Como dañar un corazón pesado
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Vaneetha Rendall Risner sobre Sufrimiento
Traducción por Mariana Ramirez
Contenido |
Amar a los que sufren comienza con escucharlos
Aún me cuesta saber qué decirle a mis amigos que sufren.
Desearía tener las palabras perfectas para decirles, los versículos más apropiados, el consuelo más efectivo. Quiero elegir las palabras muy cuidadosamente porque los dichos comunes y las actitudes de “cuenta tus bendiciones” pueden hacer que una herida abierta se vuelva más profunda. La gente normalmente no busca ser animada o que les den consejos - lo que quieren es a alguien con quien llorar.
Proverbios 25:20 LBLA describe acertadamente como me he sentido “Como el que se quita la ropa en día de frío, o como el vinagre sobre la lejía, es el que canta canciones a un corazón afligido”.
Crueldad bien intencionada
Cuando nos quitamos una pieza de ropa en un día frío, nos sentimos expuestos e inseguros. Sin protección somos vulnerables a los elementos. Forzando a alguien a escuchar canciones alegres cuando están sufriendo puede hacerlos sentir de la misma manera - sintiéndose solos, vulnerables, sin protección.
El vinagre sobre la lejía causa una erupción. Cuando continuamente intentamos hacer que la gente triste este feliz, pueden explotar en enojo. Aún así, he ofrecido una actitud demasiado positiva en múltiples ocasiones. Cuando veo a mis amigos con los ojos llenos de lágrimas o con miradas llenas de enojo, me doy cuenta de que mis intentos de animarlos parecen despiadados.
Cantarle canciones felices a un corazón con pesar es cruel. Decirle a las personas en duelo que su dolor es un regalo puede resultar crítico. Hacer que canten canciones de alabanza cuando no quieren puede ser hipócrita. Las personas necesitan espacio para llorar y procesar lo que enfrentan sin sentirse juzgados. Todos pasamos por el duelo de una manera distinta; incluso un esposo y una esposa que han perdido un hijo pueden experimentar el duelo de manera distinta. Como nos dice Proverbios 14:10, “El corazón conoce su propia amargura”.
Entonces, en lugar de cantar canciones felices, siéntate y escucha. Ora. Se empático si puedes, guarda silencio si no. Solo necesitas estar ahí.
Descubriendo el lamento juntos
Una amiga de nuestro pequeño grupo está luchando con una enfermedad terminal debilitante. Todos la amamos y queremos ayudar, pero frecuentemente no sabemos qué decir. Su duelo y pérdidas progresivas son pesadas, casi aplastantes y sin embargo, nos ha pedido específicamente que la animemos en el Señor.
¿Cómo lamentamos el dolor de alguien mientras le dirigimos hacia Cristo sin sonar demasiado como un sermón? Nuestro grupo ha batallado, ya sea escuchando en silencio o hablando, sin estar seguros de que dirección tomar. Entonces descubrimos el poder del lamento grupal.
En Dark Clouds, Deep Mercy, Mark Vroegop anima a los creyentes a lamentarse junto como una forma de consolar a los que sienten dolor. Se reconoce el dolor mientras se ofrece esperanza en el Señor. Él dice:
- He visto grupos tambalearse a través del duelo de otros. Por ejemplo, durante el tiempo de peticiones de oración en un pequeño grupo, una pareja compartió un problema doloroso por el que estaban pasando. Su dolor sincero creó una pesadez incómoda. ¿Qué debería pasar después? ¿Cómo evitar que [alguien] ofrezca su bien intencionado pero superficial consejo sobre cómo resolver el problema?
Vroegop sugiere orar un salmo de lamento, invitar al grupo a repetir las palabras del salmista de parte de los amigos.
Usando el Salmo 142, nuestro pequeño grupo se lamentó en voz alta, leyendo una línea del salmo juntos y luego añadiendo nuestras propias palabras al terminar. Fuimos directos y honestos, ofreciendo palabras sin editar de duelo y queja, de petición y promesa, de confianza y adoración. En lugar de hablar de Dios y nuestras frustraciones, estábamos hablando directamente con Dios.
Todos salimos de ahí cambiados. Nuestra amiga se sintió escuchada y animada. Pudimos presenciar el poder de orar los Salmos juntos, llorándole a Dios usando las mismas palabras que Él nos ha dado. Repito lo que dice Vroegop, “ Me apasiona el lamento. Tiene la posibilidad de proveer un camino y un lenguaje que le permita a la gente no solo lidiar con la realidad de su dolor sino también de reenfocarlo en la confiabilidad de Dios”. Habiendo sido testigo de su efectividad, regresaré al lamento en grupo a menudo.
Comienza con escuchar bien
A veces no estamos en la posición para lamentarnos a través de las Escrituras, pero podemos aplicar esos principios a las conversaciones cotidianas. Podemos invitar a nuestros amigos a hablar de sus sentimientos sin ser juzgados, comenzando la conversación diciendo: “Esto debe ser muy difícil. Habría comenzado una gran cantidad de luchas en mi vida. ¿Cómo te sientes?” Compartir nuestras propias batallas y tentaciones invita a otros a hablar, sabiendo que no serán juzgados.
Cuando nuestros amigos hablen, deben hablar sin interrupción o corrección. Invítalos a compartir su diálogo interno. Expresar lo se han estado diciendo a ellos mismos acerca de su sufrimiento. Nos hablamos a nosotros mismos todo el día, ya sean palabras de miedo, desesperación y enojo, o de valentía, resolución, esperanza y gozo. Lo que nos decimos a nosotros mismos es importante.
La conversación comienza al escuchar atentamente pero puede que, como con mi amiga, se convierta en animarlo en el Señor. Los versículos de lamento comienzan con preguntas o declaraciones de miedo y angustia, pero casi inevitablemente se convierten en declaraciones de confianza y alabanza. A veces, Dios nos llama a hablar, a ayudar a nuestros amigos a volverse a creer en las promesas de Dios, mientras les recordamos que Dios está con ellos en el fuego (Isaías 43:2). Qué Él nunca los dejará (Hebreos 13:5-6). Qué hay un gozo incomparable y una recompensa esperando en el cielo (Lucas 6:23).
Sobre todo, ora
No necesitamos pensar de más en nuestras palabras, como si fueran la única esperanza de nuestros amigos. No debemos asumir que nuestro rol siempre será hacerlos sentir mejor. A veces, para bien, seremos llamados a desafiar su forma de pensar después de nuestra oración. Sin importar lo que hagamos o digamos, lo mejor que podemos hacer es orar paciente y persistentemente - por su sanación (Santiago 5:16), por su salud y bienestar (3 Juan 1:2), por bendiciones espirituales y para la fe no falte (Lucas 22:32), para que sean santificados a través del sufrimiento (Juan 17:17) y fortalecidos por el Espíritu, llenos hasta la medida de toda plenitud de Dios (Efesios 3:14-19).
Esto es lo que he aprendido de las Escrituras sobre ministrar a los que están en duelo: Ser gentil, no presionar a hablar o contar sus bendiciones cuando no están listos (Proverbios 25:20). Lamentate con ellos, llora a Dios de su parte. No te guardes las lágrimas. Siéntate con ellos en su dolor (Job 2:12-13). Ayudales a encontrar fuerza en el Señor (1 Samuel 23:16). Consolarlos como el Señor nos ha consolado (2 Corintios 1:4). Sobre todo esto, orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17).
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