Resoluciones de Clyde Kilby para la Salud Mental y para Permanecer Vivo a Dios en la Naturaleza
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Vida de la Mente
Una parte de la serie Taste & See
Traducción por Javier Matus
Clyde Kilby, quien ahora está con el Señor en el cielo, fue mi maestro de literatura inglesa en [la universidad de] Wheaton. Hizo tanto como cualquier otro maestro que tuve para abrir mis ojos al ministerio de Dios en los cielos. Le amaba. Estas son las resoluciones que no terminé de leer en el servicio del domingo por la noche.
- — El Pastor John.
1. Al menos una vez al día miraré firmemente hacia arriba en el cielo y recordaré que yo, una conciencia con conciencia, estoy en un planeta que viaja en el espacio con cosas maravillosamente misteriosas arriba y alrededor de mí.
2. En vez de la idea habituada de un cambio evolutivo irracional e interminable al que no podemos ni añadir ni quitar, presupondré al universo guiado por una Inteligencia que, como dijo Aristóteles acerca del drama griego, requiere un principio, una mitad y un fin. Creo que esto me salvará del cinismo expresado por Bertrand Russell antes de su muerte, cuando dijo: “Hay oscuridad en el exterior, y cuando muera, habrá oscuridad adentro. No hay esplendor, ni inmensidad en ninguna parte, sólo trivialidad por un momento, y luego nada”.
3. No caeré en la falsedad de que este día, o cualquier otro día, es simplemente otras ambiguas y laboriosas veinticuatro horas, sino más bien un evento único, lleno, si así lo deseo, de dignas potencialidades. No seré lo suficientemente tonto como para suponer que los problemas y el dolor son paréntesis totalmente malos en mi existencia, sino escaleras igualmente probables que deben subirse hacia la hombría moral y espiritual.
4. No convertiré mi vida en una delgada línea recta que prefiera las abstracciones a la realidad. Yo sabré lo que estoy haciendo cuando sea abstracto, lo cual, por supuesto, tendré que hacer a menudo.
5. No menospreciaré mi propia singularidad envidiando los demás. Dejaré de cavar dentro de mí mismo para descubrir las categorías psicológicas o sociales a las que podría pertenecer. Principalmente me olvidaré a mí mismo y haré mi trabajo.
6. Abriré mis ojos y oídos. Una vez al día me limitaré a contemplar un árbol, una flor, una nube o una persona. Entonces no me preocuparé en absoluto por preguntar que son, sino simplemente estar contento de que existan. Con gozo les permitiré el misterio de lo que Lewis llama su existencia “divina, mágica, aterradora y extática”.
7. A veces recordaré la frescura de la visión que tuve en la infancia y trataré, al menos por un rato, de ser, en palabras de Lewis Carroll, el “hijo de la frente despejada y los ojos soñadores de la maravilla.”
8. Seguiré el consejo de Darwin e iré frecuentemente a cosas imaginativas como la buena literatura y la buena música, preferentemente, como sugiere Lewis, un libro antiguo y una música atemporal.
9. No permitiré que la embestida diabólica de este siglo usurpe todas mis energías, sino que, en su lugar, como Charles Williams sugirió, “realizaré el momento como el momento”. Trataré de vivir bien ahora porque el único tiempo que existe es ahora.
10. Aun si resulto estar equivocado, apostaré mi vida en la suposición de que este mundo no es idiota, ni dirigido por un propietario ausente, sino que hoy, este mismo día, algún trazo se está añadiendo al lienzo cósmico que a su debido tiempo entenderé con gozo como un trazo hecho por el Arquitecto que se llama Alfa y Omega.
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