Arrepentimiento Bíblico/La conexión del arrepentimiento con la fe

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English: Biblical Repentance/The Connection of Repentance and Faith

© Chapel Library

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Por L.R. Shelton Jr. sobre Arrepentimiento
Capítulo 3 del Libro Arrepentimiento Bíblico

Traducción por Chapel Library


En la Palabra de Dios, el arrepentimiento y la fe se hallan conectados inseparablemente, y deben ser predicados juntos. La Palabra de Dios enseña claramente que Dios ordena a“todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hech. 17:30). Además, la Biblia enseña claramente que el arrepentimiento es tan necesario como la fe en el Señor Jesucristo. Pablo les dijo a sus oyentes en Hechos 20:20, 21:

“y como nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”.

Por lo tanto, el arrepentimiento y la fe son ordenados por Dios en el llamado del evangelio. No separemos lo que Dios ha juntado (Mat. 21:32; Mar. 1:15; Hech. 2:36; 5:31; 20:21; 2 Tim. 2:25).

Las evidencias de las Escrituras

¡Escucha estos versículos en que estas grandes verdades son presentadas juntas en la Palabra de Dios!

El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle” (Mat. 21:32).

Dios da este testimonio de su ministerio:

“Testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hech. 20:21).

La epístola a los Hebreos dice:

“Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios” (Heb. 6:1).

Y uno de los últimos mandatos de nuestro Señor a sus discípulos antes de ascender al cielo se encuentra en Lucas 24:46-48:

“Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando de Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas”.

La Biblia nos da ilustraciones de los que se acercaron a Cristo con arrepentimiento y fe; éstos acudieron a él para que los perdonara de sus pecados. El ladrón en la cruz se arrepintió y creyó Luc. 23:39ss), el hijo pródigo se arrepintió y creyó (Luc. 15:11ss), y por lo tanto pedimos a los hombres hoy que se arrepientan y crean.

El arrepentimiento y el perdón del pecado deben ser predicados juntos

A través de los siglos ha existido un debate entre los hijos del Señor en cuanto a cuál viene primero: el arrepentimiento o la fe. Ambos lados tienen sus defensores entre cristianos creyentes de la Biblia. Pero la regeneración es un milagro que no puede ser examinada bajo un microscopio. Aunque el milagro del nuevo nacimiento siempre se manifiesta en la vida de Dios en el alma del hombre, hemos de cuidarnos de poner un orden demasiado estricto en la manera cómo Dios obra ese milagro en la vida del pecador. Dado que tanto el arrepentimiento como la fe surgen de la regeneración, ambos se manifestarán claramente en los hijos del Señor. Ninguna pecador cree en Cristo para salvación a menos que haya cambiado de parecer en cuanto al pecado, Dios y Cristo. Tampoco ningún pecador se arrepiente auténticamente a menos que crea la Palabra de Dios en cuanto a su condición perdida y el poder salvador de Jesucristo. Enfatizar demasiado la fe o el arrepentimiento puede dar como resultado por lo menos cuatro errores: 1) Enfatizar demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dejar al pecador con la impresión que debe sentir un cierto dolor o derramar cierta cantidad de lágrimas antes de poder creer en Cristo. 2) Enfatizar demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dar al pecador la idea de que tiene que dejar todo pecar antes de poder creer en Cristo. 3) Enfatizar demasiado la fe sin arrepentimiento puede dejar al pecador con la impresión que puede “creer en Jesús” sin tener que preocuparse por una vida cambiada. El evangelio llama a pecadores a acudir a Jesús como un Salvador del pecado. Jesús no vino para asegurar al pecador de que irá al Cielo aunque siga en una vida pecaminosa y egoísta; en cambio, Jesús vino para llamar “a pecadores al arrepentimiento” (Mat. 9:13; Mar. 2:17; Luc. 5:32). El pecador nunca se apresurará para acudir a Jesús como Salvador del pecado a menos que vea al pecado como una maldad que ofende a Dios y lo condena con justicia ante él. Su nombre es “JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21). 4) Enfatizar demasiado ya sea el arrepentimiento o la fe puede llevar a un concepto erróneo en cuanto al fundamento correcto para la justificación. El arrepentimiento aparta la vista del pecado y el yo a la vez que la fe recibe la justicia perfecta de Jesús. Ni el arrepentimiento ni la fe ameritan justificación.

Nuestro Señor les dijo a sus discípulos, así como a nosotros también, que siguieran su ejemplo en la predicación del arrepentimiento y la remisión de pecados por medio de la fe en Cristo porque esto muestra realmente su ministerio mientras estaba en la tierra. Su primer mensaje según lo registra Marcos 1:15 fue “el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Y sus últimas palabras a sus discípulos y a nosotros fueron que el arrepentimiento y la remisión de pecados por medio de la fe en Cristo debían ser predicado en su nombre entre todas las naciones comenzando en Jerusalén (Luc. 24:46-48). Pero parece que muchos en la actualidad tienen miedo de predicar el arrepentimiento. Nuestro Señor no tenía miedo de llamar a los hombres a arrepentirse, y nos ha comisionado a nosotros para que hagamos lo mismo. Entonces anhelamos proclamar a todos los hombres que deben arrepentirse y creer en el nombre de Cristo para la remisión de sus pecados.

“Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Luc. 24:47). Éstas son palabras llenas de significado que necesitan ser proclamadas hoy tal como en aquel entonces. Hay una verdadera remisión de los pecados por medio de la fe en Cristo para los que se consideran a sí mismos pecadores. El pecador impío –perdido, sin Dios y sin esperanza, lleno de pecado, lleno de perversidad-- debe acudir a Cristo, renunciando a las armas de rebelión y enarbolando la bandera blanca de rendición. A él Dios le brinda la remisión de los pecados. Lo invita a venir, como al hijo pródigo, de regreso a su hogar.


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