Deja a un lado el peso de la perfección
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por María del Pilar Ferré
El proverbio "lo perfecto es enemigo de lo bueno" ha estado circulando mucho tiempo. Ultimamente, expertos en productividad han dado un giro para enfatizar el resultado: "lo perfecto es enemigo de lo hecho".
Todos sabemos la verdad de estos dichos. Todos nosotros a veces renegamos de hacer lo que podemos hacer por miedo a no hacerlo perfectamente. El término cultural es "perfeccionismo".
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¿Qué alimenta al perfeccionismo?
Lo que llamamos perfeccionismo no es lo mismo que la búsqueda de perfección, aunque a veces la linea es muy delgada. Cuando buscamos excelencia, nos determinamos a hacer algo lo mejor posible con nuestros talentos, recurso, y un tiempo determinado. Pero el perfeccionismo es un orgullo- o miedo-basado en la compulsión que alimenta tanto a la fija obsesión de hacer algo perfectamente o paralizarnos de actuar de cualquier forma - ambas de las cuales resulta un abandono doloroso sobre otras cosas necesarias o buenas.
¿Qué hay detrás de nuestras tendencias perfeccionistas? Somos seres complejos, por lo que no es solo una cosa. En casos inusuales, principalmente es debido a un trastorno clínico u opresión espiritual. Pero como regla, el perfeccionismo casi siempre tiene sus raíces en nuestro deseo por la aceptación y el medio al rechazo. Puede ser el común, orgullo alimentado, miedo general sobre lo que las personas piensen de nosotros, o puede ser un empobrecido miedo condicionado a fallar por un abusivo pasado o una presente autoridad inculcada en nosotros. Y siendo honesto, a veces es una excusa conveniente para no hacer nada en serio. En otras palabras, no es realmente perfeccionismo, sino la indulgencia vestida de engaño.
El perfeccionismo es una tentación humana que todos atravesamos en nuestra lucha contra el pecado. Y la mejor noticia es que Dios quiere que vivamos libres de esa tiránica regla sobre nosotros.
"Debes ser perfecto".
Pero para entender y creer en ello, tenemos que entender primero a lo que dijo Jesús que suena contradictorio: "Debes ser perfecto, como tu Padre Celestial es perfecto". (Mateo 5:48) Esto de seguro suena a un pedido de perfección. Lo es, pero a su vez no lo es.
Jesús, en su Sermón en el Monte, hizo esta declaración como el incapaz término de nuestros mandamientos como no pecar de ira, lujuria, divorcio, jurar en vano, y represalia, tanto como amar a nuestros enemigos.
Pero, antes de alcanzar en esta sección de "perfección" en su sermón, Jesús nos da una pista: "No crean que vengo a derribar la Palabra o a los Profetas; he venido a completarlos". (Mateo 5:17) Jesús vino a completar perfectamente en nuestro nombre, la demanda de Dios por la perfección.
Por eso en el Nuevo Testamento escriben "como la única ofrenda [Jesús] ha perfeccionado desde principios de los tiempos a aquellos que están siendo santificados." (Hebreos 10:14) Hay una clave en lo que Jesús quería decir, y es la clave de nuestra libreación de la tiranía del perfeccionismo. Porque Jesús vivió perfectamente, murió y resucitó por nosotros, el ya ha logrado nuestra perfección. Y Dios Padre nos ve como justos perfectos en Cristo, más allá de nuestros constantes pecados con los que contaminamos todo lo que hacemos.
A los ojos de Dios, hemos sido hechos perfectos en virtud de unirnos a Jesús por la fé, lo que nos libera de necesitar ganarnos su aprovación o la de cualquier otra persona, a través de la perfección. ¡Somos libres de comprometernos con nuestra imperfecta santificada lucha contra el pecado!
De santos imperfectos se escribe la Biblia.
En ningún lado la Biblia nos motiva hacia la perfección. Nos promete perfección - atribuye perfección ahora (2 Corintios 5:21) y futura perfección en la segunda venida (Apocalípsis 21:3-4) - como regalo de la gracia de Dios, para que nos liberemos del perfeccionismo.
Es por eso que Dios se encarga de exponer constantemente a los imperfecos, pies de barro para los héroes de la fé en la Biblia. Abraham, un gran modelo de fe, tiene su episodio en su Hagar. Moisés, el gran profeta, tiene su incidente ante la descalificada piedra. Aarón, gran sacerdote, con su desastroso becerro de oro. David, el gran rey, y su amorío con Betsabé. Pedro, el apostol amado y confesor de Cristo, tropieza con sus pies de barro a lo largo de los Evangelios y más allá (Gálatas 2:11–14). Y Hechos y Epístolas nos dan una mirada con detalles sobre las vidas imperfectas de los primeros cristianos.
Dios conoce nuestras imperfectas tentaciones e inclinaciónes, y llena la Biblia de historias sobre su grandiosa y fenomenal gracia hacia los pecadores, que continuarán peleando contra la imperfección, trastabillando en el pecado todo el tiempo que habiten esta tierra. Quiere que sepamos que la perfección en actitud y motivación está completamente fuera de nuestro alcance en esta era.
Vive libre del perfeccionismo.
Dios tiene algo mucho mejor para nosotros que nuestra perfección idealizada, que no hace más que esclavizarnos.
El perfeccionismo es sutil, pero gravemente peligroso en su egocentrismo. Al considerarla un temor- u orgullo- de esforzarse para ganar la aprobación de los demás, su principal enfoque de facto es uno mismo, no Dios ni otros. En otras palabras, el perfeccionismo, aún en la batalla contra el pecado, no está motivado por el amor o la fe. Y "todo lo que no proviene de la fe es pecado" (Romanos 14:23).
Pero Dios quiere que seamos libres - libres de la tiranía del orgullo y el temor. Él quiere que vivamos en libertad, sabiendo que tiene nuestras cuestiones del pasado, presente y futuro perfectos, completamente cubiertos.
Durante nuestras batallas contra el pecado, Dios no está buscando la perfección de un comportamiento alterado externo, o la perfección de una motivación interna nuestra. Dios está buscando amor y fe, sabiendo que ambas serán imperfectas, no importo cuánto crezcamos en ellas.
Eres libre de pelear imperfectamente.
Dios nos llama a una hermosa experiencia renovada de quitar la mirada sobre nosotros y de evaluarnos, y sobre Jesús (Hebreos 12:2). Él quiere que dejemos de frenarnos o paralizarnos por el perfeccionismo, para que seamos libres en buscar amor (1 Corintios 14:1; 1 Timoteo 1:5) y lograr creer en Él con todo nuestro corazón (Proverbios 3:5). Y si el perfeccionismo tiene una desmedida influencia sobre nosotros, Dios diseñará con misericordia las circunstancias para derrotar nuestros mejores esfuerzos para luchar "exitosamente" hasta que aprendamos de dónde viene la libertad en realidad.
¡En Cristo eres libre! Eres libre de seguir a Jesús imperfectamente. Eres libre de pelear la batalla de una fe desvirtuada, porque esa es la única manera en que alguna vez pelees por fe en este tiempo.
Perfeccionismo es un peso agotador que debemos dejar a un lado en nuestro camino de fe (Hebreos 12:1). Dios no quiere que nos focalicemos en desempeñarnos perfectamente; Él quiere que nos enfoquemos en vivir como un niño, dependiendo de la fe como un auténtico acto de amor (Gálatas 5:6).
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