Los otros grandes libros sobre paternidad

De Libros y Sermones Bíblicos

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English: The Other Great Parenting Books

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Por Kathryn Butler sobre Crianza de los Hijos

Traducción por María Veiga


Contenido

Cómo las mejores historias llevan a los niños a Cristo

Durante los últimos dos años, las realidades de la vida en una pandemia han planteado enormes desafíos para los padres. En los mejores casos, las mascarillas y las pruebas, el aprendizaje a distancia y el cuidado infantil limitado han tensado los ritmos y las rutinas familiares. En los peores casos, el COVID se ha cobrado la vida de seres queridos, lo que ha despertado en nuestros hijos sufrimiento y preguntas que llegan al corazón de su fe: ¿Por qué Dios permitiría una pandemia? ¿Por qué no salvó a mi ser querido? ¿Es Dios realmente bueno?

Estas preguntas son tan vitales para la fe de nuestros hijos que los padres pueden ceder ante la presión de cómo responder. En esos momentos, podemos recurrir siempre y en primer lugar a las Escrituras, todas ellas inspiradas por Dios y útiles para enseñar (2 Timoteo 3:16). Cuando surgieron sus propias preguntas durante la pandemia, una inmersión profunda en el libro de Job ayudó a mis hijos a apreciar que Dios obra todas las cosas para el bien de quienes lo aman (Romanos 8:28), incluso cuando no podemos comprender sus designios específicos. He estado agradecida con Dios por cómo su palabra ha guiado a nuestros hijos durante los momentos difíciles, anclándolos en la tormenta.

Y entre los momentos difíciles, también he estado agradecida por otro regalo, mucho menos importante, pero que refleja las verdades que mis hijos leen en las Escrituras: un hobbit, cuyas aventuras en la Tierra Media llevan a nuestros hijos de regreso a la palabra de Dios con cada lectura.

El regalo de las historias

Ninguna ficción puede reemplazar la palabra inspirada de Dios. Sin embargo, durante estos tiempos extraños, las historias adecuadas —aquellas que aplauden la bondad frente al terror, la esperanza contra toda esperanza y celebran lo justo, lo verdadero y lo hermoso (Filipenses 4:8)— pueden ayudar a señalar a nuestros hijos la única historia verdadera: Cristo crucificado y resucitado por nosotros.

Vislumbré por primera vez el poder de las grandes historias para enriquecer nuestra enseñanza del evangelio mientras leía “La comunidad del Anillo” con mis hijos. Mi hijo y mi hija masticaban mantequilla de maní y mermelada mientras Frodo y sus compañeros huían a través del puente de Khazad-dûm. Cuando Gandalf se dio la vuelta para enfrentarse al Balrog, mis hijos se detuvieron a mitad del bocado y se inclinaron, embelesados. El puente cedió; mis hijos se inclinaron aún más. Entonces el látigo del Balrog se retorcio en el tobillo de Gandalf. El amado mago instó a la comunidad a salvarse, y luego se hundió en el abismo.

Hice una pausa y estudié a mis hijos con cautela. Finalmente, mi hijo habló. “Creo que se entregó por los demás, mamá”, dijo. “Algo así como lo hizo Jesús por nosotros”.

Desde entonces, decenas de momentos similares han estallado en nuestro tiempo de lectura en voz alta. Una versión abreviada de “Oliver Twist” provocó comentarios sobre cómo estamos hechos a imagen de Dios (Génesis 1:26), debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:36-40) y debemos extender compasión a los pobres (Zacarías 7:10). El “Anillo de Poder” en “El Señor de los Anillos” inspiró conversaciones sobre el pecado, cómo nos seduce y luego nos esclaviza, y cómo agobiaba a Frodo de la misma manera que la manada de Christian lo agobiaba en “El progreso del peregrino.”

Mientras leíamos “La travesía del Viajero del Alba” en el sofá, mi pequeña hizo una pausa entre bocados de pez dorado para sonreír cuando un albatros resplandeciente apareció en el cielo para guiar a Lucy Pevensie fuera de peligro. Cuando la voz de Aslan resonó: “Ánimo, querido”, mi hija comentó: “Es como si apareciera el Espíritu Santo”. Me sequé las lágrimas.

J. R. R. Tolkien creía que esos momentos en las narraciones ocurren porque las mejores historias resuenan con la verdad del evangelio. En su ensayo Sobre los cuentos de hadas, escribe lo siguiente:

“La peculiar cualidad de “gozo” en la fantasía exitosa puede explicarse como un destello repentino de la realidad o verdad subyacente... Puede ser un destello lejano o un eco del evangelio en el mundo real.” (77–78)

En otras palabras, las buenas historias nos deleitan porque reflejan la verdadera Historia, la Historia Cristiana, y nos señalan la esperanza del final feliz definitivo: nuestra adopción como hijos de Dios a través de la muerte y resurrección de Cristo.

¿Cómo cosechamos estas alegrías y maravillas para nuestros hijos? ¿Cómo aprovechamos al máximo nuestro tiempo de lectura en voz alta y les señalamos el verdadero final feliz?

Darles las Escrituras primero

El hecho de que Tolkien tenga una enorme base de seguidores seculares ilustra que las grandes historias por sí solas no pueden instruirnos en el evangelio. Las historias pueden avivar la imaginación y avivar las chispas del entendimiento de un niño, pero primero debemos encender esas chispas. Las grandes historias señalarán el evangelio solo si nuestros hijos conocen primero la palabra de Dios.

La Biblia es clara en cuanto a que debemos infundir las Escrituras en los días de nuestros hijos, permitiendo que se derramen en cada momento mientras caminamos por el camino, nos acostamos y nos levantamos (Deuteronomio 6:6-7). Se trata de impregnarse de lo que leemos con ellos, de lo que nos reímos, de lo que compartimos. La Biblia nos informa sobre cómo vivimos, no solo durante los devocionales, sino en cada momento del día.

Enseña a tus hijos que la palabra de Dios es una lámpara a sus pies y una luz en su camino (Salmo 119:105). Luego, ayúdelos a percibir destellos de su verdad a través de historias.

Elija las mejores historias

¿Cómo discernimos si una historia que leemos con nuestros hijos refleja el mundo o a Aquel que ha vencido al mundo? Las palabras de Pablo sobre el discernimiento pueden guiarnos:

8 “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.” (Filipenses 4:8)

Busquen libros con páginas que rebosen de verdad, pureza y amabilidad. La educadora Charlotte Mason se refirió a los “libros vivos” como el sustento de las mentes de los niños, y describió esa literatura como “la expresión adecuada y hermosa de ideas inspiradoras e imágenes de la vida” (Parents and Children, 263). Busque libros que exploren nuestra naturaleza pecaminosa con humildad, señalen nuestra esperanza en Cristo con reverencia y destaquen la victoria del bien sobre el mal. Si no está seguro, sitios como The Read-Aloud Revival ofrecen listas de libros y reseñas útiles.

Extraiga temas del Evangelio

Cuando lea con sus hijos, esté alerta a los temas bíblicos. Busque el arco redentor en cada historia: el arco del personaje o la trama que señala nuestra salvación en Cristo. La siguiente breve lista incluye algunos ejemplos de arcos redentores:

Si bien estos ejemplos reflejan las obras de autores cristianos, incluso la literatura menos abierta puede resultar instructiva si se la aborda con discernimiento. Las tragedias de Shakespeare retratan vívidamente el poder destructivo del pecado. Dickens nos incita a la compasión por los pobres, las viudas y los huérfanos (Deuteronomio 10:18; Santiago 1:27). “El grillo en Times Square” y “La telaraña de Carlota” resaltan el amor al prójimo y la esperanza en la desesperación. Y “Robinson Crusoe” y “La familia Robinson” (leemos las versiones abreviadas) ilustran la fidelidad y la provisión de Dios.

Incluso los malos de la mitología griega pueden ofrecer momentos de enseñanza: cuando hablamos abiertamente de la brutalidad y lascivia de Zeus, la falsa deidad se marchita ante la majestad, la misericordia y la santidad del único Dios verdadero.

Más allá del fin

Las grandes historias dejan huellas en el corazón y la mente que perduran mucho después del “fin”. Las historias nos moldean, dejando marcas que nunca se desvanecen. Y cuando los temas cristianos se entrelazan en las historias como hilos brillantes, esas marcas señalan a nuestros hijos la esperanza que perdura incluso frente a la oscuridad más profunda. Las mejores historias nos señalan la única Historia verdadera, la Historia más grande de todas. Las mejores historias nos señalan a Cristo.

Y el final de su Historia es perfecto. Nunca decepcionará. Fluye como una copa fresca de agua viva, que nos conduce a la vida eterna. El Rey, Aquel que llevó nuestras cargas (Isaías 53:4), regresará. El anillo maldito arderá. Y en este final, el más grande de todos los finales felices, habitaremos en la casa del Señor para siempre (Salmo 23:6).


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