La Estrella Pistola y el Poder de Dios
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Creación
Una parte de la serie Taste & See
Traducción por Javier Matus
Meditaciones sobre la ciencia, la vista y el esplendor Divino
Doy gracias a Dios por los abrumadores descubrimientos de la ciencia. Es como si un criado ciego siguiera trayendo joyas hermosas a la mesa. No es que todos los científicos sean ciegos. O que cualquiera de ellos sea totalmente ciego. Si lo fueran, probablemente a estas alturas yo ya habría muerto de polio o viruela. No tendría luz eléctrica, refrigeración, procesamiento de textos, un motor de combustión en mi auto, noticias instantáneas en la radio o vuelos a Winnipeg (sin mencionar a Marte). Los científicos no son mudos ni ciegos —no totalmente.
Pero ¿qué palabra usaré para describir el ojo o el corazón que podría descubrir la Estrella Pistola y no adorar a Dios? O incluso mencionar a Dios. Permíteme recuperar el aliento. Hay dos cosas impresionantes en el periódico esta mañana. Una es el descubrimiento de la estrella más grande jamás conocida. La otra es la ausencia de Dios. Ambas maravillas me quitan el aliento.
El artículo comienza:
- Trate de imaginar una estrella tan grande que llenaría todo el sistema solar dentro de la órbita de la Tierra, que está a 150 millones de kilómetros del sol. Una estrella tan turbulenta que sus erupciones extenderían una nube de gases abarcando cuatro años luz. La distancia del sol a la estrella más cercana [unos 38 000 000 000 000 kilómetros]. Una estrella tan poderosa que brilla con la energía de 10 millones de soles, convirtiéndola en la estrella más brillante jamás observada en nuestra galaxia, la Vía Láctea. De hecho, una estrella tan grande y brillante debería ser inimaginable, de acuerdo con algunas teorías de la formación estelar. Pero aquí está, cerca del centro de la Vía Láctea. (Minneapolis Star-Tribune, 8 de octubre de 1997, pág. A4)
Jesús amó los Salmos y creyó que ellos eran la Palabra de Dios. Así que no dudo que miró hacia el cielo nocturno y adoró: “Veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste” (Salmo 8:3).
Pero no hay mención de Dios en el informe de los científicos. No hay adoración. Entre las “teorías de la formación estelar” siendo destruidas por la Estrella Pistola está una que permanecerá inquebrantable. De hecho, no es sólo una teoría, sino una verdad revelada: Las estrellas son “la obra de Tus dedos”. Las estrellas son la obra de los dedos de Dios. Esto es lo que Jesús creyó. Esto es verdad.
Por lo tanto, cuando leí que los científicos habían descubierto una nueva estrella que es 10 millones de veces más poderosa que el sol que calienta mi rostro desde 150 millones de kilómetros de distancia, y mantiene la tierra en órbita, y arde (en sus puntos más fríos) a 6000 grados Centígrados, veo los dedos de Dios de una nueva manera, y soy movido a temblar y caer sobre mi rostro en silencio ante la grandeza de Dios. Y cuando regreso a cierto grado de compostura, me aturde la ausencia de Dios en este informe. ¿Hay alguna otra palabra aparte de “ceguera” para describir esto? Jesús diría: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de Sus manos” (Salmo 19:1). El no ver la gloria de Dios en la Estrella Pistola es estar ciego.
Abre tus ojos. Ora para que Dios te dé ojos para ver. Jesús habló de aquellos que “oyendo no oyen” y “viendo no ven”. Ora para que no estés entre ese número. El cosmos existe para ayudarte a conocer a Dios, el Creador. Y el mensaje principal es que Él es muy grande y que nosotros somos muy pequeños. Necesitamos sentir esta grandeza. Necesitamos ser capaces de decir: “Tú te has engrandecido, Jehová Dios; por cuanto no hay como Tú” (2 Samuel 7:22). “Tú has hecho grandes cosas; oh Dios, ¿quién como Tú?” (Salmo 71:19). ¿Qué dios es grande como nuestro Dios?” (Salmo 77:13). “Porque Tú eres grande, y hacedor de maravillas; sólo Tú eres Dios” (Salmo 86:10). “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 15:3). “Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado” (Salmo 48:1). “¡Bendice, alma mía, a Jehová! Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido, Te has vestido de gloria y de magnificencia” (Salmo 104:1).
Doblemente aturdido,
El Pastor John
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