Dios piensa mejor de su obediencia que usted
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Mark Jones sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Carlos Diaz
Dios nos manda a no pensar más alto de nosotros mismos de lo que debiéramos, “sino pensar con juicio sobrio” (Romanos 12:3). El Juicio sobrio también involucra no pensar más bajo de nosotros mismos de lo que es verdadero. Y la Biblia tiene un estupendo trato para decirnos sobre este asunto.
Cuando me dirijo a un grupo de cristianos, ya sea en la iglesia o en un salón de clases, y hago la pregunta, “¿Quién aquí es puro de corazón y es bueno?”, raramente alguien levanta la mano. Luego pregunto, “¿Hay algún cristiano sentado aquí?” Después de esa pregunta, generalmente todos responden afirmativamente. En respuesta, les digo que si están preparados para llamarse a sí mismos Cristianos, también deberían estar preparados para afirmar que son puros de corazón y buenos, y la lista sigue.
¿Pero cómo es esto posible? ¿No somos pecadores? Sí, somos pecadores. Pero Dios nos ha revelado una preciosa verdad que a menudo está menguada o incluso enormemente olvidada en muchas esquinas de la iglesia hoy día - y Yo deseo que la recuperemos. En resumen, Dios nos acepta en Cristo y así acepta nuestra (muy) obediencia imperfecta en tal forma que seamos descritos apropiadamente como “puros de corazón” y “buenos”. Es una verdad resaltante. Considere el testigo bíblico conmigo.
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1. Los Cristianos tienen corazones puros.
Si es verdaderamente un Cristiano, usted tiene un corazón puro (1 Timoteo 1:5). Si desean alabar a Dios, necesitan un corazón puro (Salmos 24:4). Aquellos que sean puros de corazón — y sólo aquellos — verán a Dios (Mateo 5:8).
Debemos huir de la negación de que somos puros de corazón, incluso si nuestras intenciones son nobles. Somos puros de corazón. Como el hombre que dijo, “Creo, ayúdame porque tengo poca fe” (Marcos 9:24), podemos decir, «Soy puro de corazón; ayúdame a ser más puro de corazón” David fue una clase especial de persona en Salmos 51 (versículo 10).
2. Los Cristianos son buenos y justos.
Lucas describe a Zacarías y a Elizabeth de la siguiente forma: “Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor” (Lucas 1:6). José de Aramitea es descrito de forma similar como un “hombre bueno y justo” (Lucas 23:50). Los cristianos son “servidores de la justicia” (Romans 6:18). Tenemos hambre y sed de justicia (Mateo 5:6).
Las personas buenas van al cielo - no por la bondad autoforjada, sino por una bondad verdadera, producida por el Espíritu de Dios. Aquellos que tengan el Espíritu tienen el fruto del Espíritu, el cual incluye bondad (Gálatas 5:22, consulte Romanos 8:9). Si ustedes no son buenos, no irán al cielo (Gálatas 5:21).
3. Los Cristianos son irreprochables.
Pablo escribe a los Filipenses, “Procedan en todo sin murmuraciones ni discusiones, así serán irreprochables y puros, hijos de Dios sin mancha, en medio de una generación extraviada y pervertida, dentro de la cual ustedes brillan como haces de luz en el mundo” (Filipenses 2:14-15). Espera que los niños de Dios deban ser irreprochables.
No está diciendo, “Son irreprochables debido a su justificación”, sino que, “Sean irreprochables y puros, y sin mancha debido a su conducta”. ¿Cómo los Cristianos podemos ser todo esto? Debido a que nuestro Padre amado acepta menos, mucho menos (piensen en “pequeños comienzos”), que la perfección de nosotros por su perfecto Hijo y por el bien de su Hijo perfecto, que está glorificado en nosotros (Juan 17:10).
El Corazón de Nuestro Padre
Él es nuestro Padre. Los padres, sin duda, comprenderán las alegrías que nuestros hijos pueden brindarnos en su obediencia, incluso si su obediencia se queda corta de lo que Cristo hubiera ofrecido a sus propios padres. Dios no es un capataz duro, cosechando donde no ha sembrado (Mateo 25:24). Él recuerda que somos polvo (Salmo 103:14), y nos trata conforme a eso.
Como nuestro Padre, acepta menos de la perfección absoluta porque él aceptó la perfección absoluta que ya estaba en nuestro lugar. Además, nuestras obras ahora están complaciendo a Dios porque nosotros (como personas) estamos complaciendo a Dios como resultado de nuestra nueva identidad inquebrantable en Cristo. Tenemos una orden “persona-obra” en nuestra vida cristiana.
Dios recompensa las Obras imperfectas
A la vista de Dios somos buenos, justos, irreprochables y puros de corazón. Si no podemos admitir estas verdades acerca de nosotros mismos, entonces no podemos admitir lo que el Nuevo Testamento dice explícitamente de las personas de Dios. Y eso no es bueno.
La obediencia que le ofrecemos a Dios no tiene que ser una obediencia libre de pecado o una obediencia perfecta, pero debe ser una obediencia sincera. En nuestra imperfección, podemos complacer a Dios. Incluso recompensa las obras imperfectas, de acuerdo a las riquezas de su gracia, ya que él es nuestro Padre.
El hecho de que nuestras obras estén teñidas de pecado no las invalida como buenas obras, el simple hecho que tengamos un pecado interno no quiere decir que no podamos llamarnos buenos, santos, justos e irreprochables. Por tanto, está mal suponer que exaltamos la gracia de Dios sugiriendo que la única justicia que complace a Dios es la justicia de Cristo.
Cómo Ayudar a los demás
Debemos alentar a los Cristianos que Dios acepta la obediencia sincera. Los niños deben ser alertados que la obediencia hacia sus padres complace al Señor (Colosenses 3:20).
¿Estamos permitidos rezar las palabras del salmista (Salmos 18:20-24)? Tiene más una “visión del Nuevo Testamento” de él mismo que muchos cristianos hoy día:
El Señor me recompensó por mi justicia;
me retribuyó por la inocencia de mis manos.
Porque seguí fielmente los caminos del Señor,
y no me aparté de mi Dios, haciendo el mal.
porque tengo presente todas sus decisiones,
y nunca me alejé de sus preceptos.
Tuve ante él una conducta irreprochable,
y me esforcé por no ofenderlo.
El Señor me premió, porque yo era justo,
y mis manos eran inocentes a sus ojos.
Sí, como Cristianos, a menudo pecamos (1 Juan 1:8). Y podemos actuar de forma bochornosa algunas veces. El poder del pecado interno es real. Nada acá tiene el propósito de negar qué tan pecadores podemos ser.
Pero cuán sorprendente es que, sin importar el pecado interno tan poderoso que permanece en nosotros, Dios piensa más en nuestra obediencia que nosotros. Dios nos llama buenos incluso cuando muchos de nosotros no tengamos la voluntad de decir eso acerca de nosotros mismos. Incluso en nuestra decepción con nuestra lentitud de progreso en obediencia, esta verdad deberá alejarnos de la desesperanza.
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