El Cielo Será Mejor Que Edén
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Nancy Guthrie sobre Cielo & Infierno
Traducción por Javier Matus
Cuando leemos sobre el jardín de Edén en Génesis 1 y 2, no podemos evitar sentirnos atraídos por su belleza y abundancia e inocencia. Debió haber sido maravilloso vivir en un ambiente tan prístino, con todas las necesidades suplidas, experimentar un matrimonio íntimo lleno de deleite mutuo, y tener un sentido de propósito satisfactorio al gobernar juntos sobre la creación de Dios.
De hecho, a menudo escuchamos a las personas hablar sobre el futuro en términos de un regreso o restauración de Edén. Pero hablar de la nueva creación en términos de una restauración de Edén es en realidad una reducción de lo que Dios ha planeado para Su pueblo y para Su mundo. Edén nunca fue la intención de ser el final. Siempre se dirigió a algún lugar —algún lugar aún más glorioso: cielos nuevos y una tierra nueva (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1-2).
En lugar de pensar en Edén en términos de perfección, deberíamos pensar en ello en términos de potencial. Edén estaba intacto, pero también estaba sin terminar; estaba inmaculado, pero también estaba incompleto. Al ser Adán y Eva fructíferos y al multiplicarse, más descendientes a la imagen de Dios vendrían para glorificar a Dios al disfrutarlo para siempre. Mientras trabajaban y mantenían el jardín, los límites de Edén se expandirían, y la gloria de su gobierno real aumentaría.
Tal como Edén todavía no era todo lo que Dios quería que fuera el hogar que Él compartiría con Su pueblo, así Adán y Eva aún no eran todo lo que Dios quería que fuera Su pueblo. No tenían pecado, pero eran vulnerables a la tentación. Estaban vivos, pero eran vulnerables a la muerte. Estaban hechos a la imagen de Dios, y coronados con una medida de Su gloria, pero aún no eran tan gloriosos como Dios quería que fuesen. Si obedecían a Dios con respecto al árbol prohibido, podrían comer del árbol de la vida y entrar a la vida eterna y gloriosa prometida por el árbol de la vida. Pero claro, eso no fue lo que sucedió.
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Un jardín que salió mal
Cuando Satanás se deslizó dentro de Edén en forma de serpiente, Adán no aplastó su cabeza en ese momento, sino que lo escuchó y lo obedeció. Entonces, en vez de extender los límites de Edén, Adán y Eva fueron expulsados de él. En vez de compartir más plenamente la gloria de la imagen de Dios, la imagen de Dios en ellos se estropeó. En vez de entrar en el dia del descanso, se sumergieron en la intranquilidad del desierto de este mundo.
Pero el plan de Dios para Su pueblo y el lugar que intenta compartir con ellos no podría ser obstaculizado por el pecado humano. El plan de Dios para Su creación fue entonces, y aún sigue, establecer Su reino en una nueva creación, gobernada por Su Hijo y la novia de Su Hijo, quienes compartirán Su gloria y disfrutarán de Su presencia en un eterno sábado de reposo.
Entonces, ¿por qué importa este plan? ¿Por qué es importante que entendamos que el plan original y aún vigente de Dios siempre se ha dirigido hacia una escalada de las excelencias del Edén original?
Comprender Edén nos orienta hacia un mejor hogar.
A veces nos cansamos de este mundo, y nos encontramos extrañando mucho al siguiente. Pero lo que anhelamos no es simplemente un retorno a Edén. Edén era hermoso, pero no era seguro. El mal se abrió camino en Edén y trajo la ruina con él.
La nueva creación, donde haremos nuestro hogar para siempre, será completamente segura. “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira” (Apocalipsis 21:27). Será una vasta ciudad de jardines, llena de un pueblo “redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Apocalipsis 5:9). Como la novia de Cristo, compartiremos esta casa con nuestro Novio perfecto. No solo escucharemos Su sonido en el jardín (Génesis 3:10); “veremos Su rostro” (Apocalipsis 22:4).
Comprender Edén nos obliga a unirnos al Verdadero Adán.
El primer Adán falló en la obra que Dios le dio a hacer. Jesús, el Segundo Adán, cumplió la tarea que Le fue encomendada, declarando desde la cruz: “¡Consumado es!” (Juan 19:30). El primer Adán no obedeció con respecto a un árbol. Jesús obedeció con respecto al árbol del Calvario. El primer Adán falló en amar y proteger a su novia. Pero Jesús amó a Su novia entregándose por ella. Comprender el fracaso de Adán en Edén nos obliga a aferrarnos del Verdadero Adán, Jesús.
Todos nacemos conectados por nuestra humanidad compartida con el primer Adán, físicamente vivo pero espiritualmente muerto. A menos que ocurra algo sobrenatural, permanecemos espiritualmente muertos. Es cuando nuestros ojos son abiertos a la belleza de Cristo y respondemos con arrepentimiento y fe, que algo sobrenatural sucede. Nos unimos a Cristo por fe para que seamos hechos espiritualmente vivos con Su vida.
Comprender Edén nos llena de anticipación para la gloria futura.
Estar unidos al Cristo resucitado es tener la novedad y la gloria y la vida del Edén mayor que irrumpe en nuestras vidas en el aquí y ahora. “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Descubrimos que la gloria del futuro transforma nuestro sentido de la vergüenza ahora. Una sensación asentada de la seguridad del futuro alivia nuestro miedo a la muerte ahora. Un sentido cada vez mayor de nuestra identidad como ciudadanos del cielo cambia la forma en que nos vemos ahora. Verdaderamente aceptar la relación de amor que disfrutaremos para siempre calienta nuestros corazones hacia Cristo ahora.
Pero la gloria que experimentamos ahora no es nada en comparación con la gloria venidera. Un día, Cristo vendrá y nos llamará a levantarnos de nuestras tumbas. Él nos dará cuerpos resucitados y glorificados que son aptos para vivir para siempre con Él. Experimentaremos todo lo que Dios ha planeado, y ha estado preparado, para compartir con Su pueblo desde el principio.
No estamos esperando simplemente la restauración de lo que Edén alguna vez fue. En cambio, esperamos la consumación de todo lo que Edén fue destinado a ser. Jesús, el Verdadero Adán, nuestro glorioso Novio, la Simiente que aplastó la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15), no dejará de guiarnos a todo lo que Dios nos está preparando —un hogar aún mejor que Edén.
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