¿Cómo puedo consolar a un hermano cuya hija tiene cáncer?

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English: How can I comfort my brother whose daughter has cancer?

© Desiring God

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Por John Piper sobre Sufrimiento
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Traducción por Silvia Griselda Buongiorne


El siguiente texto es una transcripción editada del audio.

¿Cómo puedo consolar a un hermano cuya hija tiene cáncer?

El consuelo que tenemos se halla de manera final y definitiva en Cristo, en su perdón y en su resurrección porque, de hecho, todos vamos a morir. Su hermano y su hija, ya sea ahora o más adelante, van a morir. Su consuelo entonces serán los mismos cielos, la unión con Cristo y el profundizar su comunión con Él. Este hecho no cambia, ya sea que usted tenga ochenta o catorce años.

Nuestro consuelo definitivo es que estamos unidos a Jesús para siempre. Algunos mueren cuando tienen ocho años, otros a los dieciocho y otros a los ochenta, pero la consolación que tenemos no cambia. Cristo murió por nuestros pecados. Él resucitó de entre los muertos. Él nos imparte todo lo que necesitamos para acercarnos a Él y gozarnos en Él para siempre.

Además, Él va a compensar todas las pérdidas. El juez de toda la tierra hará lo justo (Génesis 18:25) y nos recompensará por cada pérdida que hayamos sufrido.

En última instancia, Dios obra todas estas cosas para el bien de este hermano y su hija (Romanos 8:28). Ellos no lo pueden ver ahora mismo. Hay un sentimiento que los abruma, que es más negativo que positivo. Pero he caminado a través de estas circunstancias con bastantes familias, durante más de dieciocho años, para saber que lo que dicen en el momento del trauma no es lo que dirían dentro de diez años. El trauma por el que pasan es tan grande y tan doloroso, y el efecto emocional en esos momentos es tan negativo, que mata todo el gozo, que no son emocionalmente capaces de sentir la maravilla de la gracia de Dios con la cual se podrán identificar dentro de diez años.

Así que lo que uno quiere hacer por ellos es tomarlos de la mano, abrazarlos fuerte y llorar con los que lloran. Tenga compasión del que está dolido, pero no pierda la esperanza con él. Más bien, sea usted su esperanza. Esté allí para él y háblele impartiéndole esperanza cuando él no lo pueda hacer.

Y deje que a sus “palabras vacías” —aquellas palabras habladas que no son ciertas— se las lleve el viento. No hace falta que vuelva a arrojarlas contra él. Simplemente deje que se las lleve el viento y que desaparezcan. Llegará un momento en que él mirará hacia atrás y tendrá la capacidad, el contexto y la fe para describir lo que sucedió en ese momento, ya sea que su hija reciba la sanidad o no, en el contexto más amplio del increíble amor y la gracia de Dios.

Sea Cristo para él. Esté allí para sostenerlo y animarlos a él y a su hija.

Que el cielo les sea muy real. No debemos idolatrar a este mundo. “Porque esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven [es decir, en una muchacha de catorce años cuya vida peligra], sino en las que no se ven [una muchacha de catorce años glorificada]; porque las cosas que se ven son temporales, pero las cosas que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:17-18).

Por lo tanto, ayude a su hermano a mantener una perspectiva eterna.

Y luego, por supuesto, interceda por sanidad, confiando en que Dios hará lo que es justo, sabio, bueno y bondadoso.

¿Podría ser que su artículo “No desperdicies tu cáncer” sea un buen recurso incluso para aquellos que no están enfermos?

Ha demostrado serlo. Es posible que haya tenido mayor repercución ese pequeño artículo que ninguna otra cosa que he escrito. Las reacciones han llegado de todas partes del mundo. A menudo me topo con personas que o bien han conocido a alguien que tuvo cáncer o han tenido cáncer ellos mismos, y me cuentan que lo han imprimido y lo han distribuido a sus conocidos.

Así que, evidentemente, ha sido útil tanto para aquellos que tienen cáncer como para los que conocen a alguien que tiene cáncer.


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