Cuando las angustias de mi corazón aumentan
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Jorge Ruiz de Mena
Estos días estoy sintiendo con fuerza mi gran necesidad de la sabiduría y la guía de Dios. Esta ha sido una temporada de la vida en la que el Señor, en su sabia providencia, se ha complacido en llamarme a una confluencia de varios asuntos y situaciones difíciles, confusas y, en algunos casos, profundamente dolorosas. Cada una de ellas supera mis capacidades; todas juntas, se sienten abrumadoras.
No es que ahora realmente necesite la sabiduría y la guía del Señor más que en otras ocasiones. Es solo que, cuanto más problemática, desconcertante y abrumadora parece una situación, más desesperadamente siento mi necesidad de él. Sé por experiencia y por el testimonio repetido de las Escrituras que este tipo de desesperación es una misericordia. Pero la experiencia emocional no se siente como una misericordia. Se siente exigente, lo que me presiona a rezar más (parte de la misericordia).
Y lo que me veo rezando regularmente estos días son partes del Salmo 25. De hecho, la he memorizado para tener siempre esta oración conmigo cuando la necesite (algo que cualquiera puede hacer en un par de semanas con sólo seguir una simple rutina). Se ha convertido en uno de mis salmos favoritos por la forma en que David suplica a Dios sabiduría y orientación en uno de los (muchos) momentos desesperados de su vida, cuando "las angustias de su corazón han aumentado" (Salmo 25:17, LBLA).
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La desesperada situación de David
Pocos de nosotros podemos identificarnos con el tipo de peligro mortal en el que se encontraba el rey David. Ser rey en Oriente Medio hace tres mil años no era algo para los débiles de corazón. Siempre había enemigos traicioneros en el exterior y traidores en el interior, que se disputaban tu posición, prestigio y poder. Aparentes amigos y enemigos conspiraban para debilitarte y destruirte.
La mayoría de los reyes trataban a estos enemigos (y a sus familias y amigos) con una crueldad brutal. Pero no David. Empezando por el rey Saúl, su predecesor, que durante años hizo lo que pudo para asesinarle, David decidió no vengarse de sus enemigos internos. Porque, si lo hiciera, ¿cómo podría afirmar que su confianza estaba en el poder de Dios y no en el suyo propio? Sólo podemos imaginar cómo esto envalentonó a sus enemigos, que no tenían tales escrúpulos espirituales. La decisión de dejar que Dios se encargase de sus enemigos requirió una gran fe y un gran valor.
Pero David no siempre se sintió lleno de fe y valor. Tenemos una parte de sus diarios de oración para demostrarlo, de los cuales el Salmo 25 es una poética entrada. Y este salmo es un verdadero consultorio sobre cómo rezar para obtener la sabiduría y la orientación para navegar una situación difícil, confusa e incluso peligrosa. Comienza describiendo su situación, pero escucha atentamente lo que dice.
A ti, oh Señor, elevo mi alma.
Dios mío, en ti confío;
no sea yo avergonzado,
que no se regocijen sobre mí mis enemigos.
Ciertamente ninguno de los que esperan en ti será avergonzado;
sean avergonzados los que sin causa se rebelan (Salmo 25:1-3, LBLA)
¿Qué está pidiendo David? Por supuesto, está pidiendo que Dios proteja su vida, pero también está pidiendo más, algo más profundo que eso. Cuando reza: "No sea yo avergonzado", y declara por fe que "ninguno de los que esperan en ti será avergonzado", está pidiendo a Dios que proteja la gloria de su nombre al protegerlo. Si David, confiando en Dios, es derrocado por un tirano traidor, ¿quién dirá entonces: "Dios mío, en ti confío"?
Puede que no podamos identificarnos con la razón por la que David se sintió desesperado, pero seguro que podemos identificarnos con la desesperación. Y, cuando rezamos en nuestras situaciones desesperadas, ¿qué le estamos pidiendo a Dios? ¿Existe una razón más profunda que el mero hecho de conseguir lo que deseamos?
Lo que David necesita
Entonces David suplica a Dios lo que necesita. Pero recuerda el contexto: David es consciente de que su vida está en juego.
Señor, muéstrame tus caminos,
y enséñame tus sendas.
Guíame en tu verdad y enséñame,
porque tú eres el Dios de mi salvación;
en ti espero todo el día.
Acuérdate, oh Señor, de tu compasión y de tus misericordias,
que son eternas.
No te acuerdes de los pecados de mi juventud ni de mis transgresiones;
acuérdate de mí conforme a tu misericordia,
por tu bondad, oh Señor. (Salmo 25:4-7, LBLA)
Lo que no se ve en estas lineas es mención alguna a sus enemigos. En este salmo, David no está obsesionado con el origen de su problema; se centra en la Fuente de su solución. Así pues, hace dos peticiones.
En primer lugar, pide a Dios que le guíe. David, al igual que nosotros en nuestras problemáticas, desconcertantes e incluso abrumadoras situaciones , no sabe qué hacer. Sin duda, había en ello varias capas de complejidad involucradas, como las que encontramos nosotros. Había cuestiones fundamentales que dependían de cómo él manejara lo que estaba enfrentando, como las hay en lo que nosotros enfrentamos. Lo que él quería no era vengarse de sus enemigos. Quería que Dios le revelara sus caminos y le guiara en su verdad, ya que era el Dios de la salvación de David. (¿Oyes en esta oración una anticipación profética de Juan 14:6?)
En segundo lugar, David pide perdón a Dios. David, al igual que nosotros, no se ve libre de culpa ante Dios. Él, como nosotros, es un pecador que necesita la misericordia de Dios. Él, al igual que nosotros, debe confiar en la misericordia y la bondad de Dios. Así que, se humilla y le pide a Dios que no se acuerde de sus pecados.
Lo que David cree
Entonces David declara a Dios lo que cree de él. No sólo es importante lo que David declara aquí, sino también dónde pone esta declaración en el orden de su oración (algo de lo que hablaremos en breve).
Bueno y recto es el Señor;
por tanto, Él muestra a los pecadores el camino.
Dirige a los humildes en la justicia,
y enseña a los humildes su camino.
Todas las sendas del Señor son misericordia y verdad
para aquellos que guardan su pacto y sus testimonios.
Oh Señor, por amor de tu nombre,
perdona mi iniquidad, porque es grande.
¿Quién es el hombre que teme al Señor?
Él le instruirá en el camino que debe escoger.
En prosperidad habitará su alma,
y su descendencia poseerá la tierra.
Los secretos del Señor son para los que le temen,
y Él les dará a conocer su pacto.
De continuo están mis ojos hacia el Señor,
porque Él sacará mis pies de la red. (Salmo 25:8-15, LBLA)
¿Qué está haciendo aquí David? Está confesando su fe. Dios es bueno con los pecadores que se humillan y le buscan para que les guíe (y, por si acaso, vuelve a pedir perdón). Dios instruirá a esa persona "en el camino que debe elegir", porque revela su consejo íntimo (un significado más completo de la palabra hebrea sôd, traducida aquí como "amistad") a los que le temen y confían en que cumplirá su pacto. Y David está decidido a mantener sus ojos en el Señor, quien hará lo que prometió.
Pero hay una frase arrolladora e impactante que quiero destacar:
Todas las sendas del Señor son misericordia y verdad
para aquellos que guardan su pacto y sus testimonios. (Salmo 25:10, LBDA)
Recuerda la situación en la que se encontraba David, y luego reflexiona sobre esta frase: "todos los caminos". Todos ellos. David no ignoraba los grandes males y tragedias de la vida. Era más consciente que la mayoría de nosotros, dada la época brutal en la que vivió. Aun así, David confiaba en que su Pastor le guiara "por senderos de justicia por amor de su nombre", incluso los que conducían "por el valle de la sombra de la muerte", donde acecha el mal (Salmo 23:3-4, LBLA).
Mientras rezamos en nuestras situaciones desesperadas, ¿creemos que todos sus caminos son de misericordia y verdad para los que le temen?
Lo que siente David
Aquí es donde el orden de la oración de David es revelador. Después de describirle a Dios su desesperada situación, de suplicarle lo que más necesita y de confesarle lo que cree de él, David le dice a Dios lo que siente.
Vuélvete a mí y tenme piedad,
porque estoy solitario y afligido.
Las angustias de mi corazón han aumentado;
sácame de mis congojas.
Mira mi aflicción y mis trabajos,
y perdona todos mis pecados.
Mira mis enemigos, que son muchos,
y con odio violento me detestan.
Guarda mi alma y líbrame;
no sea yo avergonzado, porque en ti me refugio.
La integridad y la rectitud me preserven,
porque en ti espero.
Oh Dios, redime a Israel
de todas sus angustias. (Salmo 25:16-22, LBLA)
Este es David, un guerrero de renombre, jefe entre los hombres poderosos de Israel, matador de Goliat y vencedor de "sus diez miles" (1 Samuel 18:7, LBLA), derramando su corazón como un temeroso y cansado hijo de Dios a su Padre celestial. Es un tierno y conmovedor grito de ayuda. Los verdaderos hombres y mujeres de valor saben que no son más que niños humildes ante Dios, y no tienen miedo de hablar abiertamente como hijos humildes de Dios (recuerda que este salmo fue escrito para el culto público).
Creo que el orden de la oración de David es significativo: en este salmo, antes de decirle a Dios lo que siente, declara lo que cree sobre Dios, basándose en su conocimiento de la palabra de Dios y en su experiencia personal de la fidelidad de Dios.
Fuese consciente o no, creo que David, el experimentado guerrero, sabía que sus sentimientos de miedo eran emociones potencialmente peligrosas. No estaban equivocados, ya que la amenaza a la que se enfrentaba era real; no debían ser reprimidos, sino expresados. Sin embargo, esas emociones eran poderosas y podían quitarle el coraje, lo cual es mortal en la batalla, incluyendo las batallas espirituales. Así pues, David animó su alma recordando y ensayando lo que creía sobre Dios, y luego atrajo sus emociones hacia sus creencias, o puso sus emociones bajo el gobierno de sus creencias.
Cuando rezamos en nuestras situaciones desesperadas, ¿confesamos con regularidad lo que creemos sobre Dios antes de lanzarnos a expresar cómo nos sentimos sobre todo ello? ¿Estamos alentando nuestras almas en la fe y colocando nuestras emociones bajo el gobierno de lo que sabemos que es verdad sobre Dios?
Fomentar el coraje, Soltar las Preocupaciones
David es un modelo a seguir que nos ayuda a ver y a rezar por aquello que nos resulta difícil, confuso, temeroso y problemático. David llevó los grandes problemas de su corazón a Dios, le pidió lo que necesitaba, se armó de valor confesando su fe, y luego "echando toda [su] ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros" (1 Pedro 5:7, LBLA).
David no repite este patrón en todos sus salmos. Así que no lo convertiremos en una fórmula de oración. Sin embargo, a menudo es necesario avivar nuestra fe antes de arrojar nuestras preocupaciones a Dios, para que realmente seamos capaces de soltarlas y no sigamos fijados en ellas.
David es un buen mentor para nosotros. Tenía experiencia en la lucha contra el miedo y la incredulidad ante situaciones y problemas abrumadores. Y, como Dios hizo con David, instruirá a los pecadores como nosotros en el camino que debemos elegir al temerle y confiar en él. Y al hacerlo, también descubriremos que "todas las sendas del Señor son misericordia y verdad".
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