Enseñando doctrina a una niña de seis años
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Niños
Una parte de la serie Taste & See
Traducción por Carina Alejandra Rojas
Acabo de terminar de escribir un libro corto sobre la justificación. Dios mediante, será publicado este año por Crossway bajo el título de Counted Righteous in Christ(Considerados Justos en Cristo). En una sección del mismo hago esta pregunta, "¿Porqué un atareado pastor con una familia a su cuidado . . . habría de dedicar tanto tiempo y energía a la controversia sobre la imputación de la justicia de Cristo? Pues bien, es precisamente porque tengo una familia que cuidar, como también cientos de mi gente." Esta es parte de la respuesta que escribí en el Capítulo uno del nuevo libro:
Si, tengo una familia de la que cuidar. Cuatro hijos mayores que ya se han ido de casa. Pero nos se han ido de nuestras vidas. Cada semana, en persona y por teléfono hay temas personales, relacionales, vocacionales y teológicos que tratar. En cada caso la raíz del asunto vuelve a: ¿Cuáles son las grandes verdades reveladas en la Escritura que pueden dar estabilidad y orientación en este asunto? El saber escuchar y el afecto son cruciales. Pero si falta sustancia bíblica mi consejo es hueco. El afirmación emocional no será suficiente. Hay demasiado en juego. Estos jóvenes quieren tener una base firme bajo sus pies.
Talitha, mi hija, tiene seis años de edad. Hace poco ella, mi esposa y yo leíamos juntos el libro de Romanos. Esta fue su elección después de haber terminado con Hechos. Ella está aprendiendo a leer, y yo iba colocando mi dedo sobre cada palabra. Me detuvo en medio de una oración cuando comenzábamos el capítulo cinco y me preguntó, "¿Qué significa 'justificado'?" ¿Qué le responderías a una niña de seis años? ¿Le dirías: Hay cosas más importantes en las que pensar así que confía en Jesús y sé una buena niña? ¿O bien dirías que es un tema muy complejo y que incluso los adultos no llegan a comprenderlo totalmente, por lo que puede esperar y tratar con él cuando sea mayor? ¿O debemos decir que simplemente significa que Jesús murió en nuestro lugar para que todos nuestros pecados pudieran ser perdonados?
¿O le contaríamos una historia (que es lo que yo hice), hecha sobre la marcha, sobre dos criminales acusados, uno culpable y uno inocente (uno hizo algo malo, y el otro no)? Se demuestra que aquel que no hizo lo malo, según todos aquellos que presenciaron el crimen, es inocente. Así que el juez lo "justifica", es decir, le dice que es una persona obediente a la ley y que no cometió el crimen y por tanto puede salir libre. Pero el otro criminal acusado, quien realmente hizo lo malo, se demuestra que es culpable, porque todos aquellos que vieron el crimen también lo vieron cometiéndolo. Pero entonces, ¡adivinen que! El juez lo "justifica" también a él y le dice: "Considero que usted es un ciudadano obediente a la ley con plenos derechos en nuestro país (no sólo un criminal perdonado que no puede ser de confianza ni totalmente libre en el país)." A este punto Talitha me mira un tanto perpleja.
Ella no sabe cómo poner su dedo en la llaga, pero siente que algo anda mal en esto. Así que digo: Tenemos un problema ¿no? ¿Cómo puede ser que una persona que realmente violó la ley y que hizo algo malo sea declarada por el juez como persona justa, respetuosa de la ley, con plenos derechos a las libertades del país y exenta de ir a la cárcel o de ser castigada? Ella mueve su cabeza mientras yo vuelvo a Romanos 4:5 y le muestro que Dios "justifica al impío." Su ceño se frunce. Le indico que tanto ella como yo hemos pecado y todos nosotros somos como este segundo criminal. Y cuando Dios nos "justifica" El sabe que somos pecadores e "impíos" y "violadores de la ley." Y le pregunto. “¿Qué habrá hecho Dios para que estuviera bien para Él decirnos a nosotros, pecadores: no sois culpables; os considero cumplidores de la ley a mis ojos; sois justos; y sois libres de disfrutar todo lo que este país tiene para ofrecer?"
Ella sabe que la respuesta tiene que ver con Jesús, su venida y su muerte en lugar nuestro. Eso lo ha aprendido. Pero ¿Qué más puedo decirle ahora? La respuesta a esta pregunta depende de si mamá y papá le han enseñado fielmente sobre la imputación de la justicia de Cristo. ¿Le dirán ellos que Jesús fue quién guardó la ley a la perfección y que nunca pecó, sino que hizo todo lo que el juez y su país demandaban de Él? ¿Y le dirán que cuando Él vivió y murió, no sólo tomó su lugar al recibir su castigo por el pecado sino también se puso en su lugar como cumplidor de la ley? ¿Le explicarán que Él fue castigado en su lugar y que Él fue obediente por ella? Y que si ella confía en Él, el Juez, Dios, hará que el castigo y la justicia de Jesús cuenten a favor de ella. Así que cuando Dios la "justifica"─ cuando declara que ella es perdonada y hecha justa (aún cuando no haya recibido su castigo y no haya guardado la ley) ─ lo hace por los méritos de Jesús. Jesús es su justicia, y Jesús es su castigo. Confiar en Jesús hace que Él sea su Señor y Salvador a tal punto que Él llega a ser la perfecta bondad y el perfecto castigo para ella.
Existen cientos de familias cristianas en el mundo que nunca han tenido conversaciones como ésta. Ni a los seis ni a los dieciséis. No creo que tengamos que ir muy lejos para explicar la debilidad de la iglesia y los tantos ministerios juveniles orientados a la diversión superficial así como la llamativa pérdida de interés después de la secundaria. Pero ¿Cómo enseñarán los padres a sus hijos si el mensaje que reciben semana tras semana desde el púlpito es que la doctrina no es importante? Así que, si, tengo una familia a la que cuidar. Y, por ende, debo entender las doctrinas centrales de mi fe ─ entenderlas tan bien que puedan ser traducidas para las diferentes edades de mis hijos.
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