El premio vale el precio

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English: The Prize Is Worth the Price

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Lilian


Si fueras un atleta que aspira a ganar una medalla en los Juegos Olímpicos, solo necesitarías una cosa además de un extraordinario talento atlético: un enfoque implacable y que consuma toda tu vida en conseguir el premio.

¿Has observado alguna vez el régimen de entrenamiento diario de un atleta olímpico? Cada deporte es único, pero la mayoría de los atletas mantendrían un programa parecido a este:

La búsqueda de una medalla de oro olímpica es una actividad que consume todo el tiempo. Los atletas deben estructurar toda su vida en torno al entrenamiento necesario para ese nivel de competencia de élite, porque esta búsqueda solo puede ser lograda con un enfoque despiadadamente estrecho y una disciplina rigurosa.

La crueldad hedonista

Esto me convenció nuevamente después de reflexionar sobre esta exhortación de Pablo:

¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corred de tal modo que ganéis. Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Por tanto, yo de esta manera corro, no como sin tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al aire, sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado. (1 Corintios 9:24-27, LBLA)

Corinto era la ciudad anfitriona de los Juegos Ístmicos, donde los atletas de élite de todo el mundo de habla griega antigua se reunían para competir en los años entre las Olimpiadas cuatrienales. Por eso, la analogía de Pablo fue particularmente poderosa para sus lectores corintios.

Y lo que Pablo estaba diciendo habría sido tan convincente para los corintios adinerados e indulgentes del primer siglo como lo es para nosotros, los cristianos adinerados e indulgentes del siglo XXI en Occidente: la vida cristiana debe ser vivida con el enfoque y la disciplina despiadados de un atleta de élite.

Pero no cometamos el error de centrarnos principalmente en la parte despiadada: correr, golpear, la disciplina estricta. Muy pocos atletas se someterían a los rigores y el dolor del entrenamiento porque ellos mismos desean el rigor y el dolor. ¿Qué desean? ¡El premio!

Los atletas olímpicos “ejercen dominio propio en todas las cosas”, se niegan a sí mismos muchos placeres mundanos y purgan sus vidas de distracciones, a fin de “recibir una corona corruptible”. En otras palabras, lo hacen por la gloria del premio, lo hacen por el gozo que trae la gloria.

Estos atletas son hedonistas, no legalistas ni estoicos. Están enamorados de la gloria, no del ascetismo. Su abnegación simplemente muestra cuán glorioso consideran que es el premio. Solo renuncian a los placeres que distraen y restan valor al premio. Se abstienen de darse placeres para no terminar incapaces de competir (descalificados) y perder el premio que desean.

Correr para obtener el premio

Por eso Pablo eligió a los atletas de nivel olímpico como analogía. La analogía tiene como objetivo resaltar el premio, no el precio. El precio, el enfoque que consume la vida, la disciplina y el autocontrol, solo muestran el valor del premio. Pablo quiere que nos unamos a él en la carrera para obtener el premio.

Por lo tanto, como un atleta que aspira a ganar una medalla de oro, debemos hacernos algunas preguntas difíciles:

Estamos en una carrera, aunque no es un juego (Hebreos 12:1-2). Y hay un premio (Filipenses 3:8, 14). Las coronas y medallas olímpicas son corruptibles, pero el premio que perseguimos es incorruptible (1 Corintios 9:25). La gloria olímpica, uno de los momentos más gloriosos que el mundo tiene para ofrecer, se está desvaneciendo. Entre los ganadores de medallas en las últimas Olimpiadas, ¿cuántos nombres puedes recordar? Estoy bastante seguro de que no conoces a ningún ganador de coronas de la época de Pablo. Esa gloria se ha desvanecido desde hace mucho tiempo. Pero la gloria que experimentarás si ganas esta carrera es inmarcesible e incomparable (1 Pedro 5:4; Romanos 8:18).

Pero esta carrera es difícil. Debemos tomar en serio a Pablo aquí. Ganar requiere el enfoque y la disciplina hedonistamente despiadados de un competidor olímpico. Requiere una determinación absoluta. Se trata de despojarnos de todo peso y pecado que nos enreda (Hebreos 12:1). Pero lo importante no es el precio doloroso, sino el placer incomparable del premio. ¡Corramos por el gozo!

Corramos, pues, para obtener este premio y despojémonos de todo lo que pueda descalificarnos.


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