Jesús, fue la adquisición de tu fe cuando estabas muerto.
No adquirió solamente la posibilidad de tu vida que luego activarías. Las personas muertas no se activan. Lo que él adquirió fue la activación. Cristo no adquirió la posibilidad para que tú surgieras por tí mismo de la muerte. Él adquirió tu resurrección. Particularmente debido al grandioso amor hacia tí.
Siente la Grandeza de Su Amor Hacia Tí
Así que cuando en los Efesios 2:4–5 se dice, “Por el grandioso amor con que nos amó, Dios nos hizo revivir,” y en Lucas 22:20 dice, la sangre de Jesús establece la alianza nueva, y Ezequiel 11:19 dice que en la alianza nueva Dios nos da corazones vivientes, sabemos que el derramamiento de la sangre de Jesús fue una expresión del grandioso amor que nos hizo revivir.
Cualquier otra cosa más aparte de lo que la muerte de Cristo hace o representa, no es menos que esto. Y esto es lo que deseo que todo creyente disfrute. El grandioso amor de Dios hacia tí no es el mismo que el amor que él tiene por toda la raza humana. El amor que Dios tiene hacia tí lo hizo revivirte cuando no hacías nada para mantenerte vivo. Y ese mismo amor lo hizo adquirir tu vida por la muerte de su Hijo.
Así que cuando digas con el apóstol Pablo, “Él me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2:20), siente la grandeza de las palabras, “´Él me amó.” Él me amó.
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