Agar y la Esclavitud Versus Sara y la Libertad
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre La Libertad Cristiana
Una parte de la serie Galatians: Broken by His Cross Healed by His Spirit
Traducción por Maria del Carmen Zanassi
Contenido
Gálatas 4:21:31
“Decidme, los que deseáis estar bajo la ley, ¿no entienden la ley? Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de una esclava y otro de una mujer libre. Pero, el hijo de la esclava nació según la carne y el hijo de la mujer libre nació en virtud de la promesa. Esto contiene una alegoría, pues estas mujeres representan dos pactos; uno procede del monte Sinaí, que engendra hijos para ser esclavos; está representado por Agar; Agar está en el Monte Sinaí en Arabia y corresponde a la Jerusalén actual, porque está en esclavitud con sus hijos. Pero la otra Jerusalén, la de arriba, es libre y es nuestra madre. Porque está escrito:
´Regocijate,oh estéril, tú que no concibes
Prorrumpe y clama, tú que no tienes dolores de parto
Porque más son los hijos de la mujer abandonada
Que los de la que tiene marido´
Nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Así como entonces, el que nació según la carne persiguió al que nació según el Espíritu, así también sucede ahora. ¿Pero, qué dice la Escritura?: ´Echa afuera a la esclava y a su hijo, pues el hijo de la esclava no será heredero con el hijo de la mujer libre´. Por lo tanto, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la mujer libre.”
La alegoría de Agar y Sara se escribió para persuadirnos (junto con los gálatas) a no obedecer a los judaizantes y ser esclavos como Agar e Ismael, sino a seguir el ejemplo de Sara e Isaac para ser libres. Quiero comenzar con una definición de la libertad, que creo que está implícita acá. Luego vamos a analizar todo este simbolismo y aprender cómo tener libertad.
Libertad Plena
La libertad plena se alcanza cuando ni la falta de oportunidad, ni la falta de habilidad, ni la falta de deseo evitan que hagamos lo que nos hace más felices por miles de años. Para ser felices en el sentido máximo, tenemos que tener la oportunidad, la habilidad y el deseo de hacer lo que nos hace felices por miles de años. Otra forma de decirlo es que hay cuatro clases de libertad, o mejor, cuatro etapas de libertad en el camino a la libertad plena que todos anhelamos: libertad de oportunidad para hacer lo que podemos, libertad de habilidad para hacer lo que deseamos y libertad de deseo para hacer lo que nos traerá una alegría interminable.
Por ejemplo, tomemos el salto en esquí. Supongamos que están en camino al aeropuerto para el primer salto verdadero, pero su auto golpea contra un hoyo en el pavimento en Hiawatha, debido a un reventón y chocan contra un poste telefónico. No se sienten libres para saltar, tengan o no la habilidad de hacerlo, porque pierden la oportunidad mientras esperan la grúa de remolque. Les falta la libertad de oportunidad.
O supongan que pueden llegar al aeropuerto pero no tienen ninguna habilidad en absoluto – nunca aprendieron salto en esquí ni saben cómo funciona un paracaídas. La oportunidad está allí, pero no tienen la libertad de habilidad – son esclavos de su propia falta de conocimiento.
Pero supongan que llegan al aeropuerto, concurrieron a la escuela, se entrenaron, tienen la habilidad necesaria y despegan para hacer su primer salto. Pero cuando miran hacia abajo se desvanece el deseo de hacerlo y un miedo enorme se instala en su lugar. Tienen la oportunidad, la habilidad y el conocimiento, pero no tienen la libertad de deseo. Lo interesante sobre la libertad de deseo es que podrían saltar sin desearlo, pero no sería un acto libre. Por ejemplo, pueden sentirse tan avergonzados frente a su instructor (o a su novia) que el deseo de no sentirse así supera al deseo de no saltar. Por lo tanto saltan. Pero la experiencia emocional no es lo que llamamos libertad. Actúan bajo limitaciones externas incómodas. Son como Herodes cuando su hijastra le pidió la cabeza de Juan, el Bautista. Él no quería matar a Juan, pero menos aún quería sentirse avergonzado ante sus invitados. Entonces actuó, pero no con libertad de deseo. Tenemos libertad de deseo cuando hacemos lo que nos gusta.
Esa es la manera en la que muchos cristianos profesos tratan de observar los mandamientos de Cristo. No les da placer hacerlo, pero sienten algunas limitaciones incómodas, como presiones sociales, miedo al infierno o el deseo de impresionar a alguien. Experimentan impulsos externos de obediencia, pero el deseo que sienten en sus corazones se concentra en otro lado. No disfrutan de la libertad de deseo que nos da Cristo cuando toma forma en el corazón (Gálatas 4:19).
Hay un último requisito para llegar a la libertad plena. Supongan que llegan al aeropuerto sin ningún problema, poseen todo el conocimiento necesario, ven los pequeños grupos de silos, los graneros, las casas de campo y están ansiosos por saltar. Tienen la libertad de oportunidad, de habilidad y de deseo. Entonces saltan. Cuando van descendiendo libremente, algo desconocido para ustedes, el paracaídas falla y no se abre. ¿Se sienten libres? En tres sentidos, sí, pero en ese cuarto sentido crítico, no. Lo que están haciendo tan alegremente, tan libremente los va a matar. Lo sepan o no, son esclavos de la destrucción. Habría sido una burla exultarse en la libertad de una caída estimulante si sabían que los llevaría a la destrucción. Para sentirse totalmente libres, no es suficiente tener la oportunidad, la habilidad y el deseo de actuar. Los actos que desean y realizan tienen que conducirlos a la vida, en realidad, a la vida eterna, no a la destrucción.
Para una persona cristiana joven es ingenuo envidiar la tan llamada libertad de aquellos que se lanzan a través de la ventana del pecado, por un tiempo de regocijo en salto libre al sexo, a la codicia, a las drogas o al lujo. Van a morir como una exhalación, pero los que hacen la voluntad del Señor van a permanecer para siempre (1 Juan 2:17). La verdadera libertad no es solo la oportunidad y la libertad de hacer lo que desean. Es la oportunidad, habilidad y el deseo de hacer lo que los hará felices por miles de años.
En consecuencia, los verdaderos cristianos son las personas más libres del mundo. En Gálatas, Pablo pelea con todas sus fuerzas para demostrar lo que significa realmente la enseñanza de los judaizantes: esclavitud. Para Pablo, la experiencia de la libertad no es glasé sobre la torta del Cristianismo. La libertad en Cristo es el Cristianismo. Es una cuestión de eternidad. Ese es el primer punto de la alegoría. Veamos si podemos entenderlo y fortalecer nuestra posición con respecto a la libertad.
Lo que la Ley Enseña sobre la Libertad
En el versículo 21, Pablo simplemente dice que aquellos que vuelven a la ley de Moisés, como si fuera un trabajo para ganarse el salario de la bendición de Dios, deben escuchar lo que dice la ley. Observen bien, no sea que algo que Pablo o yo hayamos dicho suene anti semítico. Pablo solo quiere enseñar cosas que contiene la Biblia judía. El problema que tiene con los judaizantes no es que ellos son judíos, sino que no son lo suficientemente judíos. Pablo mismo era judío y nunca fue leal a la ley. ¿Qué enseña la ley sobre la libertad?
Versículo 22 y 23: “Está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de una esclava y otro de una mujer libre. Pero el hijo de la esclava nació según la carne y el hijo de la mujer libre nació en virtud de la promesa”. Volvamos a Génesis 15 y recordémonos lo que le pasó a Abraham y a Sara. En Génesis 15:1-6, Abraham está abatido porque él y Sara no tiene hijos ni herederos, para cumplir las promesas de convertirse en una gran nación (12:2), solamente a Eliezer, el esclavo. En el versículo 4, Dios dice: “Tu heredero no será este, sino uno que saldrá de tus entrañas” La intención de Dios era darle un hijo y heredero a Abraham, aunque, humanamente, parecía imposible, para que Abraham confiara únicamente en Dios.
Pero en Génesis 16, la fe de Abraham y Sara se debilitan por un tiempo e idean un plan por el cual van a usar sus propios recursos para ayudar a Dios a cumplir su promesa. Sara le da su sierva Agar a Abraham para que conciba un hijo con ella (16:2). En Génesis 16:15 dice: “Agar le dio un hijo a Abraham; y Abraham le puso el nombre de Ismael al hijo que Agar le había dado”. En Gálatas 4:23, cuando Pablo dice que Ismael nació “según la carne”, significa que fue el producto de la confianza en sí mismo. Abraham dejó de confiar en el poder de Dios de cumplir su palabra; en cambio confió en su propio poder e ingenio para tener un hijo.
En Génesis 17:16, catorce años después, Dios le dice a Abraham que su mujer Sara tendrá un hijo. La intención de Dios es cumplir su promesa de una manera que elimine toda causa de jactancia. Los versículos 17- 19 dicen: “Abraham se postró sobre su rostro, se rió y se dijo a sí mismo: ¿A un hombre de cien años le nacerá un hijo? ¿Y Sara que tiene noventa años concebirá?´ Y dijo Abraham a Dios: ¡Ojalá que Ismael viva en tu presencia! Pero Dios dijo: ´No, Sara, tu mujer, te dará un hijo y le pondrás el nombre de Isaac. Estableceré mi pacto con él, un pacto eterno, para su descendencia´”. Dios rechaza el fruto que produjo Abraham por su cuenta y nuevamente le promete, que a pesar de su edad, tendrá un hijo con su esposa. En Génesis 21:1 dice: “Entonces el Señor visitó a Sara, como había dicho, e hizo el Señor por Sara lo que había prometido”. Isaac no nació según la carne, porque su nacimiento fue el resultado de la intervención sobrenatural de Dios en cumplimiento de su promesa. Abraham había aprendido la lección: la única respuesta aceptable a la promesa misericordiosa de Dios es confiar en esa promesa, no en las obras de la carne que, con nuestros esfuerzos, derriban la bendición de Dios. Gálatas 4:23 resume la historia: “El hijo de la esclava nació según la carne y el hijo de la mujer libre nació en virtud de la promesa”.
La alegoría de Abraham y Sara
El versículo 24 dice que Pablo considera que hay una alegoría en estos acontecimientos, es decir, los ve como representaciones pertinentes a algo más que su significado literal. No creo que Pablo expresara que el significado original de Génesis hacía referencia al monte Sinaí o a Jerusalén. Creo que diría que la verdad implícita en las historias de Agar y Sara es la misma verdad de lo que podemos ver en lo que sucedió en el monte Sinaí y continúa pasando en Jerusalén en la actualidad. Por lo tanto, es completamente justificable usar esas historias del Génesis para simbolizar e ilustrar los acontecimientos posteriores.
Según el versículo 24, Agar y Sara representan dos pactos. Primero, centró su atención en Agar y dijo: “Uno (pacto) procede del monte Sinaí, que engendra hijos para ser esclavos; está representado por Agar. Agar está en el monte Sinaí en Arabia y ella corresponde a la Jerusalén actual, pues está en esclavitud con sus hijos.” La pregunta clave es: ¿Cómo es que Agar, su aventura con Abraham y el hijo de ambos, Ismael, son como el pacto del monte Sinaí – la entrega de la ley a través de Moisés? Hay dos similitudes por lo menos. El nacimiento de Ismael es “según la carne” (v23). Agar y Abraham trataron de obtener la bendición prometida por Dios mediante su propio poder, sin confiar en la providencia sobrenatural de Dios. Eso es justamente lo que pasó cuando se entregó la ley en el monte Sinaí. En vez de tener humildad y confiar en que Dios los ayudaría a obedecer sus mandatos, Israel dice con convicción: “Haremos todo lo que el Señor ha dicho” (Éxodo 24:3; Deuteronomio 5:27). Pero sus corazones no confiaban en Cristo (Hebreos 4:2) ni dependían verdaderamente de Él (Deuteronomio 5:29). Como Agar y Abraham, ellos dependían de sus propios recursos. Así como Ismael nació según la carne, la ley que se ofrecía no fue recibida porque “se debilitó por la carne” (como dice Romanos (8:3). Todo lo que Agar y Abraham crearon fue un hijo que no sería el heredero. Todo lo que Israel produjo, cuando trataron de observar la ley por cuenta propia, fue un legalismo que no heredaría nada.
Esto nos lleva a la segunda similitud entre Agar y el monte Sinaí – ambos engendraron hijos para la esclavitud. El versículo 24 dice que el pacto que Agar representa procede del monte Sinaí, que “engendra hijos para ser esclavos”. Como Ismael no fue aceptado como heredero no era mejor que su madre, que era esclava. Cuando los israelitas tomaron la ley en sus manos, sin confiar en la providencia misericordiosa de Dios, se convirtieron en esclavos ya que no tenían libertad de llevar a cabo la ley desde el corazón y porque su incredulidad los encierra en la desobediencia y los excluye de la herencia.
A fin de actualizar la alegoría, al final del versículo 25 Pablo dice: “Corresponde a la Jerusalén actual, porque ella está en esclavitud con sus hijos”. Este es un ataque directo a los judaizantes que habían llegado de Jerusalén (cf. 2:12). Son hijos de Jerusalén, son esclavos de la ley y de las fuerzas demoníacas del mundo (4:3-8). Pueden darse cuenta de la posición de Pablo: no sigan a estos falsos maestros – ellos les pueden mostrar cómo convertirse en hijos de Abraham, pero ¡cuidado! Con ellos serán un Ismael, no un Isaac. Un esclavo, no un heredero.
En el versículo 26, Pablo vuelca su atención en la segunda mitad de la alegoría – Sara y su hijo, Isaac. Deja de lado cualquier mención referente al pacto (Abrahámico), directamente se refiere a lo actual: “Pero, la Jerusalén de arriba es libre y es nuestra madre”. Él compara la Jerusalén actual, del versículo 25, con la “Jerusalén de arriba” del versículo 26. Lo que quiere decir cuando se refiere a la Jerusalén de arriba, se puede observar en Colosenses 3:1-3: “Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios”. La Jerusalén de arriba representa la morada de Dios. Nuestra vida y nuestra libertad emanan de Él; nuestras vidas ya están aseguradas en los registros de ciudadanos de esa ciudad. Sara representa a esa ciudad porque dio a luz a Isaac, no por confiar en sí misma, sino por obra de Dios, desde arriba, en cumplimiento de su promesa. Por lo tanto, hablando espiritualmente, ella es la madre de todos los cristianos – de las personas cuyas vidas no son simplemente el producto de sus recursos humanos, sino de la obra sobrenatural de Dios en sus corazones. En el versículo 28, Pablo dice: “Nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa”. Nuestra vida auténtica no es como la de Ismael, que procede simplemente de la obra del hombre. Nuestra auténtica vida se debe a la obra de Dios en nosotros, en cumplimiento de su promesa de hacer para él un pueblo (Génesis 12:1-3) y poner su Espíritu dentro de ellos (Ezequiel 36:27) y escribir su Ley en sus corazones (Jeremías 31:33).
Esto se confirma por la diferencia que se manifiesta en el versículo 29, que dice: “Pero, así como entonces el que nació según la carne persiguió al que nació según el Espíritu, así también sucede ahora.” Recuerden que, en el versículo 23, la diferencia era entre el que nació según la carne y el que nació en virtud de la promesa. Observen que, en el versículo 29. la misma diferencia es entre el que nació según la carne y el que nació según el Espíritu. “Nació según el Espíritu” es intercambiable con “nació en virtud de la promesa”. Esto confirma que, en el versículo 28, “hijos de la promesa” se refiere a las personas cuya vida interior es la obra del Espíritu de Dios en cumplimiento de su promesa. La diferencia entre los que son como Ismael y los que son como Isaac es la obra del Espíritu de Dios.
El versículo 30 nos asegura que no los que son como Ismael – no los judaizantes- sino los que son como Isaac heredarán la bendición de Abraham, aunque sean perseguidos. Finalmente en el versículo 31, Pablo concluye que nosotros - es decir, los que vivimos teniendo fe en el Hijo de Dios y no confiamos en lo que podemos lograr por nuestra cuenta - no pertenecemos a la categoría de esclavos, sino a la de las personas libres.
La Libertad de los Hijos de la Promesa
Esto nos vuelve a llevar a nuestra definición de libertad. Libertad es lo que tenemos cuando hay oportunidad, habilidad y deseo de hacer lo que nos hace felices por miles de años. Seguramente todos quieren tener esta libertad plena – tener la ocasión y la habilidad de hacer lo que les encanta hacer, para vivir en un gozo perfecto para siempre. Si eso es lo que quieren, entonces este texto es muy importante para ustedes, porque Pablo dice que los que son como Ismael no poseen esa libertad, pero los que son como Isaac sí.
¿Por qué los que son como Ismael no son libres? No son libres porque no sienten el deseo de confiar en las promesas de Dios. No tienen deseos de mostrar su propia iniciativa. No es que deseen rechazar a Dios. Simplemente quieren que Él se adapte a las condiciones de ellos. Abraham y Agar querían la bendición de Dios, pero no bajo las condiciones de Él. Los judaizantes también querían la bendición de Dios, pero no bajo condiciones de Él. En todas las épocas, los que son como Ismael confían en los recursos humanos y no desean sentirse como hijos que necesitan un padre o como pacientes que necesitan un doctor. Los que son como Ismael creen que uno puede superarse.
Cristo me ama bien lo sé Su Palabra me hace ver Que los niños son de aquél Quien es nuestro amigo fiel
Cuando se trata de la fe salvadora, los que son como Ismael carecen del deseo de libertad. No la quieren. Por lo tanto, también carecen de la libertad de la vida eterna, porque nadie que prefiera vivir confiando en su propio esfuerzo más que en Dios se va a salvar e ir al cielo. Aún más, la dureza de corazón que rechaza depender de Dios como si fuera un niño, también va a oscurecer el entendimiento. Cada uno de nosotros sabe que lo más común es usar la mente para justificar nuestros deseos. En consecuencia, los deseos profundamente equivocados van a llevar a la mente por mal camino, hasta que sea capaz de entender lo que es correcto. Por lo tanto los que son como Ismael no son libres, porque no confían en la gracia soberana de Dios; y por eso les falta la libertad de habilidad para entender la voluntad de Dios y finalmente, les falta la libertad del gozo eterno, porque la vida que eligieron los conduce a la destrucción.
Pero nosotros, hermanos y hermanas, somos hijos de la promesa como Isaac (Gálatas 4:28). Nacimos del Espíritu Santo. La esencia del Cristianismo es el milagro del nacimiento nuevo. La característica de los que somos como Isaac es que nos convertimos, cambiamos, transformamos el centro de nuestras vidas, para sentir el deseo de confiar en la gracia soberana de Dios. Deseamos convertirnos en niños pequeños y recibir el poder, la sabiduría y la santidad de nuestro Padre Todopoderoso. Odiamos las tendencias que permanecen en nosotros: ser orgullosos y confiar en nosotros mismos o en otros en vez de confiar en Dios. Nuestro placer está en la ley del Señor y nuestro más selecto alimento es hacer su voluntad al confiar en su poder. Esto es lo que significa nacer según el Espíritu. Esto es lo que significa decir no soy yo el que vive sino que Cristo vive en mí (Gálatas 2:20). Su pasión se convierte en nuestra pasión.
Por lo tanto los que somos como Isaac tenemos la libertad de deseo. No trabajamos servilmente bajo el peso de tener que hacer lo que no deseamos. Somos libres de hacer para siempre en perfecto gozo los que nos encanta hacer. Pues Cristo hizo que podamos renacer por medio del Espíritu de su Hijo y forma nuestros deseos según su voluntad.
“Para la libertad Cristo nos hizo libres, por tanto permaneced firmes y no os sometáis otra vez al yugo de la esclavitud.”
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