Lo que tu pasado dice de ti hoy
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Christina Fox sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Bryan Mathis
Un día mi hijo estaba cumpliendo con un proyecto de dibujo. Me acerqué para ver cómo iba: “Oye, hijito, no aplanes tanto con el lápiz. Vas a terminar con líneas fantasmas.”
Suspiró él: “Ya lo sé.” Levantando su borrador, restregó con fuerza las rayas, pero de todas maneras permanecieron las líneas. Mi hijo aprendió en la clase de arte que si dibujas con lápiz es importante dibujar con poca fuerza porque si tienes que borrar algo no se te quedan las rayas fantasmas. Pero, si aplanas mucho al dibujar, no importa lo recio que talles para borrar, permanecen unas rayas ligeras mostrando lo que estaba ahí.
Las líneas marcadas en nosotros
Todavía mi vida está llena de líneas fantasmas. La mayor parte de los días, cuando echo un vistazo al cuadro de mi vida, no las noto. Pero a veces, a la fuerza, tengo que acercarme mucho a ese cuadro, como cuando algo me provoca la memoria. Muchos de estos recuerdos, aunque redimidos por la obra de Cristo en mi vida, manifiestan rayas fantasmas en el cuadro de mi vida. De hecho, entre más me acerco, mas líneas veo.
Las veces que los amigos me rechazaron.
Las pérdidas que he sufrido.
Los pecados que he cometido.
Las personas que yo he lastimado y las que me han lastimado a mí.
Sueños que se han arruinado y caminos equivocados que he tomado.
No soy la única. Todos tenemos rayas fantasmas en nuestros cuadros. Cosas del pasado que hicimos, cosas que nos hicieron, dificultades que pasamos – todas grabadas en nuestras mentes. El tiempo sigue andando y las rayas se van desvaneciendo, pero de todas maneras están ahí. Es posible que haya redención, perdón, salvación, sanidad y vida nueva, pero siguen las pruebas de lo que era antes. Para todos los que tienen estas rayas bien marcadas en la tela de nuestra historia, es una lucha constante tener gozo en el momento presente porque todavía sentimos el dolor del pasado.
¿Cómo viviremos con semejantes rayas? ¿Cómo podemos ver la belleza del cuadro que Dios está pintando sin distraernos con estas líneas fantasmas tan notorias?
Una vida con anhelos dolorosos
Nuestras vidas son parte de lo que es vivir entre el “ya” y el “todavía no” de la historia de la redención de nuestro Dios. Ya hemos sido liberados del poder del pecado pero el pecado todavía está presente. Ya somos ciudadanos del cielo pero todavía vivimos en un mundo manchado del pecado. La guerra ya se ganó pero todavía tenemos batallas por delante. Hemos perdonado a los que nos han hecho mal pero los recuerdos dolorosos que no queremos siguen todavía. Por eso clamamos: “¿Hasta cuándo, oh soberano Señor” y “¡Maranata, ven pronto!” Aun los mártires en el cielo preguntan hasta cuando se vengará de su sangre (Apocalipsis 6:10). La tierra misma gime esperando que por fin se complete el día la redención y restauración.
Ahora que espero y vivo con mis propias rayas fantasmas, tomo mucha esperanza en recordar que mi Salvador tiene sus propias líneas que marcan sus manos, pies y costado donde llevó el castigo de nuestros pecados, fracasos y remordimientos. Estas marcas están grabadas en su cuerpo resucitado, el cuerpo que llevó al cielo, el cuerpo que veremos al mirarlo a él cara a cara. Él escogió vivir para toda la eternidad con estas cicatrices, estas líneas fantasmas de su amor, misericordia y gracia.
Las buenas nuevas en las líneas fantasmas
Las rayas fantasmas cuentan historias. Una de las historias importantes es que las cosas en mi vida han cambiado. Las sombras de las líneas de mi pasado me recuerdan de la distancia que el Señor me ha traído. El hecho de que ahora son solamente sombras me enseña que Dios está en el proceso de redimir todas las cosas, aun las más difíciles y las más dolorosas. También me recuerdan que él ha estado conmigo todo el tiempo. Son marcas de su gloria y gracia, trazadas para recordarme como me cargó, me salvó y me perdonó. Como Pablo, puedo recordar las historias que cuentan estas líneas y ver como el Señor ha sido mi fortaleza en la debilidad. Puedo mostrar mi cuadro a los demás, señalándoles las rayas y puedo gloriarme en lo que Dios ha hecho.
Además, mis líneas fantasmas me manifiestan que Dios es artista, involucrado íntimamente en la obra maestra de mi vida, creando maravillas, a pesar de mis garabatos infantiles. Al ver como esa obra va agarrando forma a lo largo de los años, veo una transformación que se está llevando a cabo. Me aferro a la promesa de Filipenses: Estoy “convencido de esto: que el que en ustedes comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.” (Filipenses 1:6). En el día de Jesucristo, vamos a estar entre las galerías del cielo y vamos a ver toda la obra culminada de Dios. ¡Qué emocionante! Los cuadros ya se habrán terminado. Van a ser perfectos, ya limpios de pecado y vergüenza, y celebraremos para siempre la obra del Maestro Artista.
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