Una promesa preciosa: el derramamiento del Espíritu de Dios
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Espíritu Santo
Una parte de la serie The Person & Work of the Holy Spirit
Traducción por Ana Villoslada
Por John Piper.
Fragmento de la serie "La persona y la obra del Espíritu Santo” (The Person & Work of the Holy Spirit)
Isaías 44:1-5
¿Sabe por qué es más fácil ser más amable con los demás el viernes que el lunes? ¿Acaso no es porque la esperanza es como un río que corre hacia nosotros desde un futuro prometedor, llena el embalse de nuestro gozo, desbordándose luego en amabilidad hacia los demás? El viernes, descanso y diversión están a la vuelta de la esquina, tan cerca que podemos sentirlos, y por la esperanza sentimos el poder del próximo fin de semana. El pequeño embalse de nuestro gozo comienza a llenarse. Y si el fin de semana parece bastante prometedor, nuestro embalse de gozo se llenará hasta el borde y empezará a derramarse. Este derramamiento de gozo hacia los demás se llama amor, por eso usted siempre es más simpático con los demás cuando se siente feliz pensando en el futuro. La esperanza lo llena de gozo y el gozo se derrama en sonrisas, palabras amables y obras de provecho. Esto ocurre antes de las vacaciones, de los cumpleaños, de Navidad y el viernes para muchos (¡gracias a Dios que es viernes!)
Todos los fines de semana son imperfectos
Entonces no será difícil que la gente pueda ver cómo las buenas noticias del cristianismo se ajustan perfectamente a nuestras necesidades. La mayoría de las personas no sólo anhelan gozo sino también una gran libertad para estar tan llenos en nuestro interior que podamos vivir para los demás. No hay nada que muestre la plenitud y la libertad del alma humana más que el amor. Por tanto, en su fuero interno las personas quieren amar. Puede verlo en cuánta gente admira a la madre Teresa. En lo más profundo desearíamos estar tan llenos que nuestras vidas fuesen una fuente constante de agua de vida que satisficiera las necesidades de los demás. Sin embargo, en su lugar nos confrontamos con la penosa realidad de unos corazones codiciosos y preocupados. Las personas son casi siempre obstáculos para nuestras pobres búsquedas de placer o amenazas para nuestra frágil paz mental. Rara vez nos encuentran tan completos que pueden beber de nuestro gozo desbordado.
¿Por qué? Porque todos los fines de semana tienen algún fallo: las vacaciones cuestan dinero y se terminan, los cumpleaños traen regalos... y años; el árbol de navidad se seca; no vuelves a saber de tu amigo durante otro año. El problema de todos es que la plenitud del gozo y la libertad del amor que ansiamos nunca llegará hasta que estemos absolutamente convencidos de que ya tenemos garantizado el mejor y más feliz futuro imaginable. Voy a repetirlo: hasta que podamos sentir total seguridad en un futuro garantizado de máximo gozo, nuestras vidas van a ser una secuencia continua de antojos infantiles y frustraciones egocéntricas.
El cristianismo y el anhelo de amar
Que todos podamos ser más felices y amables el viernes debería enseñarnos que sin esperanza es imposible tener gozo y amor; y que todos los fines de semana se extingan hasta el lunes debería hacernos cristianos. Puesto que el asombroso mensaje del centro del evangelio cristiano, incluso demasiado bueno para ser verdad, es que el Dios Todopoderoso que creó el cielo y la tierra ha declarado a los que confían en Él: "Porque yo sé los planes que tengo para vosotros, planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11). El centro del evangelio es que al entregar a su único Hijo para que muriese en la cruz, Dios ha comprado y garantizado el mejor futuro posible para los que confían en Él. Pablo le dice a la iglesia en Roma: "Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas?" (Romanos 8:30-32)
¿Cómo puede tener plenitud de gozo y la gloriosa libertad para ser una persona que ama si el fin de semana trae soledad, el coche se estropea durante las vacaciones y su cumpleaños le lleva inevitablemente hacia la muerte? La respuesta: sea cristiano y crea a Dios cuando dice “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito" (Romanos 8:28). “Gloriémonos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado" (Romanos 5:3–5). Los cristianos creemos en un Dios soberano que nunca dice: “Ups”. Creemos que todos nuestros días (¡viernes y lunes!) son pinceladas divinas del Maestro Artista en el lienzo de nuestra vida que certifica sus habilidades, su poder y su amor en la obra maestra del Calvario. El Espíritu Santo ha sido derramado en nuestros corazones asegurándonos de que si Dios no hubiera entregado a su Hijo, entonces no se hubiera esforzado en garantizarnos el mejor y más feliz futuro. Por tanto, la esperanza no decepciona; por tanto, el gozo no se amilana a pesar del sufrimiento; por tanto, la libertad para amar es posible en este mundo terrible, es decir, posible para aquellos que siguen a Jesús en la tormenta y creen realmente que en el momento perfecto Él puede y dirá al viento y a las olas: “¡Paz! ¡Calma!"
Igual que el agua fue creada para las agallas de los peces y el viento para las alas de los pájaros, el evangelio de Cristo fue creado para el alma del hombre. Ofrece la garantía absoluta de la esperanza (Hebreos 6:11) y de ella, la plenitud del gozo (Romanos 5:2), y de ahí la libertad para amar (Colosenses 1:4–5) para que el Dios que provee sea en todo glorificado (1 Pedro 4:11). ¿Qué más se puede pedir o imaginar?
Esperanza, gozo, amor y ser llenos del Espíritu Santo
Ahora, si nos detenemos y nos preguntamos que tiene esto que ver con la obra del Espíritu Santo, la respuesta es clara: sed llenos de gozo junto al río de esperanza que se desborda en libertad para amar, todo para la gloria de Dios. Esto quiere decir el Nuevo Testamento con ser lleno del Espíritu (Efesios 5:18). Hay pasajes que explican esto de manera muy clara, por ejemplo, Romanos 15:13 dice: "Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. ¿Cómo podemos abundar en esperanza? Respuesta: por el poder del Espíritu Santo. Cuando Pablo dice en Romanos 5:5 "y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado", quiere decir que la obra del Espíritu Santo es abrir nuestros ojos a las asombrosas implicaciones del amor de Dios para nuestro futuro y por tanto, para llenarnos de esperanza.
Y ya que el gozo (Romanos 15:13) y el amor (Colosenses 1:4–5) fluyen de la esperanza que abunda por el poder del Espíritu Santo, entonces no es sorprendente escuchar a Pablo decir (en Gálatas 5:22) que el amor y el gozo son el fruto del Espíritu. Por tanto, existen dos maneras de describir la clave para los tesoros de la vida cristiana: una es que la clave reside en abundar en esperanza que da plenitud de gozo desbordándose en la libertad de amar para la gloria de Dios, y la otro, es que la clave es ser lleno del Espíritu Santo.
¿Cómo podemos ser llenos del Espíritu Santo?
Cuando vemos esta conexión, o sea, que la plenitud de la esperanza, el gozo y el amor y que la plenitud del Espíritu Santo son una, es cuando surge una respuesta muy práctica a la pregunta caliente de nuestra iglesia Bethlehem: “¿Cómo podemos ser llenos del Espíritu Santo?” ¿Cómo podemos experimentar un derramamiento del Espíritu Santo sobre nuestra iglesia que nos llene de un gozo incontenible y que nos libere y nos dé poder para amar a los de nuestro alrededor de formas tan auténticas que los ganemos para Cristo? La respuesta: mediten día y noche en las incomparables y esperanzadoras promesas de Dios. Así fue como Pablo mantuvo su corazón lleno de esperanza, gozo y amor. Él dijo (Romanos 15:4): “Porque todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza”. La completa seguridad de la esperanza viene cuando meditamos en las promesas de la palabra de Dios lo cual no contradice los ocho versículos siguientes que declaran que el Espíritu Santo nos da esperanza. Hace poco aprendimos que el Espíritu Santo es el autor divino de las Escrituras por tanto, no existe contradicción con el modo en el que Él nos llena con su propia palabra de promesa. La esperanza no es solo una emoción pasajera que se aparece de la nada como un dolor de estómago. La esperanza es la confianza de que el formidable futuro que se nos prometió mediante la Palabra del Espíritu se va a hacer realidad realmente. Por tanto, la manera de estar lleno del Espíritu es estando lleno de su Palabra. El modo de tener el poder del Espíritu es creyendo en las promesas de Dios, porque la palabra de promesa es la que nos llena de esperanza, la esperanza nos llena de gozo y el gozo se derrama en el poder y en la libertad de amar a nuestro prójimo. Y esa es la plenitud del Espíritu Santo.
La promesa de Dios en Isaías 44:1–5
Pues todo lo que he dicho hasta ahora se suponía que tenía que ser una breve introducción para una larga exposición de Isaías 44:1–5, pero me he dejado llevar tanto que tendrá que servir como una larga introducción para una breve exposición.
Isaías 44:1–5 es una promesa que debería llenarnos de esperanza y del Espíritu Santo. Planteémonos dos escuetas preguntas acerca del texto:
1. ¿Para quién se ha hecho la promesa? 2. ¿Cuál es la promesa?
1. ¿Para quién se hizo la promesa?
En respuesta a la primera pregunta, la promesa no se hizo para todos los israelitas ni solamente para los israelitas. En el versículo inmediatamente anterior al capítulo 44 (43:28), Dios muestra lo que hace con el Israel impenitente: "Entregaré a Jacob al anatema y a Israel al oprobio”. Israel es castigado cuando rechaza servir al Señor pero Isaías 44:1–5 promete bendición y no castigo. Entonces Dios se dirige a Israel en el versículo 1 y 2 como "mi siervo". "Mas ahora escucha, Jacob, siervo mío” (v. 1). "No temas, Jacob, siervo mío" (v. 2). En la medida en que Israel sirve a Dios, permanece bajo la promesa y no la maldición. Y no solo eso, el nombre Jesurún en el versículo dos ("Jesurún, a quien he escogido”) seguramente significa "el justo”. Por eso la promesa de Dios no está hecha para todo Israel sin reservas, solo para Israel como "justo", Israel como "siervo de Dios". La promesa no afecta a todos los israelitas.
Tampoco afecta solamente a los israelitas. El versículo 5 se refiere seguramente a los gentiles convertidos cuando dice “Este dirá: "Yo soy del Señor", otro invocará el nombre de Jacob, y otro escribirá en su mano: "Del Señor soy" y se llamará con el nombre de Israel" (compárese con el salmo 87:4–5). La promesa no se restringirá físicamente a Israel ya que habrá muchos que acepten al Dios de Israel, que se alinearán con el pueblo de Dios y que se entregarán a Dios. Eso nos incluye a usted y a mí si pertenecemos a Cristo (Gálatas 3:29). Somos judíos verdaderos, descendientes de Abraham y herederos de su promesa.
Por lo que la respuesta a la primera pregunta es: la promesa se hizo para todo Israel en el grado en que Israel sirva a Dios y sea justo; y la promesa alcanza a los gentiles que dirán: “Yo soy del Señor” y que se someterán al Dios de Israel al que conocemos hoy como el Padre de nuestro Señor Jesucristo. La promesa es nuestra.
2. ¿Cuál es la promesa?
En segundo lugar, ¿cuál es la promesa? La promesa del versículo 3 es que Dios derramará su Espíritu: “derramaré mi Espíritu sobre tu posteridad, y mi bendición sobre tus descendientes”. En el siglo ocho antes de Cristo, Dios prometió que llegaría un día en el que llenaría a sus siervos justos de Él mismo. La idea del derramamiento es la misma que la de la abundancia. Cuando decimos: “está diluviando”, nos referimos algo más que chispeando, lloviznando o lloviendo. Nos referimos a que “si sales, te empaparás”, por lo que la lluvia torrencial de Dios se corresponde con estar empapados. En otras palabras, Dios promete un día en el que su pueblo, sus servidores, serán empapados con el Espíritu.
Podría argumentar que desde el mismo día de Pentecostés cuando esta profecía (al igual que Joel 2:28, Ezequiel 39:29 y Zacarías 12:10) se cumplió de manera inaugural, deleitarse en buscar y mantener la plenitud del Espíritu de Dios ha sido una obligación para los cristianos. Desde que Pedro afirmó en Hechos 2:16–17 que los últimos días del derramamiento habían comenzado, ninguno de los que leemos esta promesa en Isaías 44 deberíamos contentarnos hasta que estemos empapados del Espíritu Santo.
¿Qué logrará el derramamiento del Espíritu?
¿Qué significa esto según Isaías?
1. Se lleva nuestros temores
Primero, quiere decir que nuestros temores se irán. Versículo 2: "No temas, Jacob, siervo mío”. El espíritu de Dios es Dios. Cuando Él se derrama sobre ti, ¡estás a salvo! No a salvo de problemas sino de cualquier cosa que el Señor Todopoderoso sabe que no es buena para ti. Cuando somos empapados del Espíritu, nos empapamos con la seguridad de que tanto el lunes como el viernes fueron hechos en el cielo. Cualquier cosa que pueda producir temor mañana no tiene por qué producirlo si usted está lleno del Espíritu. Las relaciones en casa pueden ser tensas, la salud puede estar deteriorándose, el jefe puede estar pensando en despedirlo, mañana puede que se produzca un enfrentamiento muy amenazador... Cualquiera que sea lo que le hace estar preocupado por el mañana, abra su corazón al derramamiento del Espíritu de Dios, mire hacia Su palabra de promesa y Él lo llenará de esperanza y vencerá su temor.
2. Satisface nuestro anhelo por Dios
El versículo 3 describe el efecto del derramamiento de otro modo: “Porque derramaré agua sobre la tierra sedienta”. Me valgo de esto para decir que cuando el Espíritu Santo se derrama, no solo se lleva el temor sino que además el anhelo es satisfecho. La sed del alma por Dios es saciada o, al menos, probamos la suficiente satisfacción en Él como para saber de donde tenemos que pasar bebiendo el resto de nuestra vida.
Nuestro futuro puede parece crudo por dos razones: una es la perspectiva de que llega la tristeza; la otra, la perspectiva de que no llega la felicidad. ¿Y no está el corazón humano casi agotado por estas dos cosas: el temor a la tristeza en el futuro y la sed por la futura felicidad? Si es así, es la promesa de Isaías lo que necesitamos: cuando el Espíritu se derrame en nuestros corazones, el temor se irá y la sed será satisfecha. O para decirlo de otro modo, si el Espíritu se ha llevado lo que tememos de nuestro futuro y ha puesto lo que satisface al alma en nuestro futuro, entonces nos ha dado la completa seguridad de la esperanza. Y comenzamos a ver las antiguas raíces de Romanos 15:13: "(…) para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo".
3. Siempre floreceremos
El versículo 4 describe también otro efecto del derramamiento del Espíritu. Los que lo experimenten "brotarán entre la hierba como sauces junto a corrientes de agua". ¿Acaso esto no implica que el derramamiento del Espíritu Santo debería ser continuo en lugar de ocasional u esporádico? Deberíamos beber del Espíritu Santo como un árbol junto a la corriente bebe agua continuamente. Puede que ahora mismo en su vida esté rodeado de desierto pero si sus raíces bajan a la corriente del Espíritu usted siempre florecerá. Si recurre a Su vida nunca tendrá sed. La seguridad de la esperanza dará lugar al florecer del gozo.
4. Rebosaremos de amor
¿Y sobre el derramamiento del amor? ¿No se prometió también en Isaías? Isaías 58:11 muestra que es así: "Y el Señor te guiará continuamente, saciará tu deseo en los lugares áridos y dará vigor a tus huesos; serás como huerto regado y como manantial cuyas aguas nunca faltan". Aquí está. La promesa final es que seremos fuentes, no esponjas. El corazón humano no puede estar satisfecho hasta que no se convierta en una fuente de la que otros puedan beber. ¡La esperanza que tenemos que tener! ¡El gozo que tenemos que tener! Aunque el objetivo de nuestra búsqueda se alcanzará cuando nuestro gozo en Dios se derrame en amor hacia los demás para la gloria de Dios.
Derrame la Palabra en su corazón y en su mente
No es casual que en el salmo 1, el árbol plantado junto a corrientes de agua que da fruto para los demás sea una ilustración de la persona que medita en la Palabra de Dios día y noche mientras que el árbol plantado junto a corrientes de agua en Isaías 44 sea un ejemplo de una persona que ha experimentado el derramamiento del Espíritu Santo. No es casualidad puesto que el Espíritu de Dios no produce esperanza fuera de la Palabra de Dios y la Palabra de Dios no produce esperanza fuera del Espíritu de Dios, pero el Espíritu por medio de la Palabra y la Palabra por medio del Espíritu se lleva el temor, alimenta la esperanza, llena de gozo, se derrama en amor y glorifica a Dios; esto es lo que significa ser lleno del Espíritu. Por tanto, el modo de experimentar el derramamiento del Espíritu es derramando cada día la Palabra del Espíritu en su mente y en su corazón y creyéndolo.
Os exhorto en el nombre de Jesucristo a que os entreguéis día y noche a la lectura de su Palabra si anheláis el toque del Espíritu de Dios en vuestra vida.
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