El deleite en Dios fomenta las buenas obras

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Por David Mathis sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Carolina G. Olivero

Prepárense para toda obra de bien

Mis ojos habían recorrido las palabras en Tito 3:1 una docena de veces, pero nunca habían capturado mi atención de esa manera. Ya no eran simplemente palabras en una página, ni una cadena de sentimientos filantrópicos. El mandamiento me traspasó. Estén preparados para toda buena obra. Mi corazón se ensanchó. Quería ser así. Quiero ser así. Quiero estar preparado para hacer el bien para otros.

Hacer el bien a otros no es la guinda del pastel del cristianismo; es un ingrediente esencial; y del mismo modo, hacer el bien para otros de forma genuina no es algo que ocurre solo por la fuerza humana. La simple fuerza de voluntad nunca será la respuesta.

¿Cómo podemos entonces “prepararnos para toda obra de bien”?

Lo opuesto de preparado

Primero, en el contexto inmediato, miremos el tipo de cosas que acompañan dicha disposición:

Recuérdales que estén sujetos a los gobernantes, a las autoridades; que sean obedientes, que estén preparados para toda buena obra; que no injurien a nadie, que no sean contenciosos, sino amables, mostrando toda consideración para con todos los hombres. (Tito 3:1–2, LBLA)

Estos seis encargos que acompañan a nuestro texto son coherentes con un cierto tipo de vida. Lo resumiríamos como humildad.

Estar “preparado para toda buena obra” tiene relación con la justa sumisión y obediencia, con el discurso amable y cortés, y con la pacificación y la gentileza. Dicho de manera negativa, el orgullo, la rebelión, la calumnia, la agresividad y la aspereza no acompañan el hacer un bien real a otros.

El modo de orientarnos en el mundo que nos rodea tiene un papel que desempeñar en nuestra voluntad de hacer el bien a otros. No es irrelevante la perspectiva que tenemos de la sociedad, e incluso de la política. No se conoce al “pesimista empedernido” por su amor; y cuando esperamos lo peor, buscamos pelea, y no nos importa en absoluto a quien ofendemos, no somos ese tipo de personas que están preparadas para hacer el bien a otros.

Renunciar a pasiones pecaminosas

A continuación, demos un paso atrás para ver la carta de Pablo a Tito. No existe otro libro en la Biblia que concentre tanto su atención en el tema de las buenas obras. Pablo menciona la frase “buenas obras” de manera explícita seis veces en estos tres breves capítulos.

Tito 2 manifiesta que no estaremos preparados para hacer bien a otros sino renunciamos a las pasiones pecaminosas. La santidad personal es importante en la búsqueda del amor. Los tipos de personas que luchan contra su pecado son los que estarán preparados para ayudar a otros de forma genuina. Aquellos a los que la gracia de Dios ha enseñado a que “negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente” son “un pueblo para posesion suya, celoso de buenas obras”. (Tito 2:11–14).

Dejar espacio al Espíritu

Tito también tiene algo para decir acerca de “aprender” a hacer bien a otros. Hay un proceso que consta de pasos prácticos a adoptar con anticipación para dejar espacio a la guía del Espíritu. Eso incluye dejar suficiente margen en nuestras agendas para poder satisfacer necesidades inesperadas o llevar dinero para dar en el momento a una persona necesitada, o apartar fondos de nuestro presupuesto mensual para el ministerio personal

“Y que nuestro pueblo aprenda a ocuparse en buenas obras, atendiendo a las necesidades apremiantes, para que no estén sin fruto” (Tito 3:14). Estar preparado para hacer el bien no es algo que surge necesariamente de forma natural. Es algo que aprendemos. Aprendemos a dedicarnos a hacer bien a otros.

Profundizar con Dios

Cuando le preguntamos a esta carta cómo podemos “estar preparados para toda buena obra”, la respuesta que obtenemos es muy clara. Simplemente, deleitémonos en el Señor. La sana doctrina cristiana y su conocimiento sobre Dios y su mundo no son simplemente un montón de libros y salones de clase y estudio, sino la máquina para hacer el bien en el mundo todos los días. La capacidad para hacer verdadero bien viene de conocer y disfrutar a Dios.

Pablo le dice a Tito,

Repréndelos severamente para que sean sanos en la fe, no prestando atención a mitos judaicos y a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad. . . . Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y desobedientes e inútiles para cualquier obra buena. (Tito 1:13–16)

Son “inútiles para cualquier obra buena”, no están preparados para “toda obra buena” o “alguna obra buena”. ¿Por qué? Porque, a pesar de lo que afirman, no conocen a Dios.

En otras palabras, es vital profundizar con Dios para estar preparados para hacer el bien a otros. ¿Y cómo lo hacemos? Por más aburrido y serio que suene para algunos que no entienden o que hacen caricaturas acerca de lo que es la “teología”, así es como profundizamos con Dios, no bajo nuestras condiciones, sino bajo las suyas, bajo su palabra.

Recuerden su propia incredulidad

¿Por qué deberíamos abordar el mundo con la humildad de Tito 3:1–2? Verso 3: “Porque nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros”. Sabemos lo que es ser incrédulos y estar estancados en la incredulidad, separados de Dios; pero no nos salvamos a nosotros mismos; no hicimos nada para ganarnos su misericordia, Él nos salvó con su propia iniciativa.

Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la humanidad, Él nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo, que Él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna. (Tito 3:4–7)

La teología o doctrina de los versículos 4–7 es lo que hay oculto en una vida preparada para toda buena obra.

Alimentar el fuego de la fe

Por último, Pablo continúa con un mandamiento más:

En cuanto a estas cosas quiero que hables con firmeza, para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles para los hombres. (Tito 3:8)

“Estas cosas” son las verdades teológicas gloriosas que acaba de celebrar en los versículos 4–7.

Lo que los Cristianos creen es “bueno y útil para los hombres”, no solo lo es para nosotros, sino para el mundo. Cuando profundizamos de verdad en Dios, nos convertimos en personas preparadas para entregarse a las buenas obras.

En otras palabras, conocer a Dios, y alimentar el motor que nos mueve a deleitarnos en Él y en sus promesas todos los días, no está reñido con el estar preparado para ayudar a otros. En realidad es algo esencial. El conocimiento verdadero sobre Dios en la sana doctrina, nunca nos impide o nos distrae del objetivo de hacer el bien verdadero en el mundo para satisfacer las necesidades de otros. Ambas cosas van siempre juntas.

Disfrutar a Dios bajo sus condiciones, a través de su palabra, es el combustible para los actos de amor y las buenas obras. La profundidad verdadera en Él florecerá a través de nosotros para satisfacer las necesidades de otros; y la flor de las verdaderas acciones buenas hacia otros crece en el tallo de una relación viva con Dios a través de la palabra.

Profundizar en la verdad cristiana, si se hace bien, para conocer y disfrutar a Dios, no nos impedirá que hagamos el bien, sino que será lo que mejor nos prepare para hacer el bien.


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