Jesucristo es Defensor de los Pecadores
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Jesucristo
Una parte de la serie Let Us Walk in the Light: 1 John
Traducción por Maria Clara Canzani
1 Juan 2:1-2
Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, abogado tenemos para con el Padre a Jesucristo el justo; y él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
Tres Partes del Texto
El texto tiene tres partes, que resumiría de esta manera:
- No pecar.
- No desesperar cuando se peca.
- No acaparar a Jesús sólo para uno mismo.
Continuación de la Semana Pasada
La semana pasada vimos el fundamento del mensaje de Juan en 1:5 (Dios es luz) y la aplicación en 1:6–7 (Caminar en la luz), y una aclaración en 1:8–10 (No afirmes que eres perfecto; confiesa tus pecados).
El texto de hoy continúa con la aplicación y la aclaración de la semana pasada. La aplicación decía “Caminar en la luz." Esto continúa en la primera mitad de 2:1, “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis." No peques, camina en la luz.
La aclaración decía, “No digas que no tienes pecado; confiesa tu pecado.” Esto continúa en la segunda mitad de 2:1: “y si alguno peca, abogado tenemos para con el Padre a Jesucristo el justo.” No escondas tu pecado, admítelo, tienes un abogado omnisuficiente.
Luego 2:2 describe la base de la defensa de Cristo y en efecto dice, “No lo acapares.” La base de su defensa es su tarea de expiación (o propiciación) en la cruz. “Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.” Dado que su tarea en la cruz no es sólo para ti, no lo acapares. Compártelo. Ámalo de la misma manera como has sido amado.
Tomemos estas tres partes del texto de a una y ampliémoslas.
1. NO PECAR (2:1a)
“Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis."
Observemos tres cosas en este enunciado:
1.1 El pecado es insubordinación contra Dios. 1.2 El pecado es muy grave. 1.3 Las Escrituras vencen al pecado.
1.1—El pecado es insubordinación contra Dios.
El objetivo de Juan es que ellos no pequen. Por lo tanto necesitamos una definición de pecado. ¿Qué es? 1 Juan 3:4 expresa la definición de pecado más sencilla de este libro. “Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley.” El pecado es infracción de la ley. En otras palabras el pecado es la negativa del hombre a someterse a la ley de Dios, es decir, la Palabra de Dios. Esto es insubordinación.
Cuando la Palabra de Dios dice “Lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe” y alguien se divorcia, eso es pecado. Cuando la Palabra de Dios dice “Repudia todo engaño” y distorsionas tu estado financiero en tus formularios de impuestos, eso es pecado. Cuando Dios dice “Educa a tus hijos en la instrucción del Señor” y no haces esfuerzo alguno para enseñar las Escrituras a tus hijos, eso es pecado.
Entre la gente civilizada el pecado usualmente es discreto. Por lo general está contenido en atractivos envases de racionalización. Y por lo general no se lo considera como muy grave. No muchas personas lloran por sus pecados en estos días—aunque no hay nada en el mundo más malvado o más aterrador que la insubordinación contra nuestro Creador. Lo que nos lleva a considerar la verdad que . . .
1.2—El pecado es muy grave.
Hay por lo menos cuatro razones indicadas en este libro sobre por qué se debe tomar el pecado con enorme seriedad—con mucha más seriedad de la que se toma actualmente.
1.2.1—El pecado es grave porque insulta el sufrimiento de Cristo.
Según 3:8 “El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo.” Cristo vino al mundo y sufrió para destruir el pecado. Pablo dijo que Cristo murió para purificar para sí una esposa (Efesios 5:25–27). “Él se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” (Tito 2:14).
Por lo tanto, cada vez que pecamos, nos unimos a los que hablan de la insensatez de la cruz. Si el objetivo de la cruz es la pureza de la iglesia y la victoria sobre el pecado, honestamente no podemos considerar la cruz como la sabiduría de Dios cuando pecamos. El pecado dice a Cristo “No considero tu sufrimiento como incentivo suficiente para mantenerme lejos de este acto. Tal vez tú hayas muerto para impedirme que haga esto, pero lo voy a hacer de todos modos.” Por lo tanto el pecado insulta el sufrimiento de Cristo. Y esto es muy grave.
1.2.2—El pecado es grave porque sugiere que tenemos la naturaleza de Satanás en vez de la de Dios.
1 Juan 3:8 es muy contundente en este punto: “El que practica el pecado es del diablo.” El versículo 9 indica lo contrario: “Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él.” No tomamos estos versículos para implicar un perfeccionismo que podría contradecir a 1:8–10 y 2:1b. Parece que la referencia fuera a una vida de pecado—pecado que no es aborrecido ni atacado y con demasiada frecuencia queda invicto.
Pero lo mínimo que se puede decir de esos versículos es que el pecado es muy grave porque es el fruto no de la naturaleza de Dios en nosotros sino de la naturaleza de Satanás. Cuando pecas, estás actuando como lo hace Satanás.
Hay dos canciones en el mundo—la canción de de Satanás y la canción de Cristo. Cuando pecas, tu corazón está sintonizado en la canción de Satanás y tú interpretas a su manera. Pero cuando actúas desde la fe en la obediencia a la Palabra de Dios, tu corazón está sintonizado en la canción de Cristo y tú interpretas a Su manera. Y es algo muy serio cuando encuentras que tu corazón silba una y otra vez la canción de Satanás.
1.2.3—El pecado es grave porque hace peligrar nuestra seguridad de salvación.
1 Juan 2:3–4 dice: “Y en esto sabemos que hemos llegado a conocerle, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo he llegado a conocerle, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él.” Tal vez una de las razones por las que hoy el pecado se toma tan a la ligera y hay tan poca desolación entre el pueblo de Dios es que esta verdad no se enseña en la iglesia. En cambio se le enseña a las personas que la seguridad de la salvación no tiene relación con obedecer o no a Dios. Se nos enseña que la fe salvadora es algo tan débil e ineficaz que no puede garantizar cambios en la vida, y por lo tanto buscar esos cambios como la evidencia de la fe salvadora es un error.
Si es así, la primera Epístola de Juan va a tener que salir de la Biblia. Porque no importa cuánto se esfuercen, quienes defienden un fácil evangelio no pueden darle ese significado. El Capítulo 3, versículo 14 dice “Nosotros sabemos (es decir, tenemos la seguridad) que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte.” No puedes tener la seguridad de haber pasado de la muerte a la vida si eres una persona sin amor. La persistencia en el pecado destruye la seguridad de salvación.
Una rama completa de teología “evangélica” ha nacido para brindar seguridad de salvación a las personas indiferentes, desobedientes, que se autodefinen como cristianos. Y este libro fue escrito para derrotar a esa teología. El pecado es grave porque pone en peligro nuestra seguridad. (Más la próxima semana.)
1.2.4—El pecado es grave porque puede dejarte fuera del alcance de la esperanza.
Veamos 1 Juan 5:16–17. Voy a traducir esos versículos muy literalmente a fin de que podamos ver sus implicaciones con más claridad. “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no lleva a la muerte, pedirá, y por él [Dios] dará vida a los que cometen pecado que no lleva a la muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado que no lleva a la muerte.”
Estos versículos son un resumen de todas las advertencias de este libro. Ellos nos ayudan a evitar dos errores. Un error sería la afirmación de que cualquier pecado que cometas luego de la conversión te excluye del reino. Juan evita este error diciendo al comienzo del versículo 16 y al final del versículo 17: No, hay pecado que no lleva a la muerte. No todos los pecados te dejan fuera del alcance de la esperanza. Esto es lo que 1:8–10 y 2:1 trataron de aclarar.
Pero el otro error que evita Juan es la afirmación de que ninguna cantidad o tipo de pecado puede dejar a un cristiano profesante fuera de la esperanza de salvación. Juan evita este error diciendo al final de 5:16, "Hay un pecado que lleva a la muerte." Él ni siquiera dice que debemos orar por tal pecado. Hay pecados que dejan a una persona sin esperanza. Hay un hábito de insubordinación que se hace tan fuerte que ya no podemos confesarlo genuinamente como pecado y arrepentirnos de él.
El perdón se ofrece en 1:9 a todos aquellos que confiesen sus pecados. Pero hay una profundidad y persistencia de pecado que puede ponerte más allá de la capacidad de confesar, es decir, más allá de la capacidad de ver y sentir tu pecado de la manera que Dios lo hace, y odiarlo y escapar de él. Acá hay un punto de no retorno en el pecar.
Entonces Juan, con el gran amor que siente por sus "hijitos," les escribe para que ellos no pequen—porque el pecado es muy grave. Por estas cuatro razones:
• Insulta el sufrimiento de Cristo.
• Sugiere que tenemos la naturaleza de Satanás, no de Dios.
• Pone en riesgo la seguridad de nuestra salvación.
• Puede dejarnos fuera del alcance de la esperanza.
1.3—Las Escrituras vencen el pecado.
Hay otra implicación de la primera mitad de 2:1. Juan dice “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis.” La implicación es que Juan cree que su carta los puede ayudar a no pecar.
Y si los puede ayudar a ellos, puede ayudarnos a nosotros. Veamos en 4:5–6 la asombrosa afirmación de Juan acerca de este pequeño libro. Preocupado por aquellos que negaron a Jesús él dice, “Ellos son del mundo; por eso hablan de parte del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error.”
¿Puedes pensar en una cosa más arrogante que pueda haber dicho Juan?—Si las personas escuchan lo que digo, son de Dios; si no lo hacen, son del mundo. Lo que os escribo es la prueba máxima del espíritu de verdad y el espíritu de error. Es el colmo de la arrogancia ¡a menos que sea cierto!
¿Has llegado a pensar que cada vez que lees este libro, tienes que hacer una elección? Tienes que decidir si este libro es la máxima prueba de quién pertenece a Dios y quién al mundo, o si ha sido escrito por un egoísta arrogante. Juan no nos permite estar entre dos aguas con respecto a su texto. Él fuerza el argumento reivindicando la máxima autoridad: “Quien conoce a Dios escucha lo que yo escribo, y quien no conoce a Dios no escucha lo que yo escribo.” Por lo tanto adoptamos este libro como la palabra de Dios, o lo consideramos las visiones de un ególatra desquiciado.
No puedo leer este libro y concluir que es el producto de una mente enferma y arrogante. Yo creo que se trata de la palabra de Dios. Y entonces esta es toda la explicación que necesito de la afirmación de Juan en cuanto a que sus textos pueden ayudarnos a evitar el pecado. La palabra de Dios es poderosa. La palabra de Dios es creativa. Es un martillo que aplasta la dureza de nuestra insubordinación. Es remedio que cura a los corazones destrozados. Y es luz de guía y esperanza en nuestro camino. Este libro puede vencer al pecado—si lo leemos y meditamos sobre él y lo memorizamos y lo usamos en nuestra batalla de la fe.
Esta es la continuación de Juan de la aplicación de 1:6–7. No camines en la oscuridad. Camina en la luz porque Dios está en la luz. Es decir, no vivas una vida de pecado. Porque el pecado es insubordinación contra Dios, el pecado es muy grave, y estas palabras que estoy escribiendo para ti te pueden ayudar a vencer el pecado.
2. NO DESESPERES CUANDO PECAS (2:1b)
Luego Juan agrega, “pero si alguno peca, abogado tenemos para con el Padre”. En otras palabras, no desesperes cuando pecas. Hay esperanza.
La primera pregunta que puede surgir en este caso es por qué Juan diría esto si su propósito era que no pecaran. Es como si él acabara de crear una impresión de la magnitud de la gravedad del pecado que nos hiciera escapar de él del modo que debemos hacerlo, y luego lo echara a perder, ofreciéndonos una salida cuando pecamos. Pero en lugar de poner en duda la sabiduría del apóstol, deberíamos darnos una lección de humildad y aprender de él lo que necesita la iglesia para dejar de pecar.
Las personas indulgentes entre nosotros podrían desear que Juan nunca hubiera dicho en 1:7, “Si caminamos en la luz . . . la sangre de Jesús limpia del pecado.” Y las personas severas entre nosotros podrían desear que Juan nunca hubiera dicho en 2:1, “Pero si alguno peca, abogado tenemos para con el Padre." La persona indulgente puede sentir que cuando Juan hace que la experiencia del perdón dependa de caminar en la luz, nos quita el evangelio y nos lleva a la desesperación. La persona severa puede sentir que cuando él enfatiza el apoyo de Cristo a los cristianos que han pecado, degrada el evangelio y lo convierte en licencia.
Entonces dejemos que el indulgente aprenda de Juan y que el severo aprenda de Juan. Porque esta es la manera de Dios. No es uno u otro. Es tanto uno como el otro. Debemos caminar en la luz si vamos a experimentar la limpieza de Jesús. Y si pecamos, sin duda tenemos un abogado para con el Padre. Hay pecado que lleva a la muerte y pecado que no lleva a la muerte.
Y la razón por la que puede haber pecado que no lleve a la muerte es que tenemos un defensor ante el Padre, Jesucristo el justo. Pero no sólo eso. Para poder entender por qué no debemos desesperarnos es necesario incluir la primera mitad del versículo 2. “Él es la expiación por nuestros pecados.” Más literalmente: Él es la propiciación por nuestros pecados. Para ver claramente la base de nuestra esperanza como cristianos que pecan debemos preguntar ¿qué significa que Cristo es la propiciación por nuestros pecados? y ¿cómo es Cristo un abogado para los pecadores?
2.1—¿Qué significa que Cristo es la propiciación por nuestros pecados?
La propiciación es la eliminación de la ira de Dios contra los pecadores por la muerte de Jesús. El problema fundamental que enfrentan todos los seres humanos es que la ira omnipotente de Dios es contra ellos. La buena noticia primordial es que hay una forma de evitar la ira de Dios—y que el propio Dios la ha mostrado.
Juan dice en su evangelio (3:36) “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. En otras palabras, aparte de la obediencia al Hijo de Dios, la ira de Dios es el mayor problema que puede tener una persona. Según el ultimo libro de Juan esto significará un tormento eterno (Apocalipsis 14:9–11). Así de grave es el pecado para un Dios santo.
Pero hay buenas noticias para el mundo. 1 Juan 4:10 dice que Dios ha mostrado una forma para propiciar (o eliminar) su propia ira contra los pecadores. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros.” Dios no está contento de dejar a todo su pueblo bajo su ira. Ni tampoco puede simplemente barrer el pecado bajo la alfombra del universo. Por lo tanto su amor y su justicia conspiran para encontrar un modo de salvación de los pecadores y de reivindicación de la justicia de Dios. La respuesta es la muerte de Jesucristo.
Advirtamos en 1:7 que es la “sangre de Jesús su Hijo [la que] limpia de todo pecado.” Jesús eliminó la ira de Dios de nosotros al morir por nosotros. Él se convirtió en una maldición por nosotros, como dice Pablo (Gálatas 3:13). “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre”" (Romanos 3:25). No hay noticia más maravillosa en todo el mundo que saber que Cristo ha soportado la ira de Dios en nuestro lugar para que nuestros pecados ya no se cuenten contra nosotros. Esto es lo que significa que Cristo es la propiciación por nuestros pecados.
2.2— ¿Cómo es Cristo un abogado para los pecadores?
El versículo 1b dice, “Y si alguno peca, abogado tenemos para con el Padre a Jesucristo el justo”. Pero alguien puede preguntar, “si en la muerte de Cristo se han cubierto todos nuestros pecados ¿por qué necesitamos un abogado ante Dios? Si la ira de Dios ha sido evitada en Cristo, ¿por qué necesitamos que el Hijo de Dios sea nuestro abogado en el cielo?”
Ah, pero esta es la forma equivocada de formular la pregunta. Nosotros deberíamos preguntar, “Dado que Cristo ha muerto por nosotros, y ha propiciado la ira de Dios, y ha sido resucitado por la gloria del Padre, y ahora está frente a Dios en el cielo, ¿en qué se ha convertido para nosotros?” No: ¿por qué tiene que estar él allí? Pero dado que está allí, ¿cómo entenderemos su trabajo actual para nosotros en el cielo?
Y si unes los versículos 1 y 2, seguramente la respuesta es que Cristo es nuestro abogado y su cartera es su propiciación. Él está frente a su Padre en el cielo, y cada vez que pecamos, no hace una nueva propiciación. No muere una y otra vez. En cambio abre su cartera y extiende las pruebas del Viernes Santo sobre el banco frente al Juez. Fotografías de la corona de espinas, los azotes, los soldados socarrones, las agonías de la cruz, y el grito final de victoria: se terminó.
La defensa de Cristo y la propiciación de Cristo son parte de un trabajo salvador, porque en la cartera de Cristo el abogado es Cristo el propiciador. Lo que él suplica en nuestro nombre en el cielo es el efecto continuo de su propia muerte.
Y el significado que da Juan a este doble rol de Cristo es el de impedirnos que nos desesperemos cuando caemos en el pecado. No nos atrevamos a decir que no tenemos pecado (1:8). Pero si no podemos afirmar que vivimos vidas libres de pecado, entonces lo único que nos puede evitar la desesperación frente a un Dios santo es el hecho de que tenemos un abogado en el cielo y que él aboga a favor nuestro, no sobre la base de nuestra perfección, sino de su propiciación.
El objetivo de Juan es que no pequemos. Su estrategia para liberarnos del pecado es esa única combinación bíblica de advertencia y consuelo, amenaza y promesa, precaución y aliento. Severo e indulgente—igual que su Señor. Necesitamos escuchar acerca del ominoso peligro de vivir en pecado. Y necesitamos escuchar la indescriptible buena noticia que Cristo nuestro defensor ha eliminado la ira de Dios de aquellos que confían en él. La advertencia nos protege de la presunción e infunde vigilancia en el camino cristiano. La consolación nos protege de la desesperación e infunde el valor de la esperanza. Y la esperanza vigilante en Dios es el poder que vence al pecado.
3. NO ACAPARES A JESÚS (2:2b)
La palabra final del texto es que no debemos guardar ese consuelo sólo para nosotros. “Y él mismo no es la propiciación por nuestros pecados solamente, sino también por los del mundo entero.”
Juan no quiere decir que toda la ira de Dios contra los pecados de cada persona del mundo ha sido propiciada, porque entonces cada persona del mundo sería salvada. “El que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36). La ira de Dios es propiciada sólo para quienes obedecen al Hijo de Dios. (Cf. Romanos 3:25.)
Lo que Juan quiere decir se puede ver mejor cuando comparamos el paralelo más cercano a este versículo en sus escritos, concretamente, Juan 11:52. Caifás predice la muerte de Jesús de esta manera: “Él profetizó que Jesús había de morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.” O como dice Jesús en Juan 10:15–16, “Yo doy mi vida por las ovejas. Y tengo otras ovejas que no son de este redil, a esas también me es necesario traerlas.”
En otras palabras hay niños de Dios, u ovejas, esparcidos en el mundo entero. Como dice Juan en Apocalipsis 5:9, “Cristo fue inmolado y con su sangre nos ha redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación.” Él no redimió a todos. “El vino para dar su vida en rescate para muchos.” (Marcos 10:45). Él no propició la ira de Dios contra todos. Pero dio su vida por las ovejas, que están diseminadas en todo el mundo en cada lengua y tribu y pueblo y nación.
Nadie que disfrute del perdón de Jesús puede estar contento de acapararlo para sí mismo. Él no es la propiciación por nuestros pecados solamente. Hay otras ovejas diseminadas por todo el mundo. También se cubren sus pecados. Y el último mandamiento de Jesús fue, “Id y haced discípulos a todas las naciones.”
En resumen, el mensaje de Juan para nosotros hoy es: ¡No peques! Es terriblemente grave. Pero si pecas, no desesperes porque tu abogado es el Hijo del Juez. Él es justo y te defiende no sobre la base de tu perfección sino de su propiciación. Ten valor, no acapares a Jesús sólo para ti, ve a hacer discípulos.
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