¿Acaso mi sufrimiento no tiene significado?

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English: Is My Suffering Meaningless?

© Desiring God

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Por Vaneetha Rendall Risner sobre Sufrimiento

Traducción por Natalia Micaela Moreno


Hace unas semanas, me encontré con una amiga que cree que aunque Dios se acerca a nosotros en nuestras pruebas, las personas sufren en formas de las que Dios nunca tuvo intención. Dios reacciona a nuestro sufrimiento pero nunca lo causa.

Para ella, la visión calvinista de que Dios ha ordenado todo nuestro sufrimiento es inhumana. Ella lo ve como algo completamente opuesto a la personalidad amorosa de Dios — hiriente en el mejor de los casos, y vengativo en el peor. Personalmente, no podría estar menos de acuerdo.

La teología reformada me ha ofrecido esperanza de vida en tiempos de dolor incomparable. Entiendo que suena cruel decir que Dios quiso la muerte de mi pequeño hijo. Pero creer que mi hijo murió en contra de la voluntad de Dios es mucho peor. Eso podría significar que Dios no está en control, que el mal puede ganar al final, y que mi futuro es incierto. Más aún, podría significar que la muerte de mi hijo fue por azar. Sin significado. Sin propósito.

Honestamente no puedo imaginar una situación más deprimente. Como alguien que ha lidiado con la adversidad, mi consuelo más grande es saber que Dios es soberano. Él ha ordenado todas mis pruebas, y por lo tanto mi sufrimiento tiene propósito.

La última palabra

Propósito.

Esa única palabra lo cambia todo. Me reconforta cuando el dolor me envuelve y la oscuridad es mi amiga más cercana. A Dios no le deleita mi sufrimiento, sino que llora conmigo como lo hizo en Juan 11. Pero sus lágrimas no son todo lo que me da. Él me da esperanza y seguridad en que mi sufrimiento no es en vano. Así como Jesús lloró con María antes de resucitar a Lázaro (Juan 11:32-35), el Señor llora conmigo, sabiendo que va a redimir mi sufrimiento.

Como dice Joni Eareckson Tada, "Cada sufrimiento que atravesamos un día probará ser la mejor cosa que nos podría haber pasado. Le agradeceremos a Dios infinitamente en el cielo por las pruebas que nos envió aquí".

Es reconfortante saber que todo lo que Dios envía es la mejor cosa posible para mí. Nada puede desviarse de su plan. Ningún pecado, ningún accidente, ninguna aflicción. Satanás no tiene la última palabra en mi sufrimiento. La tiene Dios. Él lo ha decretado todo y todo lo usará. Como vemos en el libro de Job, Dios no está reaccionando a los planes de Satanás — Solo Dios está en control de todas las cosas.

La buena mano de Dios

Este punto de vista del sufrimiento es lo que me guió a Cristo. Nací en India y contraje polio a los tres meses de edad. Pasé por numerosas operaciones y fui atormentada durante la escuela primaria por mi discapacidad, dejándome enojada y amargada hacia Dios, dudando su mera existencia. No podía entender cómo un Dios amoroso pudo permitir que esto pasara.

Pero a la edad de 16, abrí la Biblia en Juan 9, donde los discípulos se preguntaban de quién era el pecado que causó la condición del hombre ciego. Jesús explicó que su ceguera no tenía que ver con el pecado. Su aflicción le fue dada para que "las obras de Dios se manifiesten en él." (Juan 9:3, LBLA)

Este pasaje me deshizo. Así como Dios tuvo un propósito en el sufrimiento del hombre ciego, Dios me mostró que había un propósito en mi sufrimiento también. Ambos fueron para la gloria de Dios. Mi amargura se disolvió cuando me di cuenta de que el Dios del universo me había elegido para manifestar su gloria.

A pesar de ver el propósito de Dios en haber contraído polio, no creía que todas mis pruebas fueran enviadas por Él. Algunas adversidades parecían venir de Satanás. Pero décadas después escuché un sermón de John Piper que reorientó radicalmente mi entendimiento de la mano de Dios en nuestra aflicción.

Él citó a Charles Spurgeon, quien sufrió de depresión toda su vida y murió de gota y de la enfermedad de Bright a la edad de 57. Spurgeon dijo, "Para mí sería una experiencia muy dolorosa y difícil de soportar pensar que estoy atravesando una aflicción que Dios no me mandó; que la copa amarga nunca fue llenada por su mano; que mis pruebas no fueron nunca medidas por Él; que no me fueron enviadas en la cantidad y en el peso establecidos por su disposición".

El tuyo también

Dios pesa cada minúsculo detalle de mi sufrimiento. Ni un pelo cae de mi cabeza contra su voluntad. Esa seguridad me sostuvo mientras aguantaba el comienzo del síndrome postpolio y el abandono por parte de mi esposo. Mientras estaba desesperanzada por ambas cosas, sabía que al final Dios los usaría para mi bien y su gloria.

Nunca sabré sobre todo lo que Dios hace con mis pruebas, pero he visto que Él ha refinado mi carácter, me ha acercado a Él, y me ha permitido guiar a otros a través de mis aflicciones. Y es mi oración más sincera que a través de mi sufrimiento, los trabajos de Dios se están manifestando en mi vida.

Mi felicidad más grande es que mi sufrimiento tiene propósito. Y el tuyo también lo tiene. A Dios sea la gloria.


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