Sorprendido por la dicha: La vida de C.S. Lewis

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English: Surprised by Joy: The Life of C.S. Lewis

© Ligonier Ministries

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Por Sinclair Ferguson sobre Biografía Cristiana
Una parte de la serie Tabletalk

Traducción por Pilar Peña


El 22 de noviembre de 1963, fecha del asesinato del presidente Kennedy, también supuso el día del fallecimiento de C.S. Lewis. Siete años antes había descrito la muerte como: “El plazo se ha terminado: las vacaciones han comenzado. El sueño se ha terminado: esta es la mañana”. La metáfora inherente a estas palabras resulta asombrosa. Procede del mundo de los estudiantes y alumnos, pero sólo un profesor lo utilizaría como una metáfora de la muerte. Las palabras (de La Última Batalla) bajan el telón o mejor dicho, cierran la puerta del armario de las Crónicas de Narnia Lewisianas. Pero también abren una ventana a quien C.S. Lewis era en realidad.


El estudiante
Clive Staples Lewis(“Jack” para los amigos) nació el 29 de noviembre de 1898 en Belfast, Irlanda del Norte, el segundo hijo de Albert Lewis, un abogado prometedor y su esposa, Florence (“Flora”), hija de un pastor anglicano y una de las primeras mujeres licenciadas (en Matemáticas y Lógica) en la actual Universidad de Queen, Belfast. Probablemente fue la más inteligente de ambos, aunque “Jack” no heredó su talento matemático. De no haber renunciado al servicio militar por un exámen de matemáticas para entrar a la Universidad de Oxford, su vida podría haber sido bien distinta.
Flora falleció de cáncer abdominal en 1908. Lewis fue huérfano de madre. Enviado a un internado, sus años de adolescencia por lo general fueron tristes. Después tuvo como tutor particular al antiguo director de su padre, el extraordinario W.T. Kirkpatrick (conocido como “Jack” y su hermano Warren como “El Gran Golpe”). Kirkpatrick había renunciado previamente a sus aspiraciones al sacerdocio presbiteriano y en ese entonces se trataba de un ateo confeso (aun así, ¡con una ética de trabajo claramente presbiteriana!). Su influencia fue (lamentablemente) religiosa e intelectualmente considerable. Lewis habría completado probablemente la lectura requerida para el título de su licenciatura de Oxford incluso antes de entrar en la Universidad, en Oxford. Aprobó fácilmente sus estudios de clásicas con “calificaciones altas”, luego de filosofía e historia y posteriormente, de literatura y algún tiempo después se convirtió en miembro docente de la Universidad de la Magdalena, en Oxford.


El “Mero” cristiano
Lewis narra la historia compleja de su peregrinaje a la fe cristiana en géneros que abarcan desde la filosófica Regresión del Peregrino (1993) hasta el autobiográfico Sorprendido por la Dicha (1955). Indudablemente, los elementos se reflejan también en sus obras de imaginación: su “ciencia-ficción”, sus libros de niños y en El Gran Divorcio (1945).
Absorto en la literatura clásica, medieval y moderna, Lewis se encontraba enfrentado inevitablemente con el cristianismo. Le ayudaron otros varios eruditos como Neville Coghill (1899-1980, un experto Chauceriano), J.R.R. Tolkien (1892–1973, ya profesor de Saxon-Anglo en Oxford), y Hugo Dyson (1896–1975), y le influyeron escritores como G.K. Chesterton y George MacDonald (a quien empezó a leer desde su adolescencia); todos los cuales hicieron una profesión cristiana.


Lewis se acercó primero al teísmo y un tiempo después a la fe cristiana. A partir de entonces su pensamiento expresaba a menudo el tema común de que la historia cristiana se trataba del relato supremo en el que los deseos y los modelos de salvación de los grandes cuentos y mitos se realizaron históricamente. Por tanto, la necesidad de una figura divina que muriera y surgiera se haría eco en la literatura tan distinta como, por un lado, los mitos antiguos y por otro, Las Crónicas de Narnia.
De una manera (probablemente de manera inconsciente), Las Crónicas de Narnia cuentan en forma de historia lo que Anselmo de Canterbury (1033-1109) había hecho en forma de diálogo en su Cur Deus Homo (Porqué Dios se convirtió en hombre). Usando lo que denominaba como el principio del “Cristo remoto” (es decir, sin una referencia concreta de la revelación de Cristo en las Escrituras), había intentado mostrar cómo es necesario el evangelio para nuestra salvación.


Académico y Autor
Lewis fue una persona académica. Cursar estudios en Oxford era y aún sigue siendo una de las educaciones más rigurosas y privilegiadas del mundo. Mientras que se impartían las clases, al estudiante lo supervisaba un tutor que se trataba de un estudiante distinguido por derecho propio. Por lo que Lewis escuchó durante muchos años a los alumnos que venían diaria o quincenalmente a “leerle” sus trabajos. A muchos les encantaba, aunque no a todos: John Betjeman (1906–1984), posteriormente premiado como poeta británico, no era muy entusiasta de Lewis. (Tampoco consiguió licenciarse). Lewis, no obstante, lo consideró un proceso. Una designación a una cátedra (un nombramiento de alta distinción en el sistema de Oxford) hubiera multiplicado su salario y facilitado la carga de su trabajo tutorial. Pero la probabilidad de que esto sucediera era inversamente proporcional al aumento de su reputación como escritor popular del Cristiano (el adjetivo “popular” denota tanta condenación como “cristiano”).


Aun así en cualquier caso, Lewis fue un alumno destacado. Sus trabajos académicos más conocidos incluyen un estudio de la Literatura de la Edad Media, La Alegoría del Amor (1936) y su brillante monografía sobre el poema épico de John Milton: Un Prefacio del Paraíso Perdido (1942). La eminencia de sus estudios le condujo a la invitación de escribir un volumen sobre La Literatura Inglesa del Siglo XVI (1954) en las series prestigiosas de la Historia de Oxford sobre la Literatura Inglesa. En el momento de su publicación, el rival académico de Oxford ya le había reclamado y en 1954 se convirtió en profesor de Literatura Medieval y Renacentista en Cambridge, renunciando poco antes de su fallecimiento.


Compañeros en el Camino
Cualquier explicación de la vida de Lewis resultaría incompleta sin la referencia de un número de influencias incluyendo (especialmente) a dos mujeres.
La principal influencia en la manera que Lewis “practicaba” la teología cristiana fue George MacDonald (1824-1905). En 1946 publicó una antología de las obras de Mac Donald, cabe resaltar que casi nunca había escrito sobre la fe cristiana sin reflejar su influencia: “No conozco a ningún otro escritor que parezca más y cada vez más cerca del mismo Espíritu de Cristo”. Ciertamente cualquiera que haya leído las fantasías de MacDonald tales como Phantastes y Lilith se daría cuenta enseguida que la fuente de muchas ideas podrían proceder únicamente de Lewis. MacDonald, cabe destacar, tuvo una gran influencia del mundo del Romanticismo lo que impactó su visión del Evangelio. Lewis utilizó por otro lado su talento imaginativo en la causa de un cristianismo más ortodoxo, o consecuentemente evangélico, Cristiano.


El nombre de Lewis resultaba casi sinónimo del grupo de alumnos y otras personas que se reunían regularmente en Oxford en una hermandad literaria informal llamada (brillantemente) “Los Presentimientos”. Aquí compartirían unos a otros el trabajo. Es sorprendente que este grupo pequeño incluyeran a los autores de Las Crónicas de Narnia y El Señor de los Anillos.


Las dos mujeres cuyas vidas se entrecruzaron con la de Lewis eran bastante diferentes. La primera fue Jane Moore, la madre de “Paddy” Moore, un cadete joven con el que Lewis se había formado en el ejército. Aparentemente ellos prometieron que cuidar a los padres de ambos en caso del fallecimiento de alguno de los dos. Moore fue asesinado.
La relación entre Lewis y la Sra. Moore (que continuó hasta su muerte en 1951) constituye uno de los elementos más enigmáticos de la saga de Lewis. Se ha dicho mucho sobre esto por parte de alumnos críticos y no tan críticos. ¿Fue Jane Moore una madre suplente, alguna vez amante, o quizás ambas? Sea cual sea la verdad, siguiendo su transformación, Lewis se sintió obligado a darle su apoyo durante el resto de sus días y lo realizó con un sentido extraordinario del deber y con resolución.
En enero de 1950, Joy Davidman Gresham, una escritora Americana comenzó a escribirse correspondencia con Lewis. Separada (posteriormente divorciada) de su marido, visitó Inglaterra con sus dos hijos en 1952. Lewis disfrutó el reto de su compañía y en 1956 contrajo oficialmente matrimonio con ella, permitiendo por tanto la permanencia de los Greshams en Inglaterra. Con el tiempo la relación se transformó en amor (lo que puede que Lewis no hubiera reconocido claramente). Joy falleció de cáncer en 1960 lo que condujo a la publicación de Lewis (originariamente con el pseudónimo de N.W. Clark) Un dolor observado (1961). Tres años después de salud desequilibrada, Lewis falleció el 22 de noviembre de 1963.


El corpus de los escritos de Lewis se ha convertido por supuesto en una industria menor por sí mismo. Sus libros han vendido alrededor de 200 millones de copias. En particular, El Problema del Dolor (1940), Las Cartas de Screwtape (1942), El Mero Cristianismo (1952, que se basa en entrevistas de radio entre 1941-1944) y Los Cuatro Amores (1960) se han leído mucho así como algunos de sus sermones, destacadamente “El Peso de la Gloria”. Quizás más que cualquier otro autor del siglo XX, C.S. Lewis ha jugado un papel en el entendimiento de las personas sobre la fe cristiana semejante a la que solían jugar los cánticos. Su fuerza estriba en el uso de su imaginación más que en su pericia exegeta o teóloga. De modo interesante, él mismo encontraba tedioso formarse como el gran apologista popular de la fe cristiana.
El autor Cristiano más leído de su tiempo, no sólo dejó atrás sus obras académicas y populares, sino también una colección considerable de correspondencia y trabajos que ha garantizado la continuación de su industria hasta hoy día. Su impacto resulta esclarecedor ya que mientras que “las vacaciones” empezaron para él, una plétora extensa de artículos, investigaciones de estos, libros, colegios, periódicos, clubs de fans, documentales y guiones (sin mencionar las películas) han ocupado ahora un periodo de más de cuarenta años.


 


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