Está bien

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Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Cielo Melisa Schmura


Pero eso no importa; sean falsas o genuinas sus intenciones, el mensaje acerca de Cristo se predica de todas maneras, de modo que me gozo. Y seguiré gozándome porque sé que la oración de ustedes y la ayuda del Espíritu de Jesucristo darán como resultado mi libertad. Tengo la plena seguridad y la esperanza que jamás seré avergonzado, sino que seguiré actuando con valor por Cristo, como lo he hecho en el pasado. Y confío en que mi vida dará honor a Cristo, sea que yo viva o muera. Pues, para mí, vivir significa vivir para Cristo y morir es aún mejor. (Filipenses 1:18-21).

En el año 1873, un hombre recibió un mensaje de su esposa, que había zarpado en barco con sus cuatro hijas a Europa, lugar donde todos se volverían a encontrar. La nota decía: “Solo yo pude salvarme…” El barco en el que viajaban chocó y se hundió en medio del océano, las cuatro hijas murieron. Esta fue la peor noticia que recibió la familia en los últimos tres años; antes de este terrible accidente, habían perdido a su hijo en 1879, y al año siguiente un incendio los dejó sin nada.

El hombre, Horacio Spafford, cruzó el mar para encontrarse con su esposa y escribió las siguientes palabras:

Cuando la paz, como un río, me encontró en el camino
Cuando las penas se revuelcan como las olas del mar
Cualquiera sea mi destino, tú me enseñaste a decir
Está bien. Mi alma está bien.

¿Está bien? ¿Cuál es el ancla del corazón y la mente de un hombre que en semejantes tragedias puede cantar de las bondades cuando perdió todo lo que tenía?

La esperanza en la canción de Spafford

La clave para sufrir y estar bien, al menos para Horacio Spafford, era Cristo. Este padre había conocido, amado, disfrutado y adorado al hombre, su Salvador, Jesucristo. Y ese amor era capaz de sostenerlo en las peores tempestades de su vida. El conocía el corazón de Filipenses 1:21 donde Pablo, un hombre que sufrió muchísimo, escribió: pues, para mí, vivir significa vivir para Cristo y morir es aún mejor.

En cambio, renunció a sus privilegios divinos; adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. (Filipenses 2:7). Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales. (Filipenses 2:8). Él derramó su sangre por mi alma. Su cuerpo abatido y su sangre pagaron el precio por mis pecados. En el sacrificio de Jesús, mi pecado (no en parte, sino completamente) está clavado en la cruz, y no lo cargo más.

Ahora bien, la última nota en cada pérdida es la felicidad, porque nada (ninguna noticia, nadie, ninguna circunstancia ni pérdida) puede arrancar a Cristo y su amor, ni siquiera la muerte. Cuando cierre los ojos por última vez, en ese momento de gran y profunda pérdida será “ganancia”. Y el Señor apresura el día en que mi fe se debe ver. Podemos tener paz fe y gozo cuando perdemos algo, porque en realidad no lo estamos perdiendo. Sin importar las circunstancias de la tierra pasaremos la eternidad disfrutando al Dios que se hizo hombre, que dio su vida por nosotros, que nos rescató de nuestros pecados y nos regaló una vida eterna.

¿Está bien?

Dios nos dio un gran regalo con esta canción que se escribió en medio de una terrible tragedia. Generalmente, las canciones pueden expresar el dolor cuando no alcanzan las palabras. Una y otra vez, “Está bien” encontró y ayudó a las personas a soportar los peores sufrimientos, recordándoles su bondad que es profunda, soberana y eterna en nuestra vida.

¿Experimentaste esa paz en medio de la tormenta? ¿Sentiste el amor de Dios en medio de una tragedia? ¿Hay algo en el fondo de tu corazón que te conforta y te fortalece cuando aparece la desilusión, la desesperanza y la pérdida?

En Cristo, está bien cualquiera sea la circunstancia. Él murió por vos. Él no es ajeno a tu dolor. Él está con vos. Y prometió estar en vos, guardarte para siempre del pecado, la muerte, el sufrimiento y el dolor.


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