Cuando la experiencia no es necesaria
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Knight sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Caridad Adriana Zayas Velázquez
“Tuvo una convulsión”. Por dos años no había escuchado esta expresión referida a mi hijo mayor, y no deseaba escucharla de nuevo ahora en vísperas de Año Nuevo. El recuerdo de tres años de convulsiones incontrolables regresaron a toda prisa: el dolor en el corazón de observarlos dolía; esas complicaciones adicionales a nuestras vidas además de sus otras discapacidades, su pérdida de control.
Las personas escuchan y ven cosas como esas y comienzan a imaginar lo que debe ser criar un niño con discapacidad: “Su calidad de vida debe de ser baja, tan baja que nadie querría vivir una vida así si tiene la opción” o “El matrimonio y el resto de la familia quedarán impactados negativamente de modo significativo y eso no es justo con los otros miembros de la familia” o “La familia es siempre incluida y dependerá de otros como educadores, terapistas, médicos , trabajadores sociales y compañías de seguros.
Y cuando estos temores imaginarios se hacen realidad para muchas personas –cuando es su hijo no nato quien posee la discapacidad- esos niños mueren.
Incluso algunos estados “pro-vida” cuyas leyes protegen los niños no natos incluyen excepciones para niños con severas anomalías fetales. Nuevas técnicas de exploración y tecnologías “económicas” significa que más niños con discapacidades como el síndrome de Down pueden ser identificados más temprano en el útero- cuando el aborto es considerado más “seguro”.
Ese mejor conocimiento
Existen un número de medios que la comunidad de discapacitados y los grupos de defensa de padres que están combatiendo esta conducta homicida.
Pero como en toda probabilidad, Ud. no está actualmente siendo padre de un niño con discapacidad o miembro de uno de esos grupos.
Y Ud. aún puede hacer algo. La gente dirá que Ud. no entiende y que no tiene derecho a “juzgar” lo que otra persona hace. Pero Dios puede haberle dado el privilegio de salvar una vida sin tener en cuenta su experiencia o conocimiento de primera mano de la discapacidad.
Verá, el conocimiento de la discapacidad es útil, pero no puede hacer que los corazones se muestren cariñosos con el vulnerable bebé. La experiencia con la discapacidad incluso no siempre lleva a la apreciación del valor de la vida de ese menor. El Dr. Emily France y sus compañeros consideraron el problema de la experiencia parental y llegaron a la conclusión de que “La naturaleza del conocimiento experimental de los padres no predijo si continuaron o dieron por terminado el embarazo (de un niño con una anormalidad fetal). (Health Expectations, 2011, Volumen 15, edición 2, 139).
Cristiano, lo que tú posees es mejor que el conocimiento o la experiencia: tienes a Jesús Cristo. Cuando escuchas la dura noticia de que la discapacidad ha llegado a una familia, no comiences a buscar a tu alrededor por alguien más que comparta su dolor. Haz que tu primera respuesta sea a Dios, “ Aquí estoy, envíame”
La confianza que necesitas
Ahora puede que estés pensando, “Pero no sé qué decir”. Tal vez sea eso lo que necesitan.
Recuerda algo que el amigo de Job tenía claro. “Ellos se sentaron con él en el suelo por siete días y siete noches, y nadie le dijo ni una palabra, ya que vieron que su sufrimiento era enorme” (Job 2:13).
Lo más importante, Jesús te ha prometido:
Pero el Ayudante, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, te enseñará todo y te traerá a tu mente todo lo que te he dicho. La Paz dejo contigo; mi paz te doy. No como el mundo la da, yo te la doy. No permitas que se perturben tus corazones, ni que sean atemorizados. (Juan 14:26-27)
Criar a un hijo con severa discapacidad no es un picnic en esta cultura que valora la comodidad, la belleza y la salud por encima del carácter, la persistencia y la convicción. Pero nuestra familia se une a otras familias cristianas que están haciendo frente a estas discapacidades para decir que Dios es fiel aún en medio de los mayores dolores y sufrimientos. Mi hijo, y todo niño que nazca, independientemente de sus habilidades físicas o cognitivas, es valioso porque lo hizo Dios.
Por eso, cuando la noticia afecta a un amigo, a un miembro de la familia, incluso a nuestro propio hijo, recuerda aquel Dios que te dio la vida cuando estabas muerto entre tus pecados. Recuérdalo como aquel que nos llamó a hacer cosas arduas fuera de amor y quien nos prometió estar junto a nosotros en cada paso del camino. Pídele que te ayude. Entonces arropa a la madre y al padre con el amor y la esperanza, por el bienestar del bebé, por su fe, por la gloria de Dios y por tu bien.
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