Vale la pena esperar a los amigos que necesitas
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Liz Holst sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por María Fernanda Trapani
Todo comenzó cuando Dios nos llamó a mi esposo y a mí a vivir a una nueva ciudad y a una nueva iglesia. La emoción, la expectativa y el encanto de lo nuevo eclipsaron lo miedo a lo desconocido. Esperamos con ansiedad lo que Dios tenía reservado para nosotros como familia. Frente a la duda, buscaríamos a Marcos 10: 29–30:
- «En verdad os digo: No hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos o tierras por causa de mí y por causa del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y tierras junto con persecuciones; y en el siglo venidero, la vida eterna».
Las palabras de Jesús nos ayudaron a recordar las promesas de Dios a sus fieles.
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¿Y los amigos?
Un día, en medio de la emoción de vender nuestra casa, empacar cajas y buscar una nueva vivienda me di cuenta que no podía guardar a mis amigas en una caja y traerlas conmigo. Mentiría si dijera que no me detuve a pensarlo. Esas mujeres eran quienes cuidaban a mis hijos, quienes se sentaban conmigo en el parque durante horas mientras nuestros hijos corrían y jugaban juntos, con quienes compartíamos un café y jugaban al Scrabble. ¡Eran mis amigas! ¿Las promesas que se encuentran en Marcos 10 son también para los amigos? Después de todo, soy mujer y añoro la amistad. ¿Le importaba a Dios el anhelo en mi corazón por tener una compañía femenina?
Honestamente puedo decir que sí, a Dios le importa y le preocupa mi necesidad de tener compañía femenina, pero los amigos no llegan por arte de magia. Ni bien nos mudamos hubo una temporada larga y solitaria. Mi esposo viajaba con frecuencia, las mujeres de nuestra nueva iglesia estaban ocupadas y me pregunté si alguna vez volvería a tener amigas. Recuerdo que le pregunté a Dios si existía una sola mujer que quisiera tomar una taza de café conmigo aunque sea de vez en cuando. La respuesta parecía ser: «Todavía no».
Vaya, la espera fue tan difícil y, sin embargo, valió la pena.
Cuando llegó el llamado
Sentía como si hubiera pasado una eternidad. Por suerte mi amiga de la otra ciudad se comunicaba conmigo a pesar de la distancia. Fue un salvavidas que siempre me recordaba que los amigos no siempre viven en la misma ciudad. Hasta el día de hoy seguimos siendo amigas, defendiéndonos en oración, regocijándonos y llorando juntas, incluso tomando una taza de café o jugando de vez en cuando al Scrabble. Fue una enorme ayuda pero aún no tenía la respuesta que esperaba a mis oraciones.
Entonces un día llegó la llamada. «¿Te gustaría formar parte de nuestro grupo de cumpleaños? No nos juntamos muy seguido, pero celebramos los cumpleaños, quisiéramos saber si quisieras unirte a nosotros». ¿Si me gustaría unirme a ellos? Recuerdo sostener el teléfono y sentir las lágrimas caer por mi mejilla. ¿Quién iba a saber que este sería el comienzo de un grupo de mujeres con quiénes hasta el día de hoy, tomo café dos veces al mes? ¡Qué dulce providencia de Dios!
Con todo esto, ¿qué aprendí sobre la amistad? ¿de qué manera Dios me alentó? A continuación, se incluyen cinco recopilaciones de mi temporada de espera de amistad que también se pueden aplicar a otras circunstancias.
1. Anímate
Muchas veces no me animaba a entrar a esa cafetería, pero al salir me sentí muy agradecida de haberlo hecho. Dios trae nuevas personas a nuestras vidas en el momento justo. Puede ser un amigo de toda la vida con quien descubras nuevas profundidades, o puede ser una cita única para tomar un café. De cualquier manera, Dios elige poner mujeres en nuestras vidas para enriquecernos, tanto para desafiarnos como para alentarnos. Sin tomar ese riesgo, podemos perder un poco de dulce compañerismo.
2. Olvídate de la edad
Los amigos de diferentes generaciones son un gran regalo. Estoy agradecida por todas las mujeres en mi vida, tengan o no mi edad. Necesito compartir ideas con generaciones jóvenes y también con mujeres más experimentadas.
3. Sé original
Todos somos propensos a desarrollar ideas fijas sobre dónde encontraremos a nuestros amigos. Mi desafío para ti es este: mantén tus ojos y tu corazón abiertos. La biblioteca, el colegio, la iglesia, las tareas en casa. ¿Y el supermercado o el parque del barrio? Estos son solo algunos ejemplos de los lugares donde Dios ha sido amable en mi vida para traerme a mis queridos amigos. ¿Dónde más podría hacer lo mismo por ti?
4. Ser amigo
Alguien me dijo una vez: «¡Tener amigos es un trabajo tan duro!» Puede que así sea, pero vale la pena. Por supuesto, el viejo consejo es que para tener un amigo, necesitas ser un amigo. A menudo necesitamos tomar la iniciativa de ser como un amigo para alguien más antes de que sean como amigos hacia nosotros; alguien tiene que ir primero. Además, la alegría que implica ser amigo para alguien no tiene precio.
5. Confía en Dios
La conclusión es confiar en que Dios tiene un plan bueno y perfecto y que la amistad es el resultado. Él nos ha creado de tal manera que anhelamos el compañerismo, ¿confiamos en que nos proporcionará la compañía femenina que deseamos? Lo hará, aunque no llegue cuando lo queramos o como lo queremos.
Esa amiga que anhelas puede estar orando por ti ahora mismo, pidiéndole a Dios que traiga una nueva amiga a su vida. No desesperes. Confía en que Dios hará una obra en tu vida y te proveerá a la persona o a las personas correctas en su tiempo justo.
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