¿Cómo Puedo Cambiar?/La Batalla Contra el Pecado
De Libros y Sermones BÃblicos
Por C.J. Mahaney
sobre Santificación y Crecimiento
Capítulo 6 del Libro ¿Cómo Puedo Cambiar?
Traducción por Covenant Life Church
En su libro titulado A Nation of Victims: The Decay of American Character [Una nación de víctimas: El desmoronamiento del carácter americano], el autor Charles Sykes hace la siguiente observación: “A través del siglo pasado, el triunfo del pensamiento terapéutico ha sido tan completo que con frecuencia se pasa por alto; lo que comenzó con el Dr. Freud es ahora lo básico de los programas de charla por la televisión durante el día, rutina en la política, casi reflexivo en asuntos de justicia criminal y ética”.[1]
Ya que haya oído o no haya oído la frase, sin duda se ha encontrado con el pensamiento terapéutico. Se ve en la sala tribunal cuando el abogado del asesino en serie pide lenidad a base de que su cliente fue rutinariamente abusado por su padre alcohólico. Dice que la mayoría de nosotros nos criamos en familias “disfuncionales”, ofreciendo así una explicación y excusa por nuestro comportamiento. En vez de enfatizar la responsabilidad personal, subraya la manera en que hemos sido psicológicamente afectados por nuestro ambiente. Como nota el científico social Dr. James Deese, el pensamiento terapéutico “está tan arraigado en las actitudes americanas modernas que apenas se puede desafiar.”[2]
Sorprendentemente, la única institución que está mejor equipada para desafiar la tendencia terapéutica en realidad ha contribuido a su popularidad. Hablo de la Iglesia. En vez de exponer los errores de la psicoterapia, la Iglesia americana en la mayoría de los casos ha dado una aceptación sin crítico...aunque hay algunas francas excepciones. En su libro Biblical Medical Ethics, el Dr. Franklin Payne comenta, “La psicoterapia, como psicología y psiquiatría, necesita el más crítico y detallado examen por los cristianos evangélicos...Muchos cristianos son más influenciados por los conceptos de los psicoterapistas seculares que por la Palabra de Dios.”[3]
—William Kilpatrick
He conocido a muchos de los cristianos que el Dr. Payne está describiendo. No hace mucho se me pidió que predicara en un retiro de hombres en otra iglesia. Al final de una sesión se me acercó un hombre que se me presentó y luego comenzó a hablarme de su situación difícil. Se había criado en una familia disfuncional. Era co-dependiente. Padecía de muy baja autoestima. En el espacio de los primeros dos minutos usó casi todas las palabras psicológicas de moda que existen.
Fue un encuentro incómodo. Yo no estaba ansioso por discrepar con él. Nunca lo había conocido antes, y quería que él experimentara mi cuidado e interés. Pero a medida que seguía y seguía parecía obvio que él daba por hecho de que yo estaba de acuerdo con él. Y no era así. ¿Por qué? Aunque él hablaba un impecable psicoparloteo, su diagnosis omitía toda referencia a la palabra con “P”. . . .
Pecado.
Dichas omisiones lamentablemente son la norma hoy en la literatura cristiana popular y en los programas de charla por la radio. Vamos tras una comprensión más profunda de nosotros mismos (como la define el movimiento de recuperación) en vez de una convicción más profunda del pecado (como la define la Escritura). Nos interesamos más en nuestras propias necesidades y sentimientos que en el carácter y los mandamientos de Dios. No es de sorprender que no estamos madurando como Él quiere.
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Nuestro Problema Más Serio
Escribiendo hace un siglo, J.C. Ryle ofreció una aguda pero sencilla explicación por las deficiencias que observó en la Iglesia: “Las confusas o indistintas opiniones sobre el pecado son el origen de la mayoría de los errores, herejías, y falsas doctrinas de los días presentes...yo creo que una de las principales necesidades de la Iglesia en el siglo diecinueve ha sido, y es, una enseñanza más clara, más plena sobre el pecado.”[5]Si esto era cierto durante su generación, cuánto más cierto es hoy.
Pero hemos ido un paso más allá. La enseñanza contemporánea sobre la autoestima ha reemplazado a la doctrina del pecado. Considera esta declaración de un autor bien conocido:
No creo que se haya hecho nada en el nombre de Cristo ni bajo la bandera del cristianismo que haya probado ser más destructivo para la personalidad humana, y por tanto contraproductivo al esfuerzo evangelístico, que la no cristiana, inculta estrategia de tratar de hacer que la gente se dé cuenta de su condición perdida y pecaminosa.[6]
— J.I. Packer
Este pastor dice que llamar al pecado “rebelión contra Dios” es “superficial y un insulto al ser humano”.[8] Su convicción acerca del inherente valor del hombre lo lleva a la singular conclusión de que una nueva “reforma” está en orden. Mientras que el énfasis de Martín Lutero en la salvación por gracia a través de la fe transformó a la Iglesia en el siglo dieciséis, dice él, las iglesias de hoy deben reconocer el derecho sagrado de autoestima que tienen todas las personas.
Yo no pongo en duda la sinceridad del hombre, pero sus declaraciones son falsas. De hecho, son falsa doctrina. El énfasis moderno en la autoestima se ha convertido en una alternativa inaceptable para las doctrinas bíblicas de justificación y santificación.
Justificación. Jesús no murió en la cruz para mejorar nuestra autoestima. Él murió para expiar por nuestro pecado. Y aún así la cruz nos enseña una crucial lección sobre nuestro valor: Cada uno de nosotros merecemos la ira de Dios. Como manifestación de la inmerecida misericordia de Dios, la cruz revela la profundidad y la seriedad de nuestro pecado. Anthony Hoekema señala esto:
En el mundo de hoy hay poco énfasis en la doctrina bíblica del pecado. Pero la persona con un frívolo sentido del pecado y de la ira de Dios contra nuestro pecado ni sentirá la necesidad de ni comprenderá la doctrina bíblica de la justificación. Cuando el pecado se ignora, se minimiza, o se redefine ya no vivimos conscientes de nuestra desesperante necesidad de Jesucristo ni apreciamos lo que Él hizo en la cruz por nosotros.[9]
A menos que comprendamos la naturaleza del pecado y cuán ofensivo es a Dios, jamás entenderemos por qué la cruz fue necesaria. Jamás nos maravillaremos ante la gracia.
—Dan Matzat
Santificación.Un claro entendimiento de la doctrina del pecado también es imperativo para la santificación. La Escritura revela que nuestro estorbo más serio para el crecimiento es el pecado contra Dios. El movimiento de recuperación, por otro lado, insiste en que las necesidades sin atender, el dolor, las emociones dañadas, o la baja autoestima son la raíz de nuestras dificultades. Las dos conclusiones están irreconciliablemente opuestas.
No estoy negando la realidad ni la severidad del dolor que experimentamos cuando los demás pecan contra nosotros. Es crítico que no se me entiendas mal aquí. La Biblia hace numerosas referencias a los que están afligidos y oprimidos. Pero por favor comprende: El dolor no es nuestro problema principal. Jesús dijo, “Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona” (Mr 7:21-23; ve también Stg 1:14-15).
Demasiados de nosotros “sentimos la realidad de nuestras heridas más que el hecho de nuestro pecado”.[11] Pero si nosotros genuinamente queremos conformarnos a la imagen de Jesucristo, esto tendrá que cambiar. Nuestra libertad y madurez dependen de ello. El modelo terapéutico da un mal diagnóstico de nuestro problema principal, y por tanto prueba ser incapaz de ofrecer una solución eficaz. Pero una vez que reconocemos el pecado como la fuente de nuestro problema, de repente tenemos una solución bíblica y esperanza bíblica para cambiar. Esta se llama la doctrina de la santificación.
Poda Tu Propio Césped
La santificación es un proceso de arrepentimiento que dura toda la vida (no de recuperación) y obediencia (no sanidad interna) que resulta en santidad (no integridad) para la gloria de Dios (no la satisfacción personal). Esta doctrina es sucintamente expresada en Colosenses 3:1-17. Si todavía no lo has hecho, por favor toma un minuto para leer ese pasaje antes de continuar.
Es importante ver la transición que Pablo hace en este tercer capítulo. Los primeros dos capítulos de Colosenses enfatizan la supremacía y suficiencia de Cristo. Él enfatiza esto otra vez al comienzo del capítulo 3. Pablo conscientemente evitó enseñar a los colosenses sobre la santificación antes de que primero entendieran la obra de Cristo por ellos y dentro de ellos. Hasta que captaran lo que significa ser reconciliados con y regenerados por Dios, él sabía que no serían debidamente motivados por la gracia.
Ni nosotros tampoco. Esto es porque el segundo y el tercer capítulos de este libro subrayan la regeneración y nuestra unión con Cristo. También hemos escrito un libro sobre la doctrina de la justificación llamado This Great Salvation [Esta gran salvación]. Como Pablo, queremos motivar por gracia. Una vez se ha establecido ese fundamento, entonces podemos ir tras la santidad sin desviarnos hacia el legalismo o el libertinaje.
Pablo define el proceso de la santificación con dos sorprendentes frases: Debemos “abandonar” el pecado y “revestirnos” de rectitud (Col 3:8,12). Es sólo por lo que Cristo ha logrado en la cruz y el milagro de regeneración que podemos obedecer estos mandamientos. Y sin embargo esos dos imperativos sobrenaturales ahora nos dejan sin excusa. Si la gracia no resulta en santidad, entonces no hemos entendido correctamente lo que es la gracia. Dios totalmente espera que cambiemos, crezcamos, y maduremos. Como exhorta F.F. Bruce, “Ahora sean (en práctica de verdad) lo que saben que son (por un acto divino)”.[12]
— Jerry Bridges
Por favor fíjate que Pablo dice que debemos “abandonar” y “revestirnos”. Tenemos el privilegio y la responsabilidad de participar en el cambio. Aunque la santificación no es una obra menos sobrenatural del Espíritu Santo que la regeneración, hay una diferencia fundamental: en la santificación tenemos un papel crítico. “Dios obra en nosotros y con nosotros”, dijo el gran pastor puritano John Owen, “no en contra de nosotros ni sin nosotros”.
Frases como “Deja de tratar y comienza a confiar” o “Desiste y deja que Dios” se prestan para imprimir en placas populares pero expresan una mala teología. Los que dicen que “Todo esfuerzo es malo” se equivocan tristemente. En realidad, la Biblia nos instruye a que busquemos “la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb 12:14). Esta es esfuerzo motivado por gracia, por supuesto, no obstante es esfuerzo. Dios no nos ha dicho que oremos o que simplemente confiemos en Él para recibir santidad; Él dice, “ejercítate en la piedad” (1Ti 4:7). Hemos de obedecer en el poder del Espíritu Santo.
Pablo clarifica esta combinación de la obra de Dios con nuestra responsabilidad cuando escribe, “lleven a cabo su salvación (no trabajen para) con temor y temblor, pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad” (Fil 2:12-13). Aunque nuestro esfuerzo aparte de la obra de Dios sería inútil, la santificación no se puede delegar a Dios. Cada uno de nosotros debe podar su propio césped.
¿Qué forma toma nuestra responsabilidad? ¿Cómo cumplimos con el mandamiento bíblico de deshacernos del pecado? La Escritura ofrece una estrategia de dos partes.
Estrategia #1: Atacar el Pecado
Me encanta la postura ofensiva contra el pecado del Nuevo Testamento. En ninguna parte es eso más evidente que en el mandamiento terso del apóstol Pablo a los colosenses: “Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal” (Col 3:5). En la batalla por la santidad personal, la agresividad es tanto un mandamiento como una necesidad. Debemos ser implacables. Debemos ir al ataque.
— Jerry Bridges
Pablo usa aquí una violenta metáfora no simplemente para captar nuestra atención sino para subrayar un aspecto crítico de la santificación. Hemos de matar cualquiera y toda manifestación de pecado en nuestro corazón. Debemos tomar la iniciativa para matar el pecado a diario.
Jesús llegó hasta decir, “si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al infierno” (Mt 5:29). Él también recomendó amputarse una mano por la misma razón. ¿Jesús ordenaba una mutilación de verdad aquí? Yo creo que no, porque la mano o el ojo no es la causa principal. Jesús a propósito usó imágenes vivas para decir: Debemos reconocer la seriedad del pecado y tratar decisivamente con él. Resistir el pecado cuando somos tentados no es suficiente. Debemos dar pasos drásticos para atacar y matar el pecado en nuestra vida. John Owen nos exhorta a ir tras “una victoria sobre él, e ir tras una conquista completa... el pecado no morirá de otra manera, sino sólo al ser gradual y constantemente debilitado; si lo excusas, él sana sus heridas y recobra fuerza”.[15]
La disciplina espiritual de dar muerte al pecado, de otra manera conocida como mortificación, es una área muy descuidada de la verdad. La mayoría de nosotros tenemos tanta familiaridad con este tema como con las letrinas. “Nuestros padres hablaban de mortificar el pecado”, nota Sinclair Ferguson.[16] And J.I. Packer laments, “It is a theme on which no contemporary writing of significance seems to be available.”[17] Eso no es sorprendente, pero es revelador. ¿Puedes imaginarte un libro titulado ¡Muerte al pecado! como un éxito de librería?
— J.C. Ryle
La mortificación no es popular porque tiende a ser difícil. Pregunta a la persona que está tratando de someterse alegremente a un jefe que repetidamente le ha negado un ascenso bien merecido. Pregunta a la pareja de recién convertidos, que están sin casarse y que ahora deben controlar los deseos sexuales que han gratificado por años. Pero escucha: esto no es un fin de semana de golf. Esta es una guerra. La santidad y el discipulado son guerra.
Atacar el pecado no es algo complejo. Y aunque yo quiero decir esto con sensibilidad, también quiero decirlo con firmeza: Tu habilidad para atacar el pecado no depende de tu pasado. No tenemos ninguna excusa aceptable para el pecado. Nunca se considera como una debilidad comprensible.
Vivir como cristiano quiere decir vivir en las trincheras. Sinclair Ferguson lo dice tan bien como lo podría decir cualquiera:
¿Qué es, entonces, esto de matar el pecado? Es la constante batalla contra el pecado que debemos llevar a diario - negarse a permitir que el ojo desvaríe, que la mente contemple, que los afectos vayan tras cualquier cosa que nos apartará de Cristo. Es el deliberado rechazo de todo pecaminoso pensamiento, sugerencia, deseo, aspiración, hecho, circunstancia o provocación en el momento en que nos damos cuenta de su existencia. Es el consistente esfuerzo por hacer todo lo que está en nuestro poder para debilitar el apretón que tiene el pecado en general, y sus manifestaciones en nuestra propia vida en particular. No se logra con sólo decir “no” a lo que es malo, sino con una determinada aceptación de todas las buenas y espiritualmente nutritivas disciplinas del evangelio.[19]
¿Describe esto tu actitud? ¿Hacia cuál fin están dirigidas principalmente tus energías, recreación o justicia? ¿Indulgencia a sí mismo o control de sí mismo? ¿Estás preparado para hacer lo que sea necesario para ganar la guerra? Si así es, ¿cuál es tu estrategia para atacar el pecado en tu vida ahora mismo?
Estrategia #2: Evitar el Pecado
Atacar el pecado no es todo lo que incluye el proceso de santificación. Debemos también evitar el pecado. Como seguidores de Jesucristo, somos llamados a una vida que se distingue de la cultura que nos rodea: “Como tenemos estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación” (2Co 7:1). ¿Cuáles son estas promesas que nos motivan a purificarnos y a buscar la santidad? La propia oferta de Dios de estar singularmente presente entre su pueblo a medida que nos separamos del mundo: “Viviré con ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (2Co 6:16).
En un sentido, sería más fácil si Dios nos dijera que nos separáramos físicamente de la cultura. Pero Dios específicamente prohíbe eso (1Co 5:9-10), y por el contrario nos nombra embajadores (2Co 5:18-20). Ningún embajador trabaja con efectividad si está aislado. Hemos de relacionarnos con nuestra cultura sin reflejar nuestra cultura, siempre navegando entre lo secular y lo justo.
Nuestra carne constantemente nos ruega que seamos indulgentes, pero Pablo nos dice “no se preocupen por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa” (Ro 13:14). Eso quiere decir distanciarnos de todo lo que nos pueda tentar para pecar. Pablo dijo lo mismo a los corintios en términos más claros: “Huyan de la inmoralidad sexual” (1Co 6:18)...no dijo luchen con ella.
Aunque José vivió mucho antes que fuera escrito el Nuevo Testamento, él es un ejemplo de la manera en que debemos evitar el pecado (Gn 39:6-20). Por algún tiempo la esposa de su amo había tratado de seducirlo. Por fin, frustrada por la integridad de él, ella lo asió del manto y le dijo, “¡Acuéstate conmigo!”.
Repentino temor de que alguien se meterá a robar en tu casa
❏Luchar ❏Huir
Curiosidad por el número de la revista Playboy sobre la política del Medio Oriente
❏Luchar ❏Huir
Deseo de “entrar en hibernación” cuando los amigos te decepcionan
❏Luchar ❏Huir
Fuerte sentido de ira cuando tu hijo derrama tu café
❏Luchar ❏Huir
❏Luchar ❏Huir
Ahora, José pudo haber visto esto como una cita divina. Pudo haber pensado: “Esta podría ser la oportunidad ideal para compartir con ella lo que Dios ha hecho en mi vida”. Pero él no coqueteó con la tentación. Ni siquiera lucho con ella. Simplemente huyó, dejando a la esposa de Potifar con el manto en la mano.
Me puedo imaginar uno de los criados caminando afuera de la casa cuando de repente, ¡gush! Una borrosa imagen humana sale por la puerta como un relámpago a una velocidad increíble.
-¿Qué fue eso?
José. El hombre de Dios. Corriendo para salvarse la vida.
-¡Señor!- dice sin aliento después de correr media milla. -¡Ayúdame!-
-Te estoy ayudando. Sólo sigue corriendo. Aléjate de esa mujer lo más que puedas-.
Es algo inteligente huir de la tentación. Es algo idiota quedarse ahí parado y tratar de vencerla con una mirada intensa. Sin embargo, algunos hubieran respondido a la situación de José de esta manera:
— John Owen
-Dios, siento que la tentación comienza a desarrollarse. Clamo a ti, Señor. Por favor líbrame de esta situación.-
-Yo voy a librarte,- dice Dios. -¡Corre!-
-Señor, confío en que tú me librarás. Líbrame ahora mismo de sentir esta lujuria.-
-Esto no sucederá hasta que yo no vuelva, y no voy a volver en los próximos cinco minutos. Así que ¡a correr, Don Cabeza de Papa!-
-Señor, te doy gracias. Tú me has hecho nacer de nuevo, y yo sé que tu poder obra en mí. Mayor es el que está en mí que el que está en el mundo.-
-Sí, así es, y el Mayor te está diciendo, ‘¡Muévete!’ ¡Mueve el cuerpo y muévelo ya!-
Si tomas en serio la santificación, no estarás tratando de ver cuánto te puedes acercar a la orilla de la acera. Estarás preparado para conducir al otro lado de la calle, si es necesario, para evitar el pecado. Y en las áreas en las que sabes que eres vulnerable, estarás obedeciendo el mandamiento de Jesús: “Estén alerta y oren para que no caigan en tentación” (Mt 26:41).
Necesitamos cultivar la habilidad de discernir dónde es que nos inclinamos más a pecar. De esa manera podremos desarrollar una estrategia para evitar la tentación. Las áreas de vulnerabilidad serán diferentes, pero cuidarse no es una opción para ninguno de nosotros.
¿En qué área(s) necesitas desarrollar una estrategia para evitar? Quizás puedas comenzar con cualquier cosa que hayas estado pensando al leer esta sección.
Una Nueva Mudada de Ropa
Como vimos anteriormente en Colosenses, quitarnos el pecado es sólo la mitad de la ecuación. Pablo nos exhorta, “Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia” (Col 3:12). No sólo debemos quitarnos el pecado, sino que debemos revestirnos de justicia (Ef 4:22-24).
“Estos dos factores”, escribe Jay Adams, “siempre deben estar presentes para poder efectuar genuino cambio. El quitarse no será permanente sin el revestirse. Revestirse es algo hipócrita y temporal, a menos que vaya acompañado de quitarse...La santificación continúa mientras el creyente a diario se aparta del pecado / a la justicia”.[21]
Por ejemplo, si Dios ha expuesto el materialismo o la avaricia en tu corazón, arrepiéntete y luego comienza sistemáticamente a reemplazarlo con la generosidad. Comienza con pagar fielmente el diezmo a tu iglesia local; añade a eso las ofrendas, y busca oportunidades de dar en secreto también. Quizás tiendes a criticar a los demás. Si así es, confiesa el pecado de orgullo y conscientemente enfócate en animar y honrar a los demás. Si el egoísmo es un tema recurrente, ponte en situaciones que te exijan servir.
Lo que debe ser inmediatamente obvio es que el carácter no se puede desarrollar ni refinar en el aislamiento. Para cultivar una vida de justicia y fructífera necesitamos el contexto de una iglesia local. Por ejemplo, puedo ser un modelo de paciencia...con tal que esté solo. Puedo pasar días estudiando el tema de la compasión sin nunca encontrarme con alguien que necesite cuidado. A menos que tenga interacción con los demás soy simplemente incapaz de juzgar dónde es que necesito crecer.
El hecho es que hay muy pocos rasgos como los de Cristo que podemos desarrollar aparte de las relaciones en la iglesia. ¡Necesitamos gente para practicar! Si deseamos cambiar, nos comprometeremos con una iglesia donde los individuos toman en serio las exhortaciones bíblicas de animar y corregir.
Character Trait:
Día uno:
Escritura(s)---------------------------Nueva percepción---------------------------Aplicación
Día dos: Two:
Escritura(s)---------------------------Nueva percepción---------------------------Aplicación
Día tres:
Escritura(s)---------------------------Nueva percepción---------------------------Aplicación
Día cuatro:
Escritura(s)---------------------------Nueva percepción---------------------------Aplicación
Día cinco:
Escritura(s)---------------------------Nueva percepción---------------------------Aplicación
Como quizás ya habrás percibido hasta ahora, luchar contra el pecado no sucede sin esfuerzo. Incluye la genuina confesión, el arrepentimiento, la obediencia a la Escritura, la responsabilidad ante los demás, y la consistente práctica de las disciplinas espirituales. También necesitarás valor y perseverancia. “No hay caminos rápidos ni fáciles hacia la madurez espiritual”, dice R.C. Sproul. “El alma que busca un nivel más profundo de madurez debe estar preparada para una larga, ardua tarea”.[22]
— J.I. Packer
Pero ¿sabes cómo se siente crecer? ¿Sentir el placer y la presencia de Dios? ¿Oír su voz? ¿Saber que estás contribuyendo al avance de su reino? Nada se compara con esa experiencia. Y esta es la admirable recompensa de Dios para todos los que están dispuestos a quitarse el pecado y revestirse de justicia.
Permíteme impartir nueva esperanza en ti. No importa lo que hayas experimentado en el pasado, - por la gracia de Dios - puedes cambiar. Por medio de una determinada estrategia para atacar y evitar el pecado y al revestirte de justicia, puedes ser una persona dramáticamente distinta para estos días el próximo año.
Dicusión Grupo
1. Imagínate que estás en el jurado enjuiciando al asesino en serie que se menciona en la página . Está claro que el hombre fue golpeado con frecuencia por su padre que era alcohólico durante la niñez. ¿Cuánto influenciaría eso tu veredicto?
2. “Nos hemos interesado más por nuestras propias necesidades y sentimientos que por el carácter y los mandamientos de Dios”, dice el autor. (Página ) ¿Cuál es un ejemplo?
3. ¿Qué significa para ti autoestima?
4. ¿El mensaje de la cruz te hace sentir más o menos seguro respecto a tu identidad?
5. ¿Por qué es que el movimiento de recuperación es incapaz de subsanar nuestras necesidades más profundas?
6. Identifica el problema que está en la raíz de cada una de las siguientes situaciones:
-Desde que fue violada en la universidad, a Ana le han disgustado y ha desconfiado mucho de los hombres
-Guillermo quiere un divorcio porque su esposa le demuestra muy poco afecto
-Cuando está bajo intensa presión, María alienta pensamientos de suicidio
-Roberto, que creció visitando a su padre solamente los fines de semana, es un adicto al trabajo
7. . ¿Cuál es la mayor distinción entre la santificación y la regeneración?
8. ¿Por qué es que las relaciones en la iglesia son tan esenciales para el crecimiento del carácter?
9. . ¿En qué área de tu vida necesitas más una “nueva mudada de ropa”?
Recommended Reading
The Pursuit of Holiness por Jerry Bridges (Colorado Springs, CO: NavPress, 1978)
The Practice of Godliness por Jerry Bridges (Colorado Springs, CO: NavPress, 1983)
Holiness por J.C. Ryle (Welwyn, Hertfordshire, England: Evangelical Press, 1979)
The Enemy Within por Kris Lundgaard (Phillipsburg, NJ: P&R Publishing, 1998)
Referencias
- ↑ Charles J. Sykes, A Nation of Victims: The Decay of the American Character (New York, NY: St. Martin’s Press, 1992), p. 33.
- ↑ Idem.
- ↑ Franklin E. Payne, Jr., M.D., Biblical/Medical Ethics: The Christian and the Practice of Medicine (Milford, MI: Mott Media, Inc., 1985), p. 155.
- ↑ William K. Kilpatrick, Psychological Seduction: The Failure of Modern Psychology (Nashville, TN: Thomas Nelson, Inc., 1983), p. 24.
- ↑ J.C. Ryle, Holiness (Welwyn, Hertfordshire, England: Evangelical Press, 1979), p. 1.
- ↑ Robert Schuller, citado por Michael Scott Horton en Made in America: The Shaping of Modern American Evangelicalism (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1991), p. 78.
- ↑ J.I. Packer, God’s Words (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1981), p. 71.
- ↑ Citado en Anthony A. Hoekema, Created in God’s Image (Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1986), p. 106.
- ↑ Anthony A. Hoekema, Saved by Grace (Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1989), p. 153.
- ↑ Dan Matzat, et al., Power Religion: The Selling Out of the Evangelical Church?, Michael Scott Horton, ed. (Chicago, IL: Moody Press, 1992), p. 256.
- ↑ Larry Crabb, Men and Women (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1991), p. 114.
- ↑ F.F. Bruce, The New International Commentary on the New Testament: Colossians, Philemon, and Ephesians (Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Co., 1984), p. 140.
- ↑ Jerry Bridges, The Practice of Godliness (Colorado Springs, CO: NavPress, 1983), pp. 75-76.
- ↑ Jerry Bridges, The Pursuit of Holiness (Colorado Springs, CO: NavPress, 1978), p. 32.
- ↑ Citado en Packer, God’s Words, pp.184-185.
- ↑ Sinclair Ferguson, The Christian Life (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1989), p. 158.
- ↑ J.I. Packer, God’s Words, p. 182.
- ↑ J.C. Ryle, Holiness, p. 55.
- ↑ Sinclair Ferguson, The Christian Life, p. 162.
- ↑ John Owen, Temptation and Sin (Evansville, IN: Sovereign Grace Book Club, edición reimpresa, 1958), p. 31.
- ↑ Jay E. Adams, The Christian Counselor’s Manual (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1973), pp. 177, 179.
- ↑ R.C. Sproul, The Soul’s Quest for God (Wheaton, IL: Tyndale House, 1992), p. 7.
- ↑ J.I. Packer, God’s Words, p. 185.
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