Mi carne y mi corazón desfallecieron
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Sam Crabtree sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Milagros García
Contenido |
Aprender de un susto médico
Dos semanas antes de navidad, mi corazón se detuvo.
Mientras estaba a mi lado en una de las reuniones, mi esposa me vió cerrar los ojos y desplomarme. Luego de unos segundos, mi corazón revivió “solo” por gracia divina. Pasó cuatro veces más durante esa reunión. Quizás no soy lo suficientemente activo, pensé. Quizás, si me levanto y camino un poco, todo se pondrá en movimiento y lo que sea que tengo se irá.
Mientras camino en el recibidor de la iglesia, uno de los adultos mayores me dice que no me veo bien. Llamo a mi médico y me recomienda ir a una sala de emergencias para que me hagan una revisión. No puedo manejar.
En la sala de emergencias, el cirujano me coloca un montón de cables y me pregunta muchísimas preguntas para poder diagnosticarme.
“¿Tiene antecedentes de problemas cardíacos en su familia?”
“Sí, mi padre murió de un ataque al corazón a los 60 años y su papá también”
“Pero usted, ¿siente dolor?”
“Ninguno”
“¿Se siente mareado?”
“La verdad es que no” La habitación no se movía. No tenía náuseas.
“¿Se desmayó?”
“Tampoco. Algo podía oír”
“¿Con qué se refiere a “algo”?”
“No sé bien. Era ruido de fondo”
“¿Comenzó a sudar?”
“No”
El cirujano estaba desconcertado. Quizás estaba lidiando con un hipocondríaco.
Mientras fue a otra habitación, pasó de vuelta, otro episodio. Antes de desplomarme y quedar semiconsciente, miré hacia el monitor: mi pulso era un gran cero. Había llegado a la línea final. Luego de unos segundos, mientras revivo “por mi cuenta”, el cirujano viene corriendo desde la otra habitación al pensar que tendría que hacerme RCP, activar el código rojo o algo por el estilo. “¡Tu corazón se paró por completo por aproximadamente 8 segundos!”, exclamó.
No estaba teniendo un ataque al corazón por arterias tapadas que causaran que mis músculos faltos de oxígeno murieran de dolor. Era solo que mi circuito cardio-eléctrico se estaba tomando un descanso. Uno de los otros cinco que se tomó aquella tarde en el hospital. Marcapasos, bienvenido.
Mientras estaba sentado en la camilla, le dije a mi esposa Vicki, “Quizás conozca a Jesús antes de navidad”. Rezamos. Lloramos. Ella asegura que sabe donde están todos nuestros documentos importantes. “Si te vas, yo también iré contigo”, me dijo. Con preocupación le pregunté, “¿Por qué? ¿Estás con problemas médicos también?” Luego, ella menciona algo encantador, pero también falso: “No puedo vivir sin ti”.
Cuando tu corazón falla
Si consideramos que la palabra corazón está más de 900 veces en nuestra biblia, el corazón, aparentemente, es bastante importante. Se sabe que la palabra corazón tiene más de un significado. Si tu corazón físico falla, como lo hizo el mío, es bastante malo. Es peor aún si tu corazón espiritual falla. Pero, ¿Cómo puede fallar el corazón espiritual? ¿Qué se puede hacer cuando se siente que el corazón espiritual está en cero, como le pasó a varios de los escritores bíblicos?
Conozco ese dolor o esa insensibilidad melancólica, depende el caso. Si nuestro corazón falla, no sirve de nada negarlo. Lo mejor es admitirlo y esperar los desafíos que vendrán. Es desafortunado y doloroso que nuestro corazón falle, incluso si eres más estable que la mayoría. Incluso Superman encuentra su kriptonita. La falla del corazón no es algo novedoso ni extraño, entonces no te sorprendas.
El hecho de admitir que hay una falla en el corazón espiritual es un primer paso en la dirección correcta. Como dice Pedro,
Y Él me ha dicho: “Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.” Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades [como un corazón que falla], para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades [como un corazón que falla], en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12:9-10)
La falla del corazón espiritual puede manifestarse de distintas formas. Consideremos tres.
La falla del desaliento
Los corazones pueden fallar cuando los obstáculos parecen demasiado imposibles. Las grandes adversidades hacen agujeros en nuestras pequeñas fuentes de ánimo. Por ejemplo, el corazón del ejército de Saúl falló cuando fue provocado por un único gigante (1 Samuel 17:11, 32); Los espías que regresaban de la tierra prometida se desanimaron cuando pensaron que parecían langostas ante los ojos de sus enemigos (Números 13:31-33); El corazón de David falló cuando “(lo) rodean males sin número.” (Salmos 40:12)
Se ciernen montañas de desaliento premonitorio: guerras, insomnio, genética desafortunada, dietas fallidas, presiones sociales, desastres naturales, responsabilidades financieras e incluso el clima. Nuestros corazones no son inmunes a tales ataques.
La falla de las falsas creencias
Las dudas mandan nuestra confianza por el desagüe y la convierte en desdicha. Como la maleza, las semillas de la duda germinan en tu vida interior y se multiplican, acaparando nuestros sentimientos, produciendo una sensación molesta de culpa y de que Dios se ha puesto en nuestra contra. La creencia dudosa y la confusión teológica pueden hacerme sentir que Dios está en mi contra. Palabra clave: Sentir.
Los sentimientos no son buenos presidentes ejecutivos, pero, sin embargo, son los que suelen hacer más ruido. Normalmente, no tienen visión ni proyección a largo plazo. Demandan que la gratificación sea inmediata, pero una vez alcanzada, tienen más exigencias. En vez de escuchar la voz fuerte que tienen los sentimientos, las almas sabias escuchan una voz más confiable, aunque sea más silenciosa: la voz del Espíritu. El corazón en falla necesita fe y esa fe viene del oír, y el oír por la palabra de Cristo (Romanos 10:17), que a veces encontramos en la boca un sabio amigo cristiano.
Al corazón en falla se lo ayuda forzándolo a hacer lo que no se tiene ganas de hacer. Levantarse en la mañana. Ejercitarse (decirle a tus sentimientos que tienen que dar una caminata, literalmente); Llevar tus ojos a las páginas de la Biblia; Pedirle a Cristo que la gracia nos permita hacer aquello que nuestros sentimientos no. Luego, dejar que actúe el milagro. Digan en conjunto a Jesús: “No se haga mi voluntad, sino la tuya. Sed hacedores y no solamente oidores.” (Santiago 1:25).
La falla del agotamiento
Cuando el corazón falla, no funciona con un simple “Despiértate”. El sufrimiento, la confusión y la persecución agotan al corazón. Se queda sin combustible. Los niños no durmieron y estás con mucho agotamiento. Sale el sol y te quedas ahí, como un bulto inmóvil.
Pero cuando tu corazón falla, ten presente a Jesús.
Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón. (Hebreos 12:3)
Mira a Jesús, para obtener un modelo de entereza, y mira hacia Jesús, para encontrar la gracia que te permita perseverar. Dios no te ha abandonado. Por ejemplo, Él te ha dado la gracia suficiente para poder leer esta oración y tiene mucha más gracia para darte.
Por lo tanto, no hagas nada drástico. No bajes los brazos. No te des atracones que vas a lamentar. Relájate. Descansa siempre que puedas. Cuando Elías estaba desesperanzado de la vida y pidió morir, un descanso común y corriente bastó para ayudarlo. (1 Reyes 16:5).
La fuerza del corazón
Cuando el corazón falla, haz una pequeña introspección. Un corazón que falla espiritualmente puede dejar en evidencia que estamos atesorando las cosas incorrectas. “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. (Mateo 6:21)
¿Qué es lo que realmente amo? ¿Estoy valorando lo realmente valioso? ¿Qué estaba esperando? ¿Cuán bíblicas son mis expectativas? ¿Estoy percibiendo la realidad de manera correcta?
Cualquiera sea la causa, mi corazón puede fallar, pero el corazón de Cristo nunca falla. Asaf lo expresó de esta manera:
Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre. (Salmos 73:26)
Cristo ama a sus hijos ya sea que sus corazones prosperen o fallen. Recuerdale a tu corazón que Jesús te despojó de tus pecados en la cruz.
En la sala de emergencias aquella noche, a pesar de que mi corazón físico estaba fallando y reviviendo de manera intermitente, mi corazón espiritual estaba impaciente. Algún día, espero que deje de latir de una vez por todas. Y cuando ese día llegue, espero que mi otro corazón se regocije en Jesús, aquel que va a cargar con la plenitud de lo que él mismo comenzó.
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