El muro entre tú y la voluntad de Dios
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Marshall Segal sobre Conociendo la Voluntad de Dios
Traducción por Javier Matus
El apóstol Pablo dice de Dios: “¡Cuán insondables son Sus juicios, e inescrutables Sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor?”. Un par de versículos más adelante, él dice: “Comprobéis cuál sea la voluntad de Dios”. Él dice: Es imposible comprender o entender la mente de Dios. Luego dice: Y la aprenderás.
Ya sabemos, de otras partes de las Escrituras, las dimensiones más grandes y más amplias de la voluntad de Dios para nosotros —lo que Él ha revelado en Su Palabra. Pablo dice: “La voluntad de Dios es vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:3). Su voluntad es que te vuelvas más y más como Cristo. Y luego en el siguiente capítulo: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:16-18). La voluntad de Dios es que te regocijes siempre, no de vez en cuando, y orar persistentemente por todo, y dar gracias en medio de cualquier cosa, sin importar lo difícil que sea.
El apóstol Pedro también dice: “Esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos” (1 Pedro 2:15). La voluntad de Dios para ti es hacer la clase de bien, con Su ayuda y fuerza, que el mundo no puede negar o avergonzar.
Sabemos más de la voluntad de Dios de lo que a menudo nos damos cuenta, pero hay mucho más —infinitamente más— que aún no conocemos (Su “voluntad secreta”), y algunas cosas que quizás nunca comprendamos por completo. Incluso el cielo no se sentirá como el final de nuestro viaje hacia Su voluntad; se sentirá como el comienzo sin pecado y liberado de una exploración sin fin en Su mente y corazón.
Entonces, ¿qué hacemos con lo que no sabemos ahora?
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¿Quién entendió?
El mismo Pablo luchó para encontrar la voluntad de Dios. Él dijo: “[Estoy] rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros” (Romanos 1:10). No sé cuál es el secreto de Dios para mí en esta situación, pero ruego que me envíe a ustedes. Y luego dice: “[Oren por mí] para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea recreado juntamente con vosotros” (Romanos 15:32). Quiero el gozo y el refrigerio, pero aún no sé cuál es la voluntad de Dios.
¿Qué esperas que sea la voluntad de Dios para ti? ¿Qué planeas o quieres hacer, si Él quiere?
Sabiendo cómo se siente ese tipo de preguntas, Pablo dice:
- ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son Sus juicios, e inescrutables Sus caminos! “Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue Su consejero? ¿O quién Le dio a Él primero, para que le fuese recompensado?” Porque de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén. (Romanos 11:33-36)
En Romanos 9-11, Pablo ha escalado los acantilados más empinados de la soberana y misteriosa voluntad de Dios, específicamente en el elegir. Y mientras mira hacia arriba, y ve otra cresta que se extiende hacia las nubes, dice —no, él canta— sobre todo lo que ve (y aún no ve): ¡Insondable! ¡Inescrutable! ¡Supremo! “¡Para Él sea la gloria para siempre!”
Comprueba la voluntad de Dios
En los siguientes versículos, dice:
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12:1-2)
Cuando Pablo nos llama a vivir como sacrificios, y al hacerlo para comenzar a discernir la voluntad oculta de Dios, él está construyendo una casa de adoración en las montañas de la gloria de Dios en Romanos 9-11.
Los juicios de Dios son insondables. Sus caminos son inescrutables. Su mente es incognoscible. Así que, vive como sacrificios de alabanza sondables, accesibles y pequeños (Romanos 12:1). Rebájate como Su siervo para levantarlo como tu Tesoro. Y a medida que lo haces, Dios te subirá más en la montaña. Buscarás lo insondable, entenderás lo inescrutable, conocerás lo incognoscible. Comenzarás a “comprobar cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
Pablo va tan profundo y tan alto posible en los misterios de Dios para ayudarnos a confiar en Dios en las cosas que aún no conocemos —y habrá mucho que nunca conoceremos y comprenderemos plenamente en esta vida. Pero habiendo verse imposible la misión de conocer los caminos y voluntad de Dios, él nos invita a emprender la misión, a hacer lo imposible.
Mientras vivas por el bien de la gloria de Dios, comenzarás a ver más de Su voluntad para tu vida.
Transforma tu mente
¿Pablo nos da más pistas de cómo presentarnos como sacrificios vivos a la belleza y el valor de Dios? Él lo hace: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis…” (Romanos 12:2). Nos liberamos de los patrones y las prioridades de este mundo, y lentamente reformamos nuestras mentes, transformando cómo pensamos, qué queremos y cómo vivimos.
¿Cómo nos transformamos? “Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18). ¿Y cómo contemplamos la gloria del Señor? Escuchamos la voz de Dios (en Su Palabra) cuando nos revela la manera en que las cosas realmente son. Escudriñamos las Escrituras, porque todas ellas dan testimonio de la gloria de Cristo (Juan 5:39).
Podremos comprender y explorar más de la mente infinita de Dios mientras más nos sumerjamos en Su Palabra, y mientras más nos parezcamos a Él, por el poder de Su Espíritu, en nuestras vidas.
Derriba el muro
Tal vez el mayor obstáculo para comprender más acerca de la voluntad de Dios para nosotros es nuestra propia infatuación e incluso obsesión por nosotros —con nosotros mismos. En el siguiente versículo, justo después de decir: “…para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” —dice Pablo— “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3). ¿Cuál es el muro entre nosotros y la voluntad de Dios? Nosotros. Nuestro orgullo. Nuestro pensar en nosotros mismos más de lo que deberíamos.
Si quisiéramos mantenernos conformados con este mundo, entonces veríamos y evaluaríamos todo, incluido Dios Mismo, a través de nosotros mismos —basándonos en cómo él (o ella o eso) nos beneficia, afirma y destaca. Pero si queremos resistirnos ser conformados a este mundo y renovar nuestras mentes, adaptando nuestras voluntades a la voluntad de Dios, no pensaremos tan altivamente de nosotros mismos. Comenzaremos a ver cuán pequeños somos, y nos esforzaremos por hacer que nuestra pequeña, defectuosa y olvidable existencia destaque la masiva, impecable y eterna gloria de Dios. Y seremos más felices ante Su gloria de lo que siempre estuvimos persiguiendo por nuestra cuenta.
Si queremos subir las montañas infranqueables de la majestad de Dios y comenzar a discernir Su voluntad, debemos morir a nuestro sentido de nuestra grandeza. Debemos liberarnos de nuestras ilusiones sobre los placeres y la aceptación de nuestro pequeño mundo, y fijar los ojos de nuestros corazones a la grandeza y belleza de nuestro Dios.
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