Estén quietos y maravíllense
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Scott Hubbard sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Débora Ester Baigorri
Contenido |
Dos hábitos para las almas en apuros
En ocasiones, la solución a nuestras luchas espirituales es menos espiritual de lo que imaginamos.
Quizás caminas por un desierto espiritual, con aflicción ocasionada por dudas que perturban. Quizás hace ya bastante tiempo que la apatía llegó a tu corazón. Quizás vives en una tierra alejada del gozo.
Quizás pienses que la solución a estas luchas espirituales es, fundamentalmente, espiritual y crees que deberías pararte con más determinación en las promesas de Dios, acercarse a él con más frecuencia o buscar pecados ocultos. Podrías tener razón. Pero, quizás simplemente necesites escuchar el consejo de John Newton1 (1725-1807):
En ocasiones, llegan a mí personas intranquilas y perturbadas en sus almas que piensan que esa es su única queja. Yo las sorprendo preguntándoles si tienen algún amigo en Cornualles2 o en el norte de Escocia a quien puedan visitar, porque creo que una visita a Land's End o John o’ Groat’s House3, podrían tener mejor efecto que todo el consejo que yo pudiera darles. (Letters (Cartas), 3891)
En ocasiones, nuestras luchas espirituales no vienen como consecuencia de haber negado a Dios, sino como consecuencia de haber negado su mundo. Hemos caminado por la vida con lentes oscuros, haciéndonos preguntas en medio de la oscuridad. Hemos vivido con auriculares puestos, cuestionándonos por qué no podemos oir.
Quizás tengamos que resolver algunos asuntos espirituales. Pero quizás el primer paso sea simplemente abrir nuestros ojos y oídos, y dejarnos maravillar por el mundo que Dios creó.
El momento en que dejamos de maravillarnos
Al hablar de maravillarnos, me refiero a percibir la creación de Dios con interés y asombro. Seguramente quedaremos sin palabras, sin egoísmos y rebosantes de gozo. Cuando nos maravillamos, callan las preocupaciones y se despierta la adoración. Los momentos sencillos se llenan de brillos y las tareas diarias se ennoblecen. Hay restauración y calma, recapitulación y recalibración; la prosa se vuelve poesía, y hasta un pequeño fenómeno puede maravillar al alma.
Sin embargo, algunos de nosotros casi nunca miramos a través de la ventana del asombro. Estamos demasiado distraídos con otras atracciones que escasamente dan alegría al corazón y a la mente. Quizás puedas reconocer dos de esas atracciones.
La primera, seguro no te sorprende. Los estadounidenses ven sus celulares unas doscientas veces por día o al menos una vez cada cinco minutos. Nicholas Carr4 escribe: «La raza humana ha tenido éxito en crear la cosa más interesante del mundo: el teléfono» (The Shallows, 233). Pero esta «cosa más interesante» posee la forma de convertir el mundo real en algo de poco interés. Frente al fulgor del teléfono celular, la vida es aburrida. Y aún sin ser adicto al teléfono celular, podemos perder la capacidad de maravillarnos.
Hay una segunda atracción más sorprendente que capta la atención y retiene a muchos por mucho tiempo. Algunos la han denominado «la embestida diabólica» del mundo moderno; otros, «el culto de la productividad y la eficiencia» (The Art of Noticing (El arte de observar), xv). Y se trata de que a muchos de nosotros nos gusta que otras personas hagan algo para nosotros, rápidamente.
Las personas creadas a la imagen de un Dios creativo deberían valorar la productividad. Pero, «el culto a la productividad» es algo diferente. Las personas que hacen culto a la productividad se complacen en que otras personas hagan cosas para ellos y hasta les desagrada si no las pueden obtener. Y, por lo tanto, no tienen paciencia para estar en quietud y silencio, y para meditar y dejarse maravillar. Ser improductivo es intolerable para ellos.
El teléfono, la lista de quehaceres, el entretenimiento y la eficiencia, bombardeos digitales y el ajetreo de la actividad a menudo son los enemigos que nos roban la capacidad de maravillarnos.
Entonces, ¿cómo podremos ver?
Aun cuando sabes lo que estos enemigos te están robando, es difícil vencerlos. El hecho de ver una montaña de verdad se opaca ante la montaña digital o la montaña de trabajo que nos gustaría que se hiciera. Volver a maravillarnos requiere esfuerzo. Requiere voluntad para dejar de mover nuestros dedos sobre la pantalla de un celular, o para quedarnos tranquilos si no hemos hecho todo lo de nuestra lista de quehaceres, mientras orientamos nuestra visión a «todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable» (Filipenses 4:8).
Hay dos hábitos que me son muy útiles y que extraigo del patrón creativo de Dios del libro de Génesis 1:1-2:3: Mirar cada día el mundo que Dios creó y llamarlo "bueno". Y descansar cada semana en el mundo que Dios creó y experimentar renovación.
Atención diaria
Hábito 1: Al menos una vez por día, preste atención, verdadera atención, a alguna maravilla de las que Dios ha hecho.
He tomado prestado este primer hábito de Clyde Kilby’s5 «métodos para la salud mental». Allí él escribe: «Abriré mis ojos y mis oídos. Cada día, sencillamente observaré un árbol, una flor, una nube o una persona. No voy a interesarme en absoluto en querer saber qué son, sino simplemente me alegraré de verlos».
En otras palabras, al menos una vez al día voy a buscar algo no entretenido o improductivo, como por ejemplo una flor que despliega su belleza bajo la luz de una mirada paciente. Voy a abrirme paso aun ante la inquietud que provoca la ineficiencia constante y a desacelerar. Voy a mirar. Voy a escuchar. Voy a prestar atención. Voy a considerar algunas de las creaciones de Dios y «estar feliz» por lo que él creó con su palabra.
Los escritores de la biblia nos muestran que no carecemos de opciones para maravillarnos. El sol nos da motivos para alegrarnos (Salmo 19:1-6); los insectos dan otro motivo (Proverbios 30:28). La lluvia suave nos muestra un tipo de belleza (Salmo 104:13); los vientos de tormenta muestran otra (Salmo 148:8). En el mundo que Dios creó encontramos una variedad indescriptible de opciones: desde ovejas hasta tiburones, desde los lóbulos de las orejas hasta las lombrices, desde los anillos de crecimiento en los troncos hasta los anillos de Júpiter. Y todos ellos comparten la «bondad» original de la gloria de Dios (Génesis 1:10, 12, 18, 21, 25, 31).
Y si las cosas que nos maravillan son muchas, de igual manera son muchos los medios para observarlos. La creatividad de Dios nos invita a la exploración creativa. Quizás podrías escribir una o dos líneas sobre algo que observas, o intentar escribir algún poema sencillo. Quizás, sacar provecho de los momentos tranquilos, como en esperas o en caminatas, para simplemente prestar atención a algo, o alguna tarde construir un santuario de cinco minutos en el que simplemente te sientes, ores y veas.
En Génesis 1, nuestro Dios experimentó placer día tras día en el mundo que sus palabras habían creado. Así que, ¿por qué no adornar tus propios días llamando “buenas” a las cosas que Dios creó?
Reposo semanal
Hábito 2: Cada semana, aparta bastante tiempo para sumergirte en las maravillas de Dios.
Prestar atención diariamente nos hace deleitarnos en medio de nuestras labores, haciéndonos regresar a nuestras actividades y tareas sintiéndonos un poco más libres. Pero nuestras almas anhelan algo más que pequeñas maravillas. Necesitamos escuchar más que una melodía pasajera, necesitamos ver más que una pequeña parte de un lienzo. Necesitamos prestar atención a las maravillas que Dios creó el tiempo que sea necesario, y perdernos en ellas.
En las escrituras, vemos que los actos de creación fueron celebrados teniendo en cuenta los detalles y, además, dedicando tiempo. En Proverbios 30:24-28, nos damos cuenta de que el hombre sabio realmente dedicó bastante tiempo a observar las criaturas pequeñas. Nuestro Señor Jesús mostró un placer similar al dedicar tiempo en la creación. Él sabía cómo se manifestaba el viento, y también conocía las señales en el cielo (Juan 3:8; Mateo 16:2-3); él se sentaba a contemplar las flores salvajes y las veía con mayor esplendor que el de Salomón (Mateo 6:28-29). Los sabios prestan atención a las obras maravillosas, sabiendo que para dejarse maravillar con ellas se necesita apartar un momento.
Algunos de nosotros casi nunca nos maravillamos de la creación, porque casi nunca (o nunca) vivimos nuestros días o aunque sea una tarde sin el celular, sin compromisos en nuestras agendas o sin listas de cosas para hacer. Muy rara vez dejamos que la creación o las cosas que nos rodean organicen nuestras agendas de actividades diarias. Y entonces, no caminamos por los senderos cerca de casa, no leemos los mejores libros, no escuchamos el cantar de las aves, no cocinamos comidas deliciosas y no podemos observar y maravillarnos de las obras de Dios en nuestra propia casa.
Tanto en los momentos de la creación como en el tiempo del pueblo en el antiguo pacto, Dios separó un día entre siete para reposar y apartar tiempo para dejarse maravillar. Y aunque los cristianos no consideramos guardar el sábado del viejo pacto, el patrón sabio de Dios de seis días y uno más todavía está vigente. Pero, aunque elijamos un intervalo diferente, igual necesitamos una especie de rutina en reposo que refresque nuestras áreas más profundas.
Los que se maravillan y los que adoran
La creación contiene «recursos fabulosos para la salud mental y el gozo espiritual» escribe John Piper6 (Cuando no deseo a Dios, 197). Pero él pone énfasis en el hecho de que estos «recursos fabulosos» no pertenecen a la creación; pertenecen al Creador. Así que, a través de la observación de la creación vemos al artista, no solo al arte, y escuchamos al autor en cada línea que leemos.
En el Salmo 148, el salmista reflexiona en base a un patrón maravilloso: él medita en el cielo, en la tierra, en el mar y en el hombre. De esta manera él sigue el proceso creativo de Dios desde el día 4 hasta el día 6 (Génesis 1:14-31). Él pone su dedo sobre un papel y traza las líneas de su padre, y aunque él es un ser creado, busca sumar su calificación de «bueno» o «muy bueno» como Dios expresó en el principio al crear el mundo.
En otras palabras, él es básicamente un adorador que se maravilla. Lleno de admiración contempla los árboles, las nubes, las vacas, el césped, las tormentas, los barcos, las risas, las estrellas, los arroyos y luego surge de él esta expresión: «solo su nombre es exaltado». (Salmo 148:13). Las innumerables maravillas del mundo llevan una firma: Dios ha escrito su nombre en todo lo bueno.
Después de todo este análisis, quizás la solución a tu lucha espiritual es menos espiritual de lo que habías imaginado. Y quizás, el Dios de Génesis 1 te esté llamando para buscarle no solo a través de su palabra, sino a través de su mundo, y que cada día y cada semana puedas regocijarte en él.
Nota del traductor
1 John Newton: (1725–1807) Clérigo anglicano inglés, escritor de himnos y ex-capitán de barcos negreros y traficante de esclavos que posteriormente se convirtió en un destacado abolicionista. Es famoso por escribir el himno «Sublime gracia» (Amazing Grace).
2 Cornualles: (Cornwall) Condado situado en el extremo sud-oeste de Inglaterra.
3 Land's End o John o’ Groat’s House: Land’s End es el punto más occidental de la Gran Bretaña continental en el sud-oeste de Inglaterra. John o’ Groat’s House es un pueblo en el extremo nor- este de Escocia continental. La expresión Land's End a John o’ Groat’s House se usa con el significado de «de costa a costa».
4 Nicholas Carr: escritor estadounidense.
5 Clyde Kilby: profesor de inglés y escritor estadounidense.
6 John Piper: predicador evangélico bautista y escritor estadounidense.
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