¿Deshonra a Dios que deseemos reunirnos con nuestros seres queridos?

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English: Does it Dishonor God for Us to Long for Reunion with Loved Ones?

© Eternal Perspective Ministries

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Por Randy Alcorn sobre Cielo & Infierno

Traducción por Ana Villoslada

De vez en cuando escucho a los creyentes contándome cosas como: "no deberíamos pensar en reunirnos con nuestros seres queridos ni en el gozo del Cielo. Solo deberíamos pensar en reunirnos con Cristo, que es nuestro único tesoro". Esto suena espiritual pero, ¿lo es?

Pablo le dijo a sus amigos en Tesalónica: “Teniendo así un gran afecto por vosotros” y “llegasteis a sernos muy amados”, luego habla de “profundo deseo” de estar con ellos (1 Tesalonicenses 2:8, 17). En realidad, Pablo prevé una relación continua con los tesalonicenses como parte de su recompensa celestial: “¿quién es nuestra esperanza o gozo o corona de gloria? ¿No lo sois vosotros en la presencia de nuestro Señor Jesús en su venida? Pues vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo” (1 Tesalonicenses 2:19-20).

¿No son estas palabras una prueba para todos de que es conveniente que amemos profundamente a las personas y deseemos estar con ellas en el Cielo? Pablo no ve ninguna contradicción en referirse a Cristo y a sus amigos como su esperanza, su gozo y su corona en el Cielo.

Luego, Pablo pregunta: "Pues ¿qué acción de gracias podemos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos regocijamos delante de nuestro Dios a causa de vosotros (…)?” (3:9). El gozo que recibe de sus amigos no compite con el gozo de Dios: es parte de él. Pablo agradece a Dios por sus amigos. Cada vez que nos sintamos impulsados a darle gracias a Dios por las personas, experimentaremos exactamente lo que él pretendía.

Pablo también le dijo a los tesalonicenses: “(…) añorando vernos, como también nosotros a vosotros (…) Pues ¿qué acción de gracias podemos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos regocijamos delante de nuestro Dios a causa de vosotros (…)? Según oramos intensamente de noche y de día que podamos ver vuestro rostro (...) (3:6, 9-10). Pablo encuentra gozo en la presencia de Dios a causa de otros cristianos. Él espera el día en que se produzca “la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos” (3:13). Él anhela estar con Jesús y su pueblo.

Pablo le dice a los tesalonicenses que nos reuniremos en el Cielo con familia y amigos creyentes: “Pero no queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como lo hacen los demás que no tienen esperanza (...) así también Dios traerá con Él a los que durmieron en Jesús. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos (…) y así estaremos con el Señor siempre. Por tanto, confortaos unos a otros con estas palabras” (4:13-14, 17-18). Nuestra fuente de consolación no es únicamente que estaremos con el Señor en el Cielo sino también que estaremos junto con los demás.

El puritano, Richard Baxter anhelaba ese consuelo: "Sé que Cristo es todo en todo; y que es la presencia de Dios la que hace que el Cielo sea el Cielo. Aún así, endulza mucho mis pensamientos sobre ese lugar saber que ahí está esa multitud compuesta por mis más queridos y valiosos amigos en Cristo”.

En Filipenses 1, Pablo está transmitiendo un fuerte afecto a sus hermanos en Cristo, expresando su añoranza por ellos. Observe que él no ve ninguna incompatibilidad entre su deseo cristo-céntrico de estar con Jesús (1:21) y su amor cristo-céntrico por los demás:

“Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, orando siempre con gozo en cada una de mis oraciones por todos vosotros, por vuestra participación en el evangelio desde el primer día hasta ahora, estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús”.

El interés y el deleite de Pablo en sus vidas están totalmente en consonancia con el hecho de que el primer y el segundo mandamiento sean prácticamente inseparables: “Amarás al señor tu Dios con todo tu corazón (…), amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Y si es a tu prójimo, ¿cuánto más a la familia cuya identidad proviene de Dios mismo?)

Como si esperase la objeción: “pero Dios es nuestro único tesoro y Dios es el único a quien anhelamos y en quien encontraremos gozo”. Pablo continúa en los versículos siguientes para decir:

“Es justo que yo sienta esto acerca de todos vosotros, porque os llevo en el corazón, pues tanto en mis prisiones como en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia. Porque Dios me es testigo de cuánto os añoro a todos con el entrañable amor de Cristo Jesús”.

Observe la fuente de la profunda añoranza y afecto por sus hermanos y hermanas: Jesucristo mismo. Es posible poner personas por encima de Dios lo cual es idolatría, pero también es posible poner a Dios por encima de las personas para encontrar luego en ellas una maravillosa expresión de Dios mismo, tan maravillosa que es totalmente apropiado que la tengamos en nuestros corazones, que encontremos gozo en ellos, y que anhelemos estar con ellos.

Tales sentimientos no son idolatría, el albergarlos no está mal. De hecho, algo no está bien si no los tenemos. Encontrar gozo en Dios y anhelar a Dios no hace que desaparezca nuestro gozo y añoranza por los demás sino que lo alimenta. El gozo y la añoranza que tenemos derivan directamente de nuestro gozo y anhelo por Él. Ambos no son incompatibles. De hecho, el segundo, nuestro amor por los demás, fluye directamente de lo primero: nuestro amor por Dios. Y de ahí fluye de vuelta para desembocar en él, en Su gloria.


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