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Por Cameron Cole sobre Sufrimiento

Traducción por Javier Matus


Contenido

Cómo llega la gracia a una tragedia inesperada

Recuerdo la mañana en que mi hijo de tres años inesperadamente murió. Recuerdo palabras y frases que salían de mi boca que nunca pensé que se aplicarían a mí. Recuerdo haber tomado una serie de decisiones para las que nunca podría haber estado preparado.

¿Cuándo será su funeral?
¿Qué funeraria usaremos?
¿Dónde será sepultado?

¿Qué? ¿Realmente estamos hablando de mi hijo? ¿Mi vida? ¿Realmente están saliendo estas palabras de mi boca?

Absolutamente nada te prepara

Vivimos en una cultura de aptitud. Tomamos clases, conseguimos títulos, entrenamos y obtenemos certificados. Hacemos testamentos y compramos seguros. Nos enorgullecemos de nuestra preparación. Prestamos atención al mantra: “Si fracasas en prepararte, prepárate para fracasar”.

Sin embargo, cualquiera que haya experimentado una muerte o tragedia inesperada te dirá que absolutamente nada puede prepararte para los momentos (o temporadas) que siguen. Como resultado, la impotencia y la desorientación llenan tu conciencia.

Por esta razón, la mayoría de nosotros vivimos temerosos de que nuestra peor pesadilla nos tome por sorpresa. ¿Y qué si mi hijo [llena el espacio en blanco]? ¿Qué hay de mi esposo? ¿O mi madre? ¿Qué pasa si mi trabajo desaparece? ¿O qué pasa si nuestro gobierno se derrumba?

En realidad, no es la falta de aptitud o habilidad lo que crea un sentimiento de “desastre anticipatorio”. El temor y la ansiedad rodean la creencia de que nuestros corazones no pueden lidiar con el dolor. Antes de que muriera mi hijo, creía que la tragedia destrozaría mi corazón, torpedearía mi fe y arruinaría mi vida. Seguramente sería condenado a toda una vida de miseria.

Gracia para el próximo paso

Déjame que te cuente con experiencia de primera mano: la gracia de Dios es mayor. La gracia de Dios es mayor que cualquier dolor o tristeza, cualquier tragedia o muerte que el mundo caído pueda lanzarte.

La Biblia no carece de ejemplos de personas que se encuentran en dificultades inesperadas. ¿Estaban los israelitas listos para salir de Egipto? ¿Hubo meses de planificación? ¿Hubo un Plan B cuando llegaron al mar y vieron que el ejército de Faraón se acercaba tras ellos? ¿Había campos de cultivos maduros y corrientes de agua dulce fluyendo en el desierto?

Dios les dio a los israelitas lo que más necesitaban: el siguiente paso. Pero a menudo solo el siguiente paso.

Expectativas en ruinas

¿Los discípulos previeron la muerte espantosa de Cristo y la dispersión de Sus seguidores? ¿Anticiparon sus propios fracasos y cobardía cuando todo se tornó en contra de Jesús? Pedro ciertamente no lo hizo. ¿Se imaginaron la persecución, la resistencia y la violencia que recibirían cuando testificaron de la resurrección de Cristo y establecieron Su iglesia?

Sabemos por los Evangelios que los discípulos fueron ingenuos al dolor que les esperaba. Aguardaban la liberación de los romanos. Esperaban ser miembros de gabinete de alto rango en un reino israelita restaurado. La comodidad y la prosperidad llenaron sus expectativas, no el sufrimiento y la dificultad.

Sin embargo, vemos en los escritos apostólicos que Dios llenó sus corazones con esperanza, paz y gozo. No estaban arruinados; estaban llenos de vida.

Pedro escribe sobre “una esperanza viva” en Cristo (1 Pedro 1:3). Santiago contó sus pruebas como “gozo” (Santiago 1:2). Pablo experimentó una paz que “sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7). Juan proclamó la “vida eterna” que tienen los creyentes, aun en sus pruebas y confusión (1 Juan 5:11-12). Estas fueron personas que se enfrentaron a tragedias que la mayoría de los cristianos occidentales modernos nunca conocerán, y Dios sostuvo e incluso desarrolló sus vidas y almas.

Dios les dio el siguiente paso.

La gracia que más necesitamos

En ese siguiente paso, Él les dio la gracia más urgente que cualquier persona necesita en el dolor y sufrimiento inesperados: Dios les dio a Sí Mismo.

Dios presentó a Sus discípulos al Cristo resucitado en el cuerpo para restaurar su fe y sus almas. La aparición del Señor resucitado fue el punto de giro que transformó su tristeza en gozo.

Entonces Dios derramó Su Espíritu Santo en sus corazones. La misma presencia de Su Persona sostuvo, consoló y redimió a los discípulos y apóstoles en su peor momento. Dios Mismo fue la provisión que los capacitó para sanar y desarrollarse después de un dolor y una tragedia inesperados.

Lo mismo sigue siendo cierto para todos los creyentes. Si te encuentras viviendo con el temor de los “y qué si”, entiende que Dios en la Persona de Jesucristo y Su Espíritu Santo estará contigo en las tinieblas. Tú no serás arruinado.

Y si estás actualmente en tinieblas, Dios tiene maná para ti. Este maná trasciende todas las circunstancias. Tiene el poder de sanar y restaurar tu corazón, incluso cuando todavía se está quebrantando. El mismo Jesús, a través del Espíritu Santo, es la gracia que tu dolor anhela. Dios Se suplirá abundantemente a ti.



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