¿Por Qué los Grupos Pequeños?/¿Por Qué los Grupos Pequeños?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por C.J. Mahaney
sobre Grupos Pequeños
Capítulo 3 del Libro ¿Por Qué los Grupos Pequeños?
Traducción por Pamela (Pami) Ramos
“Vez, pero no observas,” dice Sherlock Colmes a su fiel amigo el Dr. Watson. “La distinción es clara. Por ejemplo, usted frecuentemente ha visto los escalones que suben del pasillo a este cuarto.”
“Frecuentemente.”
“¿Qué tan frecuentemente?”
“Pues, unos ciento y tantos veces.”
“Entonces, ¿cuantos hay?”
"¿Cuántos? No se.”
“!Exactamente! No has observado. Sin embargo has visto. Es ese precisamente mi punto. Ahora, yo se que hay diecisiete escalones porque yo he visto y observado.”[1]
Si en algún momento usted ha leído cualquiera de los cuentos de detectives de Sir Arthur Conan Doyle, usted sabe que Sherlock Holmes a menudo reprimenda al Dr. Watson por su descuido. Pero Watson no era un tonto. Como es el caso conmigo, y probablemente usted, a él simplemente le hicieron falta esos dones marcados de Holmes de observación y deducción. Él podía ver las mismitas situaciones que Holmes sin notar los detalles importantes. Como dijo Holmes, Watson veía…pero no observaba.
Por cierto – si yo estuviera en el lugar de Watson, tal vez le hubiera respondido al detective famoso un poco diferente. Por lo menos hubiera sido tentado en responder, “¿Cuántos escalones? ¡A quien le importa! Nada más solucione el caso compadre.”
Le importaba a Sherlock Holmes. La observación era una herramienta esencial en su carrera. Es esencial para nosotros también al examinar el tema de los grupos pequeños. Lo que pasa es que muchos de nosotros vemos los grupos pequeños como Watson veía los escalones. Vemos pero no observamos. Asistimos al grupo sin entender su propósito. No entendemos por qué existe nuestro grupo pequeño.
Y si no sabemos el propósito de Dios por nuestros grupos pequeños, nunca lo vamos a lograr.
Son Fundamentales los Grupos Pequeños, Querido Watson
Desde los 1970’s por lo menos, la iglesia en América se ha fascinado con los grupos pequeños. La mayoría de las iglesias por lo menos han experimentado con los grupos pequeños, y muchos todavía mantienen ministerios de grupos pequeños de varios tipos.
Sin embargo, desde mi perspectiva limitada, unas cuantas de estas iglesias nunca han forjado un propósito claro ni metas bíblicas cuando inician sus grupos pequeños. Algunos sí lo hicieron y los elogio. Son estas iglesias, sin duda, que han tenido el mayor éxito con sus grupos pequeños. Pero otros iniciaron grupos simplemente porque era lo popular – la última tendencia de la iglesia. Obviamente, eso no es motivo suficiente. Tendencias actuales raramente proveen fundamentos fuertes para la iglesia. Un ministerio de grupos pequeños no será eficaz finalmente a menos que existe para lograr propósitos bíblicos.
Con el deseo sincero de tener nuestro grupo pequeño evangelizar y alcanzar a gente, el año pasado se me ocurrió el “Desfile de Villancicos del Día de la Independencia.” Admito que la mayoría de la gente estaban un poco reacios (incluyendo mi esposa, que debería de haberme alertado), aunque a los niños les pareció muy buen idea. El día de la Independencia nos vestimos de los colores de la bandera con sombreritos y chalecos. Portando globos, marchamos por la vecindad regalando panfletos y parando en frente de casa para cantar canciones patrióticas.
Estaba tan orgulloso de mi idea creativa, que no noté las miradas que notó mi esposa y los demás miembros del grupo mientras caminábamos por la calle. No me sorprendería si, cuando me ven mis vecinos, todavía dicen, “¡Hay va ese hombre raro!”
-John Masanotti (Mesa, AZ)A causa de la carencia de propósito y mandato bíblico, muchos grupos pequeños han tropezado. Otros grupos han estado en una estado serio de desventaja por la falta de buenos recursos disponibles. No es exageración decir que la mayoría de los libros y guías más populares tratándose del tema de grupos pequeños están terriblemente deficientes en sana doctrina. No lo digo ligeramente. Los he revisado por años, y he encontrado un mayor énfasis en la psicología y sociología moderna, que en la teología bíblica y minuciosa.
La mayoría de estos materiales son bien producidos. Aparecen varias preguntas e ilustraciones que despiertan el pensar. Sin duda los editores quieren ayudar a los cristianos crecer. Pero sin una presencia fuerte de contenido bíblico, estos materiales pudieran hasta impedir las intenciones de Dios para con nosotros como individuos y grupos. A pesar de estas preocupaciones, yo veo a los grupos pequeños como prioridad para cada cristiano y cada iglesia. ¿Por qué? Porque las escrituras constantemente subraya la centralidad de las relaciones. J.I. Packer esta de acuerdo:
No debemos pensar que nuestro comunión con otros cristianos es un lujo espiritual, una adición opcional a la disciplina del devocional privado. La comunión es una de las gran palabras del Nuevo Testamento: denota algo vital para la salud espiritual de un cristiano, y central a la vida verdadera de la Iglesia…la Iglesia florecerá y los cristianos serán firmes solamente cuando haya comunión.[2]
La comunión verdadera no es práctica en una multitud de 200 o 2,000 personas. Pero tengo la fuerte convicción de que las iglesias deben crear grupos pequeños donde cristianos pueden desarrollar relaciones más íntimas, donde pueden, “conocer y darse a conocer”. Una iglesia que sigue el modelo bíblico no nada más “tendrá” grupos pequeños. No nada más “ofrece” grupos pequeños. Sino que será “hecha por” los grupos pequeños.
Sin embargo, como indique antes, los grupos pequeños solamente servirán a la iglesia si están fundados en sana doctrina y sostenidas con un propósito claro y bíblico. Eso nos lleva al título de este capítulo y de este libro; ¿Por qué Grupos Pequeños?”
Para contestar la pregunta planteada en ese título, déjame presentar lo que yo considero como cuatro metas claras de las escrituras: santificación progresiva, cuidado mutuo, comunión, y el ministerio del Espíritu Santo.
Lo Que Es La Santificación – Y Lo Que No Es
Teólogo Wayne Grudem provee una definición fina y concisa de esta doctrina tan crítica: “La santificación es una obra progresiva de Dios y del hombre que nos libra más y más del pecado y nos hace más y más como Cristo en nuestras vidas actuales.”[3] ¿No es esa es la meta de la vida Cristiana? Aumentando la liberación del pecado y aumentando el parecer a Jesús. Los grupos pequeños proveen un contexto ideal para que esto ocurra.
Aunque no todos los grupos pequeños son intencionales para con este propósito. Algunos tienen la prioridad de socializar en lugar de santificación. Algunos otros son excelentes en el compartir abiertamente y el escuchar comprensivamente, no obstante nunca confrontan pecado o retan a sus miembros a cambiar.
- Ofenderte pero no mostrarlo
- Ofenderte y expresarlo
- Deshacerte en lágrimas
- Señalar los pecados obvios en la vida del otro.
- Darle las gracias por su cuidado y preocupación.
Eso no es aceptable. Un grupo con propósitos no-bíblicos puede hacer más daño que ser de beneficio. Grupos que se reúnen sin el propósito bíblico de perseguir el desarrollo de carácter tienen la tendencia de reforzar en lugar de confrontar el pecado y egoísmo presente en nosotros. Ninguno de nosotros necesitamos ese tipo de reforzamiento. En lugar de eso, necesitamos ser provocados y retados por otros para poder cambiar para la gloria de Dios.
Déjame hacer un paréntesis crucial antes de continuar. He hablado con muchos cristianos que, estén conscientes de ello o no, no entienden la diferencia entre la doctrina de la santificación y la doctrina de la justificación. Como esta confusión puede llevar a consecuencias espirituales serias, permíteme tomar un minuto para distinguir estas verdades críticas. Favor de proseguir atentamente – el resto de este libro (¡Y el resto de tu vida cristiana!) depende de un entendimiento claro de estas dos doctrinas.
Les he compartido la definición de Wayne Grudem de la santificación anteriormente. Él define la doctrina de la justificación así:
La justificación es un acto instantáneo legal de parte de Dios en cual Él, 1) Ve nuestros pecados como perdonados y la justicia de Dios perteneciendo a nosotros, y 2) nos declara justos delante de Él.[4]
La justificación se refiere a la posición del cristiano delante de Dios. El momento en que naciste de nuevo, Dios le justificó. A base de la obra terminada de Cristo, Dios vió sus pecados como perdonados y declaró que eras justo.
Del otro lado, la santificación, se refiere a nuestra práctica delante de Dios. Es el proceso continuo de luchar contra el pecado y parecernos más a Jesús. Aunque la santificación es una meta y evidencia de nuestra justificación, nunca lo debemos ver como la base de nuestra justificación. Aquí es en donde muchos cristianos se confunden. Tratan de ganarse lo que ya se les ha regalado. Como dijo Martín Lucero, “Nuestra única contribución a nuestra justificación es el pecado que Dios tan misericordiosamente perdona.”
Hay otras distinciones vitales. La justificación se trata de ser declarados justos; la santificación se trata de volvernos más justos. La justificación es inmediata; la santificación es gradual. La justificación es completada el momento en que Dios nos declara justos. No sucedes en grados. La santificación, de otra manera, es un proceso que dura toda nuestras vidas. Finalmente, mientras cada cristiano disfruta del mismo grado de justificación, variamos en términos de santificación. Nunca serás más justificado de lo eres en este momento, porque la justificación es un acto de Dios. Pero por la gracia de Dios llegarás a ser más y más santificado tan cuanto cooperas con el Espíritu de Dios en el proceso de cambiar.
Aunque es importante distinguir entre la justificación y la santificación, estas dos doctrinas son inseparables. Dios no justifica alguien sin también santificarlo. La santificación no es opcional. Si uno es realmente justificado, será evidente por la obra progresiva de santificación en su vida. Los grupos pequeños contribuyen a esta obra de gracia magnífica y gradual de nuestras vidas.
No lo Intentes Solo
Aunque la responsabilidad personal para la santificación sigue siendo de suma importancia, la santificación no se puede lograr aislado de la iglesia local. La Escritura enseña claramente que el lugar en donde se lleva a cabo la santificación es la iglesia local – y los grupos pequeños contribuyen invaluablemente a este proceso. Considera estas ideas penetrantes del teólogo Bruce Milne:
La vida cristiana es inevitablemente corporal. Enseñanza acerca de la piedad cristiana muchas veces se concentra, casi exclusivamente, el “hombre piadoso” o la “mujer piadosa”, descuidando la preocupación bíblica de “un pueblo santo” o una “iglesia santa”. El “individuo cristiano todo-competente” ideal, que puede enfrentar cualquier reto espiritual y vivir una vida de victoria perfecta sobre el pecado y el diablo, sin duda nos ha producido ejemplos excepcionales de carácter cristiano; pero, como los consejeros cristianos saben, este énfasis ha llevado a muchos a una lucha solitaria que acaba en la desesperación y desilusión, o peor, a la hipocresía de vivir una vida doble.
Éste enfoque en su totalidad necesita ser re-examinado. La colectividad de la enseñanza del Nuevo Testamento, incluyendo secciones importantes de la piedad, ocurren en cartas dirigidas a grupos corporales, a iglesias. Las exhortaciones de primer importancia hacia el vivir piadosamente son plurales – “nosotros”, “ustedes” (Rom. 6:1-23; Gal. 5:13-6:10; Ef. 4:17-6:18)…De igual manera todas las promesas de victoria en el Nuevo Testamento son corporales (1 Cor. 15:57, 1 Jn. 5:4; Rev. 15:2). En otras palabras los apóstoles consideraban la vida cristiana en el contexto de una comunión llena de amor y cuidado.[6]
Por la gracia de Dios, he experimentado lo que describe Milne. Muchos de los cambios más significativos de mi vida cristiana han sucedido en la comunión de la iglesia local – en particular, en grupos pequeños. En muchas ocasiones, miembros de mi grupo pequeño me han confrontado en mucho amor (pero con firmeza) de mi pecado y me han pedido cuentas mientras yo buscaba cambiar. Claro que el Espíritu Santo es primordialmente responsable por traerme convicción de estas cosas, pero no me puedo imaginar en donde estaría sin estos fieles amigos. Dios los ha usado vez tras vez para señalar pecado en mi vida que, dejado solo, yo nunca hubiera visto.
Trae seriedad el observar a otros que han elegido no participar en la iglesia local o los grupos pequeños. Han demostrado una falta de crecimiento notoria. Y lo peor es que ni se dan cuenta de su condición espiritual y estancamiento.
Los grupos pequeños proveen el ánimo, corrección, y rendición de cuentas que nos guardan de desviación. Tan importante que es cultivar una relación personal con Dios al practicar las disciplinas espirituales, necesitamos la ayuda de otros el nuestra búsqueda de santificación.
Si tiene una pasión para el cambio personal – y todo cristiano lo debe tener – entonces le alegrará cuando otros le retan al crecimiento. Esto no se debe ver como algo anormal, o como el dominio de aquellos que han alcanzado un nivel inusual de madurez. Se debe ver como un proceso normal que sigue del renacimiento, y es expresada en un deseo de ser conformado al imagen de Jesucristo. Debemos ser seriamente dedicados, y sin disculparnos, al cambio.
¿Quién es su Natán?
Cuando Dios cuestionó a Caín del homicidio de Abel, intentó negar que era guarda de su hermano (Gen. 4:9). Pero si lo era. Todos lo somos. Tenemos la responsabilidad de ayudar a nuestros hermanos y hermanas guardar la voluntad de Dios. La frase común para esto es la rendición de cuentas. Es una manera específica en que las relaciones nos ayudan lograr la santificación.
En los principios del siglo XVII, Samuel Wesley (hermano de John Wesley) formó una sociedad religioso con reuniones regulares de grupos pequeños. Se llamaban “Band Societies” estos grupos del mismo sexo fueron diseñados para facilitar la rendición de cuentas mutua. Todos los que se querían integrar tenían que contestar las siguientes preguntas como requisito, dando evidencia de la justificación y el deseo correspondiente de crecer en Dios:
¿Tiene usted paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo?
¿Tiene el deseo de que le digan sus fallas?
¿Desea usted que cada uno de nosotros le diga, de vez en cuando, lo que hubiera en su corazón concerniente a usted?
¡Considera! ¿Usted desea que le digamos lo que pensemos, lo que tememos, lo que escuchemos, concerniente a usted?
¿Usted desea que, al hacer esto, nos acerquemos lo más posible, que vayamos al grano y escudriñemos los más profundo de tu corazón?
¿Es su deseo y propósito ser completamente abierto en esta, o otras, ocasiones, así como para comunicar todo lo que esta en su corazón sin excepción, sin ocultar, y sin reserva?
Éstas preguntas se podían preguntar al miembro “tan a menudo como se presenta la ocasión,” Mientras que las siguientes preguntas se preguntaban en cada reunión:
¿En cuál pecado ha caído usted concientemente esta última semana?
¿Con cuales tentaciones se ha enfrentado?
¿Cómo se libró?
¿Qué ha pensado, dicho, o hecho, que no esta seguro si es pecado o no?[8]
Ha dicho Charles Swindoll que, “La rendición de cuentas incluye abrirse a unos pocos individuales confidentes, cuidadosamente seleccionados, y confiables, quienes le hablen la verdad – que tienen el derecho de examinar, de cuestionar, de aprobar, y de dar consejos.” Lo ha llamado Don Cousins, “Permitirle a alguien hacer preguntas penetrantes y a veces incómodas con el fin de retarle al crecimiento.”
Las vidas del rey David y su hijo Salomón nos ilustran la importancia de rendirle cuentas a alguien. Cuando David cometió adulterio con Betsabé y mató a su esposo Urías, fue confrontado – hecho responsable – por el profeta Natán (véase 2 Sam. 11-12). Como resultado se arrepintió de su pecado y recibió el perdón de Dios. ¿En qué su hubiera convertido David sin Natán en su vida?
Salomón, del otro lado, aparentemente no tuvo a alguien como Natán que lo hiciera responsable cuando empezó a desobedecer los mandatos de Dios. Eventualmente fue severamente disciplinado por Dios por su pecado. ¿En qué su hubiera convertido Salomón con alguien como Natán en su vida?
Aprenda de Salomón: “Más valen dos que uno solo, pues tienen mejor remuneración por su trabajo. Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!” (Ec. 4:9-10). El hombre habla de la experiencia.. Si Salomón – el hombre más sabio (salvo nuestro Señor) que ha vivido – necesitaba la rendición de cuentas, entonces cada uno de nosotros también lo necesita.
Hay alguien que pueda cuestionar, y si cuestiona, sus motivos y pida una explicación de sus acciones cuando es apropiado? Esa es nuestra meta en los grupos pequeños. Como las sociedades de Wesley (véase “!Estos Hombres lo Tomaban en Serio!” en la página 7), queremos que nuestros grupos pequeños realicen Prov. 27:17: “El hiero con hiero se afila, y un hombre aguza a otro.”
Espejito, Espejito, En la Pared
Las relaciones son un medio vital para la santificación, la Palabra de Dios es otra. Nada nos cambia más efectivamente que la aplicación de las Escrituras. Soy muy conciente de esto cada vez que predico. ¡Que más sobria responsabilidad! Y sin embargo también estoy conciente que mis palabras – no importa que tan apasionadamente las pronuncia o que tan persuasivos aparentan – muchas veces fallan en producir fruto. Se da porque el simplemente escuchar la palabra de Dios es insuficiente. Nada más produce fruto cuando la apliquemos. Y, como veremos en un minuto, los grupos pequeños son un contexto ideal para aplicar la palabra de Dios.
El libro de Santiago usa una ilustración cómica para mostrar la importancia de la aplicación:
Sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores que se engañan a si mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natural en un espejo; pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es. (San. 1:22-24)
No conozco persona que se despierte en la mañana, se ve en el espejo, y luego se va de la casa sin haberse hecho unos cambios estratégicos. De hecho, la mayoría de nosotros pasamos un tiempo considerable al frente de un espejo cada mañana – evaluando los daños de la noche anterior y haciendo las reparaciones necesarias. Según un artículo que leí una vez en una revista llamada Newsweek, un hombre típico pasa siete años de su vida en el baño.9 Mucho de ese tiempo se pasa viéndose en el espejo mientras hace esos intentos más y más inútiles hacia en control de daños.
Señoritas, ustedes probablemente necesiten agregarle unos tres años a ese número, dejándolo en una década completa – y a la mejor y quede corto. Créeme. Con todo el respeto posible hacia mi esposa y tres hijas, tengo evidencias irrefutables. Hubo un tiempo en mi vida, cuando eran más niñas mis hijas, en que yo podía iniciar actividades familiares espontáneas en cualquier momento. ¡Ahora, no podemos ni ir por un helado sin que todas tengan que hacerse un permanente!
(Estoy agradecido que mis hijas aprecian mi sentido del humor. No hay padre más orgulloso que yo de su pasión por Dios.)
¿No estaría un poco preocupado si conocía a alguien que se levantaba todas la mañanas, se veía en el espejo, y se iba sin hacer ningún ajuste? ¿Cuánto tiempo duraría siendo presentable? ¿Cuánto tiempo se esperaría usted para ofrecerle un peine? Es un escenario absurdo…¿o no? Según Santiago, es esto exactamente lo que pasa cada vez que leamos las Escrituras (el espejo) y luego nos vallemos sin hacer ajuste.
La persona que se ve en el espejo rutinariamente sin hacer alteraciones no entiende el propósito de un espejo. De la misma manera, la persona que lea o escucha la Palabra de Dios sin aplicar lo que ha escuchado no entiende el propósito de las Escrituras.
El simple hecho de leer su Biblia y escuchar buenas enseñanzas no le harán como Cristo. Aunque cada una de estas disciplinas es esencial para la vida cristiana y cada una es un medio de gracia vital, ni una de las dos es suficiente sola. De hecho, el conocimiento de la Biblia tiene la potencial de ser engañosa si no sigue la obediencia. El propósito del espejo es provocar un ajuste. El propósito de las Escrituras es provocar la obediencia y producir un cambio definitivo en nuestras vidas.
Aquellos que solo escuchan la palabra, domingo tras domingo, pero carecen de aplicar esa palabra a sus vidas, experimentarán un grado creciente de auto-decepción en lugar de un grado creciente de santificación. Y sin embargo, ¿no es interesante como se engañan solo a si mismos? Todos los demás saben muy bien que nada más están escuchando y no obedeciendo, no madurando. Para ellos es tan obvio, como lo sería si mañana en la mañana nos despertáramos, dado un vistazo en el espejo, y luego salido sin haber tocado ni el peine, la toalla, ni el cepillo de dientes.
{{RightInsert|“No importa que tan extensiva sea el conocimiento de uno de las Escrituras, que tan impresionante la memoria de uno, es auto-decepción si eso es todo lo que hay…No es lo que sabe uno, pero lo que hace uno lo que importa. El conocimiento verdadero es el preludio a la acción, y es la obediencia a la letra lo que cuenta al final.”Error en la cita: Código wiki para cierre </ref> sin un código de apertura <ref> existente
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