Cuando Dios dice que esperes
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jonathan Parnell sobre Fe
Traducción por Laura Coloma
La vida de fe incluye el milagro de ver por encima de nuestras circunstancias. Significa que nos aferramos a lo invisible que ha sido prometido, de forma que orientamos nuestras vidas en el momento actual a lo que está por venir.
El Salmo 37 nos exhorta a este tipo de vida, y, de hecho, nos muestra como es. David comienza el salmo con la esperanza de tiempos finales:
No te irrites a causa de los malhechores; no tengas envidia de los que practican la iniquidad. Porque como la hierba pronto se secarán, y se marchitarán como la hierba verde (Salmo 37:1-2, LBLA).
Él dice que los perversos serán cortados el día de la venida del juicio de Dios, y por lo tanto, no necesitamos preocuparnos por ellos ahora. Un día, un nuevo mundo amanecerá y la justicia de Dios se manifestará completamente – quienes no lo conocen serán castigados y quienes confían en Él serán salvados (2 Tesalonicenses 1:6-10).
Expresado de forma simple, David nos señaló a lo que será como la base de nuestra forma de actuar en el presente. Esta fórmula directa nos brinda una vista aérea de lo que sucede en este “salmo de sabiduría”. Él continúa el contraste común entre lo perverso y lo justo y nos dice que, a la luz de nuestro futuro, sigamos esperando. Aférrense. Manténganse ahí.
Este es el salmo, y en muchos aspectos, es la vida cristiana.
Simplemente aférrense
Lejos de un floreciente triunfo, o de una historia de éxito fácil, o de lo mejor de nosotros en este momento, los salmos nos enseñan a sobrevivir. Nos enseñan a vivir con esperanza cuando lo que nos rodea se parece más a Babilonia que a la nueva Jerusalén. Porque, para ser sincero, este lugar no es la nueva Jerusalén.
No podemos evitar preguntarnos si la razón por la cual los salmos en ocasiones nos parecen extraños – todas esas quejas sobre los malhechores y las conspiraciones de los perversos- es porque nos hemos vuelto muy cómodos con la corrupción de Babilonia. ¿Hemos confundido la prosperidad de los Estados Unidos como la norma de la existencia cristiana actual? ¿Hemos dejado que todo lo bueno que nos da el mundo nos impida ver las cosas importantes que no nos puede dar?
Tal vez. Pero los salmos no nos dejarán tranquilos. No lo harán, especialmente el salmo 37.
Una vez más David nos enseña la vida de fe. Pero no es la de estilo perfecto en el estudio, donde todo está bien y los niños no gritan. Es la vida en la conmoción, el caos, el bullicio, el ajetreo de la selva de este llamado mundo manchado de pecado, donde los automóviles se descomponen, a los padres buenos les da cáncer y siete de nuestros hermanos egipcios aparecen acribillados en Bengasi.
Manténganse ahí, nos dice. Simplemente esperen.
Una espera activa
Pero, ¿qué significa esperar así? Bueno, David nos lo muestra, y tal vez nos tome por sorpresa. Podemos estar acostumbrados a pensar que esperar significa refugiarnos, que mantenerse ahí significa esconderse. Pero eso no es lo que él dice.
En los versículos 3-7, repitiendo una construcción similar, nos exhorta:
Confía en el Señor . . .
Pon tu delicia en el Señor . . .
Encomienda al Señor tu camino. . .
Confía callado en el Señor
Este es el carácter de nuestra espera – de la vida de fe. Es totalmente activa. Estamos llamados a confiar en Dios. A confiar en Él realmente. No solamente en la periferia, o en los libros, o únicamente en teoría. Sino a confiar en Él aquí. Debemos confiar en Él y hacer el bien, lo cual implica que nuestra fe se sube las mangas y cava en esta tierra sucia. Confiamos en Dios mientras la suciedad del mundo de Adán queda enterrada bajo nuestras uñas.
Lo que decimos
Y está lleno de gozo. Esto puede ser lo más confuso para los sentimientos de nuestra antigua naturaleza. Cuando las cosas van mal, cuando los perversos sacan sus espadas y tensan sus arcos, gozamos porque es un gozo en Dios, no en nuestras circunstancias, no en la bondad o la maldad de los detalles que nos rodean. Esto es abrumadoramente un deleite por fe, cuando miramos a través del dolor y sujetamos la gloria firme de un Salvador que nunca nos dejará o nos abandonará, uno que sabe lo que significa sufrir, que caminó el camino del más grande sufrimiento para darnos la bienvenida a su presencia donde hay abundancia de gozo y placeres para siempre.
Y así, confiando en Él y haciendo el bien, deleitándonos en Él y deseando cosas de acuerdo a su voluntad, encomendamos nuestro camino a Él. Sabemos que los caballos se alistan para la batalla, pero la victoria es siempre suya. Sabemos que a menos que Él vigile, el vigilante se desvela en vano. Este es el humilde freno a creer que somos los que estamos a cargo de la situación. Es el rechazo con la cabeza inclinada y el alma postrada a tomar las riendas de la situación. Hemos confiado, hemos actuado, hemos gozado, y ahora decimos, “Que el Señor haga lo que le parezca bien” (2 Samuel 10:12).
Y luego seguimos ante Él. Estamos esperando, después de todo. Esperando. Manteniéndonos ahí. Orientando nuestras vidas en este momento a lo que está por venir.
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