Fieles son las heridas del amigo
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Christina Fox sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Javier Matus
¿Cuáles son los sellos de una buena amistad? ¿Qué características buscas en un amigo?
A menudo, la amistad inicia cuando dos personas ven que comparten un interés común. Disfrutamos estar cerca de otros quienes les gustan las mismas cosas que a nosotros, ya sea un hobby, una vocación similar, o aun descubrir que ambos somos del mismo pueblito. Otro vínculo importante en una amistad es la lealtad. Todos queremos amigos que se queden a nuestro lado cuando las cosas se pongan difíciles. Queremos amigos que mantengan en secreto nuestros secretos. Y ciertamente queremos amigos que nos alienten, nos animen y nos afirmen.
¿Pero alguna vez buscamos amigos que nos exhorten?
Un buen amigo exhorta
En nuestro mundo son valorados los amigos que nos dicen lo que queremos escuchar. La gente prefiere amigos que los adulen. Quieren amigos que respondan a un problema sobre una decisión difícil en su vida con: “Debes hacer lo que te hace feliz”. La amistad en nuestra cultura a menudo implica un animar mutuo por el pecado.
¿Alguna vez tuviste un amigo que te susurró: “Tienes espinaca atorada en los dientes”? Probablemente sentiste algo de vergüenza cuando te diste cuenta de cuánto tiempo tuviste grumos verdes resaltando en tu boca que el mundo veía cada vez que sonreías. Sin embargo, probablemente también estuviste agradecido con tu amigo por decírtelo.
Un buen amigo cristiano nos señalará cosas espirituales que no podemos ver, como el pecado y la idolatría. Nos indicarán cuando nos hayamos desviado del camino angosto. Nos mostrarán áreas de nuestra vida donde no tenemos el gozo en Dios —disfrutando de la maravilla de lo que Él es y lo que ha hecho. Un amigo cristiano no nos dirá lo que queremos escuchar, sino lo que necesitamos escuchar. “Mejor es reprensión manifiesta que amor oculto. Fieles son las heridas del que ama [amigo]; pero importunos los besos del que aborrece” (Proverbios 27:5-6).
Como C. H. Spurgeon dijo acerca de tales amistades,
- Los verdaderos amigos confían lo suficiente en ti para decirte abiertamente tus fallas. Dame por un amigo el hombre que hablará honestamente de mí ante mis narices; quien no le dirá primero a un vecino, y luego a otro, sino que irá directamente a mi casa, y dirá: “Señor, siento que hay tal y tal en usted, que, como mi hermano, debo hablarle de ello”. Ese hombre es un verdadero amigo; él ha demostrado serlo; porque nunca recibimos elogios por contarle a la gente sus fallas; preferimos arriesgar su aversión; un hombre a veces te lo agradecerá, pero a menudo no le gustarás mucho.
Amistades de exhortación
Una amistad de exhortación no es una relación en la que simplemente nos sentamos y nos acusamos el uno al otro. No es una oportunidad para hacer que la gente se sienta mal. No exhortamos a los demás porque disfrutamos señalar las fallas de los demás. Más bien, nos exhortamos unos a otros porque nos entristece ver a otro creyente caer en el pecado. Como estamos unidos el uno al otro como hermanos en Cristo, le duele al cuerpo de Cristo cuando varias partes se alejan de Dios para hacer lo suyo.
Los esfuerzos que hacemos para exhortarnos mutuamente siempre se hacen por amor y gentileza. “Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene. Como zarcillo de oro y joyel de oro fino es el que reprende al sabio que tiene oído dócil” (Proverbios 25:11-12). Tomamos el tiempo para hablarles con amabilidad, animándolos y tratando de impulsarlos hacia adelante en la fe. Como el apóstol Pablo escribió a los Gálatas, “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1).
Vemos las arenas movedizas en las que se están metiendo y desesperadamente queremos sacarlos antes de que se los trague. Así que predicamos el evangelio a nuestros amigos. Les recordamos del gozo que se encuentra al conocer a Dios y ser conocido por Él, la profunda satisfacción que se experimenta al disfrutar de Aquel quien nos creó. Les recordamos quiénes son en Cristo y qué ha hecho Él por ellos. Les recordamos que fueron comprados por un precio, son nuevas creaciones y Cristo no los desamparará. Los señalamos a la cruz, a la redención, el perdón y el camino del arrepentimiento. Y ofrecemos caminar con ellos en el viaje.
Un oyente sabio
Cuando un amigo nos señala que nuestro cabello está parado en ángulos extraños, o que tenemos una mancha en la camisa, o que tenemos comida en los dientes, podríamos sentirnos avergonzados, pero al final estamos agradecidos. Cuando un amigo nos exhorta amorosamente y señala el pecado en nuestras vidas, no es fácil de escuchar. Al principio, podríamos ofendernos por ello. Pero los sabios escucharán: “El que corrige al escarnecedor, se acarrea afrenta; el que reprende al impío, se atrae mancha. No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; corrige al sabio, y te amará. Da al sabio, y será más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber” (Proverbios 9:7-9).
Cuando un amigo nos exhorta, debemos tomarnos tiempo para considerarlo. Necesitamos orar al respecto y pedirle al Señor que nos ayude a ver lo que nuestro amigo ve. Necesitamos buscar pecado en nuestro corazón y evaluar las maneras en las que buscamos encontrar el gozo y el significado fuera de Dios. Necesitamos aprender de eso y crecer en semejanza a Cristo. Y tenemos que responder a nuestro amigo con gratitud por ser honesto con nosotros.
¿Tienes un amigo exhortador en tu vida? Ora para que el Señor te provea un amigo así. Busca amistades con aquellos que irradian el gozo y el amor de Cristo en sus vidas. Pasa tiempo con aquellos que viven para disfrutar de Dios para la gloria de Dios. Toma el tiempo para desarrollar amistades profundas y de confianza con los demás y busquen mutuamente lo mejor del uno y del otro —incluso exhortar a los demás en la fe.
Como creyentes, todos necesitamos amigos que nos exhorten. Necesitamos escuchar su exhortación y prestar atención a sus advertencias, porque hay más en juego que la vergüenza sobre cómo nos vemos con comida en los dientes. Nuestros amigos nos exhortan porque se preocupan por nuestros corazones.
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