La Fe Salvadora produce Amor

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English: Saving Faith Produces Love

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Por John Piper sobre Fe
Una parte de la serie Galatians: Broken by His Cross Healed by His Spirit

Traducción por Maria del Carmen Zanassi


Gálatas 5:6-12

“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la no circuncisión significan nada, sino la fe que obra a través del amor. Vosotros andabais tan bien, ¿qué os impidió manteneros fieles a la verdad? Esta persuasión no provino de aquel que os llama. Un poco de levadura hace fermentar toda la masa. Yo tengo confianza en el Señor que vosotros no optaréis por otro punto de vista, pero el que os perturba recibirá su castigo, quienquiera que sea. Pero yo, hermanos, si todavía predico la circuncisión ¿por qué soy perseguido aún? En tal caso, el obstáculo de la cruz ha sido eliminado. ¡Ojalá que los que os perturban se mutilaran!”

El versículo 6 de nuestro texto es uno de los versículos más importantes del libro. Quiero que le dediquemos la mayor parte de nuestro tiempo. Pero primero consideremos brevemente los versículos 7-12. Estos principalmente funcionan como una advertencia sobre lo seria que es la cuestión principal de los versículos 5 y 6 – la cuestión acerca de si la fe es suficiente para recibir la totalidad de las bendiciones de Dios, o si algunas de esas bendiciones se pueden ganar por medio de las obras.

Contenido

Presten Atención a estas Advertencias

Versículos 7 y 8: “Vosotros andabais tan bien ¿qué os impidió manteneros firmes a la verdad? Esta persuasión no provino de quien os llama”. La primera advertencia es que la persuasión de renunciar al sendero de la fe para seguir por el camino de las obras no es una persuasión divina. En realidad proviene de los espíritus elementales del universo que no son dioses (4:3-8). Hicieron un viraje en el sendero angosto de la fe y entraron en el camino ancho que conduce a la destrucción - como un maratonista que toma una curva equivocada y se encuentra con una calle sin salida, o algo peor. “Vosotros andabais bien” – el Espíritu los sacó de esas calles y confiaron en su guía y poder cada paso del camino. Pero este nuevo cambio que hicieron - Dios no les enseñó a hacer ese cambio y si Dios no fue, ¡ya saben quien lo hizo!

El versículo 9 hace otra advertencia: “Un poco de levadura hace fermentar toda la masa”. Esto puede significar que algunos líderes de la iglesia que tienen una mentalidad legalista pronto van a corromper a toda la iglesia. O puede significar que la autoconfianza legalista en una parte pequeña de la vida (como la circuncisión) va a destruir toda nuestra vida (ver 5:2). En los dos casos, la terrible seriedad de estas cuestiones en la vida cristiana es evidente. Hay cuestiones que provienen de depender de Dios y hay cuestiones que provienen de la dependencia en uno mismo – la diferencia es asunto de vida o muerte.

El versículo 10 expresa la confianza que Pablo tiene en que los creyentes nuevos de Galacia van a estar de acuerdo con esta carta y van a volver a la fe; también confía en que aquellos que siguen enseñando el legalismo van a ser juzgados. “Tengo confianza en el Señor que no optaréis por otro punto de vista, pero aquel que os perturba recibirá su castigo, quienquiera que sea”. Por más que nos pueda gustar (¡realmente, como a Pablo le hubiera gustado!) motivar a la gente por lo bueno del amor y del poder de Cristo solamente, ni nosotros ni Pablo podemos ignorar la realidad del juicio. “Está establecido que los hombres mueran una sola vez y después de eso, el juicio”. No advertirles a los gálatas sobre esto sería como tratar que alguien baje a la vía del ferrocarril para oler las hermosas madreselvas sin decirle que viene un tren. Pablo le advierte a la gente que llega el juicio.

La Cruz, no la Circuncisión

El versículo 11 parece ser una respuesta a la objeción de alguien: tal vez los judaizantes decían que aún Pablo predica la circuncisión a veces, como cuando hizo que Timoteo se circuncide (Hechos 16:1-3). Pablo niega el cargo: “Pero, yo hermanos si todavía predico la circuncisión ¿por qué soy perseguido aún? En tal caso el obstáculo de la cruz ha sido eliminado”. Pablo dice que el predica la cruz no la circuncisión y es por eso que se lo persigue tan frecuentemente – porque la cruz es un obstáculo. La cruz hace que la gente sea eufóricamente feliz porque sus pecados son perdonados o que esté efusivamente enojada porque se elimina todo motivo de jactancia. Si Pablo aún predicara que la circuncisión obliga a Dios a bendecirnos, entonces habría evitado tanta persecución, pero el obstáculo de la cruz habría desaparecido – y con este el perdón de los pecados. La muerte de Cristo en la cruz por nuestros pecados es una acusación tan drástica de nuestra condición de pecadores y un cumplimiento tan completo de la justicia de Dios, que cualquier intento que hagamos para salvarnos, que no sea a través de la fe, es un halago inocente a nosotros mismos y un insulto a la plenitud de la expiación de Cristo. Por lo tanto, Pablo no predica la circuncisión.

En el versículo 12, dice de aquellos que lo hacen: “¡Ojalá que los que os perturban se mutilaran!”. Lo cual probablemente signifique algo así: Harían mucho menos daño si ellos se castraran que si los circuncidaran a ustedes. No se puede negar el hecho de que estas son palabras duras, palabras terribles. Todo esto para demostrar que es un asunto muy serio y aterrador.

La Fe versus las Obras

Volvamos al versículo 6 y dediquemos el resto de nuestro tiempo a enfocarnos en la verdadera cuestión que está en juego en Galacia. Recordarán que el versículo 5 dice que todos recibiremos el veredicto final y a aquellos que tengan fe en Cristo se los hará perfectamente justos (eso implica que aún no somos perfectos). Esperamos ese día mediante el Espíritu por la fe y no a través de nuestro poder por obrar según la ley. El versículo 6 se agregó como base o argumento de porqué lo esperamos mediante el Espíritu por la fe y no a través de la carne por las obras según la ley, como la circuncisión: “Porque en Cristo ni la circuncisión ni la no circuncisión significan nada, sino la fe que obra a través del amor”. La razón por la cual vivimos por la fe y no por las obras según la ley es que estas no tienen poder para ganarse la bendición de Dios. En realidad, ofenden a Dios porque nulifican su gracia gratuita. Pero la fe tiene poder para ganar todo de Dios, porque honra la gracia voluntaria de Dios. Confiar en que Dios realizará sus promesas es honrarlo y ganar el regalo de la vida.

Alguien podría preguntar: “¿Realmente hay una gran diferencia? ¿No es la fe una obra tanto como lo es la circuncisión? ¿Cuál es la gran diferencia? Una de las más claras respuestas a estas preguntas la da Romanos 4:4-5: “Al que trabaja, el salario no se le cuenta como favor, sino como deuda, mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia”. Presten atención al versículo 4 para darse cuenta de lo que significa vivir por obrar según la ley: significa tener la mentalidad de un empleado cuyo empleador es Dios, quien necesita nuestro servicio. Cuando hacemos lo que necesita, entonces Él nos debe nuestro salario. Esa es la esencia del legalismo o la religión de las obras: nosotros trabajando para Dios y Él pagándonos el salario que nos debe. Luego, examinen el versículo 5 para entender lo que significa vivir por la fe. Primero, significa que dejemos de pensar que Dios es nuestro empleador y nosotros sus empleados – que terminemos de trabajar para Dios en ese sentido. “Mas aquel que no trabaja”. La fe no se agrega a las obras y las obras no se agregan a la fe. La fe excluye las obras, porque la fe tiene una concepción diferente. Dios no es el empleador que necesita mi trabajo y me paga por eso. Yo soy la persona necesitada en esta relación y Dios es el trabajador cualificado que tiene todo el conocimiento, el poder y la integridad para satisfacer todas mis necesidades. Por eso, en la concepción de la fe nunca trabajo para proveer cualquier carencia que Dios pudiera tener. Él es el que trabaja para proporcionarme a mí todo lo que me falta.

El Corazón de las Obras y el Corazón de la Fe

Digámoslo de otra manera. El corazón humano, nuestro corazón, produce deseos o anhelos como el fuego produce calor. El corazón se define por sus anhelos. Tan seguramente como las chispas vuelan hacia arriba, el corazón expulsa deseo tras deseo. Entonces tenemos que definir la fe y las obras en términos de este torrente de anhelos que el corazón derrama a borbotones todo el día. El corazón que se establece sobre la base de las obras (la carne) desea la emoción de sentir su voluntad y su cuerpo surgir victoriosamente ante algún desafío. El corazón que se establece sobre la base de las obras intentará escalar una montaña en vertical, tomar responsabilidades extras en el trabajo, arriesgar la vida en combate, hacer un gran esfuerzo en una maratón o hacer ayuno religioso durante semanas – todo por esa emoción maravillosa de conquistar un desafío por la fuerza de su voluntad y la resistencia de su cuerpo. Aunque el corazón, que se establece sobre las obras expresa su amor por la independencia y el placer con estilo propio, al rechazar los buenos modales, la decencia y la moralidad, es el mismo corazón que se disgusta con el derroche y el libertinaje carnales y tiene la intención de encontrar la verdadera emoción de la auto negación, el coraje y la grandeza personal. El corazón que se establece sobre la base de las obras anhela la emoción de sentir que vence grandes obstáculos.

Pero, el corazón que se basa en la fe es muy diferente. Sus deseos no son menos fuertes, pero lo que desea es la emoción de sentir que Dios surge victoriosamente ante un desafío, en nosotros y a través de nosotros. Las obras buscan la emoción de vencer un obstáculo. La fe desea la emoción de sentir que Dios vence el obstáculo. Las obras anhelan ser glorificadas como capaces, fuertes e inteligentes. La fe anhela la alegría de ver a Dios glorificado por su capacidad, su fuerza y su sabiduría. En su forma religiosa, las obras aceptan el desafío de la moralidad, vencen sus obstáculos con un gran esfuerzo y ofrecen la victoria a Dios para obtener su gratitud, aprobación y recompensa. La fe solo acepta el desafío de la moralidad, pero solo como una ocasión de convertirse en el instrumento del poder de Dios; y cuando se logra la victoria, la fe se regocija porque toda la gloria y el agradecimiento pertenecen a Dios. Estas son dos religiones que existen lado a lado en cada iglesia. ¡Oh, cuánto espero que estas series de los Gálatas les ayuden a tomar el camino correcto!

Lo que la Fe Quita del Corazón

Ahora que entendemos la fe y las obras, averigüemos porque la fe verdadera inevitablemente produce amor, de acuerdo a Gálatas 5:6. Pablo no dice que somos justificados por dos cosas: la fe y las obras de amor. El dice que somos justificados por una sola cosa, la fe, y esta fe es de una naturaleza tal que produce amor como un buen árbol produce buenos frutos. Ser una persona que ama es absolutamente esencial para salvarse, porque la fe, que salva por su propia esencia, funciona a través del amor. Por eso, es muy importante que entendamos cómo la fe salvadora produce amor.

Primero que todo, necesitamos la definición de amor. Probemos con esta: Amamos a otros cuando dejamos de usarlos como un medio para que nos proporcionen lo que carecemos y en cambio nos regocijamos en la divina providencia para posibilitarles lo que les hace falta a ellos. “El amor no busca lo suyo” – pero se regocija en lo que sucede cuando nos aferramos a la verdad de que “es más bienaventurado dar que recibir” (Hechos 20:35).

¿Cómo logra la fe convertirnos inevitablemente en una persona así? La fe funciona de dos maneras. Produce amor de lo que quita del corazón y de lo que le da al corazón. La fe quita la culpa, el temor y la codicia. Quita la culpa porque confía en que “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Corintios 15:3) para que “En Él tengamos redención mediante su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7). La fe quita el temor porque confía que “Dios obra a favor del que espera en Él” (Isaías 64:4). Prometió ayudarnos, fortalecernos y protegernos (Isaías 41:10). Cumplirá plenamente todo para nuestro bien (Romanos 8:28). Por lo tanto la fe desvanece el temor. La fe quita la codicia porque confía en que Cristo es la mayor riqueza que el mundo puede ofrecer (Hebreos 11:26; 13:5-6; Filipenses 3:8). La fe echa afuera del corazón la culpa, el temor y la codicia.

¿No son la culpa, el temor y la codicia lo que nos reprime de amar? Nos sentimos culpables y nos sumimos en una depresión egocéntrica y en un sentimiento de culpa, absolutamente incapaces de ver, mucho menos de preocuparnos de las necesidades de los demás. O nos hacemos los hipócritas para ocultar nuestra culpa y así destruir toda sinceridad en nuestras relaciones. O hablamos de las culpas ajenas para minimizar las nuestras. La culpa destruye el amor.

Nos sentimos temerosos. No nos acercamos a un extraño después del servicio del domingo sino que vamos directamente a nuestro automóvil. O rechazamos misiones porque son demasiado peligrosas. O gastamos dinero en seguros exageradamente. O nos consumen todo tipo de pequeñas fobias que nos ciegan completamente con respecto a las necesidades de los demás y nos hacen preocupar por nosotros mismos. El miedo destruye el amor.

Nos sentimos codiciosos. Gastamos dinero en lujos, dinero que debería usarse para ayudar a la divulgación del evangelio. No asumimos nada que sea riesgoso, no vaya a ser que nuestras posesiones preciadas o nuestro futuro financiero estén en peligro. Nos concentramos en las cosas no en las personas, o vemos a las personas como recursos para nuestro propio provecho. Todos los años, durante mucho tiempo, tenemos rencillas porque codiciamos el dulce sabor de la venganza. La codicia destruye el amor, junto con la culpa y el temor.

No es difícil de entender. Cuándo la fe quita la culpa, el temor y la codicia, ¿ nos libera para que podamos amar? Todo nuestro poco afectuoso comportamiento se puede identificar con un fracaso en confiar en las promesas de Dios (todas las cuales se basan en la cruz, Romanos 8:32).

Lo que la Fe le da al Corazón

La fe produce amor no solo por lo que quita del corazón (la culpa, el temor, la codicia), sino por lo que le da al corazón. La fe le da al corazón un enorme deseo de sentir la emoción de experimentar el poder de Dios actuando dentro de nosotros y por nosotros cuando hacemos su voluntad. La fe valora la experiencia de que Dios venza los obstáculos en nuestras vidas. En otras palabras, la fe no solo quita las barreras para amar, también nos da un impulso positivo para estimularnos a amar. Cuando toda culpa, temor, codicia se eliminan con la confianza en el perdón, el amor y el poder de Dios, ¿qué fuerza nos va a sacar de nuestros cómodos livings para hacernos cargo de los inconvenientes y sufrimientos que requiere el amor? ¿Qué nos va a impulsar a saludar a los extraños cuando sentimos timidez, a acercarnos a un adversario y suplicarle que nos reconciliemos cuando nos sentimos indignados, a hacer una contribución si nunca lo hicimos antes, a hablar con nuestros compañeros de trabajo sobre Cristo, a invitar a los vecinos nuevos al estudio de la Biblia, a entrelazar las culturas con el evangelio, a admitir que se es homosexual y hay una necesidad de recibir ayuda, a crear un nuevo ministerio para alcohólicos en la zona, a dedicar una noche a manejar una camioneta o una mañana a orar por una renovación? Ninguno de estos costosos actos de amor suceden porque sí. Son impulsados desde el corazón por un deseo nuevo – el de la emoción de experimentar el poder de Dios en nuestras vidas. La fe ama confiar en Dios y ver los milagros que hace en nosotros. La fe nos empuja a la corriente donde el poder de Dios fluye más libremente – la corriente del amor. La fe produce amor porque en los actos de amor sentimos el poder de Dios venciendo nuestros pecados, venciendo a Satanás y transformando al mundo.

Para resumir. Los actos como la circuncisión no tienen valor para Dios, pero la fe a través del amor tiene todo el valor. Las obras representan la mentalidad de ser empleados de Dios, proporcionándole los servicios que necesita para que nos pague lo que nos merecemos. La fe no trabaja para Dios, pero confía siempre en Dios como el trabajador especializado que satisface nuestras necesidades. El corazón que se establece sobre las obras está sediento de la emoción de sentir su voluntad y su cuerpo surgir victoriosamente ante algún desafío, y ama los elogios. El corazón que se establece sobre la fe está sediento de la emoción de sentir a Dios surgir victoriosamente ante un desafío en y a través de nosotros, y ama que se lo alabe a Él. Esta es la fe que produce amor.

¿Qué es el amor? Amamos a otros cuando dejamos de usarlos como un medio para suplir lo que nos falta y en cambio nos regocijamos que la divina providencia cubra sus carencias. La fe produce inevitablemente este amor, porque elimina las barreras para amar como la culpa, el temor y la codicia. El corazón que confía en las promesas de Dios no puede permanecer culpable, temeroso y codicioso. La fe produce este amor porque crea un deseo nuevo de sentir la misericordia de Dios en y a través de nosotros. Este deseo intenso nos impulsa a los actos donde ese poder surge más libremente, es decir, los actos de amor.

Por lo tanto, “En Cristo Jesús ni la circuncisión ni la no circuncisión significan nada, sino la fe (solamente) que obra a través del amor”.



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