No puedes obedecer a Dios sin Dios

De Libros y Sermones Bíblicos

Revisión a fecha de 04:01 1 sep 2020; Kathyyee (Discusión | contribuciones)
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Saltar anavegación, buscar

Recursos Relacionados
Leer más Por John Piper
Indice de Autores
Leer más sobre Santificación y Crecimiento
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: You Cannot Obey God Without God

© Desiring God

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Small Talk

Traducción por Javier Matus

Hace años, estaba reflexionando sobre la Gran Comisión, especialmente su segunda mitad y me di cuenta de que la Gran Comisión tiene una segunda mitad. Dice: “Enseñándoles” —a esas personas a las que has hecho discípulos— “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”.

No decía: “Enseñándoles todas las cosas que os he mandado”. Hay una diferencia importante. Dice: “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. Mi responsabilidad como discipulador de las naciones no es solo informarles lo que Jesús ordenó. Más bien, es hablar de tal manera, enseñar de tal manera, orar de tal manera que la gente realmente haga lo que Él ordenó.

Eso nos hace sentir absolutamente indefensos, ¿verdad? ¿Cómo puedo enseñar de manera que la gente se transforme tan profundamente que pueda hacer las cosas radicales que Jesús ordenó? ¿Sabemos siquiera todo lo que Él nos ha ordenado?

Los quinientos

Pregunté: “Padre, ¿cómo hago esta comisión?”. Y durante cuatro meses, leí los Evangelios una y otra vez, viendo con cuidado todas las palabras de Jesús, recopilando todos los imperativos, todos los mandamientos, todas las demandas. Creo que encontré 500 de un tipo u otro.

La respuesta a mi pregunta parecía clara: Mantén las demandas conectadas con la persona. Mantén las demandas conectadas con la obra de Jesús. Él murió por los pecadores. Él conquistó la muerte. Él conquistó a Satanás. Él conquistó el pecado. Él fue perfecto. Él derramó Su Espíritu. Todo esto salió de los Evangelios.

No creo que Mateo, Marcos, Lucas y Juan tengan la intención de que alguna parte de sus Evangelios se lea o se entienda aparte de todas las demás partes de sus Evangelios. Piensa en eso, especialmente en la última parte de cada Evangelio, donde Jesús muere —“el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Los escritores de los Evangelios no pretenden que leamos ninguna parte de los Evangelios aparte de la persona y la obra de Jesús.

La respuesta sobre cómo hacer que las personas entren en un guardar de las demandas, no solo un conocer de las demandas, es mantener las demandas cerca de la Persona, cerca de Jesús. Mantén las demandas cerca de Su obra.

Os es necesario nacer de nuevo

Eso nos lleva ahora a uno de esos primeros mandatos primordiales que nos conectan con Jesús y Su obra en Juan 3. Este es el lugar más importante en los Evangelios sobre el nuevo nacimiento. Nicodemo, un gobernante judío, viene a Jesús y Le dice: “Sabemos que eres un maestro venido de Dios”. Y antes de que pueda sacar una pregunta de su boca, Jesús dice: “A menos que nazcas de nuevo, nunca verás el reino de los cielos”.

Es alucinante que Él fuera directamente al meollo del asunto de esa manera. Para asegurarse de que Nicodemo se dé cuenta de lo que está en juego, dice: “A menos que nazcas de nuevo, nunca entrarás en el reino de los cielos” (Juan 3:5). Tu vida eterna depende de tu nuevo nacimiento.

Nicodemo está asombrado. Él, como muchas de las personas que interactúan con Jesús, no tiene ni idea de lo que Jesús está diciendo. Cree que tiene que volver a subir al vientre de su madre y nacer de nuevo. Jesús aclara: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. La primera vez que naces, Nicodemo (o John Piper), tú eres solo carne, es decir, solo humano —ninguna realidad divina viva en ti en absoluto. Tu espíritu está muerto. Pero lo que nace del Espíritu, un segundo nacimiento, es espíritu, es decir, está vivo.

Dos clases de personas

Una vez tu espíritu estuvo muerto. No tenías ninguna comunión con Dios. No tenías ojos para las cosas del Espíritu. No tenías un amor por Dios, un deleite en Dios, un amor por la Biblia. Todo estaba muerto, aburrido, en blanco. Y luego sucedió algo. Fuiste tocado por el Espíritu y estás vivo. Tu espíritu está vivo.

Jesús tiene dos categorías para los seres humanos, ¿verdad? Gente muerta viva y gente viva viva. “Deja que los muertos entierren a sus muertos”, dijo en Lucas 9:60. Cuando el hijo pródigo llegó a casa, Le dijo al hermano mayor: “¿No sabes que tu hermano que estaba muerto está vivo?” (Lucas 15:32). ¿Cómo sucedió eso? Sucedió por un nuevo nacimiento. El Espíritu da vida al espíritu.

Todos necesitan eso. Yo lo necesito. Todos en el mundo deben nacer de nuevo o no entrarán en el reino de los cielos. Todos nacemos muertos, solo carne. Y Pablo dijo: “La mente de la carne es hostil contra Dios. No se somete a Dios” (Romanos 8:7). No puede hacer las cosas que Dios le dice que haga. No estamos llegando a ninguna parte con las demandas de Jesús sin nacer de nuevo.

Jesús dice: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8). Esta es una obra soberana y gratuita de Dios. Tú no haces que suceda. Un día te aburre la Biblia. Estás ciego a las bellezas de Cristo. Al día siguiente, no puedes tener suficiente de este Libro y Él es tu precioso Salvador y Señor. ¿Qué pasó? Ocurrió un milagro. El nuevo nacimiento sucedió.

¿Qué tiene que ver el nuevo nacimiento con tu fe? Recibimos una respuesta en 1 Juan 5:1: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios”. Si eres un creyente, has nacido de Dios. No es al revés. Si necesito nacer de Dios, yo ahora en mi muerte no creo, como si un milagro sucederá porque ahora he creído. No, la fe es el milagro. Tú Lo has visto como infinitamente digno, y ahora Lo abrazas y confías en Él. Ese es el milagro.

¿Qué podemos hacer?

Si es de Dios y Él sopla donde quiere y crea mi fe, ¿qué podemos hacer? ¿No viene la fe por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios (Romanos 10:17)?

Sí viene así —y también así viene el nuevo nacimiento. En 1 Pedro 1:23 dice: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre”. Y luego se define esa Palabra de Dios: “Esta es la Palabra que por el Evangelio os ha sido anunciada” (1 Pedro 1:25). Esto nos trae de vuelta en un círculo completo a la obra de Jesús y la persona de Jesús.

A medida que llegamos a las demandas de Jesús, lo que está claro desde el principio es que no podemos cumplirlas. Los muertos no obedecen las demandas de Jesús. Somos solo carne. Odiamos las demandas de Jesús. Nos gusta hacer las cosas a nuestra manera. Entonces, si vamos a obedecer, debemos tener vida.

Así que oramos con Agustín: “Dios, ordena lo que quieras y concede lo que ordenes”.


Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas