El coronavirus y Cristo
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper sobre Sufrimiento
Traducción por Sofia Pamela Patelli
"CONTEMPLEN LA BONDAD Y LA INCLEMENCIA DE DIOS"
Importa muy poco lo que nosotros pensemos acerca del coronvirus. Sin embargo, lo que Dios piense importa por todos los tiempos. No se mantiene en silencio acerca de ello. Hay pocas páginas de la Biblia que son irrelevantes en relación a esta crisis.
Nuestra voz es como la hierba. La suya es como el granito. "Sécase la hierba, cese la flor, mas la palabra del Señor permanece para siempre" (1 Pedro 1:24–25). Su palabra en las Escrituras "no se puede violar" (Juan 10:35). Sus juicios son "verdaderos, todos ellos justos" (Salmos 19:9). Escuchar a Dios y creer en Él es como edificar tu casa sobre una roca, no sobre la arena (Mateo 7:24).
Su voz no solo es verdadera, sino que también es perfectamente sabia para cada situación. "Ha hecho maravilloso su consejo y grande su sabiduría" (Isaías 28:29). "Su entendimiento es infinito" (Salmos 147:5). Cuando nos aconseja en relación al coronavirus, es firme, inquebrantable y duradero. "El consejo del Señor permanece para siempre" (Salmos 33:11). "Su camino es perfecto" (2 Samuel 22:31).
Los consejos de Dios en esta época no solo son verdaderos y sabios, sino también preciosos y dulces. "Deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino... más dulces que la miel y que el destilar del panal" (Salmos 19:10). Son la dulzura de la vida: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Juan 6:68). Y con la vida indestructible vienen las palabras de paz y gozo inquebrantables: "Tus palabras eran para mí el gozo y la alegría de mi corazón" (Jeremías 15:16).
Y la dulzura no se pierde en este momento de amarga providencia, no si hemos aprendido el secreto de los "entristecidos, mas siempre gozosos" (2 Corintios 6:10). El secreto es este: saber que la misma soberanía que podría detener al coronavirus pero que, aun así, no lo hace es la misma soberanía que sostiene al alma. De hecho, más que sostener, endulza con la esperanza, para aquellos que confían en Él, de que sus propósitos son benévolos, incluso en la muerte.
"Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios" (Romanos, 11:22). Su providencia es dulce y también amarga. Naomi no había pecado cuando dijo: "el trato del Todopoderoso me ha llenado de amargura" (Ruth 1:20). Eso era cierto. Y fue dicho al momento que toda su suerte estaba a punto de cambiar.
Este no es un momento para ver a Dios de forma sentimental. Es un momento amargo. Y Dios nos lo envió. Esto lo sabemos porque Él obra "conforme al consejo de su voluntad" (Efesios 1:11). Sobre todas las cosas. Ni un pajarillo caerá a tierra sin que el Padre lo permita (Mateo 10:29).
La naturaleza no es soberana. Satanás no es soberano. El hombre pecaminoso no es soberano. Dios manda sobre todos ellos (Lucas 8:25; Job 1:12; 2:6, Hechos 4:27–28). Por ello, decimos con Job: "Yo sé que tú puedes hacer todas las cosas, y que ningún propósito tuyo puede ser estorbado" (Job 42:2).
Por lo tanto, Dios no solo entiende al coronavirus, sino que tiene un propósito en mente para él. Dios no hace ni permite nada sin un propósito sabio. No hay nada que simplemente ocurra. Todo fluye de los consejos eternos de Dios (Efesios 1:11). Todo es sabiduría. Todo tiene un propósito. Para aquellos que confían en Jesucristo, todo es bondad. Para los otros, es una alarma piadosa: "Y el que tiene sed, venga; y el que desea, que tome gratuitamente del agua de la vida" (Apocalipsis 22:17).
En esto pienso y, por lo tanto, tengo esperanza:
El firme amor del Señor nunca cesa;
las misericordias del Señor nunca terminan;
son nuevas cada mañana; grande es tu fidelidad.
"El Señor es mi porción", dice mi alma,
"por eso, en Él espero" (Lamentaciones 3:21–24).
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